¿Al
suelo, Venezuela?/Carlos Leáñez Aristimuño es profesor de la Universidad Simón Bolívar, de Caracas.
El País | 6 de diciembre de 2013
Cuando
Antonio Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados gritando “¡al suelo!” y
disparando al techo, yo, venezolano nacido en democracia, pensé con dolor:
“¡Pobre España!”. Arrellanado en un cómodo sillón, imaginaba que la libertad
había llegado a mi país para quedarse y que el bienestar generalizado era
cuestión de una o dos décadas. No podía estar más equivocado: hoy el asedio a
la libertad en Venezuela es brutal y campea la pobreza en todos los ámbitos.
Pero este asalto a la democracia ha sido más sutil que el de Tejero. También,
claro, requiere ponernos a nivel del suelo, pero no del físico, sino del
cognitivo: viene de la mano de la quiebra de la lengua.
Todo
poder que aspira a meter en cintura a una sociedad debe controlar la lengua:
ella es la llave que nos hace el universo inteligible, es la aduana de nuestra
mente. De no ser sincronizada con el régimen, podría alguien gritar “el rey
está desnudo”. Y podría otro prestarle atención, lo cual sería muy grave. Lo
óptimo, lo total, es que nadie pueda emitir el grito. Ello es imposible:
siempre quedan cabos sueltos de libertad. Pero sí es factible lograr que muchos
—masas crédulas y dependientes del poder— miren como loco o malvado a quien
grite, a quien no acate la versión oficial.