16 jul 2006

Israel y los matices


Excelente artículo del escritor peruano-español Mario Vagas Llosa. Fue publicado en El País, 16 de julio del 2006.
Lo comparto con mis amigos de esta bitácora.

Israel y los matices

Illan Pappe, historiador revisionista israelí, procede de una familia de judíos alemanes de sólidas credenciales liberales, y él mismo fue educado dentro de esta corriente de pensamiento que defiende la sociedad abierta, el mercado, al individuo contra el Estado y opone al colectivismo -la definición del ciudadano por su pertenencia a una clase social, una raza, una cultura o una religión- la soberanía individual.
Hace unos días le oí contar que, cuando empezó a tomar distancias contra el sionismo, doctrina que sustenta la creación y la naturaleza del Estado de Israel, pensó que su evolución política estaba dentro de la ortodoxia liberal y que cuestionar la ideología sionista era, además de otras cosas, dar una batalla contra el colectivismo. Pero no encontró en su país partido o movimiento político liberal donde encajaran sus ideas, pues la inmensa mayoría de los liberales israelíes eran sionistas. Esto lo fue acercando a quienes, por doctrina, eran sus naturales adversarios políticos, los comunistas, con quienes discrepaba en todo lo demás, pero coincidía en su posición crítica del sionismo. Y eso hace que desde entonces, se quejaba, los amantes de la simplificación y enemigos de los matices, lo cataloguen de "comunista".
La abolición de los matices facilita mucho las cosas a la hora de juzgar a un ser humano, analizar una situación política, un problema social, un hecho de cultura, y permite dar rienda suelta a las filias y a las fobias personales sin censuras y sin el menor remordimiento. Pero es, también, la mejor manera de reemplazar las ideas por los estereotipos, el conocimiento racional por la pasión y el instinto, y de malentender trágicamente el mundo en que vivimos. Hay ciertos conflictos que, por la violencia y los antagonismos que suscitan, conducen casi irresistiblemente a quienes los viven o siguen de cerca a liquidar los matices a fin de promover mejor sus tesis y, sobre todo, desbaratar las de sus adversarios.
Quiero ilustrar con un ejemplo personal lo que trato de decir. La Fundación Internacional para la Libertad organizó hace unos días, en Madrid, un encuentro entre intelectuales judíos y árabes, en el cual, en una de sus intervenciones, el periodista Gideon Levy, crítico severo del Gobierno de su país, dijo que él militaba contra la ocupación de Cisjordania porque no quería sentirse avergonzado de ser israelí. Yo, por mi parte, al clausurar el evento, parafraseando a Levy, dije que mis críticas a la política con los palestinos de los dos últimos gobiernos de ese país se debían a que tampoco quería sentirme avergonzado de ser amigo de Israel. Dos días después, el diario israelí Haaretz publicaba una crónica del propio Gideon Levy sobre el encuentro madrileño, bastante exacta, pero con un título que, al cambiar el matiz, me hacía decir algo que yo no había dicho: "Vargas Llosa tiene vergüenza de ser amigo de Israel".

El diario recibió 199 cartas de lectores israelíes indignados, que publicó en su blog. Las he ojeado con cierta estupefacción, pese a que ellas no hacen más que confirmar algo que, desde que empecé a pensar por mi propia cuenta en cuestiones políticas hace cuarenta años, ya sé de sobra: lo fácil que es tergiversar, caricaturizar o desacreditar a quien disiente, o parece disentir, de nuestras convicciones dogmáticas. Lo curioso es que casi todas las cartas me llaman "comunista", "ultra izquierdista", "castrista", "otro Saramago", "antisemita", y, una de ellas, la más imaginativa, se pregunta: "¿Qué se puede esperar de alguien que sube a los escenarios con la conocida actriz estalinista Aitana Sánchez Gijón y que escribe en EL PAÍS, el periódico más izquierdista de toda Europa?".
Bueno, bueno. Mis vociferantes objetores no parecen sospechar siquiera que de lo que yo suelo ser acusado más bien, en España y en América Latina, es de neo-con, de ultra liberal, de pro americano y otras lindezas por el estilo por atacar a Fidel Castro, a Hugo Chávez y criticar con frecuencia el fariseísmo y el oportunismo de los intelectuales de izquierda.
En realidad, una de las cosas que soy, o, mejor dicho, trato de ser en la vida, es un leal amigo de Israel. Muchas veces he escrito que visitar ese país hace treinta y pico de años fue una de las experiencias más emocionantes que he tenido y que sigo creyendo que construir un país moderno, en medio del desierto, de lineamientos democráticos, con gentes provenientes de culturas, lenguas, costumbres tan distintas, y rodeado de enemigos, fue una gesta extraordinaria, de enorme idealismo y sacrificio, un modelo para los países como el mío, o los demás países latinoamericanos o africanos, que, con muchos más recursos que Israel, no consiguen todavía salir del subdesarrollo. Es verdad que Israel en el curso de su breve historia ha recibido mucha ayuda exterior. Pero ¿no la han recibido también muchos otros, que la han desaprovechado, derrochado o simplemente saqueado?

Para mí, el derecho a existir de Israel no se sustenta en la Biblia, ni en una historia que se interrumpió hace miles de años, sino en la gestación del Israel moderno por pioneros y refugiados que, luchando por la supervivencia, demostraron que no son las leyes de la historia las que hacen a los hombres, sino éstos, con su voluntad, su trabajo y sus sueños los que le marcan a aquélla unas pautas y una dirección. Ningún país existía allí, en esa miserable provincia del imperio otomano, cuando nació Israel, cuya existencia fue luego legitimada por las Naciones Unidas y el reconocimiento de la mayoría de países del mundo.

Ahora bien, para que Israel tenga un porvenir seguro y sea por fin un país "normal", aceptado por sus vecinos, debe encontrar un modo de coexistencia con los palestinos. Y contra esta coexistencia conspira esa ocupación de Cisjordania que se prolonga indefinidamente y que ha convertido a Israel en un país colonial, lo que ha crispado de manera indecible sus relaciones con los palestinos. Las condiciones en que éstos han vivido, en Gaza, y viven todavía dentro de los territorios ocupados, sobre todo en los campos de refugiados, son inaceptables, indignos de un país civilizado y democrático. Lo afirmo porque lo he visto con mis ojos. Los amigos de Israel tenemos la obligación de decirlo en alta voz y censurar a sus gobernantes por practicar en esos territorios una política de intimidación, de acoso y de asfixia que ofende las más elementales nociones de humanidad y de moral. Y, también, de condenar sus reacciones desproporcionadas a los actos terroristas, como la actual, que, a raíz del secuestro criminal de un soldado israelí por militantes palestinos, ha causado ya decenas de muertos civiles inocentes en Gaza y amenaza con resucitar la guerra con el Líbano.
Esto no significa, en modo alguno, justificar las acciones criminales de los terroristas de Hamás o la Jihad Islámica o de los otros grupúsculos armados que operan por la libre. Pero sí reconocer que detrás de estas acciones injustificables y crueles -las bombas de los suicidas, los ataques ciegos a la población civil, los secuestros, etcétera- hay un pueblo desesperado al que la desesperación empuja cada vez más a escuchar no la voz de los moderados y razonables sino la de los fanáticos y a creer, estúpidamente, que el fin del conflicto no está en la negociación sino en la punta del fusil o la mecha de la bomba.
La superioridad de Israel sobre sus enemigos en el Medio Oriente fue política y moral antes que la de sus cañones, sus aviones y su modernísimo Ejército. Pero, debido a su extraordinario poderío, algo que suele volver a los países arrogantes, la está perdiendo, y eso lleva a algunos de sus dirigentes, como creía Ariel Sharon, a pensar que la solución del conflicto con los palestinos puede ser un diktat, una fórmula unilateral impuesta por la fuerza. Eso es una ingenuidad que sólo prolongará indefinidamente el sufrimiento y la guerra en toda la región.
Mi amigo israelí David Mandel (¿o debo decir ahora ex amigo, ya que me he vendido a los palestinos?) me conmina en una carta abierta a que devuelva el premio Jerusalén que recibí en 1995. Se trata de un premio más bien simbólico, pero que a mí me llena de orgullo, y no voy a renunciar a él, porque, aunque David no pueda entenderlo, lo que yo hago y escribo sobre Israel no tiene otro objetivo que seguir siendo digno de esa hermosa distinción, que me fue concedida por mi compromiso con la democracia y la libertad. Para mí, mi adhesión a Israel es inseparable de aquel compromiso, como es el caso de tantos israelíes que, a la manera de Illan Pappe, Gideon Levy, Amira Hass o Meir Margalit, pero sin duda de manera más radical que yo, denuncian las políticas de su Gobierno con los palestinos y plantean alternativas.

Es verdad que ellos representan una minoría, ese matiz que los adoradores de verdades dogmáticas desprecian. Ni siquiera sé si yo estoy de acuerdo en todas las posiciones que ellos defienden. Probablemente, no. Creo, por ejemplo, que el sionismo tiene unas razones que no pueden descartarse de manera abstracta, prescindiendo de un contexto histórico preciso. Pero que ellos, y otros muchos como ellos, vayan contra la corriente y sean capaces de oponerse de manera tan resuelta a lo que les parecen políticas equivocadas, contraproducentes o brutales, y que puedan hacerlo sin ser perseguidos, encarcelados, o liquidados, como ocurriría -ay- entre casi todos los otros países de la región, es una de las realidades que todavía mantiene viva mi esperanza de que haya un cambio en Israel, y, otra vez, la negociación sea posible, y pueda llegarse a un acuerdo razonable que ponga fin a esa infinita hemorragia de dolor y de sangre.
El encuentro madrileño de judíos y árabes fue asimétrico, porque cerca de diez palestinos que habían aceptado nuestra invitación no pudieron venir, y porque algunos israelíes, como Amos Oz y David Grossman, cuyas voces queríamos escuchar, tampoco lo hicieron. Pero no fue inútil: una gota de agua en el desierto es mejor que ninguna. Hubo, por ejemplo, exposiciones magníficas y no del todo irreconciliables, de Shlomo Ben Ami y de Yasser Abed Rabbo, que participaron en las negociaciones de Camp David. Trataré de seguir convocando estos diálogos, invitando no sólo a quienes hablan por la mayoría, sino también por las pequeñas minorías, esos matices olvidables en los que, sin embargo, muy a menudo se agazapa la verdad.
-© Mario Vargas Llosa, 2006.

¿En el fondo que quieres Andrés Manuel?

La periodista Carmen Aristegui (CA) entrevista a AMLO en Hoy por hoy W radio; 14 de julio 08:15 horas
Esta es parte de la entrevista:
CA: Bueno, pues algunos de los... un recuento de frases, un recuento de dichos y muchas preguntas que realizar y que formular. Te pregunto en primer lugar, Andrés Manuel, ¿en el fondo qué quieres, voto por voto o anular la elección o la no validez de la elección?
AMLO: Voto por voto, que se haga el conteo, que se abran los paquetes y que se voten, que se cuenten los votos, tengo la convicción, Carmen, de que gané la elección presidencial y que hubo una manipulación, una alteración de las actas, cada vez tengo más elementos, cada vez que se abre un paquete, es decir, en el proceso de cómputo distrital los paquetes que se lograron abrir lo que demuestran es que le dieron más votos al candidato de la derecha, al candidato del PAN y nos quitaron votos a nosotros, casillas en donde aparecen con 400 votos se abre el paquete, se cuentan los votos y aparece que son 200, otras casillas en donde nosotros traemos 200 votos y se abre el paquete y son 300, por poner estos casos. Entonces lo mejor es que se haga el conteo, que se revise todo el proceso a partir de la elección.

EL PRI es la clave

Para el escritor Héctor Aguilar Camin la elección del dos de julio la ganó Felipe Calderón "por un pelo de rana": 244 mil votos.
Dice, en un texto -Una decisión final conservadora- escrito para El País (16 de julio-06) que el PAN , PRI y PRD "siguen siendo las fuerzas dominantes de la política mexicana. México no se ha dividido en dos: ricos y pobres, izquierda y derecha, norte y sur, PAN y PRD. Sigue siendo tripartita.", acompañada de partido pequéños.
Y es una realidad votamos por un gobierno así, por lo que, el ganador necesita de llegar a acuerdos para poder gobernar.

Empero, dice Aguilar Camin "el avance del PAN (...), no es suficiente para gobernar solo, necesita alianzas con los otros partidos. El PRD perdió la presidencia pero ganó todo lo demás, entre otras cosas, la Ciudad de México y un tercio de los escaños del Congreso, pero no tiene suficiente fuerza para bloquear por sí solo al gobierno. El PRI sufrió la derrota más estrepitosa de su historia, pero será el partido clave para el gobierno, pues sólo en él encontrará el presidente panista los aliados necesarios para tener mayoría en el Congreso."

"México necesita cambios de envergadura en todos sus órdenes: la seguridad y las finanzas públicas, la inversión y el crecimiento económico, la educación y la salud, las reglas de contratación laboral, la explotación del petróleo y las instituciones políticas. Sólo cambios de fondo en todos esos terrenos, cambios que requieren a veces reformas constitucionales, pueden dar al país las eficiencias que necesita para tener un sitio en esa fuga hacia delante del mundo moderno que llamamos globalización."

Y como están las cosas ninguno de esos grandes cambios podrán hacerse sin tener aliados.

Por lo que, suraya el escritos "la primera reforma que el país requiere, entonces, es la de la concordia activa, el acuerdo del ganador con sus adversarios para emprender las reformas que esperan adelante. Felipe Calderón habló durante su campaña de que formaría un gobierno de coalición. Sus primeras declaraciones como triunfador han sido también en ese sentido. Apunta al camino correcto, pero no tiene mucha tela de donde cortar."
La clave dice Aguilar Camin será con los legisladores del PRI, "que ha quedado sin dirigencia nacional, en manos de sus 17 gobernadores. Esos gobernadores son en muchos casos los “dueños” de sus senadores y diputados, pues ellos impulsaron sus candidaturas y alimentaron sus campañas. Si Calderón encuentra en el campo diezmado y segmentado del PRI los aliados suficientes para poner en marcha su gobierno, habrá dado el primer paso hacia la construcción de lo que los mexicanos le piden con las restricciones que le imponen: una presidencia compartida, democrática y eficaz."

Termina señalando que "El país está urgido de reformas, pero no dispuesto a la aventura. El voto conservador mexicano prefiere que su presidente pierda el tren a que viaje solo."

AMLO en EL País


El reportero Francesc Relea entrevista a AMLO en El Páis, 16 de julio de 2006.
-A las doce de la noche del 5 de julio, en pleno recuento oficial, usted abandonó la sede de su candidatura y se retiró a su domicilio. Las luces del edificio se apagaron mientras en el Partido Acción Nacional (PAN) cantaban victoria. ¿Sintió el sabor de la derrota en aquel momento?
-Sabía de antemano que me iban a dar por perdedor. Todo fue una manipulación. Mantuvieron el entusiasmo de la gente que votó por mí durante gran parte de la noche, dando unos resultados que me situaban en cabeza, para después dar el golpe. En el gráfico de la votación se observa que sólo se mueven el PAN y el PRD. El PRI no se mueve, es una línea recta. Los votos nulos no se mueven, son una línea recta. Como si el PRI fuese lo mismo en Chihuahua que en el Distrito Federal.
Me fui a las doce de la noche porque sabía que horas más tarde se iba a dar el cruce, Calderón arriba y yo abajo. No quise prestarme al escarnio ante las cámaras que querían mostrar al perdedor. Los periodistas cometieron un error al afirmar: "Ya se fue a dormir". No dormí en toda la noche.
-¿Cuál es su objetivo con la impugnación de las elecciones?
- Gané la elección presidencial. Estoy convencido de ello.

La primera revolución de México: Castañeda





La próxima revolución de México/ Jorge Castañeda

Si bien pueden pasar días o incluso semanas antes de que se consolide oficialmente la melodramática elección presidencial de México, parece casi seguro que el candidato liberal de centroderecha Felipe Calderón será el próximo presidente del país. Tal vez sólo haya ganado por un punto de porcentaje y su 36% de los votos apenas es un mandato. Sus opositores pondrán en tela de juicio los resultados en las calles, las cortes y la arena política y enfrentará una oposición fuerte, aunque dividida, en el Congreso. Aún así, ganar es mejor que perder y México está mucho mejor hoy que ayer, cuando muchos pensaban que el contendiente populista de centroizquierda, Andrés Manuel López Obrador, recibiría un apoyo colosal de parte del electorado.

Calderón significa continuidad; tal vez ésa sea la razón por la cual ganó y eso es lo que México necesita. Al final, los votantes de México no quedaron cautivados por la estratagema de López Obrador. Su causa era simple: México hoy es un caso perdido, saquemos a los truhanes responsables de esto y reemplacémoslos por líderes que representen y ayuden a los pobres –todavía la mitad de la población de México.

Sin considerar el hecho de que esta descripción es ampliamente, si no enteramente, imprecisa, los votantes decidieron que los últimos que ellos querían para arreglar el embrollo eran… los que lo habían creado por empezar. López Obrador se rodeó de ex funcionarios de alto rango de los gobiernos de Echeverría (1970-1976), López Portillo (1976-1982), De la Madrid (1982-1988) y Salinas de Gortari. Al electorado la ecuación simplemente no le cerró.
El argumento de Calderón, en cambio, sí. En reglas generales, él sostenía que en los últimos diez años México, si bien distaba de ser un paraíso, de alguna manera había avanzado: se logró controlar la inflación, el crecimiento empezó a remontar, se redujo la pobreza y las tasas más bajas de interés permitieron que la clase media baja accediera al crédito. Y todo esto se produjo sin represión, violaciones a los derechos humanos, levantamientos, asesinatos políticos o corrupción galopante.
Según las encuestas a boca de urna, el 60% de los votantes de México que pensaban que las cosas habían mejorado en el último año votaron por Calderón; el 60% de los que aprueban la gestión del presidente Vicente Fox (que a su vez cuenta con un índice de aprobación del 65%) también eligieron a Calderón. Calderón se benefició de los logros de Fox, pero no contó con el entorno de Fox y aún así ganó… con éxito.
No obstante, los desafíos a los que se enfrenta son enormes. México hoy es víctima de una creciente división ideológica que la mayoría de los otros países de América latina dejaron atrás. La elección no giraba alrededor de políticas, simplistas o no, como la guerra o la paz, mayores o menores impuestos, más o menos gasto público, cómo combatir la pobreza o crear empleos, permitir o prohibir la pena de muerte, el aborto, los casamientos homosexuales o lo que fuera. La campaña tenía que ver con el alma de México, con los amplios temas ideológicos inmensamente abstractos y parcialmente imaginarios como el nacionalismo, la separación de la iglesia y el Estado, mercado vs. Estado, aplicación de la ley vs. erradicación del privilegio y la pobreza, pertenecer a América latina o a Norteamérica, pobres vs. ricos.
Vistos desde lejos, estos temas de campaña tal vez no hayan sido algo malo: después de todo, los países necesitan este tipo de discusión cada tanto. Pero, en realidad, la discusión prácticamente no tuvo sentido, ya que las políticas que teóricamente habrían surgido del apoyo del electorado de una visión del mundo o la otra eran inviables o ya estaban vigentes. Calderón no puede entregarle la educación a la Iglesia, privatizar Pemex (la compañía petrolera estatal) o abolir los programas sociales de lucha contra la pobreza, que fue lo que sus adversarios, erróneamente, dijeron que haría. Y López Obrador no habría podido alejar a México de Estados Unidos, revisar el NAFTA, reorientar masivamente y de la noche a la mañana el gasto público, eliminar la pobreza y crear millones de empleos a través de programas de infraestructura no consolidados, como dijo que haría, tal vez con verdadera convicción.
Como en la mayoría de los casos, este tipo de debates ideológicos bizantinos no conducen a ninguna parte, pero sí impiden las discusiones significativas de políticas. Dado que los debates sobre estas políticas no se produjeron, tendrán que empezar ahora e, inevitablemente, polarizarán aún más a una sociedad que ya está profundamente dividida.
Calderón no sólo se verá afectado por esta división ideológica artificial; también tendrá que confrontar la misma parálisis con la que Fox y su antecesor, Ernesto Zedillo, se toparon desde 1997.
Las instituciones actuales de México fueron diseñadas y construidas para un régimen autoritario, no para la democracia, y funcionaron mientras México era gobernado por un solo partido, el PRI. Cuando llegó la democracia, todos –Zedillo, Fox, quien escribe y muchos más- pensaron que seguirían funcionando las mismas instituciones, a pesar de un contexto radicalmente diferente.
Nos equivocamos y el nuevo presidente debe enfrentar el mismo desafío: no respecto de cómo gobernar con estas instituciones disfuncionales, sino cómo reemplazarlas con algo que funcione. Este es el desafío más importante al que se enfrenta Calderón: diseñar y construir nuevas instituciones debería ser su principal prioridad.

Lograr, después de mucho tiempo, una reelección de representantes parlamentarios; llamar a un referéndum para enmendar la Constitución; crear un sistema híbrido, semi-presidencial, semi-parlamentario que aliente la formación de mayorías legislativas en un entorno de tres partidos; permitir que se postulen candidatos independientes, forzando así una realineación partidaria; y abolir el financiamiento de campaña al estilo norteamericano, donde el tiempo de aire se compra y no se adjudica, y que llevó a que la elección del domingo probablemente fuera, en términos de dólar por voto, la más cara del mundo. Estas son las reformas más importantes y urgentes.
Con estas reformas, México finalmente puede empezar a cosechar los frutos de diez años de estabilidad y continuidad –no una hazaña menor para un país que anteriormente había sufrido crisis importantes en cada década desde los años 60-. Con las reformas, se pueden tomar las decisiones sustanciales que tan urgentemente se necesitan y que afectarán directamente la vida de los mexicanos –energía, impuestos y reforma laboral, el mejoramiento de la educación y la reducción de la pobreza-. Sin las reformas, el país seguirá avanzando laboriosamente y, no importa cuán intensa sea la postura de la gente en este sentido, el verdadero cambio seguirá siendo imposible.

project-syndicate

La necesidad de reformas que abran puertas/Jorge G. Castañeda.

Publicado en El País, 16/07/06:

Calderón ganó; López Obrador perdió; y el PRI se desplomó. Quizá pasen más de mil años, muchos más, como dice la canción, pero al final Calderón se instalará en los Pinos (y afortunadamente no en el Palacio Nacional, como quería Obrador).

Tendremos que escudriñar las encuestas de salida para determinar por qué exactamente la gente votó como votó, pero algunos datos preliminares de la encuesta de salida del diario mexicano Reforma y de reflexiones propias permiten aventurar algunas hipótesis.
En primer lugar, aunque López Obrador sí se llevó el mayor número de votantes independientes y un número nada despreciable de votantes de Fox en 2000, su ardid conceptual no caminó. Al final de cuentas, AMLO le dijo a México: el país es un desastre, para arreglarlo echemos a los que están, y pongamos a unos nuevos que lo arreglen, esto es, los que produjeron el desastre. Nunca antes un candidato puntero del PRI (restaurado) había aglutinado a personalidades de tanto sexenio priísta anterior. De Luis Echeverría (1970-1976); de José López Portillo (1976-1982); de Miguel de la Madrid (1982-1988); de Salinas de Gortari (1988-1994). Aparentemente la gente no se tragó el anzuelo: ¿cómo se compone el desastre con los que lo crearon?
En segundo término, la gente votó por la continuidad. El 60% de los que consideran que les va mejor hoy que hace un año votaron por Calderón; más del 60% de los que aprueban a Fox votaron por Calderón; y más de 60% aprueba a Fox. Al final, la gente le tuvo miedo a la aventura y prefirió la continuidad, la estabilidad, la tranquilidad, todos éstos siendo términos y realidades imperfectas y relativas. Los votantes, quizá sin gran entusiasmo, pero con mucha firmeza, prefirieron la grisura a los sombrerazos, la mediana permanencia a la ruptura estridente.

Tercera reflexión: Calderón ganó solo. Muchos le reprochamos/sugerimos que le convenía “desenpanisarse” y buscar alianzas con otros sectores. No lo hizo. Tuvo razón. No le debe nada a nadie, salvo a su pequeño grupo de colaboradores y a su partido. Si así lo desea, puede gobernar solo. No es poca cosa en un país donde el presidente siempre llega a la silla inmerso en una maraña de compromisos, de promesas y de amigos.

Pero la reflexión más importante seguramente consiste en la configuración del futuro. La nueva Cámara y el nuevo Senado evocan pesadillas: más atomizadas, inexpertas, enconadas y desprovistas de sustancia entre sus miembros que las tres lamentables legislaturas de 1997 a 2006. Gobierno de coalición o no, de unidad nacional o no, monocolor del PAN o no, de aliados con votos bajo el brazo o no, se antoja enormemente difícil lograr cualquier tipo de mayoría estable o incluso de mayorías funcionales tema por tema más allá del presupuesto y algunos asuntos corrientes. Calderón puede usar su mandato y su destreza política para armar mayorías reforma por reforma, hasta que le pase lo que a Fox: el desgaste. O puede empezar y priorizar a ultranza la reforma de las reformas.
En otras palabras, puede, incluso durante el periodo de transición, y en particular con la legislatura saliente, proponerse lograr cuatro reformas que abrirían la puerta a las otras. Hemos tenido oportunidad en estas y otras páginas de repetirlas hasta el cansancio, pero va una vez más:
Uno. La madre de todas las reformas: el referéndum para modificar la Constitución. Salvo Estados Unidos, no hay país con régimen presidencial que no cuente con este instrumento.
Dos. La reelección de diputados y senadores, sin la cual no hay rendición de cuentas posible para los legisladores.
Tres. Establecer un régimen híbrido semipresidencial/semiparlamentario para lograr mayorías y gobernabilidad.
Cuatro. Aprobar la segunda vuelta en la elección presidencial y en su caso en las legislativas para que no nos vuelva a suceder lo del pasado domingo 2 de julio. México necesita presidentes con más del 36% del voto.
Si Calderón define claramente una prioridad como ésta y si logra sacar adelante estos cambios, empezará su sexenio con el pie derecho. Si enseguida utiliza las reformas para profundizar, mejorar y ampliar los programas de combate a la pobreza, creando las redes de protección social para los sectores no organizados de la sociedad, podrá trastocar a fondo la tendencia actual en América Latina.
En lugar de Gobiernos de centro-izquierda como Chile, Uruguay y Brasil, que con dificultades le imprimen un sello social y humano al consenso de Washington, sin poder ir mucho más lejos; en lugar de Gobiernos de izquierdas ideologizados como en Venezuela, Bolivia y Argentina, que a la larga le harán más daño que bien a los pobres a quienes pretenden representar; en lugar de Gobiernos de centro-derecha (Colombia) que hacen caso omiso de la pobreza y de la desigualdad; México podrá tener un Gobierno que busque y encuentre soluciones duraderas, prioritarias, fondeadas y modernas a estos retos, decisivos para toda América Latina.

After Mexico's Election
The United States Ought to Respond Better This Time
By Jorge G. Castañeda
The Washington Post, Sunday, July 16, 2006; Page B07
Close elections are no big deal; they happen nearly everywhere and very often. If the close July 2 vote in Mexico, my country, seems surprising and confusing, it's simply because there have been very few real elections, close or otherwise. Most scholars would agree that in the country's entire history, at most four presidential votes would qualify by international standards: those of 1911 and 1994 (sort of), Vicente Fox's in 2000 and now Felipe Calderón's.

Mexico has never been very adept at transferring power regularly, peacefully and democratically; indeed, one can argue that only during the past decade has the country even begun to do so. Thus it is quite logical that Mexico's political actors, institutions and media should be somewhat at a loss as to how to proceed in view of the result: The winner was declared by barely half a percentage point, and the loser's followers are experiencing serious difficulties in digesting what for them is a totally unexpected defeat.
Despite the uncharted waters Mexico is navigating, three courses of action are in order.
First, the established electoral procedures must be followed expeditiously, so that sincere doubts and questions are addressed but without having Mexico's still-precarious democracy irreparably damaged by one more instance of an aborted transfer of power. Accepting Andrés Manuel López Obrador's claim of fraudulent behavior by the nation's autonomous and trusted electoral authorities (particularly the Federal Electoral Institute, or IFE) is a non-starter; trying to reasonably accommodate his followers' desire for a partial and solidly grounded recount is not too much to ask, as long as it is really the end of the road.
Second, Calderón has to reach out, if not to his adversaries, at least to their constituencies. This is especially true for López Obrador's supporters from the bottom of the income scale. Most foreign observers' politically correct impression that all of the poor voted for the left and all Calderón's votes came from urban, middle-class white Catholics is inaccurate. A respected exit poll showed that 38 percent of López Obrador's voters had only elementary schooling, while 33 percent of Calderón's did; 45 percent of the leftist candidate's constituents went to middle and high school, while 43 percent of Calderón's did; and only in relation to university graduates, where Calderón obtained 21 percent of his votes, and López Obrador 16 percent, was there a statistically significant difference.
Nonetheless López Obrador did come to represent many of the aspirations of the poor, and Calderón should make some of his rival's proposals part of his government program, regardless of whether it changes anything in this protracted electoral dispute. He could easily, for example, seek to establish a universal pension for the elderly poor, if López Obrador's party agrees to help fund it in Congress; he could seek to create a national health service that would deliver basic care to everybody, if there is funding from Congress; and he could even take up López Obrador's somewhat simplistic educational program and commit himself to creating 30 universities and 200 high schools over the next three years. None of this would change López Obrador's attitude -- he wants to be president at all cost, not to have his platform implemented -- but it would certainly modify that of his supporters, and show that Calderón understood the election's overriding message: There are too many poor in Mexico, and something has to be done about it.
Finally, the United States should count its blessings. Calderón's apparent victory spared Washington a major conundrum. I say "apparent" because, according to some, it is still in doubt. But after two full tallies, numerous exit polls and quick counts all pointing in the same direction, it seems inconceivable that Mexico's Electoral Court of Appeals would either cancel the election or overturn the IFE's decision. López Obrador is perhaps not another Hugo Chávez, but he certainly could be taken for another Luis Echeverría, the country's president between 1970 and 1976, who was just recently indicted for crimes against humanity for the Tlatelolco massacre in 1968, when he was interior minister. And López Obrador never clarified his stance on Chávez or Cuba, for that matter: what he really thought about the way both countries were governed. He is showing his true colors by not only refusing to accept the IFE's decision -- he of course has the right to challenge it in the courts -- but also contesting it in the streets, and by denouncing the IFE and Fox as traitors to democracy and the architects of electoral fraud.
So Washington would do well to recall, as many have said before, that it is one thing to have Evo Morales in the Andes or Hugo Chávez along the Orinoco and quite another to have a populist on the border. When the time comes again to take up the bilateral agenda -- immigration, border security, water management and infrastructure, working together at the United Nations and the Organization of American States, fighting organized crime in both countries -- Washington should remember its close call, and give Felipe Calderón the full support it denied Fox after Sept. 11 -- support that would have helped Mexico, Fox and Calderón immensely.
The writer was foreign minister from 2000 to 2003 and is now global distinguished professor of politics and Latin American studies at New York University.

II Asamblea informativa de AMLO


Según datos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal - última cifra- asistió un millón 100 mil personas a la marcha y mitin convocado.
En una entrevista con los reporteros Andrea Becerril, y Roberto Garduño de La Jornada, AMLO se comprometio a que este domingo presentaría y demostraría que hubo falsificación masiva de actas por parte de la autoridad electoral; también lo reitero el viernes pasado a la periodista Carmen Aristegui en W radio: "sí, vamos a presentar pruebas", dijo.
Y, este domigo 16 de julio AMLO no presento las pruebas. Otra vez será como dice la canción. Quizás paara la II Assamblea, el próximo 30 de julio.
¡Lástima!

Discurso de AMLO en la segunda asamblea informativa en el Zócalo, hoy 16 de julio del 2006.
Amigas y amigos:
Mi agradecimiento profundo a todas y todos ustedes por su presencia en esta Segunda Asamblea Informativa. De todo corazón, muchas gracias, a quienes han llegado de las distintas regiones del país, marchando, en caravana o por su cuenta, en todos los casos, por voluntad y pagando sus gastos con sus propios recursos.
Están aquí ciudadanos de Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Coahuila, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Zacatecas y el Distrito Federal.

Ustedes y yo sabemos que no es en vano todo este esfuerzo. La causa que estamos defendiendo es de gran trascendencia histórica para México.
Están aquí no sólo para apoyar a una persona, sino para defender el irrenunciable derecho del pueblo a elegir libremente a sus gobernantes.
Por eso, precisamente, debemos tener muy claro el objetivo central de nuestro movimiento. No sólo luchamos por el reconocimiento de nuestro triunfo legítimo en la elección presidencial, sino por una causa superior, la de hacer valer la democracia en nuestro país.
No podemos aceptar una regresión, un retroceso democrático. En la historia política reciente de nuestro país, abrir espacios para lograr elecciones libres, equitativas y limpias ha costado muchos sacrificios; inclusive, la vida de miles de mexicanos.

No podemos aceptar que con la ilegalidad, el dinero y las trampas, un grupo de privilegiados quiera imponer a un presidente ilegítimo.
No podemos aceptar que se cancele el derecho del pueblo a una vida mejor mediante la vía democrática.
No podemos permitir que nos quiten el derecho a la esperanza. Por eso, repito, el objetivo general de este movimiento es la defensa de la democracia.
En uso de nuestras facultades y derechos, estamos recurriendo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para que ordene abrir los paquetes electorales y llevar a cabo un auténtico recuento de los votos.

No es casual que la consigna de “voto por voto, casilla por casilla”, haya surgido de la gente y tenga mucho sustento y razones de fondo.
Informo a ustedes que, además de la actitud facciosa del IFE durante las campañas; de la manipulación de los sistemas de cómputo; de la falta de equidad en la compra de publicidad en medios de comunicación; del dinero a raudales de procedencia desconocida, gastado por nuestros adversarios; del activismo ilegal de los grupos de intereses creados; de la guerra sucia; del uso de programas y recursos públicos en apoyo al candidato de la derecha, así como de la tenaz injerencia del presidente de la República, ahora puedo decirles, que además de todo esto, se falsificaron los resultados en las actas de escrutinio y cómputo.
Por ejemplo, de la revisión que hemos llevado a cabo, el 60 por ciento del total de las 130 mil 788 actas, mantienen “errores aritméticos”, entre comillas; es decir, hay miles de actas donde la votación total más las boletas sobrantes, es mayor o menor a las boletas recibidas; miles de actas en donde la votación total es mayor o menor a las boletas depositadas, y miles de actas donde la votación total más las boletas sobrantes, es mayor o menor que la lista nominal, más 10.

Lo aclaro más: hay cerca de un millón y medio de votos que no están sustentados en boletas electorales; o sea, las actas de escrutinio no reflejan la verdadera votación, porque apuntaron más o menos votos que los depositados en las urnas.
Desde nuestro punto de vista, esto explica, en buena medida, el por qué, cuando se permitió abrir algunos paquetes electorales y hace el recuento en los Consejos Distritales, aparecieron casos donde el candidato de la derecha, fraudulentamente, tenía de 100 a 200 votos de más y nosotros hasta 100 votos de menos, por casilla.

Todas estas pruebas se presentaron en tiempo y forma en el recurso de inconformidad que interpusimos ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. De modo que esta institución tiene elementos cuantitativos y cualitativos para ordenar que se abran los paquetes electorales y se cuente voto por voto, casilla por casilla.
Tengo la certeza absoluta que, si se lleva a cabo el recuento de los votos, va a quedar demostrado que nosotros triunfamos limpia, legal y legítimamente en las elecciones del 2 de julio.

Desde esta plaza pública hago un llamado al candidato de la derecha para que actúe de manera responsable y acepte, sin ningún pretexto, la revisión de las actas y el recuento voto por voto en todas las casillas del país. Si él sostiene que ganó, no tiene por qué negarse. El que nada debe, nada teme. Le recomiendo que piense que la mancha de una elección fraudulenta, no se borra ni con todas las aguas de los océanos. Le recuerdo, también, que México, nuestro gran país, y su pueblo, no merecen tener un presidente de la República espurio sin autoridad moral ni política.

Además, repito: no es válido que nuestros adversarios se refugien en argumentos legaloides, de falta de tiempo o de carácter técnico, para negarse a abrir los paquetes electorales, cuando lo que está en juego es la democracia y la estabilidad política del país. Nadie debe temer a que la elección se limpie, se resuelva y se califique ante los ojos de México y el mundo.

No es mucho pedir que haya transparencia. Reafirmemos todas y todos nuestras demandas:
¡Para la estabilidad política, económica y financiera del país… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para avanzar y dejar atrás la cultura política de la desconfianza… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para que todos los mexicanos estemos bien con nuestra conciencia cívica y con nosotros mismos… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para contribuir a la paz social… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para que no siga triunfando el dinero sobre la dignidad y la moral del pueblo… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para que a ninguna mexicana o mexicano que votó el 2 de julio le quede la sensación de insatisfacción o farsa… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para que nunca se cierren las puertas a la democracia… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para mantener en alto el decoro de México… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para fortalecer las instituciones… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para afianzar la legalidad… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para alejar la confrontación irracional… voto por voto, casilla por casilla!
¡Para contribuir a la reconciliación y a la unidad de los mexicanos… voto por voto, casilla por casilla!
Amigas y amigos:
En tanto resuelve el Tribunal sobre nuestra demanda, pongo a consideración de ustedes las siguientes acciones:
1. Reforzar los campamentos ciudadanos ubicados en las afueras de las 300 instalaciones de los Consejos Distritales donde se encuentran los paquetes electorales. Estos campamentos son indispensables para evitar que se introduzcan o extraigan boletas de los paquetes electorales de manera ilegal.
La propuesta es que estos 300 campamentos se conviertan en centros de toma de decisión, información y divulgación a favor de nuestra causa y que a ellos puedan asistir y participar intelectuales, artistas y personalidades de la sociedad civil.
2. Llevar a cabo, a partir de esta semana, las primeras acciones de resistencia civil pacífica. Con este propósito, se integrará un comité ciudadano qué definirá qué tipo de acciones y en qué circunstancias se llevarán a la práctica.
3. Celebrar la Tercera Asamblea Informativa el domingo 30 de julio, con una marcha como la de hoy, del Museo de Antropología e Historia al Zócalo, a las 11:00 de la mañana.

Tengamos presente que nuestros adversarios le apuestan, entre otras cosas, al desánimo y al desgaste de nuestro movimiento.

Otra vez les vamos a demostrar que cuando se quieren pisotear la dignidad y los derechos ciudadanos y se arremete en contra de la democracia, siempre hay mujeres y hombres con principios y convicciones, que ni se cansan ni mucho menos se rinden. Como ha dicho Carlos Monsiváis: “alguien que sólo conoce el desánimo y el abatimiento, nunca será digno del pesimismo”.
Amigas y amigos:

Todos los aquí presentes y los que no pudieron venir, debemos sentirnos orgullosos de estar viviendo estos momentos tan decisivos para la vida pública de México.
Tengo la convicción de que ni con todo el aparato del Estado, usado facciosamente; ni con todo el dinero de un grupo de privilegiados; ni con toda la manipulación que han echado a andar, podrán aplastar la libre, conciente y responsable voluntad de millones de mexicanos. No olvidemos que somos millones de mexicanos, dispuestos a hacer valer nuestros derechos. Y esta es la fuerza más poderosa.
Aprovecho para hacer un reconocimiento a los dirigentes de los partidos de la Coalición, PRD, PT, de Convergencia; de las redes ciudadanas y de la sociedad civil por su actitud de lealtad y congruencia. Estamos viviendo tiempos de definiciones, días de prueba, y todos sabremos estar a la altura de las circunstancias.

En lo que a mí corresponde, vuelvo a decirles: tengan la confianza de que no voy a traicionar al pueblo de México.
Tengo, además, la convicción, de que no estoy solo porque todos estamos juntos.

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