Los
dos Méxicos/Jaana Remes yLuis Rubio
Jaana Remes is a partner at the McKinsey Global Institute, based in San Francisco. Luis Rubio is chairman of Mexico’s Center of Research for Development (CIDAC – Centro de Investigación Para el Desarrollo AC).
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Project
Syndicate | 1 de abril de 2014
México
está de moda en los titulares de los diarios, y ahora de manera por demás
positiva. En enero se cumplió el vigésimo aniversario de la entrada en vigor
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que creó un mercado
excepcional con los Estados Unidos y el Canadá y contribuyó a situar a México
en los primeros puestos de exportadores de manufacturas. El programa de
reformas del Presidente Enrique Peña Nieto ha sido objeto de la atención
mundial y, en los últimos meses, los dirigentes mundiales de los sectores del
automóvil y la alimentación han anunciado inversiones de muchos miles de
millones de dólares en nuevas instalaciones.
De
hecho, en un mundo que ha empezado a preocuparse por las economías emergentes,
México destaca como una isla de oportunidades, con una situación fiscal estable
y la perspectiva de una demanda en aumento de sus productos, ahora que la
recuperación de los Estados Unidos comienza a cobrar impulso. Sin embargo, el
México actual presenta también otro aspecto. A pesar del éxito del TLCAN y
otros dispositivos de apertura de su mercado, el país ha registrado un
crecimiento del PIB relativamente lento. En los últimos veinte años, el
crecimiento anual del PIB de México ha promediado un 2,7 por ciento, que es
bajo en comparación con el de otras economías emergentes e insuficiente para
elevar los niveles de vida de una población.
El
factor principal que explica el anémico crecimiento de México es un
crónicamente débil ascenso de la productividad. Si México no consigue encontrar
pronto formas de lograr una mayor productividad, podría quedarse limitado a una
tasa de crecimiento del dos por ciento, en lugar del 3,5 por ciento esperado.
El envejecimiento de la población y la disminución de la tasa de natalidad
reducirán la incorporación de nuevos trabajadores a la fuerza laboral, la
fuente de más de dos tercios del crecimiento del PIB en los últimos decenios.
La
solución para el problema de la productividad es fácil de exponer, pero difícil
de lograr; el país debe puentear el desfase entre los “dos Méxicos”: la ágil y
dinámica economía moderna que surgió a partir de la integración en el TLCAN (el
“tigre azteca”) y la economía tradicional de empresas de crecimiento lento e
improductivas. Esos dos Méxicos tiran en direcciones opuestas, lo que explica
por qué tres decenios de reformas para abrir los mercados, privatizar
industrias, adoptar el libre comercio y acoger la inversión extranjera no han
logrado aumentar la tasa de crecimiento. Ésa es la conclusión fundamental de
nuestra reciente investigación.
El
México moderno, enormemente productivo y mundialmente competitivo ha florecido
gracias al TLCAN y su proceso de liberación que le anticipó. Actualmente un
conjunto de multinacionales mexicanas como, por ejemplo, FEMSA, el Grupo Alfa,
el Grupo Bimbo, el Grupo Lala, Mabe y Walmex han llegado a estar a la cabeza de
algunos de los mercados más competitivos del mundo.
Pero
la liberalización comercial y otras medidas de apertura apenas han afectado al
otro México, aquel en el que las empresas tradicionales funcionan con los
mismos métodos de producción antiguos y que experimenta una reducción de la
productividad laboral. Mientras que la productividad de las mayores empresas
modernas ha ido aumentando un 5.8% anual, la de las empresas mexicanas
tradicionales –tiendas pequeñas, panaderías, manufacturas poco especializadas–
ha ido reduciéndose un 6.5% por ciento. Peor aún: el empleo está aumentando más
rápidamente en la economía tradicional, con lo que se está trasladando mano de
obra de trabajos con gran productividad a otros con escasa productividad,
exactamente lo opuesto de lo que requiere la economía.
La
cuestión imperiosa en el México actual es la de si el programa de reformas de
Peña Nieto podrá impulsar el crecimiento económico en los dos Méxicos. Se deben
abordar dos prioridades amplias:
México
debe esforzarse por transformar el sector tradicional de una trampa de escasa
productividad y salarios bajos para los trabajadores en una fuente dinámica de
crecimiento, innovación y empleo. El porcentaje de trabajadores empleados por
las empresas mexicanas de tamaño mediano, potencial motor para la generación de
empleo, se redujo del 41 por ciento en 1999 al 38 por ciento en 2009.
México
debe crear condiciones para que todas las empresas tengan las mismas
condiciones de acceso para poder prosperar; en la actualidad, los mecanismos de
regulación sesgan las condiciones a favor de algunas empresas, en tanto que las
políticas tributarias y otros obstáculos estructurales limitan la posibilidad
de que una empresa se incorpore al sector moderno y perpetúan el sector
tradicional e informal.
No
hay una varita mágica que pueda trasformar a los propietarios de empresas
pequeñas con poco capital y habilidades limitadas en pujantes empresarios
emprendedores, pero se pueden crear las condiciones que alienten a más empresas
a incorporarse a la economía moderna y formal.
Para
comenzar, se deben eliminar los incentivos que premian a las empresas que
siguen siendo pequeñas, ineficientes e informales. Por ilustrar, los
propietarios de empresas pequeñas contratan el servicio eléctrico como
consumidores pequeños y confrecuencia califican para recibir subsidios de hasta
el 80 por ciento. Asimismo, los mercados tradicionales y los puestos de venta
callejera no pagan IVA. Pese a las reformas recientes del mercado laboral, las
limitaciones en materia de despidos y de trabajadores temporales siguen
alentando, incluso a las empresas grandes, a contratar trabajadores de tiempo
completo a través de terceros (para con ello eludir onerosos costos de
contratación).
Otro
obstáculo es el acceso al capital. México va muy a la zaga de sus homólogos de
los mercados emergentes en materia de acceso al crédito. Hemos calculado que el
desfase crediticio anual de México –la diferencia entre el nivel de crédito que
las empresas de ese nivel de desarrollo esperarían obtener y el crédito que
efectivamente se expide– asciende a 60,000 millones de dólares al año. Tres
cuartas partes de dicho desfase corresponde a crédito a empresas pequeñas o
medianas que en otras economías crean nuevos productos y servicios y hacen la
mayor aportación a la creación de empleo.
Para
lograr el segundo objetivo –el de convertir a México en un lugar en el que
prosperen las empresas modernas–, el país no sólo debe eliminar obstáculos
como, por ejemplo, los regímenes de zonificación urbana que limitan el
crecimiento de tiendas modernas, sino también mejorar todo el entorno que requieren
las empresas para prosperar y asegurar que se hagan valer los contratos. Pese a
la enorme riqueza energética de México, por ejemplo, el costo de la
electricidad para los clientes comerciales es un 73 por ciento mayor que el de
las empresas en Estados Unidos.
Además,
México tendría que invertir 71,000 millones de dólares al año en
infraestructura para hacer posible que la economía crezca a un ritmo del 3.5
por ciento. En adición a lo anterior, México tiene que elevare el rendimiento
escolar a fin de preparar a la fuerza laboral para que pueda ser empleada en el
sector moderno de la economía.
Al
sector privado corresponde un papel decisivo para tender puentes entre los dos
Méxicos. Incluso en el sector automotriz, en el que los más competitivos del
mundo logran elevadísimas tasas de productividad bajo estándares mundiales, el
80 por ciento de las empresas son pequeñas tiendas tradicionales, con menos de
diez empleados. Esos subcontratistas realizan trabajos de bajo costo a
fabricantes de piezas y ensambladores de escala mundial, pero logran la décima
parte de la productividad de los productores del diez por ciento superior.
Algunas
empresas mundiales ya trabajan con los pequeños proveedores, facilitando
conocimientos técnicos e incluso acceso al capital para la adquisición de nuevo
equipo y nuevas tecnologías. México necesita más de este tipo de desarrollo. Lo
más importante es que México debe llegar a ser un país en el que quienes no
cumplen las reglas sean penalizados y donde las empresas que respetan la ley
crecen y prosperan -e inspiran a otras para que emulen su éxito.
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