2006 Superávit en la Curia Vaticana.
Por tercer año consecutivo, la Santa Sede cerró 2006 con un superávit de 2 millones 400 mil euros. La notifica fue difundida este martes con un comunicado difundido por el Consejo de los Cardenales para el Estudio de los Problemas Organizativos y Económicos de la Santa Sede.
El cardenal Sergio Sebastiani, presidente de la Prefectura de los Asuntos Económicos, presentó el balance económico definitivo del año 2006, en el que se registran entradas por un valor de 227,815.031 euros (unos 310,282.187 dólares estadounidense) y salidas por un valor de 225,409.716 euros (unos 307,005.234 dólares), con un superávit de 2,405.315 euros (unos 3,276.953 dólares).
En la Santa Sede trabajan 2,704 personas, de las que 773 son eclesiásticos, 331 religiosos, 1,600 laicos.
El 6 de julio tendrá lugar una rueda de prensa en la que el cardenal Sebastiani presentará en detalle a los periodistas este balance económico.
El mismo cardenal ilustró también el balance económico relativo al año 2006 de la Ciudad del Vaticano, diferente al de la Santa Sede, que tiene gastos y entradas parecidos a los de cualquier otra ciudad (con sus museos, visitados por 4,2 millones de personas, su supermercado, su farmacia, sus policías…).
La Ciudad del Vaticano cerró el año 2006 con un resultado positivo de 21,849.155 euros (unos 29,749.326 dólares).
La Ciudad del Vaticano cuenta con 1,693 empleados.
Un comunicado explica que los medios de comunicación del Vaticano, a saber: Radio Vaticano, Centro Televisivo Vaticano, L’Osservatore Romano, Oficina de Información entre otros exigen importantes recursos financieros y continuas innovaciones tecnológicas.
Las diócesis del mundo han contribuido al balance económico de la Santa Sede aportando en 2006 24,081.560 euros (unos 32,781.848 dólares).
El Óbolo de San Pedro.
En 2006, el Óbolo de San Pedro, las ofertas de los fieles de todo el mundo a favor de las obras de caridad del Papa, recogió más de cien millones de dólares estadounidenses, casi 75 millones de euros.
El Óbolo de San Pedro, lo constituye el conjunto de ofertas de las Iglesias particulares, recogidas con motivo de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo; los institutos de vida consagrada, las fundaciones, y los fieles individualmente.
En el año 2006, en su conjunto, han sido 101,900.192,71 dólares estadounidenses (unos 74,857.979 euros), que el Papa ha destinado a las exigencias su ministerio al servicio de la Iglesia universal.
En el año 2005, el Óbolo recibió donaciones por un total de 59,441.654,64 dólares.
Con el Óbolo de San Pedro se ayuda a víctima de guerras y catástrofes naturales, refugiados y emigrantes; así como a muchachos que se han quedado huérfanos por el genocidio, la guerra o por el sida en África, centros sanitarios en los Balcanes y el Cáucaso.
Entre las obras realizadas gracias al Óbolo, se encuentran la Ciudad de los Muchachos Nazareth en Mbare (Ruanda), el hospital San Vicente de Paúl en Sarajevo, la aldea para huérfanos del sida en Kenia, el hospital Redemptoris Mater en Armenia, las actividades de la Fundación Populorum progressio para los campesinos y los indígenas de Latinoamérica y de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
3 jul 2007
AMLO y Fox
Antihéroes/Federico Reyes HerolesPublicado este martes en Reforma, 3/07/2007;
¿Fracaso o prueba exitosa? A un año de la elección un 36 por ciento de los mexicanos cree que hubo fraude, 43 por ciento, que debieron recontarse todas las casillas; 39 por ciento, que México es un país poco o nada democrático y 45 por ciento está insatisfecho con la democracia. Así vista la elección del 2006 fue un fracaso. Dejó un país dividido y asediado por dudas. El odio sigue estando en las calles. Los actos de intolerancia, las viles agresiones, las amenazas están allí. Toda elección confronta, pero ésta partió al país. Nadie debiera sentirse orgulloso. ¿Cómo llegamos allí? Las responsabilidades están claras.
Fox. Con la miopía que lo caracterizó como Presidente, Fox hizo de la Presidencia un problema electoral. A diferencia de la actitud cautelosa de Zedillo, Fox dejó ir su incontinencia verbal y política. Con su lengua imprudente hirió a diestra y siniestra.
Su incapacidad de articular y mantener una estrategia generó problemas donde no los había. En la elección intermedia, embriagado por su popularidad, utilizó los medios hasta el cansancio para apoyar a su partido. El hoy olvidado ultimátum del IFE fue la consecuencia final. Tarde y mal retiró los spots. Resultado, el PAN perdió votos. Pero Fox no entendió.
¿Fracaso o prueba exitosa? A un año de la elección un 36 por ciento de los mexicanos cree que hubo fraude, 43 por ciento, que debieron recontarse todas las casillas; 39 por ciento, que México es un país poco o nada democrático y 45 por ciento está insatisfecho con la democracia. Así vista la elección del 2006 fue un fracaso. Dejó un país dividido y asediado por dudas. El odio sigue estando en las calles. Los actos de intolerancia, las viles agresiones, las amenazas están allí. Toda elección confronta, pero ésta partió al país. Nadie debiera sentirse orgulloso. ¿Cómo llegamos allí? Las responsabilidades están claras.
Fox. Con la miopía que lo caracterizó como Presidente, Fox hizo de la Presidencia un problema electoral. A diferencia de la actitud cautelosa de Zedillo, Fox dejó ir su incontinencia verbal y política. Con su lengua imprudente hirió a diestra y siniestra.
Su incapacidad de articular y mantener una estrategia generó problemas donde no los había. En la elección intermedia, embriagado por su popularidad, utilizó los medios hasta el cansancio para apoyar a su partido. El hoy olvidado ultimátum del IFE fue la consecuencia final. Tarde y mal retiró los spots. Resultado, el PAN perdió votos. Pero Fox no entendió.
Monitor: la opinión de Guadalupe Loaeza
'Monitor'/Guadalupe Loaeza
Publicado en Reforma, 3/07/2007;
A todos los trabajadores de InfoRed.
"Ay, Guadalupe, es una tragedia lo que sucedió con Monitor. Tengo 31 años y en la casa mis papás siempre escuchaban el programa desde las seis de la mañana. Personalmente llevaba 26 escuchándolo todos los días. La verdad es que es una injusticia... Cómo son las leyes en nuestro país", me dijo ayer muy tempranito por el teléfono una amiga. Se oía de verdad desolada. Después de hablar con ella, abrí mi correo y cuál no sería mi sorpresa de encontrarme con más de 25 correos lamentándose de lo mismo. "Pues nada... que hoy en la mañana me quedé helada y de una pieza... entendí que mi país está cada vez más fuera de órbita. Mientras el mundo avanza, estamos aquí peleándonos contra nosotros mismos, con nuestras leyes que sólo son para los poderosos. Estoy muy triste, pues el hecho de continuar escuchando la 1320 y 1560 con pura música sin sus comentarios, sin la verdad, sin la voz, que no sólo México sino el mundo también escucha, me hace confirmar que estamos en un caos y quiero irme lo más pronto posible a donde sea, pero no estar más aquí", escribió Lola Martínez. En otros correos evocan varias emisiones que llegué a tener cuando colaboraba en la época de Radio Red de Clemente Serna por más de 15 años, ininterrumpidamente: Detrás del Espejo, Mujeres Maravillosas, Presente Imperfecto, Parejas Inmortales, Obsesiones, En busca de la música perdida, En busca del sexo perdido, Nostalgias, y otros programas cuyo título ya no recuerdo.
Fue María Luisa Serna quien me invitó en 1986 a colaborar en Radio Red. "Con que nos compartas tu singular estilo de narración es suficiente", me dijo. Así fue. A partir de ese año, comencé a participar con una cápsula de cinco minutos, la cual pasaba diariamente justo antes del Monitor de las seis de la tarde. La rúbrica musical era inconfundible, un cha-cha-chá, muy de los cincuenta, llamado: ¡Muchacha! Al cabo de un año, me dieron un programa de entrevistas en el cual entrevisté desde a "Los Bribones" hasta a Rigoberta Menchú. Tiempo después, José Gutiérrez Vivó me pidió que participara en un programa de una hora a las cinco de la tarde, todos los domingos. El primero de ellos se lo dediqué a Federico Fellini, quien acababa de morir el 31 de octubre de 1993.
Gracias a Radio Red, conocí a muchas personalidades de todos los ámbitos; me beneficié de la lealtad de un auditorio adicto a la emisora desde hacía más de 30 años; pude tender muchos puentes con muchos tipos de público; me permitió, asimismo, hablar de una barbaridad de temas muy diversos entre sí, sin haber sido jamás censurada. Gracias a la época dorada de Radio Red, conocí al maestro Alfonso Zárate, al espléndido politólogo Jaime González Graf (q.e.p.d), a Ikram Antaki (q.e.p.d), a Héctor Madera Ferrón (q.e.p.d), conductor del programa nocturno: Hasta que amanezca; al filólogo Arrigo Cohen (q.e.p.d), al químico Luis Manuel Guerra, a Lydia Pérez López, a Ramón de Flores, a Ramón Pieza Rugarcía, a Margarita White, a Tere Aviña, al doctor Lammoglia, a Gustavo García, a Claudia Ojesto, a Alicia Ibargüengoitia, a Alberto Barranco, a Bernardo Barranco, especialista en religiones; a José Luis Morales Baltazar, a Miguel Aguirre Castellanos, a Mario Molina, a Martha García, al ingeniero Jorge Olea, a la reportera Estela Livera, al economista Arturo Damm, a los conductores: Martín Espinosa, Miguel Velasco y José Reyes García.
De José Gutiérrez Vivó se podría decir todo: que era muy mal jefe; que nunca recibía a nadie; que era muy soberbio; que su oficina era como un búnker; que odiaba la autocrítica; que desconocía su programación y a sus conductores; que nada más se rodeaba por incondicionales que repetían automáticamente: "Dice el señor Gutiérrez..."; que corría a su personal sin explicación alguna; que era descortés; que era malagradecido; que era demasiado egocéntrico; que tenía muy mal genio y que jamás informaba a su personal respecto a la situación de la empresa. Pero lo que nadie puede negar es que José Gutiérrez Vivó "marcó el paso en la radio", como decía su slogan. No hay duda de que es el conductor de la radio que ha logrado mayor influencia y penetración entre los radioescuchas. Formó un auditorio crítico y participativo. Cambió las estructuras de los noticiarios de larga duración e innovó todos los servicios radiofónicos, como por ejemplo: la Red Vial. Gutiérrez Vivó siempre fue sumamente creativo y visionario, de allí el éxito de sus programas y trasmisiones especiales como: Monitor, su Contacto, sus trasmisiones desde Davos, sus crónicas desde Oriente y Medio Oriente. No hay que olvidar que fue el primero que llevó a la radio comercial debates políticos; el primero en trasmitir controles remotos desde las casas de los candidatos; el primero en abrir el teléfono para que el público opinara; el primero que transmitió el Informe presidencial y posteriormente un análisis con su mesa de expertos en política; el primero que trataba el auditorio como ciudadano y como adulto; el primero que hizo un programa especial con el químico Guerra de ecología; el primero que lanzó un "opinómetro" respecto a asuntos políticos; el primero en reunir a todos los presidenciables en elecciones pasadas; el primero y el único que ejerció la democracia en su propio medio al transmitir las convenciones de Andrés Manuel López Obrador desde el Zócalo, al mismo tiempo que le daba entrada a las ideas de los opositores; el único que denunció las explosiones en Guadalajara, señalando a Pemex como el responsable. Gracias a la tecnología de punta con la que contaban sus reporteros, Radio Red fue el único medio que logró una comunicación efectiva y de servicio con el auditorio en los sismos de 85. Nunca se me olvidará que cuando se cayeron las Torres Gemelas de Nueva York, el comentario de Gutiérrez Vivó fue "esto no es un accidente, esto está provocado". Y cuando se estrelló el segundo avión, me acuerdo perfecto que insistió: "no es un accidente, esto alguien lo ha provocado".
Por último quiero confesar públicamente que Enrique y yo (juntos teníamos dos programas) lamentamos mucho haber dejado al Grupo Radio Centro, pero sobre todo a la familia Aguirre por seguir al periodista Gutiérrez Vivó. Siempre he lamentado que no se hubieran puesto de acuerdo en sus diferencias. No sólo yo salí perjudicada familiar y laboralmente, sino más de 400 familias que se quedaron desprotegidas y en la total incertidumbre.
¿Y por qué nos fuimos de Monitor? Por el absoluto desinterés por parte del director general de la empresa hacia nuestro trabajo.
Publicado en Reforma, 3/07/2007;
A todos los trabajadores de InfoRed.
"Ay, Guadalupe, es una tragedia lo que sucedió con Monitor. Tengo 31 años y en la casa mis papás siempre escuchaban el programa desde las seis de la mañana. Personalmente llevaba 26 escuchándolo todos los días. La verdad es que es una injusticia... Cómo son las leyes en nuestro país", me dijo ayer muy tempranito por el teléfono una amiga. Se oía de verdad desolada. Después de hablar con ella, abrí mi correo y cuál no sería mi sorpresa de encontrarme con más de 25 correos lamentándose de lo mismo. "Pues nada... que hoy en la mañana me quedé helada y de una pieza... entendí que mi país está cada vez más fuera de órbita. Mientras el mundo avanza, estamos aquí peleándonos contra nosotros mismos, con nuestras leyes que sólo son para los poderosos. Estoy muy triste, pues el hecho de continuar escuchando la 1320 y 1560 con pura música sin sus comentarios, sin la verdad, sin la voz, que no sólo México sino el mundo también escucha, me hace confirmar que estamos en un caos y quiero irme lo más pronto posible a donde sea, pero no estar más aquí", escribió Lola Martínez. En otros correos evocan varias emisiones que llegué a tener cuando colaboraba en la época de Radio Red de Clemente Serna por más de 15 años, ininterrumpidamente: Detrás del Espejo, Mujeres Maravillosas, Presente Imperfecto, Parejas Inmortales, Obsesiones, En busca de la música perdida, En busca del sexo perdido, Nostalgias, y otros programas cuyo título ya no recuerdo.
Fue María Luisa Serna quien me invitó en 1986 a colaborar en Radio Red. "Con que nos compartas tu singular estilo de narración es suficiente", me dijo. Así fue. A partir de ese año, comencé a participar con una cápsula de cinco minutos, la cual pasaba diariamente justo antes del Monitor de las seis de la tarde. La rúbrica musical era inconfundible, un cha-cha-chá, muy de los cincuenta, llamado: ¡Muchacha! Al cabo de un año, me dieron un programa de entrevistas en el cual entrevisté desde a "Los Bribones" hasta a Rigoberta Menchú. Tiempo después, José Gutiérrez Vivó me pidió que participara en un programa de una hora a las cinco de la tarde, todos los domingos. El primero de ellos se lo dediqué a Federico Fellini, quien acababa de morir el 31 de octubre de 1993.
Gracias a Radio Red, conocí a muchas personalidades de todos los ámbitos; me beneficié de la lealtad de un auditorio adicto a la emisora desde hacía más de 30 años; pude tender muchos puentes con muchos tipos de público; me permitió, asimismo, hablar de una barbaridad de temas muy diversos entre sí, sin haber sido jamás censurada. Gracias a la época dorada de Radio Red, conocí al maestro Alfonso Zárate, al espléndido politólogo Jaime González Graf (q.e.p.d), a Ikram Antaki (q.e.p.d), a Héctor Madera Ferrón (q.e.p.d), conductor del programa nocturno: Hasta que amanezca; al filólogo Arrigo Cohen (q.e.p.d), al químico Luis Manuel Guerra, a Lydia Pérez López, a Ramón de Flores, a Ramón Pieza Rugarcía, a Margarita White, a Tere Aviña, al doctor Lammoglia, a Gustavo García, a Claudia Ojesto, a Alicia Ibargüengoitia, a Alberto Barranco, a Bernardo Barranco, especialista en religiones; a José Luis Morales Baltazar, a Miguel Aguirre Castellanos, a Mario Molina, a Martha García, al ingeniero Jorge Olea, a la reportera Estela Livera, al economista Arturo Damm, a los conductores: Martín Espinosa, Miguel Velasco y José Reyes García.
De José Gutiérrez Vivó se podría decir todo: que era muy mal jefe; que nunca recibía a nadie; que era muy soberbio; que su oficina era como un búnker; que odiaba la autocrítica; que desconocía su programación y a sus conductores; que nada más se rodeaba por incondicionales que repetían automáticamente: "Dice el señor Gutiérrez..."; que corría a su personal sin explicación alguna; que era descortés; que era malagradecido; que era demasiado egocéntrico; que tenía muy mal genio y que jamás informaba a su personal respecto a la situación de la empresa. Pero lo que nadie puede negar es que José Gutiérrez Vivó "marcó el paso en la radio", como decía su slogan. No hay duda de que es el conductor de la radio que ha logrado mayor influencia y penetración entre los radioescuchas. Formó un auditorio crítico y participativo. Cambió las estructuras de los noticiarios de larga duración e innovó todos los servicios radiofónicos, como por ejemplo: la Red Vial. Gutiérrez Vivó siempre fue sumamente creativo y visionario, de allí el éxito de sus programas y trasmisiones especiales como: Monitor, su Contacto, sus trasmisiones desde Davos, sus crónicas desde Oriente y Medio Oriente. No hay que olvidar que fue el primero que llevó a la radio comercial debates políticos; el primero en trasmitir controles remotos desde las casas de los candidatos; el primero en abrir el teléfono para que el público opinara; el primero que transmitió el Informe presidencial y posteriormente un análisis con su mesa de expertos en política; el primero que trataba el auditorio como ciudadano y como adulto; el primero que hizo un programa especial con el químico Guerra de ecología; el primero que lanzó un "opinómetro" respecto a asuntos políticos; el primero en reunir a todos los presidenciables en elecciones pasadas; el primero y el único que ejerció la democracia en su propio medio al transmitir las convenciones de Andrés Manuel López Obrador desde el Zócalo, al mismo tiempo que le daba entrada a las ideas de los opositores; el único que denunció las explosiones en Guadalajara, señalando a Pemex como el responsable. Gracias a la tecnología de punta con la que contaban sus reporteros, Radio Red fue el único medio que logró una comunicación efectiva y de servicio con el auditorio en los sismos de 85. Nunca se me olvidará que cuando se cayeron las Torres Gemelas de Nueva York, el comentario de Gutiérrez Vivó fue "esto no es un accidente, esto está provocado". Y cuando se estrelló el segundo avión, me acuerdo perfecto que insistió: "no es un accidente, esto alguien lo ha provocado".
Por último quiero confesar públicamente que Enrique y yo (juntos teníamos dos programas) lamentamos mucho haber dejado al Grupo Radio Centro, pero sobre todo a la familia Aguirre por seguir al periodista Gutiérrez Vivó. Siempre he lamentado que no se hubieran puesto de acuerdo en sus diferencias. No sólo yo salí perjudicada familiar y laboralmente, sino más de 400 familias que se quedaron desprotegidas y en la total incertidumbre.
¿Y por qué nos fuimos de Monitor? Por el absoluto desinterés por parte del director general de la empresa hacia nuestro trabajo.
La pervivencia del terrorismo
Sobre la pervivencia de terror/Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid
Publicado este lunes en el madrileño El País , 02/07/2007;
Publicado este lunes en el madrileño El País , 02/07/2007;
Lamento no acabar de creerme dos de los tópicos más asentados del discurso antiterrorista. No creo que vayamos a “derrotar esa lacra”, como se repite una y otra vez, ni creo tampoco que en las condiciones que estamos creando entre todos sea verdad aquello de que con los actos de terror nunca se gana nada. La realidad viene a desmentir ambos píos deseos. A lo mejor no es ocioso que intente explicar por qué. En su notable libro Calamidades, Ernesto Garzón Valdés presenta un acercamiento conceptual muy preciso a la noción de terrorismo. Extraigo de su amplia definición algunos de sus ingredientes decisivos: el terrorismo es el método de usar de modo imprevisible la violencia para provocar el temor generalizado con miras a influir en el comportamiento de terceros para obtener objetivos políticos. Acto de violencia, pues, temor generalizado y reacción de terceros. Repárese en que de los tres tan sólo el primero incumbe únicamente al terrorista. Los otros dos están mediados por nuestros comportamientos colectivos, y mi escepticismo descansa en que allá donde mire no acierto a ver ningún indicio de que estemos dispuestos a interrumpir esa mediación.
Para hacer el viaje desde el acto terrorista al temor generalizado de la población se necesita un viático imprescindible: la publicidad del acto. Hasta el punto de que hay autores que hablan del “oxígeno de la publicidad” como condición del terror. Vale la pena advertir que, a diferencia del terrorismo de Estado o la delincuencia común, que buscan ampararse en el secreto y la opacidad, el terrorismo político busca deliberadamente la publicidad; su acto mismo de terror pretende precisamente ser un acto publicitario. Sin ese oxígeno de la publicidad, por tanto, se debilitaría fatalmente como fenómeno político. Pues bien, nosotros estamos dispuestos, al parecer, a suministrarlo ilimitadamente. No hay nada relacionado con él a lo que no le demos inmediatamente una trascendencia mediática inusitada. Aun si con ello estamos poniendo una de las condiciones para su reproducción y perdurabilidad. Por supuesto que la naturaleza misma de nuestras sociedades como sociedades abiertas tiene que contar con la publicidad como elemento esencial, pero una cosa es eso y otra muy distinta hacer del terrorismo y sus actos un objeto prioritario del mensaje político. Esto es lo que, sin ir más lejos, está pasando hoy en España. Hemos entrado en una espiral viciosa que no hace sino realimentar el fenómeno terrorista que decimos querer derrotar. En la pasada campaña electoral, las cosas han llegado a un punto en que uno no sabría decir muy bien si, por paradoja, aquellos que se jactan de ser los más fieros enemigos del etarra no se hayan transformado en sus aliados más constantes. Los mensajes del Partido Popular, los informativos de la cadena episcopal, algunos diarios nacionales o los noticiarios de la cadena autonómica de Madrid parecen haber incorporado una obsesión malsana por subrayar hasta extremos inconcebibles una presencia del terrorismo que dista de tener esa realidad ni de merecer ese tiempo. Se han tornado así en una suerte de agentes artísticos o teatrales involuntarios de ETA, comisionados por lo que parece para otorgar a cualquier minucia que hagan sus miembros un papel de protagonismo en la escena política y social española. Que un sujeto insignificante y vil como De Juana Chaos haya sido premiado con el oscar de presencia mediática en los últimos meses es una de las hazañas más necias y dañinas de la práctica política de los partidos y los medios desde que empezó la transición. No hay más que asistir a su resurrección como héroe nacional después de esa insensata dosis de oxígeno que le han facilitado precisamente quienes más parecían odiarle.
De que con esos y otros estúpidos alardes publicitarios hemos pasado del acto aislado de terror al temor generalizado de la población, no cabe albergar ya duda alguna. Según datos fiables, que también se dedican a recordar, venga o no venga a cuento, esos profesionales de la inquietud, los españoles han vuelto a considerar al terrorismo entre sus primeras preocupaciones. Que un ciudadano de este país tema un atentado más que, pongamos por caso, un accidente de tráfico o un cáncer de colon, es una de esas muestras de necedad colectiva que a veces exhiben los pueblos mal informados. Ser víctima de un acto terrorista es un suceso con una probabilidad estadística cercana a la nada. Pero claro, una cosa es el riesgo y otra la percepción que se tiene de él, y los hay empeñados en prestar al terror ese servicio inestimable que se ha llamado amplificación social del riesgo sin el que lo más probable es que acabara por ser un fenómeno marginal e inconsistente. Por las consecuencias de esa amplificación, naturalmente, nadie responde.
Y las consecuencias tienen una relación muy directa con ese otro tópico en el que antes decía que tampoco creo. Ese que afirma que con sus actos los terroristas nunca ganarán nada. Las condiciones que hemos puesto entre todos hacen esta aseveración falsa. Mencionaré solamente tres de esas ganancias. La primera, y la más evidente, la que recibe el propio terrorista al ver transformada su crueldad ocasional en un ingrediente del destino de un pueblo. Con sólo alterar la agenda política de una comunidad moderna, el terrorista ya ha conseguido una parte de lo que buscaba. Al ser vehiculada por los medios, su acción violenta acaba por tornar a un grupo insignificante en un actor del proceso político. Por disparatada que sea su causa, sólo por ser el actor de esa violencia ocasional que se amplifica insensatamente, se le incorpora a la trama de la comunidad. Hemos dado ya el primer paso en su favor. La segunda ganancia evidente es la que relaciona inversamente la libertad y el miedo. El temor generalizado determina que las sociedades abiertas basadas en la libertad se vayan cerrando sobre sí mismas paulatinamente. Y al hacerlo adquieren inadvertidamente los rasgos agresivos que sirven de pretexto al grupo que ejerce el terror. Esta retroalimentación está ya demasiado estudiada como para que pueda pillarnos por sorpresa. Cuanto más dura e irreflexiva es la reacción social del miedo, más parecida es la sociedad que lo segrega al enemigo que ha inventado el terrorismo. No hay ejemplo más exacto de lo que es una cultura amenazante e invasora que la amenaza armada y la invasión militar. La coalición militar que asaltó ilegalmente Irak ha dado a Al Qaeda exactamente lo que ésta quería. Todo un regalo para el terrorismo islámico, un rédito que ni por asomo pudiera haber imaginado ingresar.
Y hay que hablar, por último, de una ganancia triste y desalentadora. La que se puede obtener haciendo aspavientos sobre el terrorismo en el debate electoral. La ecuación es tan elemental como cínica. Si el pueblo está atemorizado, recurramos a su temor para inclinar su voto hacia nosotros. No poca de la compulsión mediática que padecemos descansa obscenamente en esa ecuación. Seguramente, también la estrategia política de nuestra inefable derecha. Y, deploro decirlo, alguna de las prácticas en que se han embarcado ciertos sectores de las propias víctimas. Más allá de la indignidad que supone acercar el ascua viva que para todos han de ser los muertos a la sardina electoral de cualquiera, está la paradoja perversa que se esconde tras esa indignidad. Si las víctimas producen votos, una manera posible de ganar votos es incrementar el número de víctimas o ignorar su situación. En esto, la lógica de ese tipo inmundo de pescador electoral no difiere gran cosa de la lógica propia del etarra. Ambos están en la empresa de utilizar a las víctimas para conseguir objetivos políticos en virtud de la reacción que la sociedad desarrolla ante el terror. Y cualquiera que sea el oscuro motivo que los empuja, parece probable que con sus comportamientos alienten la perdurabilidad del fenómeno mismo cuya derrota tendría que dar sentido a sus vidas.
La pervivencia del terrorismo no depende sólo de que haya actos de terror. En una sociedad compleja, bastante anómica y presidida por el incesante desarrollo de la tecnología, es seguramente imposible pensar que no se produzcan. Pero su dimensión social y política depende en gran medida de nuestra actitud individual y colectiva hacia ellos. Y no veo por ninguna parte que seamos conscientes de ello.
Para hacer el viaje desde el acto terrorista al temor generalizado de la población se necesita un viático imprescindible: la publicidad del acto. Hasta el punto de que hay autores que hablan del “oxígeno de la publicidad” como condición del terror. Vale la pena advertir que, a diferencia del terrorismo de Estado o la delincuencia común, que buscan ampararse en el secreto y la opacidad, el terrorismo político busca deliberadamente la publicidad; su acto mismo de terror pretende precisamente ser un acto publicitario. Sin ese oxígeno de la publicidad, por tanto, se debilitaría fatalmente como fenómeno político. Pues bien, nosotros estamos dispuestos, al parecer, a suministrarlo ilimitadamente. No hay nada relacionado con él a lo que no le demos inmediatamente una trascendencia mediática inusitada. Aun si con ello estamos poniendo una de las condiciones para su reproducción y perdurabilidad. Por supuesto que la naturaleza misma de nuestras sociedades como sociedades abiertas tiene que contar con la publicidad como elemento esencial, pero una cosa es eso y otra muy distinta hacer del terrorismo y sus actos un objeto prioritario del mensaje político. Esto es lo que, sin ir más lejos, está pasando hoy en España. Hemos entrado en una espiral viciosa que no hace sino realimentar el fenómeno terrorista que decimos querer derrotar. En la pasada campaña electoral, las cosas han llegado a un punto en que uno no sabría decir muy bien si, por paradoja, aquellos que se jactan de ser los más fieros enemigos del etarra no se hayan transformado en sus aliados más constantes. Los mensajes del Partido Popular, los informativos de la cadena episcopal, algunos diarios nacionales o los noticiarios de la cadena autonómica de Madrid parecen haber incorporado una obsesión malsana por subrayar hasta extremos inconcebibles una presencia del terrorismo que dista de tener esa realidad ni de merecer ese tiempo. Se han tornado así en una suerte de agentes artísticos o teatrales involuntarios de ETA, comisionados por lo que parece para otorgar a cualquier minucia que hagan sus miembros un papel de protagonismo en la escena política y social española. Que un sujeto insignificante y vil como De Juana Chaos haya sido premiado con el oscar de presencia mediática en los últimos meses es una de las hazañas más necias y dañinas de la práctica política de los partidos y los medios desde que empezó la transición. No hay más que asistir a su resurrección como héroe nacional después de esa insensata dosis de oxígeno que le han facilitado precisamente quienes más parecían odiarle.
De que con esos y otros estúpidos alardes publicitarios hemos pasado del acto aislado de terror al temor generalizado de la población, no cabe albergar ya duda alguna. Según datos fiables, que también se dedican a recordar, venga o no venga a cuento, esos profesionales de la inquietud, los españoles han vuelto a considerar al terrorismo entre sus primeras preocupaciones. Que un ciudadano de este país tema un atentado más que, pongamos por caso, un accidente de tráfico o un cáncer de colon, es una de esas muestras de necedad colectiva que a veces exhiben los pueblos mal informados. Ser víctima de un acto terrorista es un suceso con una probabilidad estadística cercana a la nada. Pero claro, una cosa es el riesgo y otra la percepción que se tiene de él, y los hay empeñados en prestar al terror ese servicio inestimable que se ha llamado amplificación social del riesgo sin el que lo más probable es que acabara por ser un fenómeno marginal e inconsistente. Por las consecuencias de esa amplificación, naturalmente, nadie responde.
Y las consecuencias tienen una relación muy directa con ese otro tópico en el que antes decía que tampoco creo. Ese que afirma que con sus actos los terroristas nunca ganarán nada. Las condiciones que hemos puesto entre todos hacen esta aseveración falsa. Mencionaré solamente tres de esas ganancias. La primera, y la más evidente, la que recibe el propio terrorista al ver transformada su crueldad ocasional en un ingrediente del destino de un pueblo. Con sólo alterar la agenda política de una comunidad moderna, el terrorista ya ha conseguido una parte de lo que buscaba. Al ser vehiculada por los medios, su acción violenta acaba por tornar a un grupo insignificante en un actor del proceso político. Por disparatada que sea su causa, sólo por ser el actor de esa violencia ocasional que se amplifica insensatamente, se le incorpora a la trama de la comunidad. Hemos dado ya el primer paso en su favor. La segunda ganancia evidente es la que relaciona inversamente la libertad y el miedo. El temor generalizado determina que las sociedades abiertas basadas en la libertad se vayan cerrando sobre sí mismas paulatinamente. Y al hacerlo adquieren inadvertidamente los rasgos agresivos que sirven de pretexto al grupo que ejerce el terror. Esta retroalimentación está ya demasiado estudiada como para que pueda pillarnos por sorpresa. Cuanto más dura e irreflexiva es la reacción social del miedo, más parecida es la sociedad que lo segrega al enemigo que ha inventado el terrorismo. No hay ejemplo más exacto de lo que es una cultura amenazante e invasora que la amenaza armada y la invasión militar. La coalición militar que asaltó ilegalmente Irak ha dado a Al Qaeda exactamente lo que ésta quería. Todo un regalo para el terrorismo islámico, un rédito que ni por asomo pudiera haber imaginado ingresar.
Y hay que hablar, por último, de una ganancia triste y desalentadora. La que se puede obtener haciendo aspavientos sobre el terrorismo en el debate electoral. La ecuación es tan elemental como cínica. Si el pueblo está atemorizado, recurramos a su temor para inclinar su voto hacia nosotros. No poca de la compulsión mediática que padecemos descansa obscenamente en esa ecuación. Seguramente, también la estrategia política de nuestra inefable derecha. Y, deploro decirlo, alguna de las prácticas en que se han embarcado ciertos sectores de las propias víctimas. Más allá de la indignidad que supone acercar el ascua viva que para todos han de ser los muertos a la sardina electoral de cualquiera, está la paradoja perversa que se esconde tras esa indignidad. Si las víctimas producen votos, una manera posible de ganar votos es incrementar el número de víctimas o ignorar su situación. En esto, la lógica de ese tipo inmundo de pescador electoral no difiere gran cosa de la lógica propia del etarra. Ambos están en la empresa de utilizar a las víctimas para conseguir objetivos políticos en virtud de la reacción que la sociedad desarrolla ante el terror. Y cualquiera que sea el oscuro motivo que los empuja, parece probable que con sus comportamientos alienten la perdurabilidad del fenómeno mismo cuya derrota tendría que dar sentido a sus vidas.
La pervivencia del terrorismo no depende sólo de que haya actos de terror. En una sociedad compleja, bastante anómica y presidida por el incesante desarrollo de la tecnología, es seguramente imposible pensar que no se produzcan. Pero su dimensión social y política depende en gran medida de nuestra actitud individual y colectiva hacia ellos. Y no veo por ninguna parte que seamos conscientes de ello.
Derechos civiles de los musulmanes en España
- Los derechos civiles de los musulmanes/Abdennur Prado, presidente de Junta Islámica Catalana y autor del libro El islam en democracia
A los dos años del dictamen realizado, en junio de 2005, por la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados sobre los atentados del 11-M, y en la recta final del juicio por la misma causa, hay que lamentar que algunas conclusiones importantes de aquel trabajo parlamentario no hayan progresado un ápice. Dado mi total desconocimiento de los asuntos de seguridad, mi reflexión se centra en las recomendaciones realizadas por la Comisión en relación con la política cultural y religiosa, y en particular en lo relativo a los derechos civiles de los ciudadanos musulmanes.
La creciente presencia del islam en España genera recelos entre amplios sectores de la población, recelos agravados por los terribles atentados de Atocha. Éste es un hecho que no podemos pasar por alto, y que debemos esforzarnos por resolver lo antes posible. La integración pasa por una doble vía. Por un lado, debemos trabajar por la difusión positiva entre los musulmanes de los valores comunes que hacen ciudadanía: democracia, derechos humanos, libertad de conciencia e igualdad de género. En este punto, nuestra visión coincide con los críticos de cierto multiculturalismo. No es válido el invocar el derecho a la diferencia cultural para vulnerar estos principios, que como fundamento de la convivencia son innegociables. Ante cualquier vulneración de la legalidad, la acción policial y judicial debe ser rigurosa.
Por otro lado, debemos trabajar en la normalización del islam como una opción espiritual más dentro del espacio laico. En este sentido, constituyen un referente de primer orden las recomendaciones de la Comisión del 11-M, su llamada a promover la integración social, económica y cultural de la comunidad musulmana en España.
La primera de estas recomendaciones es el desarrollo integral de los Acuerdos de Cooperación firmados por el Estado español y la Comisión Islámica de España. Se trata de una ley de máximo nivel, ratificada por el Parlamento y firmada por su Majestad el Rey en 1992. A través de 14 artículos se abordaron asuntos clave: el estatuto de los dirigentes religiosos islámicos e imames; la asistencia religiosa en el ejército, centros penitenciarios, hospitales y establecimientos públicos; la protección jurídica de las Mezquitas o lugares de culto; la atribución de efectos civiles al matrimonio celebrado según el rito islámico; la enseñanza religiosa en los centros docentes públicos y concertados; la conmemoración de festividades religiosas; la regulación de enterramientos y cementerios; el registro del sello de garantía de alimentos Halal; la participación de las comunidades musulmanas en la conservación del patrimonio histórico y artístico islámico.
Esta ley fue saludada en su momento como un hito. A pesar de estar desfasada en algunos puntos, nos ofrece un excelente marco para lograr la tan ansiada integración. Tras los atentados de Atocha, se ha hecho evidente la necesidad de aplicar estos derechos, no sólo porque se trata de una ley, sino también por motivos de seguridad. Otorgar al islam un lugar digno dentro de nuestra sociedad es el mecanismo más eficaz para aislar a los violentos.
Sin embargo, y a pesar de la urgencia que esto representa, la lectura de los acuerdos pone en evidencia que no han sido hechos efectivos. Quince años después de su firma, constatamos que el desarrollo de la libertad religiosa de los ciudadanos musulmanes está en una situación precaria. Gozamos de un marco jurídico apropiado, pero no de los instrumentos necesarios ni de la voluntad política para su consiguiente desarrollo. Una cosa es enunciar derechos, y otra muy distinta favorecer su cumplimiento.
Sabemos que existen sectores contrarios al reconocimiento de los derechos civiles de los ciudadanos musulmanes, que invocan el peligro que el islam puede suponer para la convivencia. Frente a estas posturas, los demócratas debemos tener muy claro cuales son los términos reales del problema. El discurso que señala a “los musulmanes” como un problema está negando el hecho de que “los musulmanes” no son una masa, sino ciudadanos sujetos a la norma común, y cuya plena participación pasa por el reconocimiento de sus deberes y derechos.
La libertad de religión y de conciencia es uno de los valores que hemos calificado como innegociable, un sine qua non de la democracia. Si esto es así, ¿cómo podemos explicar a los ciudadanos de confesión musulmana la vulneración de sus derechos religiosos? ¿Cómo podemos negar la apertura de una mezquita en nombre de una libertad que se siente amenazada, cuando es esta misma libertad la que debería garantizar el derecho a abrir una mezquita? ¿Cómo podemos negar derechos que son inherentes a la ciudadanía, y precisamente en nombre de esos mismos derechos, de ese mismo concepto de ciudadanía?
Tras la conmoción del 11-M, es comprensible que el Estado haya centrado su respuesta en el aspecto policial. Sin embargo, debemos ser conscientes de que se trata de una respuesta insuficiente. Como puso de manifiesto la Comisión del 11-M, es precisamente la discriminación lo que conduce a las comunidades a adoptar actitudes victimistas, a darle la espalda a una sociedad en la cual no son reconocidos como ciudadanos. El desarrollo de los derechos civiles de las minorías es el mejor mecanismo para hacerlas partícipes del consenso colectivo. Si nuestros derechos religiosos no son respetados por el propio Estado, ¿qué autoridad moral puede tener para reclamar nuestros deberes?
Esclavos en China ¡Increíble!
La fuerza esclava de China/Ma Jian, autor de Polvo Rojo y El vendedor de fideos
Tomado de La Vanguardia, 02/07/2007;
Cuando se descubrió que una fábrica de tabiques manejada por el gobierno en el municipio de Hongdong en la provincia de Shanxi utilizaba esclavos, me vino a la mente un famoso episodio de una ópera de Pekín. En esa ópera, una prostituta de nombre Su San, después de haber sido sentenciada a muerte, suplica piedad a transeúntes indiferentes mientras la llevan con grilletes por las calles principales de Hongdong.
Cuando uno accede a la página de internet del gobierno del municipio no hay mención alguna de la existencia de esclavos o de niños obreros en la fábrica de tabiques. Todo lo que se puede ver son presentadores de televisión nacional que muestran a personas sonrientes que han regresado a Hongdong en busca de sus raíces y a rendir homenaje a sus ancestros. También hay informes de visitas de altos funcionarios a Hongdong.
En efecto, si no fuera por los cuatrocientos padres de familia que han solicitado el rescate de sus hijos secuestrados vendidos como esclavos, Hongdong seguiría siendo una atracción turística para los chinos en busca de sus raíces. Debido a las fábricas de tabiques que utilizan esclavos, así como a los informes sobre un niño de 8 años que fue enterrado vivo y sobre el asesinato de trabajadores migrantes, el nombre de Hongdong ha adquirido mala fama.
Sin embargo, a pesar del escándalo, se sigue secuestrando a obreros migrantes y niños con uniformes escolares de otras provincias y se les lleva a las monstruosas fábricas de tabiques y minas de carbón. Las jovencitas son forzadas a prostituirse por tan sólo 5 dólares por sesión.
Por supuesto, los cuatrocientos padres de los niños esclavizados se preguntan dónde, exactamente, está el respeto por la vida en la llamada “sociedad armoniosa” del presidente Hu Jintao. ¿Cuántos niños chinos más se convertirán en esclavos para las fauces de nuestro sistema capitalista/ comunista? ¿Quién es responsable cuando suceden esos crímenes?
Estas personas sólo quieren recuperar a sus hijos, pero lo único que hace el Gobierno es mirar a estos preocupados padres con desconfianza. Además, los padres sólo pueden reclamar a sus hijos, no una compensación. Después de todo, los jefes de la fábrica de tabiques pagan 400 yuanes por cada niño, por lo que sus derechos de propiedad están en riesgo.
China es ahora una sociedad podrida hasta la médula. La esclavitud no se limita a las plantas de tabiques de Hongdong.
Esos puntos negros están por todo el país.
Lo que empeora las cosas es que las autoridades estatales, en particular la policía, patrullan las instalaciones donde hay esclavos para que sigan funcionando.
Hace cuatro años, un estudiante universitario de nombre Sun Zhiganh fue arrestado por caminar por las calles de la ciudad de Guangzhou. Mientras estaba detenido lo mataron a golpes.
El incidente reveló el grado de cooperación de la policía para convertir a ciudadanos comunes chinos en esclavos. La cobertura de los medios de comunicación alimentó la reacción de abrumadora repugnancia del público.
Pero el cambio fue solamente superficial. El tráfico de seres humanos fue transferido de la policía a las agencias de empleo y al Ministerio de Supervisión del Trabajo. Los mismos funcionarios gubernamentales se cuentan entre los peores traficantes de seres humanos. Y la estadística más siniestra de todas es que muchos niños esclavos rescatados son revendidos por los funcionarios a otras plantas con esclavos.
Hace siete años, un legislador de la provincia de Hunan fue a la provincia de Shanxi a rescatar a los trabajadores esclavos de las plantas de tabiques. En ese momento, los trabajadores rescatados se arrodillaron y lloraron. Afortunadamente, no los golpearon ni los enterraron vivos por faltar a sus turnos, como les sucedió a otros. Hoy, sin embargo, ese legislador no podría rescatar a un solo trabajador, porque el gobierno y la policía locales han aprendido, gracias a las experiencias anteriores, a mantener alejados a los entrometidos. Hay más de mil plantas de tabiques y minas de carbón en China, y la mayoría está bajo la protección de funcionarios corruptos.
Hu Wenhai, un hombre valiente de Shanxi que mató a dos funcionarios corruptos, dijo antes de su ejecución: “Los funcionarios están obligando a la gente a rebelarse. No puedo permitir que estos malditos opriman más al pueblo. Sé que voy a morir, pero mi muerte captará la atención de esos funcionarios”.
Así, en lugar de que China se convulsione de rabia con la noticia de que hay niños a los que se convierte en esclavos, se censura a los medios y el Gobierno ha puesto en la lista negra a los cuatrocientos padres de los niños de Hongdong. No pueden salir de sus casas para buscar a sus hijos. Parece que hoy en día el trabajo cotidiano del Gobierno consiste en impedir que la gente se proteja a sí misma y a sus familias en un intento por ocultar los crímenes de una “sociedad armoniosa”.
El socialismo que estableció Mao Tse Tung ha sido sustituido por un credo profundamente cínico. Los miembros del crimen organizado dirigen gran parte del desarrollo económico del país. Lo que solía ser un paraíso para los pobres se ha convertido en un infierno. ¿Y los funcionarios corruptos? Podemos estar seguros de que dentro de un año estarán rindiendo homenaje a sus ancestros, mientras pisotean el suelo donde fueron enterrados vivos los niños esclavos por atreverse a proclamar su humanidad
Tomado de La Vanguardia, 02/07/2007;
Cuando se descubrió que una fábrica de tabiques manejada por el gobierno en el municipio de Hongdong en la provincia de Shanxi utilizaba esclavos, me vino a la mente un famoso episodio de una ópera de Pekín. En esa ópera, una prostituta de nombre Su San, después de haber sido sentenciada a muerte, suplica piedad a transeúntes indiferentes mientras la llevan con grilletes por las calles principales de Hongdong.
Cuando uno accede a la página de internet del gobierno del municipio no hay mención alguna de la existencia de esclavos o de niños obreros en la fábrica de tabiques. Todo lo que se puede ver son presentadores de televisión nacional que muestran a personas sonrientes que han regresado a Hongdong en busca de sus raíces y a rendir homenaje a sus ancestros. También hay informes de visitas de altos funcionarios a Hongdong.
En efecto, si no fuera por los cuatrocientos padres de familia que han solicitado el rescate de sus hijos secuestrados vendidos como esclavos, Hongdong seguiría siendo una atracción turística para los chinos en busca de sus raíces. Debido a las fábricas de tabiques que utilizan esclavos, así como a los informes sobre un niño de 8 años que fue enterrado vivo y sobre el asesinato de trabajadores migrantes, el nombre de Hongdong ha adquirido mala fama.
Sin embargo, a pesar del escándalo, se sigue secuestrando a obreros migrantes y niños con uniformes escolares de otras provincias y se les lleva a las monstruosas fábricas de tabiques y minas de carbón. Las jovencitas son forzadas a prostituirse por tan sólo 5 dólares por sesión.
Por supuesto, los cuatrocientos padres de los niños esclavizados se preguntan dónde, exactamente, está el respeto por la vida en la llamada “sociedad armoniosa” del presidente Hu Jintao. ¿Cuántos niños chinos más se convertirán en esclavos para las fauces de nuestro sistema capitalista/ comunista? ¿Quién es responsable cuando suceden esos crímenes?
Estas personas sólo quieren recuperar a sus hijos, pero lo único que hace el Gobierno es mirar a estos preocupados padres con desconfianza. Además, los padres sólo pueden reclamar a sus hijos, no una compensación. Después de todo, los jefes de la fábrica de tabiques pagan 400 yuanes por cada niño, por lo que sus derechos de propiedad están en riesgo.
China es ahora una sociedad podrida hasta la médula. La esclavitud no se limita a las plantas de tabiques de Hongdong.
Esos puntos negros están por todo el país.
Lo que empeora las cosas es que las autoridades estatales, en particular la policía, patrullan las instalaciones donde hay esclavos para que sigan funcionando.
Hace cuatro años, un estudiante universitario de nombre Sun Zhiganh fue arrestado por caminar por las calles de la ciudad de Guangzhou. Mientras estaba detenido lo mataron a golpes.
El incidente reveló el grado de cooperación de la policía para convertir a ciudadanos comunes chinos en esclavos. La cobertura de los medios de comunicación alimentó la reacción de abrumadora repugnancia del público.
Pero el cambio fue solamente superficial. El tráfico de seres humanos fue transferido de la policía a las agencias de empleo y al Ministerio de Supervisión del Trabajo. Los mismos funcionarios gubernamentales se cuentan entre los peores traficantes de seres humanos. Y la estadística más siniestra de todas es que muchos niños esclavos rescatados son revendidos por los funcionarios a otras plantas con esclavos.
Hace siete años, un legislador de la provincia de Hunan fue a la provincia de Shanxi a rescatar a los trabajadores esclavos de las plantas de tabiques. En ese momento, los trabajadores rescatados se arrodillaron y lloraron. Afortunadamente, no los golpearon ni los enterraron vivos por faltar a sus turnos, como les sucedió a otros. Hoy, sin embargo, ese legislador no podría rescatar a un solo trabajador, porque el gobierno y la policía locales han aprendido, gracias a las experiencias anteriores, a mantener alejados a los entrometidos. Hay más de mil plantas de tabiques y minas de carbón en China, y la mayoría está bajo la protección de funcionarios corruptos.
Hu Wenhai, un hombre valiente de Shanxi que mató a dos funcionarios corruptos, dijo antes de su ejecución: “Los funcionarios están obligando a la gente a rebelarse. No puedo permitir que estos malditos opriman más al pueblo. Sé que voy a morir, pero mi muerte captará la atención de esos funcionarios”.
Así, en lugar de que China se convulsione de rabia con la noticia de que hay niños a los que se convierte en esclavos, se censura a los medios y el Gobierno ha puesto en la lista negra a los cuatrocientos padres de los niños de Hongdong. No pueden salir de sus casas para buscar a sus hijos. Parece que hoy en día el trabajo cotidiano del Gobierno consiste en impedir que la gente se proteja a sí misma y a sus familias en un intento por ocultar los crímenes de una “sociedad armoniosa”.
El socialismo que estableció Mao Tse Tung ha sido sustituido por un credo profundamente cínico. Los miembros del crimen organizado dirigen gran parte del desarrollo económico del país. Lo que solía ser un paraíso para los pobres se ha convertido en un infierno. ¿Y los funcionarios corruptos? Podemos estar seguros de que dentro de un año estarán rindiendo homenaje a sus ancestros, mientras pisotean el suelo donde fueron enterrados vivos los niños esclavos por atreverse a proclamar su humanidad
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