16 ene 2011

Ricky Martin se moja

Ricky Martin se moja/

JESÚS RUIZ MANTILLA
El País,16/01/2011
Salida del armario por Twitter, memorias y nuevo disco. Padre de gemelos y todavía sex symbol , Ricky Martin se confiesa a fondo.
De haber traspasado fronteras en español como objeto de deseo para unas a serlo hoy para otros hay un salto importante. Primero, en números: el día en que Ricky Martin lanzó por Twitter su confesión más íntima empezaron a seguirlo dos millones de usuarios. Después, en felicidad. "Hoy acepto mi homosexualidad como un regalo que da la vida. ¡Me siento bendecido por ser quien soy!", dijo cuando lo soltó en la red. Por último, en cifras. Que el niño prodigio del grupo preadolescente Menudo, capaz de causar furor en los ochenta, se transforme hoy en un hombre maduro y gay puede cambiar las tornas y avivar hasta el lánguido y moribundo negocio del disco.

Ilda Boccassini, acecha a Berlusconi

La fiscal más prestigiosa de Italia acecha a Silvio Berlusconi

Ilda Boccassini, la mujer que ordenó arrestar a Toto Riina, afirma tener pruebas irrefutables de los delitos de prostitución y abuso de poder.- El primer ministro se niega a acudir a declarar

MIGUEL MORA - Roma -
El País, 16/01/2011;
Los medios italianos han publicado hoy que Silvio Berlusconi no se presentará a declarar ante los fiscales de Milán el próximo fin de semana. Aunque la noticia ha sido desmentida por sus abogados, la actitud reticente del primer ministro no sorprendió a casi nadie en Italia. En Milán le espera la fiscal adjunta Ilda Boccassini (Nápoles, 1949), que acaba de acusarle por abuso de poder y prostitución de menores dentro del llamado Caso Ruby.

¿Un resurgimiento estadounidense en 2011?

¿Un resurgimiento estadounidense en 2011?/Guy Sorman
Publicado en ABC, 16/01/11;
Profetizar es un género económico aleatorio, pero aun así podemos apostar, razonablemente, por un repunte estadounidense en 2011. Evidentemente, sería más fácil y menos arriesgado repetir que los países emergentes seguirán emergiendo. Pero éstos no progresarán solos si la locomotora estadounidense no tira de ellos hacia arriba. Brasil, India o China, que parten desde muy abajo, que disponen de reservas de mano de obra poco remunerada y que acceden a las técnicas de producción ya probadas en Occidente, solo proseguirán su ascenso si se cumplen dos condiciones: en primer lugar convendría que sus Gobiernos, sin distinción de partidos, se atuvieran a la estrategia que les ha sacado del atolladero: la libertad de empresa, el respeto de la propiedad, una moneda estable y la apertura de fronteras. El consenso sobre esta receta liberal no debería quebrantarse hasta que no pase mucho tiempo ya que sus resultados son tangibles. Pero estas buenas recetas no bastarán. La segunda condición es que la innovación continúe en la cúspide de la pirámide económica y que los consumidores occidentales consuman.

Lo privado y lo público: Vargas Llosa

Desde que comencé a leer sus libros y artículos, debe hacer de eso unos 30 años, me pasa con Fernando Savater algo que no me ocurre con ningún otro de los escritores que prefiero: que casi nunca discrepo con sus juicios y críticas. Sus razones, generalmente, me convencen de inmediato, aunque para ello deba rectificar radicalmente lo que hasta entonces creía.

La violencia en EE UU

La violencia en EE UU/Norman Birnbaum, catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown.
Traducción de Juan Ramón Azaola
Publicado en EL PAÍS, 16/01/11;
En una época en que Hitler, Mao y Stalin no quedan tan lejos, no tiene mucho sentido atribuirle a Estados Unidos una propensión exclusiva a la violencia. El empleo de la violencia cruza toda frontera étnica, nacional, racial y religiosa. Hobbes, Dostoievski y Freud siguen siendo nuestros contemporáneos.
En el agitado debate provocado por la masacre de Tucson, tanto quienes se han aprovechado políticamente del odio al presidente como sus aliados han insistido en que no tienen responsabilidad alguna por lo que ha hecho el asesino y lo describen como un caso de psicopatología individual. Para muchos, es más difícil que nunca en el páramo dejado por la incesante crisis de empleo, no ya conseguir, sino simplemente mantener un mínimo de integración social. En ausencia de un efectivo Estado de bienestar, son muchos los devueltos a estructuras familiares y vecinales que no pueden soportar esa carga.

Una prisión al aire libre: el legado de Ben Ali/Por Francis Ghilès, investigador senior del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona

Publicado en EL PAÍS, 15/01/11):

El levantamiento popular en Túnez, el más intenso desde su independencia de Francia en 1956, consiguió ayer el abandono del poder y la salida del país del presidente Zine El Abidine Ben Ali. Comenzó a raíz de que un joven vendedor callejero de verduras se quemara a lo bonzo hace tres semanas, cuando la policía de Sidi Bouzid confiscó su carrito carente de autorización. Los muertos fueron en aumento desde que Ben Ali ordenara la presencia del Ejército en las calles de Thala, Kasserine y Sidi Bouzid, en un intento de acabar con las manifestaciones contra el desempleo juvenil y el alza del coste de la vida. Lo que empezó como protesta contra el desempleo juvenil y el aumento de la precariedad social se convirtió en protesta política dirigida directamente contra Ben Ali . El desempleo afecta al 14% de la población pero se estima que duplica este porcentaje entre la población menor de 25 años, que es el 60% del total. Mientras tanto, el sistema educativo, que durante décadas constituía el orgullo del país, ha perdido calidad y ha sido alcanzado por la corrupción. Las licenciaturas y los empleos, incluidos los más especializados, se solían otorgar a los jóvenes más meritorios, pero hoy cualquier joven tunecino, por muy cualificado que esté, es difícil que consiga un trabajo si no tiene algún padrino dentro del sistema, o no está dispuesto a sobornar a alguien. Las familias del suroeste pobre, que han realizado enormes sacrificios para pagar una carrera a sus hijos, se encuentran con que licenciaturas duramente conseguidas no valen nada: los nuevos licenciados acaban como vendedores ambulantes o de portamaletas en los hoteles. Y la corrupción adquiere aspectos vejatorios: pequeñas propinas para obtener el favor policial, que eran cosa inaudita hace una generación, son hoy moneda común. Solo entre 2004 y 2008, el país ha caído del puesto 39º al puesto 61º en el baremo de Transparency International.

La elegancia de estar triste

La elegancia de estar triste/Juan Villoro, escritor

Publicado en EL PERIÓDICO, 16/01/11):

«¿Estás de malas o solo eres francés?» Esta pregunta tiene peculiar sentido. Como todos los años, la agencia Gallup valoró los índices de optimismo y pesimismo en el planeta. Noblesse obligue, los más tristes de la Tierra fueron los franceses, seguidos por los islandeses, los rumanos, los serbios y los británicos.
Una vez más, la alegría estuvo del lado de países pobres con ilusiones de mejorar. La nación más feliz es Nigeria, seguida de Vietnam, Ghana, China y Brasil.

China

Que vienen los chinos/Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington

Publicado en LA VANGUARDIA, 16/01/11):

En Washington, como en otras capitales,  China encabeza la agenda en materia de política exterior. ¡Qué país tan fuerte, firme y seguro de sí mismo! ¡Qué lejos quiere llegar ahora que la era de la sonrisa ha tocado a su fin! Ya no es marxista, y durante mucho tiempo no se han visto chinos en el cementerio de Highgate, en Londres, donde se halla enterrado Marx. Algunos visitan Tréveris, en Alemania, donde nació Marx, aunque suelen combinarlo con una visita a una de las tiendas de Hugo Boss. Los jóvenes chinos ya no leen a Gramsci, pero el conocido politólogo conservador alemán Carl Schmitt, teórico de la razón de Estado, ha sido traducido, como también Leo Strauss, y pronto descubrirán también a Donoso Cortés. Se afirma de fuentes fidedignas que los veteranos dirigentes chinos leen títulos de la bibliografía existente sobre el auge y la caída de las grandes potencias.
Son profundamente nacionalistas y se irritan con facilidad. No se les olvida que su país resultó humillado a lo largo de un siglo por colonialistas europeos y, por supuesto, por los conquistadores japoneses. En la actualidad, China es un gigante económico y es posible que dentro de una década supere a Estados Unidos como principal potencia económica. Ya alcanza unas reservas de divisas por valor de 2,5 billones de dólares, cifra superior a la de cualquier otro país.
Prometiendo ayudar a los países europeos en dificultades, compran a buen precio empresas faltas de liquidez.
Se les oye decir en Pekín que son los protectores de toda Asia y desean convivir en armonía con el resto del mundo… Sin embargo, a sus vecinos no les satisface tanto esa aspiración a la armonía; ni a India, ni a Rusia, ni a áreas como Indochina o Indonesia. Es una música que ya les resulta familiar en boca de los japoneses, que llamaron al área la Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental. Sucede, no obstante, que el talante actual de los chinos no les predispone a encajar positivamente las críticas. En una reunión reciente de ministros de Asuntos Exteriores en Singapur, el ministro chino dijo a sus colegas que algunos países son grandes y otros pequeños, añadiendo que debían tener presente esta sencilla realidad. Y debían recordar, asimismo, el grado de dependencia de su economía y bienestar respecto de la economía china.
Con relación a Estados Unidos, los chinos se comportan con mayor cortesía. Es posible que EE. UU. se halle en declive, pero aún es muy poderoso. A la Unión Europea la respetan menos, tal vez porque observan cómo los líderes y los gobiernos europeos acuden en peregrinación a Pekín y se disputan entre sí los mejores y más sustanciosos contratos. Merkel fue a China con medio gobierno e hizo atractivas ofertas; se le perdonó que recibiera al Dalái Lama hace algún tiempo. El nuevo primer ministro británico fue e intentó halagar a los chinos recitando los primeros versos del himno nacional chino, explicándoles que había visitado China siendo estudiante y elogiando los progresos realizados por el país. Cuando el presidente chino visitó París recientemente, Sarkozy y su esposa fueron al aeropuerto a recibirle, circunstancia insólita en el caso de una máxima autoridad extranjera. Tras no haber valorado debidamente a China durante largo tiempo, las capitales occidentales tienden ahora a exagerar sus posibilidades.
China hace frente a enormes problemas sociales y económicos. A corto plazo se ve venir una burbuja inmobiliaria (como sucedió en EE. UU.). El visitante puede ver perfectamente en el área de Pekín enormes edificios hoteleros, todos ellos vacíos; un panorama similar al de otras partes del país. Sin embargo, la cuestión principal se refiere a los riesgos a largo plazo: 350 millones de personas se habrán trasladado a las ciudades en los próximos años. Los trabajadores chinos trabajan duro, pero aspiran a una vida mejor y a unos salarios más altos. Hay enormes desigualdades entre ricos y pobres, más acusadas que en la mayoría de los países capitalistas. Cuentan con los trenes más rápidos del mundo (hechos en Alemania), peroa un coste excesivo… Por sus carreteras circulan cada vez más coches y camiones, pero recientemente hubo un embotellamiento entre Pekín y Shanghai que duró no tres horas sino tres días. Si el país sigue centrado en el crecimiento económico a cualquier precio, se quedará sin agua, y sus ciudades se verán tragadas por nubes tóxicas. Una parte de tales peligros puede detectarse a tiempo, pero no será en todos los casos.
El peligro político al que China hace frente es la arrogancia y la altanería, actitud que los antiguos griegos tuvieron por culpable y necia en grado sumo. El país ha ganado en fuerza y poder, factor que conlleva inevitablemente que sus vecinos empiezan a temerle como en su caso ocurrió con EE. UU.. Nunca se ama a las superpotencias, que siempre parecen peligrosas. Los dirigentes chinos pueden leer en los libros, a propósito del auge y la caída de los grandes imperios, que en tales casos los menos poderosos se unen para resistir la presión frente a su enorme vecino. La URSS mostró una ideología internacionalista y en la cumbre de su poder pudo confiar en la buena voluntad y disposición de la población de numerosos países. La ideología china es el nacionalismo chino y carece de ese atractivo. Incluso la UE empieza a comprender que, aun deseando mantener buenas o al menos normales relaciones con China, no le conviene que sus miembros rivalicen entre sí a la hora de hacer negocios o tratar con China.

“¡A los niños no!”

“¡A los niños no!”Marcela Turati
Proceso # 1785, 16 de enero de 2010;
Con su mano flaca y deforme, parecida a una pinza de cangrejo, el hombre extiende la copia de una carta que dirigió al ejército y firmó con su nombre: “Adán Abel Esparza Parra”.
El autor de la carta, fechada el 14 de abril de 2008, es un ranchero amable de 30 años y habla queda, que ensaya una mueca constante, un simulacro de sonrisa. A mitad de algunas frases guarda silencio, como si su mente trepara precipicios o quizás regresara un año atrás, al 1 de junio de 2007, cuando quedó inútil para el trabajo, mutilado del alma, inhabilitado para la vida.
Esa noche trasladaba a su familia en su pick up: en la cabina, a su lado, iban su esposa Griselda, su hermana Gloria Alicia y la maestra adolescente de sus hijos, Teresa de Jesús Flores Sánchez. Las mujeres llevaban sobre sus piernas a sus hijas Grisel Adanay y Juana Diosnirely, de tres y un año, respectivamente; en la caja viajaban los varones: su hijo mayor, Eduin Yoniel, de siete, y su sobrino menor por un año, José Duvuán, inseparables compañeros de juego.
Ese día le había tocado llevar a su hermana Gloria y a Teresa a un curso de capacitación obligatorio para maestras rurales. De regreso a casa, las luces de las viviendas de La Joya de Martínez se divisaban como foquitos de Navidad. Al salir de una curva se toparon con militares del 24 Regimiento de Caballería Motorizado asignados a recorrer la sierra sinaloense, como miles más que peinan el país en busca de narcos, de armas y de drogas.
“Estábamos a un kilómetro de la casa, cerquitas. No había ni una seña ni un soldado de esos que le hacen a uno el alto”, comenta el ranchero y enseguida guarda silencio, su espíritu migra a ese paraje.
–Y pos’ nos dispararon –completa luego de un rato.
El Adán Abel de aquella noche sintió un balazo en la mano que sostenía el volante. Con la camioneta en movimiento, bajó del vehículo con los brazos en alto y gritó:
–¡No disparen, traigo a mi familia, vienen niños!
Pero recibió un balazo en la otra mano. Ráfagas se incrustaron en la camioneta. Y en su mujer… en su hermana… en sus chiquitas… en su hijo y su sobrino.
–Levantaba las manos para indicarles que no tiraran, les hacía el alto, pues. Los balazos me tumbaban al suelo, me levantaba y me tumbaban –recuerda un año después para esta entrevista.
La camioneta, sin freno, se fue al barranco: quiso detenerla pero no pudo: tenía despojos en lugar de manos. “Yo ya no sabía de mí, vi que la camioneta se iba pero no alcancé a subir ni a frenar ni nada. El carro se fue. No le había puesto parkin a la camioneta en el mismo desespero de decirles que llevaba familia”.
Con la camioneta desbarrancada, él tumbado en el piso, pidió ayuda a los soldados, suplicó que avisaran por celular a su familia, pero nadie lo atendió. Todos estaban ocupados, subían y bajaban la barranca donde se estrelló la camioneta, se asomaban al interior de la cabina, volvían a subir. Estaban como desquiciados. Pedían por radio instrucciones.
–¡Auxilio, ayuda! –gritaba Adán Abel mientras tanto, con la esperanza de que algún vecino lo escuchara. En un golpe de determinación se arrastró al auto y aún no se explica cómo fue que sacó el radio con la boca, lo activó y avisó: “Nos acaban de balear”.
Vio llegar después a sus hermanos, a su mamá y a los vecinos del pequeño rancho que desobedecieron a los soldados que les cerraban el paso. Entre todos sacaron de la camioneta los cadáveres de Griselda y de sus pequeñas Grisel Adanay y Juana Diosnirely. Heridos pero con vida encontraron a Edwin, Juan, Teresa, José Duvuán y Gloria. Los subieron a varios carros. En el lugar quedaron regados los cuadernos escolares forrados con dibujos infantiles.
La gente esperó con los heridos en el campo abierto donde, según los militares, serían recogidos por un helicóptero; era cosa de esperarlo. Estuvieron a la intemperie media hora… una… dos horas… Hasta que se dieron cuenta del engaño. Tras discutir con los militares les arrancaron la autorización de llevar a los heridos por tierra al hospital, a condición de formar un convoy encabezado por vehículos verde olivo que jugaban el macabro juego del pa’lante-pa’tras: los camiones punteros avanzaban a un máximo de 40 kilómetros por hora, luego bloqueaban el camino, si es que no retrocedían.
–¿Qué pasa? –reclamó desesperado Eligio Esparza, hermano menor de Adán.
–Eso merecen por haber atacado a los soldados –recibió por respuesta.
Cada vez que un nuevo vehículo militar se incorporaba al convoy se repetía el ritual de revisar parejo a heridos, muertos y acompañantes, apuntarles con las armas, cortar cartucho si alguien repelaba e interrogarlos sobre la balacera.
Al niño José Duvuán lo despertaron al jalarlo de la camiseta, le esculcaron el cuerpecito, le cortaron el pantalón para verle bien la herida en la nalga.
–Señora, ¿qué pasó? –preguntó un militar recién incorporado a Fabiana Parra, la mamá de Adán y de Gloria, pasajera en esa caravana fúnebre.
–Los militares atacaron.
–No, señora, ¿cómo que los militares? Los militares no hacen eso, está equivocada –repeló su interrogador.
“En vez de pedir ambulancias pedían refuerzos”, agrega en la entrevista doña Fabiana, quien escucha el relato desde el sillón de espaldas al comedor donde Adán Abel narra la tragedia. Aunque había simulado que no escuchaba la repetición de la misma historia no pudo reprimir su indignado comentario.
El trayecto de dos horas duró ocho. La caravana llegó a las cuatro y media de la mañana al cuartel de Badiraguato. A los tripulantes no les autorizaron bajar de los vehículos. Esperaron al amanecer: vivos y muertos recostados juntos. La espera fue una agonía en la que vieron cómo se les iba escurriendo la vida a los heridos que sí habían aguantado el camino.
“Ya amanecimos en el carro junto con los cadáveres. Decían que no nos moviéramos a ningún lado hasta que no nos indicaran. Y ahí estuvimos. Hasta las ocho bajaron los cadáveres”, dice la abuela sin expresión. “Por el tiempo que hicimos en el camino, algunos de ellos, por lo menos dos, hubieran llegado con vida”.
El radiograma Bu345644 en el que el capitán de la misión, Cándido Alday Arriaga, informó sobre los sucesos al comandante de la Novena Zona Militar en Culiacán, señalaba otra versión distinta que indicaba que al acercarse al retén la camioneta en la oscuridad el grupo le marcó el alto para inspeccionarla, pero nunca bajó la velocidad; al contrario, ¡les echaron cinco balazos!
“El personal militar procedió a repeler la agresión disparando sus armas de fuego en contra del citado vehículo y sus tripulantes en repetidas ocasiones –continúa el reporte– y, una vez cesado el fuego, vio una persona herida en el camino, les proporcionaron los primeros auxilios, localizando en las inmediaciones del automóvil un costal al parecer de mariguana.”
Las investigaciones de la CNDH sacaron a la luz otra verdad: los miembros del batallón no sólo dispararon a ciudadanos inocentes y dejaron morir a los sobrevivientes, también los quisieron culpar de su tragedia. Mientras Adán Abel suplicaba tirado en el piso que llamaran a su familia, ellos movían las evidencias para falsear los hechos.
Ocho de los militares que dispararon estaban drogados (siete con mariguana, uno con cocaína y metanfetaminas). Uno no dejaba de reír cuando la gente, angustiada, auxiliaba a las víctimas. Los vecinos los recordaban bebiendo desde temprano al pie de la carretera.
El cabo de sanidad Eladio Pérez Arriaga sí alertó a sus compañeros de que en la pick up viajaban niños, pero fue ignorado. En el hospital de Culiacán, donde fue internado por “estrés agudo con embotamiento emocional subjetivo, reducción en su relación con su entorno y reexperimentación del evento traumático”, en su delirio repetía: “No, a los niños no…” 

Víctimas "colaterales"

Víctimas "colaterales"Marcela Turati, REPORTERA. 
Proceso # 1785, 16 de enero de 2011.
En el conflicto que se extiende por todo el país –que oficialmente sólo debe llamarse guerra para fines propagandísticos, sin que esto implique asumir la indispensable protección de los civiles– el mayor peligro se corre al quedar en medio de dos bandos, es decir, cuando no se combate. Esta es la situación que describe el libro Fuego cruzado. Las víctimas atrapadas en la guerra del narco, de la periodista Marcela Turati, reportera de Proceso, del cual reproducimos, con autorización de la editorial Grijalbo, el capítulo dedicado a los menores de edad: una especie de macabro álbum donde se muestra cómo caen heridos o muertos niño por niño, joven por joven…
 …los de adelante corren mucho y los de  atrás se quedarán… tras… tras… tras…
Carlos Javier caminaba a la tienda a hacer un mandado. A me­dio camino lo envolvió una balacera. Intentó resguardarse del enjambre de balas. No pudo. Los vecinos y el tendero ya habían atrancado sus puertas. Quedó sin refugio. Se tiró al piso hasta que llegó la ambulancia a recogerlo. Ya muerto, agujerado por varias balas. Tenía nueve años.1 
… agáchense, y vuélvanse a agachar… 
Daniela está en el patio de su colegio. Hace unos minutos se divertía en el recreo. Sabrá la niña de 13 a qué jugaba y con quién platicaba. Ahora está tirada. Y sangra. Tiene un hoyo en la pierna. Es un balazo. Le cayó del cielo. Salió de un helicóptero.2 
… un bracito ya se le rompió, su carita está llena de hollín… 
Liliana acompañaba a su papá de camino a la guardería. Papá e hija juntos, ¿puede haber mayor alegría? El ambiente en el auto familiar se tornó denso en un parpadeo. Entró un mosquerío de balas. Una se le incrustó en el cuello. La mató apenas cumplidos los tres años.3 
Cada mes se cavan al menos 24 tumbas para albergar huesos tier­nos en México.4 Corresponden a los restos de los “ejecutados” más pequeños y más inocentes del conflicto armado desatado durante el sexenio calderonista. Cosidos a balas, despedazados con explosivos, torturados hasta la muerte, heridos con esquirlas de granadas, asesinados al estilo de la mafia, un niño o una niña caen casi al ritmo de uno por día.
La geografía nacional incorpora nuevos camposantos donde se ven los restos de una camioneta despeñada, con sangre salpicada en los asientos, en los parabrisas y en un cuaderno con forro de Kitty la gatita, en un paraje de la sierra de Sinaloa; una bicicleta infantil abandonada en una calle de Coahuila porque su conductora fue bajada de un tiro en la cabeza, o la película de Shrek en el piso de un camión urbano utilizado como trinchera, el mismo sitio donde cayó herido un vaquerito lagunero de cuatro años.
La bitácora de la violencia contra infantes tiene escalofriantes registros y, mes con mes, incorpora más niños. Un primer dato extraoficial, proporcionado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), daba cuenta de la muerte de 610 menores de 18 años (de diciembre de 2006 a marzo de 2009), atrapados en alguno de los campos de batalla nacionales. De acuerdo con un segundo registro, de año y medio después, la cifra de niños sacrificados se había duplicado.
Cada mes fueron 22 los infantes atrapados justo en la línea de fuego. O en el paredón.5 Para 2010, organizaciones como la Red por los Derechos de la Infancia en México o el programa Infancia en Movimiento contaban que el promedio mensual de menores de edad asesinados es de 30.6
De las 610 muertes que contabilizó la Sedena, una sexta parte ocurrió en el fuego cruzado entre bandas rivales o en enfren­tamientos entre sicarios y fuerzas del Estado. La cifra no incluyó las muertes infantiles que causaron las fuerzas federales. Al menos 73 de estos nuevos angelitos fueron asesinados “de pilón”, por el hecho de estar junto a un adulto que tenía cuentas pendientes con quienes disputan el negocio de la droga o que fue confundido con otro o era considerado un estorbo. Como si fueran extras de una película protagonizada por adultos, los niños que caen en el entorno son bajas que no importan. Pagan con su vida por los de su sangre o por desconocidos.
En la numeralia de la muerte infantil están los hijos de los po­licías, que seguramente soñaban que de grandes usarían el mismo uniforme y tripularían una patrulla. Pero no los dejaron ser nadie. Padre e hijos fueron a la tumba, como en el caso de Valeria Jazmín y Samantha Julissa, de 12 y 5 años, hijas de un jefe policial de Tijuana.7
      Otros fueron forzados a compartir la fosa familiar: como los niños de 4, 7, 9 y 16 años exterminados con saña como desquite porque su hermano mayor –un miembro de la Marina a quien ya habían asesinado– participó en la captura de un narcotraficante. Adultos y niños fueron asesinados como perros, como si su linaje estuviera maldito.8 
Rotos todos los códigos de honor suscritos entre mafiosos que ordenaban no meterse contra inocentes, las balas se alojan cada día en cuerpos infantiles. Hay féretros de todos los tamaños. Uno de pocos centímetros, como de cajita de muñecos, quedó a la medida de Alfredo, un bebé de un año y cinco meses rafagueado con su papá en una carrera de caballos.
     Los malos se ensañan con los niños, a quienes ven como blan­cos enemigos. Así ocurrió con el juarense de 10 años cuyo cuerpo fue hallado en la caja de una pick up junto a sus abuelos muertos. Sus pantorrillas, descobijadas por las bermudas, sangraban; su rostro aún sin vello lucía moretones.9 Los tres fueron torturados hasta la muerte. No tuvieron un destino distinto los hermanos Andrés y Cristian, de 10 y 15 años: junto a sus cadáveres había 36 casquillos percutidos de .9 y .40 milímetros; calibres con los que se matan los narcos.10 
… Pimpón se va a la cama, se acuesta y a dormir… 
El territorio nacional parece campo minado. Si tuviera que portar una advertencia en letras chiquitas, ésta debería decir: “No amigable para niños y niñas. Manténgalos alejados”.
La cifra real de infantes asesinados es un misterio. Sus casos están revueltos en la fosa común donde se suman cuerpos jóvenes y viejos. El gobierno no hace distingos. Lo que hay son estima­ciones independientes, conteos de organizaciones civiles, de me­dios de comunicación o de académicos, que sumando los retazos de las cifras oficiales lograron establecer que los homicidios de menores de edad cometidos con armas de fuego se triplicaron este sexenio.
     Ahí se puede incluir la tragedia de Alexia Belem, una niña jua­rense de 12, que andaba nerviosa porque su ciudad estaba conver­tida en una balacera. Antes de que concluyera el ciclo escolar pidió a su familia que se mudaran a El Paso, Texas, junto a sus abuelos, y consiguió que se lo dieran de regalo de graduación. No vio su regalo: cuando iba a la tienda con unas primas, unos hombres en fuga la subieron por la fuerza a su camioneta y la utilizaron como escudo antibalas.11 
En el recuento de los caídos hay que sumar al niño de siete años que era el copiloto de su papá cuando los interceptó un comando de la muerte. El padre alcanzó a pedirle que huyera. Fueron sus últimas palabras. Él obedeció. Corrió para salvarse, pero lo alcan­zaron; también lo rafaguearon.12
     El sufrimiento de otros miles de infantes escapa al inventario de los saldos de la guerra. Como si fueran niños imaginarios, niños que sólo ven otros niños, su desgracia no figura en las estadísticas aunque resulten heridos. Tampoco cuentan las pesadillas de los más de 40 mil huérfanos13 engendrados por la narcoviolencia. Ni los millares de infantes con pesadillas nocturnas y miedo a aso­marse a la calle.
     La violencia mexicana no entra en la categoría de lo que las convenciones internacionales llaman “conflicto armado”, aunque la Red por los Derechos de la Infancia de México señala que los efectos que ha ocasionado –muertes, orfandad, traumas, suspen­sión de clases, desplazamientos forzados, desapariciones– son similares a los de una guerra. En ambos casos a los niños se les violenta el derecho a la vida, a jugar, a desarrollarse en un ambiente protegido, a vivir en paz.14 
Diariamente, en cualquier rincón del país ocurre al menos un enfrentamiento entre militares y delincuentes. Si se contaran los encontronazos entre bandas rivales por la disputa del territorio, la cifra del riesgo se duplicaría. No es extraño que alguna calle o carretera se conviertan repentinamente en línea de fuego. Los adultos corren a resguardarse. No siempre atinan a hacerlo los infantes.
     Pum. En Acapulco cae Mireya Montserrat, de ocho años, aún con el uniforme del colegio, junto a su hermano Carlos, tres años mayor, y su mamá. Globos rosas y blancos y en forma de estrellas adornan su velorio.15 Pum. Esa le toca a Antonio, un zacateca­no de 13 años sorprendido en la calle por una balacera; intentó protegerse pero una granada de fragmentación lo mató.16 Ra-ta­ta-ta-ta-ta. El auto donde viaja Aarón es traspasado por más de 30 balazos, uno de los cuales le perfora la cabeza; los sicarios se llevan su cuerpo de apenas ocho años.17 Pum-Pum-Pum. Estos balazos impactan a Laisa, de nueve años, y a Enrique, su hermano menor, que juegan en un parque donde se convierten en pararra­yos de las balas que iban dirigidas al patrón de su papá.18 Pum. Ésta tira a Gabino, de 15, que salió a comprar azúcar para el café con el que acompañarían su pastel de cumpleaños. Puuuuuum. Esa se escucha más fuerte. Es una granada que quema a un niño de nueve años en Guadalajara.19 Puuuuum-Puuuuum-Puuuuum. Esos explosivos matan a 10 duranguenses (siete de ellos de entre ocho y 17 años) que se desplazaban en una camioneta a un pueblo cerca­no para recibir su beca de Oportunidades. No alcanzan féretro, son amortajados en cobijas.20 
En esta guerra no hay un campo de refugiados donde los niños puedan crecer lejos de las balas ni conservar intactos sus sueños.
… el ratón vaquero sacó su pistola, se inclinó el sombrero… 
Una de las víctimas mortales era un vaquerito lagunero de cuatro años, malhablado y chambeador, experto en montar yeguas y cuidar chivas. Se llamaba Alan Alexis Martínez y fue herido cuando regresaba del supermercado con su mamá y su abuelo. El camión que los transportaba fue atrapado en el fuego cruzado entre militares y narcotraficantes. Las películas nuevas que lo emo­cionaban –Shrek, El Chavo del Ocho, La Era del Hielo– quedaron regadas.
“Mi hija escuchó que el chofer gritó que se agacharan y se soltó la balacera. Mi nieto venía en el asiento al lado de la ventana, se asustó, se arrimó con mi hija, ella lo cubrió, a los dos los cubrió mi sue­gro, pero el niño ya estaba herido. Gritaron que los auxiliaran, desesperados, y nadie lo hizo. Cuando bajó con el niño herido los soldados no la dejaron traspasar el retén ni llegar a la ambulancia que estaba detrás.”
Cuando lo impactó la bala, Alan Alexis gritaba: “ayúdame, mami, ayúdame… Me duele, me duele”. Pero batallaron media hora para conseguir que alguien lo trasladara a un hospital. Cuando llegaron a urgencias ya echaba sangre por la nariz y por la boca. Esto lo narra Violeta Puente Ramírez, la abuela del difunto, una mujer de 51 años, sentada en un sillón de la casa de pintura vieja y moño negro en la puerta. En el asiento contiguo escucha su mari­do, Cipriano Martínez Hernández, un abuelo joven de 50 años que parece mudo: el nieto era su mejor amigo: despertaba a las seis de la mañana para “pastear” juntos las cabras, ordeñar vacas y montar yeguas. Y como toda persona que se respete, su nieto cobraba por su trabajo para financiarse las maquinitas.
“Como el niño era bien maldiciente me decía: ‘Échame unas pinches galletas y un jugo’, y se iban los dos a las chivas; el niño arreaba unas yeguas, las troteaba como grande. Si mi esposo no le pagaba me decía: ‘abuelita, este güey no me paga, voy a jugar a las pinches maquinitas, feréamelas (darle feria)’. Nos hacía reír mucho con sus groserías –cuenta nostálgica la abuela–. Era muy listo, parecía que nada se le dificultaba, ayudaba al vecino a acarrear piedras, se juntaba con mayores, no le gustaba el kínder, no sabía tener miedo; en una ocasión se quedó solo en el monte mientras la chiva paría y trajo al chivo cargando ahí nomás.”
La tristeza se respira en esta casa del ejido Santo Niño Aguanaval, conurbado con Torreón, donde la foto de Alan Alexis do­mina la sala. En el retrato tiene tres años, luce traje gris, las manos acartonadas sobre las rodillas, un sombrero vaquero en la cabeza. Mira serio, como incómodo con el disfraz de catrín. Se ve retador con sus ojos negros y grandes.
“En el hospital me dicen que él ya había fallecido por un derra­me interno por una bala, y ahí me dicen que mi hija trae una herida en la pierna izquierda y la estaban operando. Ahí duró ella casi un mes en lo que le pusieron el injerto porque la hirió una granada de fragmentación que floreó y le dejó un hoyo de 20 centímetros”, agrega Cipriano aún como sonámbulo.
Los periódicos locales informaron que el arma que asesinó a Alan Alexis fue una Barrett, pero el dato no volvió a mencionarse. Cada que la mamá se entera del asesinato de otros niños en La Laguna se empecina en ir al funeral porque se le revive la rabia y comienza de nuevo a maldecir a los hombres armados, diciendo: “Si se quieren matar que se maten entre ellos y en el monte, no acá, no acá”.
Alan Alexis ya no pudo realizarse. Decía que de grande quería ser narco. A veces, cuando se enojaba, pedía la pistola, la navaja, el arma que fuera, para vengarse del ofensor. Era colérico. Tenía su carácter. Era un reflejo de la realidad que aprendió. En la tele. En la música. En la calle. O en casa.   l
Referencias
1 Agencia Notimex, “Grupo armado hiere a menor en Monterrey”, 11 de junio de 2010.
2 “Bala perdida hiere a estudiante en Reynosa”, Milenio, 28 de mayo de 2010.
3 “Matan a niña de tres años de edad junto con su padre”, Norte Digital, 2 de junio de 2010.
4 Las cifras del diario Reforma, del 1 de enero de 2010 al 23 de abril, indican que 97 menores cayeron en ese lapso (“Mata más niños la nar­coviolencia”, 28 de abril de 2010); por su parte, la Red por los Derechos de la Infancia de México señaló que los primeros tres meses murieron asesinados por el conflicto 90 menores (entrevista en W Radio, 30 de abril de 2010).
5 Gustavo Castillo García, “Han muerto 610 niños en la guerra por la droga”, La Jornada, 12 de abril de 2009.
6 Del 1 de enero al 31 de julio, el Monitoreo de Medios del progra­ma Infancia en Movimiento, de Ririki Intervención Social, sumaba en mil 123 los menores de 18 años asesinados en el contexto del conflicto armado.
7 “Vive Tijuana día rojo: atacan hasta a niños”, Reforma, 16 de enero de 2008.
8 “Asesinan a familiares de marino caído en operativo contra Bel­trán”, El Sol de México, 22 de diciembre de 2009.
9 “Torturan y asesinan a niño, a su abuela y a un hombre”, El Diario de Juárez, 20 de junio de 2010.
10 “Suman 237 menores asesinados en dos años”, Norte Digital, 3 de junio de 2010.
11 “Tenía miedo a morir de un balazo”, El Diario de Juárez, 12 de junio de 2008.
12 “Asesinan a niño de siete años junto a su padre”, Norte de Ciudad Juárez, 15 de noviembre de 2009.
13 Cálculo de Wilberto Martínez, demógrafo de la Universidad Au­tónoma de Ciudad Juárez, tomando en cuenta la tasa de fecundidad y la estructura poblacional por edad. “Pesadillas de la orfandad”, Proceso, 8 de agosto de 2010.
14 “Triplican muerte de niños”, Reforma, 7 de junio de 2010.
15 “Muere niña lesionada en balacera de Acapulco”, El Universal, 15 de abril de 2010.
16 “Mata a niños narcoviolencia”, Reforma, 18 de junio de 2008.
17 “Buscan cuerpos de mujer y niños asesinados por sicarios”, Mile­nio, 4 de mayo de 2010.
18 “Velan a su niña; otro hijo lucha por su vida”, El Diario de Juárez, 3 de octubre de 2009.
19 “Granadazo lesionó a un niño”, Milenio, 22 de julio de 2010.
20 “Sobreviven dos mujeres durante masacre de niños”, Milenio, 30 de marzo de 2010.

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