Texto introductorio sobre Amado Nervo, del nayarita Carlos Martínez Plata,,
Será presentado el próximo sábado 27 de agosto de 2016, en la
Casa Museo de Amado Nervo, en el 146º. Aniversario del nacimiento del poeta.
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La literatura, al igual que todas las expresiones
artísticas, constituye un espacio para ejercer la libertad, sin recato alguno,
al abordar escenarios vinculados a la intimidad. Estos pueden adoptar formas
libres directas o figuras alegóricas, bien sean de carácter confesional,
declarativo, revelador, predicador o confidencial, ajenos a prejuicios de
sentimientos de vergüenza o del pudor mismo. Sin embargo, la aceptación o no,
queda sujeta a la moral del receptor y de la sociedad cultural de que se trate,
en tiempo y lugar; y en su caso, a la interpretación del sector que ostenta el
poder de la censura.
Es de reconocerse que en la literatura y el arte en
general todo se puede ver, todo se puede mostrar a partir de la intimidad del
artista, de la profundidad de su sensibilidad y, del deseo que anima la
exteriorización de sus ensueños.
En contraparte, en estos tiempos, nuestros tiempos
paranoicos, se vive acechado por múltiples ojos que invaden la intimidad: somos
vigilados desde el espacio extraterreste; cámaras fijas, móviles, siguen
nuestros pasos, nosotros mismos somos proclives a romper el espacio de nuestra
intimidad. Soportamos una sociedad del control personal, que engendra
sentimientos de impersonalidad. Ya desde el vientre materno somos observados.
La mirada celestial y atributo divino, la omnivisión de Dios hacia los
mortales, ahora se materializa a través de la video-vigilancia. El derecho al
silencio es trastocado.
La intimidad, si bien es cierto que recae en la esfera de la secrecía personal, y que puede hacerse pública a decisión propia, está expuesta a situaciones de invasión o ultraje. Reconocemos en Nervo, que ésta es para él, ventana abierta, alma y pensamiento transparente, de entrega al otro, los otros, secrecía que se vuelca en palabra, reflexión, mensaje…, rompe el derecho natural de lo propio. Nervo hace de su pensamiento fuente cristalina de vida, no teme a la intrusión, a la crítica; para él ciencia y religión, vida y muerte, son causa de expresión factibles de transitar por el mismo camino. El hombre culto -refiere Nervo- no puede negar la influencia de fuerzas que escapan a su cerebro y de principios que ignora. La ciencia, en efecto, desde hace ya algunos años, se encuentra invadida por la fe. Al avance de la ciencia, Nervo diría: