24 nov 2006

Correa versus Noboa

La Alternativa de Ecuador entre Marx y el mercado/Stephen Johnson*

El izquierdista radical, candidato a la presidencia, Rafael Correa era favorito en las encuestas de opinión entrando a las elecciones legislativas y presidenciales de Ecuador el 15 de octubre. En un resultado sorprendente, el industrial moderado Álvaro Noboa logró el 27% del voto frente al 23% de Correa, seguido por otros contrincantes con índices en la decena y hasta de un sólo dígito. Noboa y Correa se dirigen ahora a la segunda vuelta este 26 de noviembre.
El resultado del 15 de octubre no significa que Ecuador haya evitado la catástrofe. Las encuestas indican un importante descontento de los votantes con los actuales niveles de corrupción, la parcialidad política y la falta de progreso social. Correa no pertenece al núcleo de la política, admira al presidente venezolano Hugo Chávez y a Fidel Castro de Cuba, es carismático y aún podría ganar. Noboa sí pertenece al núcleo de la política, es ligeramente populista y aboga por el libre comercio y se promociona como el “anti-Chávez”.
Si Correa gana la segunda vuelta en noviembre, sus acciones en el cargo podría provocar una huída de capitales y posiblemente una rebelión. Si Noboa gana, Ecuador tendrá una oportunidad de ser estable pero solamente si éste adopta reformas electorales, el imperio de la ley y una economía competitiva.
Dinámica política
Ecuador es un diminuto país andino exportador de petróleo cuyo pueblo de 13 millones de personas generan un PNB de 18.000 millones de dólares – el equivalente de Winston-Salem, Carolina del Norte, con una población de 440.000 habitantes. El aprovecharse de las ganancias petroleras para mantener un gran gasto social ha mantenido a su gobierno en deuda desde los años 80. Alrededor del 45% de la población vive en la pobreza y sólo la mitad de los alumnos va más allá de la primaria. Aunque Ecuador pasó de dictadura militar a régimen civil en 1979, los políticos mayormente han rehuido hacer el tipo de reformas que fortalecerían la democracia y ayudarían a todos los ciudadanos a competir contra las poderosas élites en acción.
Las instituciones políticas siguen siendo provisionales. En los últimos 10 años, los ecuatorianos han echado a 3 presidentes antes que sus mandatos terminasen. En 1996, Abdalá Bucarám ganó la presidencia haciendo campaña contra oligarcas corruptos. En el año 2.000, grupos de intereses especiales echaron al presidente Jamil Mahuad por tratar de dolarizar la economía, reforma que su sucesor implementó de todas formas. En 2005, el Congreso depuso al presidente Lucio Gutiérrez por destituir de forma ilegal a miembros de la Corte Suprema.
Conozca a los candidatos
Correa es un catedrático que sirvió brevemente como ministro de economía y finanzas en la actual administración provisional del presidente Alfredo Palacio. En ese puesto, el economista de 43 años, educado en Estados Unidos intentó atracar el fondo de estabilización de petróleo que el gobierno tenía para tiempos difíciles y pagar programas sociales. Para evitar las directrices de los organismos multilaterales de préstamos, promovió la venta de bonos ecuatorianos al gobierno de Venezuela. Cuando el Banco Mundial canceló un préstamo de 100 millones de dólares a Ecuador, un avergonzado presidente Palacio le pidió la dimisión.
Álvaro Noboa es abogado, magnate bananero y filantropista que fue candidato sin éxito a la presidencia en 1998 y en 2002. Durante la campaña de este año, ofreció construir hospitales mientras, según informan, regalaba sillas de ruedas y dinero en efectivo. Es un candidato partidario de “mantener el rumbo”, que promete mantener a Ecuador fuera de los modelos autoritarios seguidos por Chávez de Venezuela o Castro de Cuba. Noboa acoge con agrado un potencial acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Ecuador, sin embargo no ha cuestionado el control monopolista de las élites que dominan la economía y los partidos políticos.

Agenda peligrosa
Los planes de Correa para marginalizar a las élites y alejar a Ecuador de sus vínculos tradicionales con democracias industriales podría ser motivo de división. Durante la campaña, dijo que haría lo siguiente:
Echar a los legisladores y nombrar una asamblea constituyente de “ciudadanos capaces” para reemplazar al congreso y los tribunales. Este grupo vagamente definido escribiría una nueva constitución concentrando el poder en la presidencia – muy similar a la constitución que dio amplia autoridad a Chávez en Venezuela.
Abandonar el dólar y volver al sucre como moneda nacional, de esta manera Ecuador regresaría a los días de imprimir billetes y de alta inflación.
Renegociar la deuda externa o negarse a pagarla, como consecuencia se romperían los vínculos con organismos internacionales de préstamos.
Sacar al país de negociaciones de libre comercio con Estados Unidos y entrar en un pacto de ayudas con Venezuela.
Renegociar contratos con empresas petroleras extranjeras para que el gobierno reciba una mayor parte de los ingresos por el petróleo.
Denegar el permiso del uso de la base aérea de Manta a Estados Unidos para operaciones antinarcóticos cuando caduque el contrato de arrendamiento en 2009 o antes.
Durante la campaña, Correa también anunció la formación de los “comités de familia” para confrontar a aquellos que se oponen a sus ideas, algo similar a los Círculos Bolivarianos de Chávez o los Comités vecinales de Defensa de la Revolución de Fidel Castro.
Una forma de avanzar
Como preparación para la segunda vuelta, Noboa tendría que hacer más que pintar a su rival como un clon de Chávez. Debe presentar un plan detallado para contrarrestar la dura agenda socialista de Correa. Haría bien emulando al presidente peruano Alan García que desechó las ideas populistas del pasado pero no su preocupación por los pobres. Sagazmente, ahora García está convirtiendo el comercio y la globalización en las herramientas para liberar a los pobres y que dejen de depender de la generosidad del gobierno y de salvadores carismáticos. Otrora algo tan impopular en Perú, ahora el libre comercio está ganándose el apoyo popular.
Una estrategia similar podría funcionar para Noboa, pero solamente si reta a las élites, ahora tan cómodas con el statu quo, a aceptar el imperio de la ley, disminuir la pesada regulación gubernamental sobre las pequeñas empresas, fortalecer los derechos de propiedad y permitir la competencia bancaria para que haya créditos asequibles para los pobres. Con más control sobre sus propios asuntos, las clases trabajadoras de Ecuador serán menos propensas a dejarse engatusar con los cantos de sirena de dictadorzuelos como Correa.
Conclusión
Ni Noboa ni Correa llegan a la presidencia con mucha experiencia. Noboa es heredero de una fortuna familiar y necesitará consejeros experimentados que le ayuden a fortalecer las instituciones y conectar los intereses entre ricos y pobres. Correa es un académico resentido que se comporta como si solamente él supiera lo que es mejor para sus electores, receta segura para meteduras de pata y corrupción. La mayoría de ecuatorianos en realidad quiere alejarse de eso. Por lo menos con Noboa tienen una oportunidad.
Y aunque Estados Unidos no puede influir en la decisión del electorado, podría comunicar su interés en un acuerdo bilateral de libre comercio asegurando así oportunidades para que Ecuador avance económicamente más allá de la exportación de materias primas. En noviembre decidirán los ecuatorianos qué candidato puede aprovechar la ventaja de esa puerta abierta.
*Analista político especialista en América Latina del Instituto Davis para Estudios Internacionales de la Fundación Heritage (GEES, 24/11/06):
Tomado de la Bitacora Almendrón.

Las elecciones en Venezuela


(Hugo) Chávez a votación: Venezuela ante las elecciones del 3 de diciembre/ Manuel Hidalgo*
Mucho ha cambiado la situación política en Venezuela desde que Chávez accedió al poder en 1999. Entonces, el sistema democrático-representativo, vigente durante cuatro décadas, atravesaba una profunda crisis y la mayoría de los venezolanos vivía en pésimas condiciones.
Ocho años después, las transformaciones operadas son muy significativas: se ha exacerbado el personalismo y el carácter presidencial del régimen; coexisten tendencias centralizadoras del poder con incipientes experiencias participativas y de “empoderamiento” en las comunidades; los partidos han dejado de ser actores fundamentales, siendo reemplazados por los medios y, en ocasiones, por grupos de interés; además, las fuerzas armadas tienen un protagonismo impensable durante el período anterior; finalmente, los elevados ingresos petroleros de estos años han servido para apuntalar a los dirigentes y lubricar el funcionamiento del sistema, ejerciendo una incidencia notable sobre los niveles de intervencionismo y burocratismo estatal.
Teniendo en cuenta los cambios político-institucionales y el acceso de una nueva elite, hasta cierto punto podríamos hablar de que se ha producido una revolución política.
No cabe duda que la nueva coalición cívico-militar gobernante ha sido exitosa en la destrucción del obsoleto modelo sociopolítico de Punto Fijo. Fueron notables los cambios jurídico-políticos durante el primer año y medio, gracias a la legitimidad, popularidad y liderazgo del presidente. Sin embargo, una vez aprobada la nueva Constitución (1999) y relegitimados los órganos representativos en las elecciones de 2000 –en las que Chávez revalidó sus apoyos en las urnas–, mucho más difícil le resultó al chavismo sentar las bases y estabilizar un nuevo orden sociopolítico alternativo.
Este período, particularmente entre 2001 y 2004, se ha caracterizado por unos niveles de conflictividad y polarización desconocidos anteriormente. En el origen de los conflictos está la puesta en marcha de un impreciso proyecto populista, apoyado en elecciones democráticas, ciertas dosis de militarismo, elementos de izquierda radical y mecanismos participativos, que no cuenta con los suficientes respaldos sociales como para evitar tensiones y fracturas de gran calado.
Cuando el chavismo impuso las primeras medidas sustantivas, a partir de 2001, Gobierno y oposición entraron en una espiral de confrontación precedida por las embestidas del presidente contra el viejo establishment político, un discurso “divisivo” y amenazador, y prácticas poco o nada democráticas.
La oposición, fundamentalmente de clase media y alta, vio en ello una amenaza al sistema democrático y a sus intereses, creencias y valores, entendiéndose la aproximación a Cuba como parte de una estrategia que perseguía establecer un sistema totalitario.
Las tensiones, alimentadas por algunos medios de comunicación privados, generaron un clima favorable a la renuncia del presidente o a su reemplazo, en especial ante las carencias que presentaba su gestión de gobierno. Las vías ensayadas (golpistas unas, como el golpe de Estado de 2002; democráticas otras, como el referéndum revocatorio presidencial de 2004) además de fracasar, ocasionaron elevados costes al país. Mientras los sectores opositores quedaron exhaustos, divididos y con problemas de credibilidad, el presidente se hizo con el control de las fuerzas armadas y de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA).
Asimismo, tras afianzarse en el poder después del revocatorio, el chavismo supo aprovechar la onda expansiva para ganar las siguientes elecciones regionales, locales y legislativas.
Durante su mandato, además de los cambios jurídico-políticos pueden destacarse un conjunto de iniciativas conocidas como “misiones”: un conjunto de programas sociales no institucionalizados dirigidos a los sectores populares. Las primeras se pusieron en marcha en 2003 y favorecieron el triunfo en el referéndum de 2004.
En la actualidad hay en marcha cerca de veinte misiones que cubren ámbitos diversos, desde el educativo hasta la alimentación, pasando por la salud y las infraestructuras. Miles de cubanos participan en algunas de ellas. Cuantitativamente su impacto ha sido considerable, pero mucho más difícil es medir su eficacia, en parte por los indicadores y estándares utilizados. Algunos estudios muestran que, teniendo en cuenta las medidas sociales y los incrementos del salario mínimo, los estratos D y E de la población (que constituyen el 80%) habrían incrementado sus ingresos para atender sus necesidades básicas –descontada la elevada inflación del período– frente al retroceso de la clase media.
Después del paro petrolero (diciembre de 2002 a enero de 2003), la economía se ha reactivado.
El Ejecutivo ha conjugado una política fiscal expansiva y una política monetaria conducente a aumentar el crédito interno. Su margen de maniobra ha sido posible por el ingente ingreso petrolero que, superada la etapa de mayor conflictividad, ha permitido un notable crecimiento económico desde 2004 (18,9% del PIB y 9,4% en 2005), una reducción significativa del desempleo (el 10,9% en 2005), una desaceleración de la inflación que pese a todo permanece alta (17,3% en 2004 y 13,5% en 2005) y un incremento de las reservas internacionales. La viabilidad del modelo de “desarrollo endógeno” descansa en los elevados precios petroleros. Surgen dudas cuando se observan los elevados niveles de importaciones que opacan iniciativas como la cogestión, el impulso del movimiento cooperativo y la construcción de infraestructuras para “sembrar el petróleo”.
La recuperación de los últimos años ha sido certificada por el último informe del PNUD sobre desarrollo humano (2006). Con datos de 2004, se muestra un incremento del PIB per cápita y una reducción del número de personas que viven por debajo de la línea de pobreza.
Venezuela habría subido tres puestos respecto al informe anterior: figura en el puesto 72 de un total de 177 países.
En política exterior, se produjo un giro sustancial respecto a etapas anteriores, especialmente tras su victoria en el referéndum presidencial de 2004. Se ha desarrollado una política activa en defensa de procesos contrarios al libre comercio, en apoyo a un orden internacional multipolar y más equilibrado y acuerdos comerciales con países ideológicamente muy diversos; en particular, destacan los esfuerzos de integración en América Latina, donde se pretende ganar influencia frente a potencias regionales como Brasil.
Específicamente en un campo vital para el país, el petróleo, el liderazgo del presidente ha sido decisivo para la recuperación de los precios en el marco de la OPEP (aunque ciertamente hayan influido otros factores) y la renegociación de los contratos con las empresas que trabajan en el país. La nueva etapa ha descansado en una fabulosa renta petrolera y una retórica antiimperialista y favorable a la justicia social. Sin embargo, algunos reveses de candidatos presidenciales afines, en varios países de América Latina, y la no obtención del asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU –tras una “costosa” campaña internacional– mostrarían los límites para alterar ciertas reglas y crear redes de apoyo relevantes en la región y en el escenario internacional.
La percepción extendida en el país es que concluye un mal Gobierno que no ha sido capaz de encarar problemas como la delincuencia, el desempleo (permanece muy elevado el empleo informal, por encima del 45% sobre datos de 2005), la vivienda, la salud y la educación, más allá del impacto positivo pero insuficiente de las “misiones”. Chávez ha reconocido en ocasiones los problemas de ineficacia y corrupción. A ello se sumaría el despilfarro y la politización. En temas de libertad económica y competitividad, los indicadores no son nada positivos.
A ello se añade un elevado endeudamiento y la falta de control y transparencia en las cuentas públicas. Una de las carencias más graves es la falta de accountability de los gestores públicos en un contexto de abundancia. Además, como señalan algunas organizaciones internacionales (Freedom House), se ha producido un retroceso en el disfrute de los derechos y libertades.
Pese a todo, el presidente cuenta con amplios apoyos; sus adeptos responsabilizan a sus colaboradores de las dificultades del país. El vínculo emocional creado entre Chávez y sus seguidores y las prácticas utilitarias del régimen permiten entender su popularidad ocho años después. Sin embargo, el descontento ha ido en aumento y no está claro cómo el chavismo puede mantener indemnes sus apoyos sin mejorar sus niveles de gestión y si caen a medio plazo los ingresos petroleros.
Los candidatos, sus propuestas y la campaña electoralLos principales candidatos que concurren a las elecciones son Hugo Chávez –apoyado por el Movimiento V República (MVR), Patria para Todos (PPT) y Podemos, entre otros– y el opositor Manuel Rosales –apoyado por su partido regional zuliano Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia (PJ), Movimiento al Socialismo (MAS) y un número considerable de organizaciones políticas–. Además, competían inicialmente más de una docena de candidatos desconocidos para la mayoría de los ciudadanos –con excepción del popular humorista, y próspero empresario, Benjamín Rausseo, conocido como “Er Conde del Guácharo”, quien ante los malas perspectivas (las encuestas no le otorgaban más del 1%) ha terminado por renunciar, como otros lo hicieron antes–.
La campaña electoral, que comenzó oficialmente el pasado 1 de agosto, se desarrolla en una situación polarizada en la que se repiten algunos hechos de violencia física, virulencia verbal y propaganda “sucia”. En dicho contexto, los temas dominantes son el uso de la renta petrolera y la cuestión social. Ambos candidatos, ignorando los peligros de los excesos en períodos de abundantes ingresos petroleros, realizan ofertas populistas.
De ahí que no presenten estrategias claras para revertir las condiciones estructurales de pobreza. Más allá de estas coincidencias, en otros temas sus propuestas y campañas son bastante diferentes.
Chávez oferta una propuesta genérica y vaga de “Socialismo del siglo XXI”, una continuación de su programa populista y social de los últimos años. Políticamente, sus dos principales puntos han desatado controversia: el primero, crear un partido único que agrupe a todas las fuerzas chavistas. Aunque sus dirigentes han pospuesto el debate para después de las elecciones, ha proporcionado argumentos adicionales a aquellos que consideran que el país camina hacia el totalitarismo. El segundo punto es la reelección indefinida. Este tema estuvo presente en el primer tramo de la campaña, cuando existía incertidumbre respecto a la participación de los grupos opositores. Chávez consideró la idea de un referéndum (avanzado el nuevo período de Gobierno) para una reforma constitucional sobre su continuidad en el poder –la Constitución establece un sexenio con reelección inmediata– Aunque de momento esto ha perdido notoriedad, podría entrar en la agenda política después de las elecciones en el marco de ciertos cambios que los chavistas quieren introducir en el texto constitucional. El presidente maneja por igual ofertas, amenazas y temores (insiste en que las “misiones” peligrarían si no ganara). Sus discursos apelan a las emociones de sus seguidores y advierte de una posible intervención de EE UU. No se limita a atacar al “imperialismo” y subraya el control que éste ejerce sobre la oposición, a la que fustiga e insulta. Con ello pretende cohesionar a los suyos y movilizar votantes, para lo cual el chavismo está desplegando una amplia maquinaria con el objetivo, irreal, de obtener 10 millones de votos. Para animar la participación y ante el fortalecimiento opositor, introdujo algunos cambios en la campaña. Sin que la categoría “pueblo” haya perdido centralidad en los discursos, en la nueva fase se busca ampliar los apoyos entre la clase media; por eso, Chávez comenzó a utilizar el color azul (frente al rojo, habitual pero más agresivo) y moderar su discurso. Respaldado por una amplia propaganda en los medios de comunicación, señala que lo hecho durante su mandato ha sido “por amor al país”. Tal cambio fue pasajero y en las últimas semanas ha vuelto a endurecer su discurso y cargar contra la oposición, denunciando planes desestabilizadores. El resultado es un incremento de la temperatura política y la posibilidad de que muchos electores decidan no acudir a votar.
Las fuerzas opositoras presentan una candidatura única, sobreponiéndose a la fragmentación, falta de entendimiento, divisiones y ausencia de liderazgo. El cambio se entiende para evitar una derrota humillante de entrada. Para alcanzar la unidad se exploraron varias opciones, entre ellas la programación de unas controvertidas elecciones primarias. Pocos días antes de que éstas se celebraran, los dos candidatos con más respaldo sellaron un acuerdo que abría el paso a la unidad: el líder de PJ, Julio Borges, renunciaba a favor del candidato con mejores perspectivas electorales: Manuel Rosales, ex miembro de Acción Democrática (AD), ex alcalde de la segunda ciudad del país, Maracaibo, y gobernador del estado del Zulia (aunque temporalmente apartado de dicho cargo).
Con la selección de Rosales parece abrirse paso un esfuerzo unitario y democrático que deja atrás estrategias erradas y deposita sus esperanzas en la construcción de un proyecto a medio y largo plazo. Su ambicioso programa electoral recoge un elenco de propuestas y medidas de reforma y modernización y entremezcla una visión socio-liberal con elementos populistas, conociéndose la principal propuesta como “Mi Negra”. Esta es, en esencia, una tarjeta de débito que reparte directamente un 20% de la renta petrolera entre familias en situación de pobreza, la clase media empobrecida y los desempleados. Se estima que 2,500.000 venezolanos podrían ser sus beneficiarios.
Rosales se presenta con credenciales de buen gestor público que, en parte, le ayudan a compensar su falta de talento retórico. Desarrolla una campaña positiva, en la que busca el contacto directo con la gente, y ha evitado entrar en determinado tipo de polémicas sobre su participación en hechos de los últimos años (los oficialistas le acusan de estar detrás del golpe de Estado de 2002). Frente a las filípicas de Chávez, el candidato tiene un discurso integrador y marca distancias con el pasado anterior a 1999. Además, aborda problemas concretos que preocupan a la mayoría de los ciudadanos. También anuncia una política exterior alejada de la “confrontación ideológica”, contempla el regresó a la Comunidad Andina de Naciones y propugna la revisión de acuerdos recientemente firmados. Su campaña dista de estar plenamente estructurada y, en ocasiones, no queda clara ni la financiación ni cómo se realizarán algunas de sus propuestas. Otras, como la tarjeta “Mi Negra”, no han despertado el entusiasmo esperado entre los sectores populares: muchos lo ven como una medida asistencial o rechazan distribuir sin más el dinero de ese modo. Por otro lado, sostiene que Venezuela es rica y puede contribuir a generar expectativas que se han visto seguidas de frustraciones en el pasado. Ha cometido otros errores, como llamar “parásitos” a los que viven del Estado (a pesar de asegurar que las “misiones” se mantendrán y corregir posteriormente tales declaraciones).
En las últimas semanas ha propuesto, sin éxito, un debate con Chávez, pero en un contexto de fuerte tensión política, sin diálogo entre las partes y con un oficialismo que busca dejar en segundo plano a los opositores, es difícil que pueda darse.

Pueden destacarse otros aspectos de la campaña: primero, las constantes denuncias de violaciones a la normativa por los equipos de los candidatos. Hasta la fecha, el caso que reviste mayor gravedad es la acción de proselitismo político y coerción por el ministro de Energía y presidente de PDVSA: en una reunión con los gerentes de la misma, Ramírez dejó muy claro que tras el paro petrolero ésta es “roja, rojita, de arriba abajo”, e hizo un llamamiento para respaldar a Chávez y a la “Revolución”. Además, amenazó con tomar medidas contra aquellos que olvidaran el color político de la empresa. Dichas manifestaciones fueron defendidas por el presidente, quien añadió que igualmente rojas serían las fuerzas armadas y la petroquímica Pequiven.
Como era previsible, el conocimiento de los hechos y las posteriores declaraciones han incrementado los niveles de crispación. En segundo lugar, son destacables los actos de ventajismo oficial, que, en parte, quedan ejemplificados en la publicidad y propaganda políticas, en contraste con los escasos medios de la oposición. Tercero, la mayoría de los medios de comunicación privados, algo habitual en los últimos años, actúan con parcialidad o no tratan con equilibrio las ofertas de ambos candidatos. Tampoco escapan los medios públicos, en particular Venezolana de Televisión.
Por último, a comienzos de noviembre, el Consejo Nacional Electoral (CNE) inició una campaña informativa para incentivar la participación electoral. Su labor contrasta con los impulsos del Ejecutivo de “adelantar” las Navidades –mediante el incremento del gasto público y la entrega anticipada de parte de los aguinaldos– y, de paso, mantener y/o ganar apoyos. De ese modo, la campaña ha perdido interés para muchos ciudadanos.

Las condiciones electorales
En pasados procesos electorales, los sectores de oposición insistieron en una serie de fallas que a su juicio generaban desconfianza, restaban credibilidad a las elecciones y permitían cometer fraude. En particular, se mostraban críticos con el comportamiento del CNE y la automatización del sistema de votación. Ése fue uno de los argumentos esgrimidos para no participar en las elecciones legislativas de 2005, aunque para entonces se hubiesen alcanzado ciertos compromisos que garantizaban la fiabilidad del proceso electoral. Para estas elecciones, algunos acuerdos y medidas han facilitado que la oposición decidiese participar e incluso se espera que propicien la afluencia a las urnas. A modo de ejemplo, tras el escrutinio se verificará una muestra aleatoria cercana al 55% de las urnas (la oposición pedía abrir todas).
Asimismo, las máquinas sólo se conectarán para transmitir datos al concluir el escrutinio. Igualmente, los polémicos cuadernos electrónicos (que, según la versión de los opositores, permitirían desvelar el secreto del voto) no serán utilizados. Por otro lado, los resultados del sorteo de los miembros de mesas y la auditoría de los cuadernos impresos no han dado lugar a mayores controversias. En la actualidad hay otras acciones en curso –auditoría de las máquinas de votación y de las “captahuellas” (sistema de autentificación del votante)– pendientes de resolución.
Todo lo anterior, con ser importante, no ha evitado las polémicas y muestra que estamos ante un problema que trasciende lo técnico y se convierte en otro de confianza política. La oposición, muy sensibilizada con otras prácticas intimidatorias y discriminatorias del oficialismo (recuérdense las listas Tascón y Maisanta), considera que las “captahuellas” son un instrumento para identificar el voto. El argumento no se sostiene si tenemos en cuenta experiencias previas. Además, sólo se utilizarán en ocho estados –de ahí que tampoco se justifique la defensa que hace de ellas el oficialismo–.
Conviene subrayar que dicha polémica, unida a otras denuncias sobre las migraciones del registro electoral, el CNE, las máquinas de votación, el comportamiento de los efectivos del Plan República (despliegue de miembros de las fuerzas armadas para garantizar la seguridad en los centros y el traslado de material electoral) y el papel de los reservistas el día de las elecciones podrían reforzar una matriz de opinión contraria a la participación; matriz que parecía, no obstante, haberse revertido en los últimos meses.
Teniendo en cuenta las garantías anteriores, la presencia de testigos en las mesas y las tareas de los observadores nacionales e internacionales, a priori pareciera garantizado el secreto del voto, la transparencia y limpieza del proceso. Pese a ello, algunas cuestiones requerirían cambios debido a su impacto, en ocasiones difuso, sobre la competencia electoral.
Las proyecciones de las encuestas
La mayoría de las encuestas vaticinan el triunfo de Chávez, a quien otorgan una ventaja sobre Rosales de entre 15 y 25 puntos. Meses antes del inicio de la campaña diversos medios atribuían una intención de voto al presidente en torno al 55% y un 36% a un hipotético candidato opositor unitario. En lo sustancial, las diferencias se han mantenido. En septiembre pasado, con Rosales en campaña y el humorista Rausseo disputando el voto opositor, la empresa estadounidense Penn Schoen & Berland otorgó a Chávez el 50% y un 37% a Rosales. Consultores 21 daba un 54,7% frente a un 34,8%. En octubre, algunas encuestas mostraban altibajos de ambos candidatos que podrían obedecer a diversos factores, como una mayor actividad del presidente en la campaña, iniciativas del Ejecutivo, inauguración de obras, falta de penetración del mensaje opositor en sectores disconformes con la gestión presidencial, el impacto de algunas noticias controvertidas o el avance de la campaña.
Ciertas encuestas reducían la diferencia a menos de cinco puntos (Keller y Asociados) y otras daban a Chávez unos porcentajes de voto superiores al 60%, pero es probable que formen parte de la “guerra de encuestas”. Con independencia de las variaciones en el tiempo –Hinterlances publicitaba un estudio a comienzos de noviembre en el que Chávez obtendría un 45% de los votos mientras Rosales no pasaría del 25%– las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos (un 58%) cree que Chávez será reelecto (Evans/McDonough Company).
Algunos estudios ponen de manifiesto otras cuestiones: diferencias intra e interregionales (Rosales cuenta con más tirón en el Occidente frente a los Llanos y Oriente, donde es menos conocido). Se habría reducido el porcentaje de chavistas “duros” (decididos a votar) frente al incremento de los opositores “duros”. Por otra parte, la tasa de abstención es probable que sea elevada siguiendo la tónica de los últimos comicios. Y, aunque Opinión Pública Consultores la situaba por encima del 40%, es difícil dar una estimación. Si bien en el tramo final de campaña podrían acortarse algo las diferencias entre los dos candidatos, salvo que ocurra algún acontecimiento inesperado –que también podría incidir en niveles de participación–, todo apunta a la reelección de Chávez.
Conclusiones: Los venezolanos acudirán a las urnas para votar entre dos proyectos muy distintos. Teniendo en cuenta lo acontecido en los últimos ocho años, serán unas elecciones críticas para el futuro más allá del próximo período presidencial. Los pronósticos apuntan a que Chávez será reelecto, abriéndose una nueva etapa de incertidumbres y conflictos. La amplitud de su victoria, y los niveles de abstención, incidirán sobre su capacidad de maniobra político-social para seguir impulsando un proyecto de transformaciones que se apoya en elementos y persigue fines diversos y contradictorios pero que en todo caso viene respaldado por sectores populares.

Aunque el chavismo tiene un fuerte control de las instituciones e instancias de poder, en algunos casos de modo democrático, no es socialmente hegemónico. Y no se advierte cómo podría sortear tal “obstáculo” para aplicar una hipotética agenda de cambios radicales sin proponer un régimen abiertamente dictatorial y represivo, con incalculables consecuencias internas e internacionales. Es más probable que se avance en un proceso complejo y contradictorio que, además de combinar elementos democráticos y prácticas autoritarias, vivirá en una tensión continua entre medidas socioeconómicas radicales y otras más moderadas. Y en cuanto a las fuerzas opositoras, los resultados que Rosales coseche incidirán en el afianzamiento de su liderazgo, en las posibilidades de crear un movimiento opositor articulado a medio plazo y en la puesta a punto de un programa alternativo. Debido a la situación del país, a la débil institucionalidad y al elevado número de variables que pueden cambiar en poco tiempo es difícil predecir escenarios. En cualquiera de ellos, se avecinan tiempos difíciles para Venezuela.
*Manuel Hidalgo es profesor en la Universidad Carlos III de Madrid y profesor visitante en la Universidad de Nueva York.
Tomado de Real Instituto Elcano, de Estudio Internacionales y Estratégicos,

La misteriosa muerte de Litvinenko


¡Para un guión holywoodense!

El ex espía ruso nacionalizado británico Alexander Litvinenko, hospitalizado en Londres tras un probable envenenamiento, murió anoche en el hospital que estaba internado. De repente sufrió un brusco empeoramiento y falleció a las 21:21 GMT, hora británica del jueves23 de noviembre y aunque continúa siendo un misterio el motivo exacto de su muerte. Eso lo definirá - si se llega a fondo- Scotland Yard.
Y aparentemente, las autoridades británicas están casi seguras que murió envenenado por un agente químico altamente radiactivo, el polonio 210*; fue descartado la presencia de talio radioactivo.

Pero hoy en rueda de prensa Roger Cox, de la Agencia de Protección de la Salud del Reino Unido, tras analizar los restos de orina del ex espía ruso ha dicho que en la orina se encontró una "gran cantidad" de radiación alfa probablemente emitida por el polonio 210.
En paralelo a este anuncio, la policía británica ha confirmado el hallazgo de un veneno radiactivo, cuyo nombre no ha revelado, en el restaurante japonés de Londres donde cenó Litvinenko justo antes de caer enfermo.
Por otra parte, se sabe que Litvinenko aseguró pocas horas antes de morir, anoche en un hospital de Londres, que su estado confirmaba que tenía razón en sus acusaciones contra los servicios secretos rusos. También dejó escrita una carta (abajo), leída hoy, en la que hace responsable de su muerte al presidente de Rusia, Vladimir Putin.
El exspía aseguró que creía haber sido envenenado el pasado día 1 de noviembre, tras una reunión secreta con dos contactos rusos, tras cenar en un restaurante japonés con Mario Scaramella, un experto en seguridad. Scaramella se había reunido con Litvinenko para enseñarle algunos correos electrónicos en los que se identificaba a los asesinos de la periodista Anna Politkóvskaya.
El Gobierno ruso ha reaccionado al anuncio de la muerte de su antiguo espía afirmando desde Helsinki -donde se celebra la cumbre UE-Rusia- que lamenta la tragedia, y recordando que la investigación por el envenamiento corresponde a las autoridades del Reino Unido.

El Servicio de Espionaje Exterior (SVR) de Rusia, por su parte, ha negado cualquier implicación en el aparente envenenamiento de Alexander Litvinenko.Este suceso ha recordado la época de espionaje de la "guerra fría", en particular el caso del disidente búlgaro Georgi Markov, envenenado con ricina a través de la punta de un paraguas mientras cruzaba el puente Waterloo, en el centro de Londres, en 1978.
El caso de Markov, exiliado en el Reino Unido por sus críticas a la jerarquía comunista búlgara, tampoco está totalmente aclarado, ya que su asesino no fue nunca encontrado, si bien los medios británicos creen que se trató de la policía secreta de Bulgaria.
La última reunión de Litvinenko
Hoy también se han conocido en Rusia las declaraciones de otro ex espía ruso, el empresario Andrei Lugovoy, que se encontró con Litvinenko -y otros dos hommbres-, más el pasado 1 de noviembre en un hotel londinense: un día antes de que el fallecido afirmase por primera vez sentirse mal, y sólo unas horas antes de que viese a Scaramella.
Lugovoy cuenta al diario ruso Kommersant que conocío a Litvinenko en 1996, y que desde entonces se habían encontrado varias veces, siempre en Londres, para asuntos de negocios. "No había nada personal en nuestros contactos", afirma Lugovoy, que asegura que se desplazó a Londres en esa fecha ara poder asistir a un partido de fútbol entre el CSKA de Moscú y el Arsenal de Londres.
En esa reunión, en el bar del hotel donde se hospedaba, estaban acompañados por un socio de negocios de Lugoyov, Dmitry Kovtun, y que más tarde se les unió otro amigo personal del empresario, Vyacheslav Sokolenko.
Aunque Lugoyov no da detalles de la reunión que puedan estar relacionados con el envenenamiento, sí afirma que él y Litvinenko quedaron en verse de nuevo al día siguiente. Fue entonces cuando el ex espía afincado en Londres le llamó, asegura, diciendo que se encontraba mal, y anularon la cita.
El diario afirma que Lugovoy se ha encontrado, tras conocerse el caso de envenenamiento, con un diplomático británico destacado en Rusia. Y afirma estar dispuesto a responder a cualquier cuestión que la policía pueda querer hacer.
*El Polonio.- Según informa la empresa holandesa Lenntech Water & Luchtbehandeling en su página de Internet, es altamente radioactivo y muy tóxico; es el único componente del humo del tabaco que ha producido por sí mismo cáncer en animales de laboratorio sometidos a pruebas. Se ha detectado polonio en el uranio, pero también en el humo de tabaco, según señala la Wikipedia. Y emite radiación alfa, que es lo que se ha detectado en la orina del ex espía ruso. Su vida media, es decir, lo que tarda en desintegrarse, es de 138,39 días.

La carta póstuma:
Fue leída por Alexander Goldfarb en la puerta del hospital londinense donde se produjo el fallecimiento.

Ésta es una transcripción de la carta, que fue dictada por Litvinenko el pasado día 21, en presencia de su esposa.
"Quisiera dar las gracias a muchas personas. A mis médicos, enfermeras y el resto del equipo del hospital por hacer todo lo que podían por mí. Y a la policía británica, que investiga mi caso con energía y profesionalidad y cuidan de mí de mi familia.

Quisiera dar las gracias al Gobierno británico por acogerme. Me siento orgulloso de ser un ciudadano británico. Quisiera agradecer a la opinión pública británica sus mensajes de apoyo y el interés que han mostrado durante mi agonía.
Doy las gracias a mi esposa, Marina, que ha estado a mi lado. Mi amor por ella y por nuestro hijo no tiene límites.

Pero mientras estoy aquí, tendido en la cama, puedo oír cómo se mueven las alas del ángel de la muerte. Quisiera ser capaz de alejarme, pero tengo que decir que mis piernas no corren tanto como quisiera.
Creo, después de todo, que es el momento de decir una o dos cosas a la persona responsable de mi enfermedad.
Puedes lograr silenciarme, pero ese silencio tiene un precio. Te has mostrado como un bárbaro hacia las personas que te han criticado. Has demostrado que no tienes respeto por la vida, la libertad o cualquier otro valor civilizado. Eres indigno del puesto que ocupas, eres indigno de la confianza que te han dado hombres y mujeres civilizados.

Puedes silenciar a un hombre. Pero resonará un gran aullido de protesta por todo el mundo, señor Putin, que se quedará en tus oídos durante toda tu vida.
Puede que Dios perdone lo que has hecho, no sólo a mí, sino a la querida Rusia y su pueblo".
Firmado: Alexander Litvinenko.
Fuente: Agencias.
Veáse:

Los Provocados respetables


Los provocados respetables/Félix Ovejero Lucas*

Para Ernesto Garzón Valdés, quien tanto sabe de estas cosas.

La provocación es cosa rara. Hubo un tiempo en el que provocar se juzgaba saludable. Ya saben, aquello de épater le bourgeois. Hoy provocar resulta más complicado. Con el tiempo los épatantes han acabado por dirigir exposiciones. Sin ir más lejos, un señor que come mierda y que, por supuesto, se proclama transgresor, es acogido en los siempre bien dispuestos presupuestos culturales de municipios y autonomías y otro que, naturalmente, no es menos transgresor que el anterior, desde una televisión pública es jaleado mientras se caga en los extremeños que escupen en la mano que les da de comer.

Sin embargo, en otras ocasiones, la provocación parece gozar de peor reputación. A nuestros políticos les basta acudir al conjuro de “es una provocación” para eximirse de su deber de dar explicaciones. En particular, los nacionalistas tienen una natural disposición a sentirse provocados, por ejemplo, cuando les mientan el Tribunal Constitucional. Y más allá de las batallas domésticas, no faltan quienes comprenden la reacción de los fundamentalistas islámicos ante las provocaciones a las que se ven expuestos. En fin, que parece imponerse alguna meditación acerca de esos provocados respetables, sobre esas provocaciones que sustituyen a las razones y que llevan a condenar a unos, los provocadores, y a exculpar comprensivamente a los otros, a los provocados.
Va de suyo que la provocación se desencadena cuando a alguien le disgusta o molesta lo que hace otro. Pero el disgusto es tan sólo un requisito de la provocación. Algunas cosas más singularizan al provocado respetable. Lo primero es que los que se sienten provocados tienen poder y están en condiciones de hacer uso de él, de amenazar con sentirse provocados. Quienes viven en la miseria podrían considerar una provocación que alguien pueda gastar dinero en viajes espaciales para ver la Tierra desde el espacio exterior. Pero no parece que esas provocaciones quiten el sueño a nadie, al menos mientras los perdedores no estén en condiciones de ponerse tremendos. Sencillamente no dicen nada. Tal vez porque saben que, faltos de poder, su indignación carece de importancia, tal vez porque, contaminada su propia mirada por la visión de los poderosos, han perdido los reflejos morales y ya les parece bien ese orden del mundo. Perdido el respeto de los otros han perdido, con él, su propia autoestima, su dignidad. Y quien no se juzga digno de ser respetado no puede ser provocado. Quien no tiene poder -o quien no cree tenerlo- no puede ser provocado.
Los provocados que nos preocupan son otros. Se saben poderosos y procuran hacérnoslo saber. Invocan la provocación para justificar su reacción. Se vuelven contra el provocador pero, en realidad, cuando acusan a alguien de provocar no hablan del otro sino de ellos. Nos dicen que se sienten provocados y que el otro debe atenerse a las consecuencias. Se presentan como el eslabón inexorable de una cadena causal a la que se entregan como quien se resigna a una fatalidad. El problema no radica en que algo les disguste. Al tolerante también le irritan muchas cosas. Pero no por ello considera que deban prohibirse y, desde luego, no amenaza con las consecuencias de su irritación. Admite que hay cosas que le molestan, pero que no por ello deben desaparecer. Subordina su propia molestia a un principio más general de convivencia.
El provocado respetable se presenta como un reaccionario en sentido literal. Simplemente, reacciona. Sin más. Es un incontrolado de sí mismo, incapaz de echar el freno. Entre la acción que le molesta, su enojo y su represalia no hay lugar para la meditación. En ese sentido se muestra poco humano. Los humanos, y no sólo los humanos, somos capaces de tener pensamientos y emociones sobre pensamientos y emociones, nuestros y de los otros. Por ejemplo, podemos sentir vergüenza por tener miedo. El provocado respetable es menos sofisticado. Es como la bola de billar que se desplaza al ser golpeada por otra.
Eso, al menos, es lo que dice al explicar su conducta: “es que me han provocado”. En realidad, es menos bola de billar de lo que quisiera. Su intento de explicarse, de justificar su acción, le delata. Apela a la provocación para dar cuenta de su comportamiento y en esa misma apelación reconoce que es su valoración del hecho “provocador” la que le lleva a actuar. Se ha parado a pensar y no lo ignora. Por esa razón nos producía risa el chiste de Quino en el que un empresario le decía a un atribulado empleado: “¡Claro, para usted, yo soy el maldito explotador! Pero, ¿no pensó nunca que yo, el maldito explotador, soy un producto social? ¿No pensó nunca que todos somos un poco culpables de mi situación? ¡Usted, por ejemplo! ¿Qué ha hecho usted para evitar que yo, el maldito explotador, me desbarrancara por esta vida de lujo y riqueza?”. Si reconoce su condición y la invoca, deja de servirle como justificación. Hace trampas.
Alguien podría intentar disculpar a los provocados comparándolos a los jugadores compulsivos o a los enamorados sin remedio, conscientes de su situación, pero incapaces de adueñarse de ella. Los acráticos de Aristóteles. Tienen una debilidad, lo saben, pero no pueden hacer nada contra ella. No cabría reprocharles nada, víctimas como son de su flaqueza. Pero el argumento, complicado para referirse a los individuos, no sirve para partidos, empresas o Estados. Las organizaciones no están unidas por sistemas nerviosos. Sus acciones son el resultado final de decisiones colectivas. Están expuestos a los juicios de muchos. El acrático se deja llevar por su peor yo, pero los colectivos no son un yo dividido, esquizofrénico.
Pero la mayor patología de los provocados respetables ni siquiera les sucede a ellos. Es la que desencadenan en otros que los “comprenden”, que vuelven su gesto condenatorio contra los provocadores, sin otra razón que la ira del provocado. Mejor dicho, sin otra razón que el poder, la amenaza de provocado respetable. Sucede con quienes recomiendan no molestar al Islam, pero también con quienes no dan otra razón para justificar una política exterior que no enemistarse con “el país más poderoso de la Tierra”, con quienes juzgan que no deben tomarse medidas que disgusten a los poderes económicos o quienes, al justificar el “diálogo con los violentos”, encuentran sutiles matices morales entre el dilema “te mato, si no me das lo que quiero” y el de “si no me das lo que quiero, te mato”. En todos esos casos, cuando el argumento se desnuda, el poder de los irritables es la única razón para la “comprensión moral”. Al final, las razones del siervo siempre acuden a la cita de los poderosos indignados.

*profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona
Tomado de EL PAÍS, 24/11/2006.

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