16 oct 2006

Benedicto XVI a Turquía

Confirmado. Tal y como se esperaba Benedicto XVI visitará Turquía del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 2006.

Un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede explica que el viaje tiene lugar como respuesta a la invitación del presidente de la República Turca, Ahmet Necdet Sezer.
El Papa llegará a Ankara el 28 de noviembre; el día 29, visitará Esmirna (o İzmir), la tercera ciudad más grande del país, conocida como La perla del Egeo; y Éfeso, ciudad en la que vivió y estuvo cautivo san Pablo de Tarso, así como san Juan, el evangelista, acompañado, según la tradición por la Virgen María. se mismo día llegará a Estambul, la antigua Constantinopla, donde permanecerá hasta el 1 de diciembre. De este modo, el pontífice cumplirá con el objetivo original de su viaje: responder a la invitación del patriarca ecuménico Bartolomé I para participar en la fiesta del patrono de ese patriarcado, San Andrés, que se celebra el 30 de noviembre.

Es una buena oportunidad para precisar claramente obre las relaciones entre islam y cristianismo.
Turquía es una república democrática, laica y constitucional, cuyo sistema político fue establecido en 1923. De sus más 70 millones de habitantes, el 99% son musulmanes, en su mayoría suníes. Los católicos son una pequeña minoría, a saber: el 0,05%.

Informe de Negroponte


Los análisis del aire recogidos por los Servicios de Inteligencia norteamericanos en la zona donde Corea del Norte confirman que la prueba militar del 9 de octubre tuvo un carácter "nuclear".
El breve informe de la Dirección Nacional de Inteligencia, que dirige John D. Negroponte, indica que la explosión subterránea fue de menos de un kilotón (mil toneladas de explosivo TNT), una explosión relativamente reducida. Sólo como referente la bomba atómica de Hiroshima en 1945 fue de 12,5 kilotones.
Las muestras de aire analizadas por la Inteligencia fueron tomadas el pasado martes 10 por un avión equipado especialmente para ello, que sobrevoló el mar de Japón.
En un breve comunicado en su página de Internet, la CIA difunde los resultados finales de sus análisis.

El anuncio se difunde el mismo día en que el presidente de EE UU, George W. Bush, se ha reunido en la Casa Blanca con su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y con el embajador ante la ONU, John Bolton, para perfilar la estrategia en relación con la crisis nuclear norcoreana.
Tanto Rice como Bolton aseguraron ayer que el principal objetivo de Washington ahora consiste en hacer que se cumpla la resolución aprobada el sábado por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Este es el comunicado de la oficina de Jhon D. Negroponte.
http://www.dni.gov/
OFFICE OF THE DIRECTOR OF NATIONAL INTELLIGENCE
PUBLIC AFFAIRS OFFICE
WASHINGTON, D.C. 20511
FOR IMMEDIATE RELEASE
ODNI News Release No. 19-06
October 16, 2006
Statement by the Office of the Director of National Intelligence on the North Korea Nuclear Test
Analysis of air samples collected on October 11, 2006 detected radioactive debris which confirms that North Korea conducted an underground nuclear explosion in the vicinity of Punggye on October 9, 2006. The explosion yield was less than a kiloton..

Resolución 1718

El Consejo de Seguridad aprobó el sábado 14 pasado por unanimidad la resolución que impone sanciones a Corea del Norte por realizar su primera prueba atómica.

La resolución 1818 exige que se suspendan de manera inmediata sus actividades nucleares, y prohíbe la venta o transferencia a Corea del Norte de cualquier tipo de material relacionado con armas "no convencionales"; también prevé el bloqueo aéreo a ese país e impide la exportación de artículos de lujo. Además, se exige que el país asiático reanude sin reservas ni condiciones previas las conversaciones a seis bandas —las dos Coreas, China, Rusia, EU y Japón— sobre su programa atómico, suspendidas desde noviembre de 2005. Y se insta, asimismo, a que acate de inmediato el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Empero, el texto suaviza las inspecciones de los barcos que salen o van con destino al país asiático; en la resolución aprobada, esa provisión se deja al albedrío de los países que pudieran ser afectados, y en su aplicación se excluye todo recurso militar. En el documento se aminora también el embargo de los productos químicos en los flujos comerciales.
Ambas condiciones fueron hasta el último minuto objeto de negociación después de que el embajador chino en la ONU, Wang Guangya, se mostrara contrario a medidas que perjudiquen a los países limítrofes y "puedan afectar la estabilidad de la región". Guangya expresó la necesidad de evitar "provocaciones" que disparen la espiral de tensión con Corea del Norte, que había advertido previamente que consideraría una "declaración de guerra" la aprobación de sanciones por el Consejo de Seguridad.

Y es que China no quiere que el régimen de Kim Jong-il se derrumbe y no le falta razón, primero porque Corea del Norte es un dique frente a los 30,000 soldados de EE UU desplegados en Corea del Sur; segundo, si el régimen norcoreano se hunde, Pekín teme una avalancha de refugiados (miles) que no está dispuesta a acoger.

Aún así el Gobierno de Pekin condenó enérgicamente la realización de la prueba atomica a pesar de que los dos países son aliados desde hace más de medio siglo, y ha aceptado castigar a su vecino. Pero no ha querido que las sanciones sean excesivas. Y es que China es el principal suministrador de energía y ayuda alimentaria a Corea del Norte, y es considerado el país que más puede influir en Kim Jong-il para que regrese a la mesa negociadora y ponga fin a sus ambiciones atómicas.

El sábado, el embajador de Corea del Norte en la ONU, Pak Gil Yon, tras la adopción de la resolución dijo: "la República Popular Democrática de Corea rechaza como injustificable la resolución 1718, y si EE UU aumenta su presión lo considerará una declaración de guerra y continuará tomando medidas de respuesta".
Recomendaciones de Carter

El expresidente norteamericano James Carter emite la siguiente recomendación(EL MUNDO, 16/10/2006), dice que "la situación militar es en estos momentos (es) parecida a la que había hace una década pero peor: estamos todavía en condiciones de destruir el Ejército de Corea del Norte pero si lo hacemos lo más probable es que el resultado sea que haya muchas más de un millón de bajas surcoreanas y norteamericanas. Si en su momento se confirma que la reciente explosión registrada en Corea del Norte ha sido nuclear (¡que lo es!) , la comunidad internacional va a tener que hacer frente una vez más a unas alternativas muy complicadas. Una de las opciones, la más probable, es tratar de obligar a los dirigentes de Pyongyang a renunciar a su programa nuclear con amenazas de tipo militar y un endurecimiento mayor de los embargos de todo tipo, lo que incrementará el sufrimiento de su pueblo, que se está muriendo de hambre(....) La otra opción es realizar un esfuerzo por poner en vigor el acuerdo de desnuclearización de septiembre, cosa que los norcoreanos aseguran que todavía es factible. Existe el marco para un acuerdo paso a paso, siempre y cuando Estados Unidos haga pública una declaración firme y directa de renuncia a hostilidades y avance hacia la normalización de las relaciones si Corea del Norte renuncia a seguir con su programa de armamento nuclear y mantiene la paz con sus vecinos. Cada uno de estos factores tendría que ser confirmado por medidas para congraciar a la otra parte combinadas con inspecciones internacionales sin ninguna clase de impedimentos.

Aunque una prueba nuclear de dimensiones reducidas (¡es el caso!) tiene muy poco que ver con una bomba lista para ser utilizada, esta segunda opción resulta ahora mucho más complicada, por más que sea muy poco probable que los norcoreanos se vayan a echar atrás si Estados Unidos no satisface esta exigencia suya fundamental. El compromiso formal de Washington de no mantener negociaciones directas podría solventarse mediante conversaciones secretas con un enviado especial de confianza, como el ex secretario de Estado James Baker, que a principios de esta semana ha manifestado que "hablar con los enemigos no equivale a contemporizar con ellos". Lo que debe evitarse es dejar que una nación nuclearizada y asediada siga convencida de que se la mantiene excluida de la comunidad internacional, se amenaza su existencia, se le hacen sufrir a su pueblo privaciones espantosas y se abandona a los partidarios de la confrontación el control absoluto de la política militar y general."

Hasta ahí la recomendación de Carter.

Pero- con todo respeto, la opción militar -invasión o ataques quirúrgicos- debería ser descartada. Corea del Norte tiene un millón de soldados, una imponente fuerza de artillería, cientos de misiles y un buen número de aviones de combate; además lo que es grave posee ya tanto bombas nucleares como misiles, pero creemos que no domina todavía, afortunadamente, la técnica necesaria para miniaturizar las primeras, convertirlas en cabezas nucleares e instalarlas en los segundos.

La prueba nuclear es por donde se le vea la expresión de un fracaso colectivo de la diplomacia internacional, y además va tener graves consecuencias para la estabilidad y la seguridad en Asia oriental y, por extensión, en el mundo. En primer lugar, porque podría provocar, en un efecto dominó, la nuclearización de Corea del Sur y Japón. Y si Tokio empieza a debatir seriamente el dotarse de armas nucleares y no digamos si finalmente lo hace, la reacción de China podría ser imprevisible, y también la prueba podría facilitar la transferencia de armamento atómico o de conocimientos nucleares de Pyongyang a otros Estados o, lo que es peor, a grupos terroristas, atraídos por la demostración de fuerza.

El objetivo de la ONU debe seguir siendo el mismo que el de los últimos años: el desmantelamiento completo, comprobable y definitivo de los programas nucleares de Corea del Norte. Cualquier otra cosa prolongaría o agravaría el conflicto.
Según Mohamed El Baradei, director del Organismos Internacionales de la Energía Atómica 40 países disponen de la capacidad tecnológica para desarrollar armamento nuclear en breve. "En esta escalada, ¿quien es el siguiente- se preguntan Vicente Palacio y Mario Esteban- ¿Japón? Corea del Sur, Taiwan quizá? ¿Egipto o Arabia Saudita? ¿Algún país africano? Más allá: ¿Brasil?

Dicen Esteban Vicente Palacio y Mario Esteban, subdirector y coordinador de Asia-Pacífico del Observatorio de Política Exterior Española (Opex) de la Fundación Alternativas (EL PAÍS, 15/10/2006) que en mayo del 2005 la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación fracasó por los bloqueos estadounidenses, egipcio e iraqui. Entonces, una Posición Común presentada por la unión Europea, la de mayor espíritu constructivo, llegó tarde.
¡Ahora es preciso intentarlo de nuevo!

Más sobre Anna


La muerte de la periodista Anna Politkóskaya realmente me impacto. Cuando Jorge Fernández me pidió un comentario sobre su muerte lo acepte de inmediato; lo mismo hice un día después con Ricardo Alemán.
He tratado de compilar alguno de artículos después de su muerte para compartirlos en esta bitacora; pongo hoy el del escritor chileno Jorge Edwards.
Por cierto, tomo prestado también, el primer capítulo de su libro La Rusia de Putin.(Ed. Debate), publicado en el semanario Proceso; la revista Emeequis publica un extracto del libro La deshonra rusa, (editorial RBA Libros, 2004)

La peligrosa actualidad/Jorge Edwards

Tomado de EL PAÍS, 16/10/2006
En la vieja Europa, aunque sea en el rincón ibérico y a diferencia de lo que sentimos en el Finisterre chileno, uno tiene la impresión de que las noticias son un bombardeo constante. Cada día tiene su afán y su sorpresa, y a menudo la sorpresa es mala, terrible. Hace alrededor de tres años participé en Berlín en un jurado internacional de periodismo de reportaje. Me había invitado la revista Lettre International, en la que había colaborado un par de veces. Pues bien, leí manuscritos traducidos del chino y de otros idiomas y obras escritas en inglés, en francés, en español. El texto ganador, por el que voté sin la más mínima duda, fue un reportaje de una periodista rusa, Anna Politkovskaya, sobre la guerra de Chechenia. Era una guerra siniestra vista desde adentro, contada con una valentía a toda prueba, en el estilo descarnado, directo, que es propio del género, pero que en la tradición literaria rusa casi no existe. Recuerdo los enfrentamientos verbales de la reportera con oficiales culpables de atrocidades. Al leerlos, tenía la impresión de que esos militares iban a sacar una pistola y a eliminar a esa interlocutora molesta de un par de tiros. Las noticias norteamericanas dicen que la Politkovskaya era a veces algo atolondrada, que actuaba con poca experiencia. Pero tenemos que preguntarnos qué posibilidades había tenido de adquirir una gran experiencia de reportera, en un país donde la libertad de prensa no se conocía ni de vista y donde el género del reportaje libre sólo había empezado a existir en los años de la juventud de ella.^

Creo que alguna vez hablé de una novela de León Tolstói, Hadji Murat, y de su condición de relato anunciador y precursor. Cuando Tolstói hizo su servicio militar en la región de Sebastopol, a mediados del siglo XIX, fue testigo cercano y hasta participante en una guerra separatista de los chechenos muy parecida a la de hoy. En la novela usó una metáfora que todavía recuerdo muy bien: el narrador compara a Chechenia con una especie de cardo llamado “cardo tártaro”. Uno trata de arrancarlo de la tierra, explica, y se hace profundas heridas en las manos, se complica, suda como un condenado, y el cardo resiste. Era un punto de vista ruso, desde luego, pero también era el resultado de una experiencia dolorosa y única. Es probable que la visión de Tolstói quedara marcada para el resto de su vida por aquellos lugares, por personajes de una resistencia nacional tan duros, tan complejos, tan enigmáticos como Hadji Murat, un guerrillero que se había convertido en leyenda.
Ahora ya conocemos el dramático desenlace de la historia de Anna Politkovskaya. Ella regresó a territorio checheno muchas veces, no bajó nunca la guardia en su denuncia de los horrores de aquella guerra, y acaba de ser asesinada en Moscú, a sus 48 años, en la entrada del ascensor de su casa, por un pistolero profesional. Había sido amenazada muchas veces y ya sabemos hacia dónde apuntan todos los indicios. Los asesinatos no explicados, a manos de asesinos a sueldo, forman una serie larga en la Rusia de años recientes. Las víctimas son periodistas, profesionales, hombres de negocios que han entrado en enfrentamientos de diversa naturaleza con la política oficial. En los días que siguieron a este nuevo crimen, Vladímir Putin ni siquiera se dignó referirse al suceso. Ahora, después de una larga conversación con Angela Merkel, ha dicho que el asesinato de Anna Politkovskaya le hace mucho más daño al Gobierno ruso que sus denuncias de la guerra. Ha insistido, además, en un criterio muy característico de la Rusia pos-soviética: la influencia del periodismo, por combativo que sea, en la acción real del gobierno es escasa, perfectamente marginal. En otras palabras, Putin nos quiere hacer creer que el asesinato es la probable obra de sus enemigos políticos y no de sus esbirros secretos. Pero ocurre que la Rusia dominada por mafias, dotada de un Estado de derecho incipiente, tiende a recurrir a métodos que son comparables a los de Lavrenti Beria y de otros jefes de las policías secretas del estalinismo. Y al pensar así, no podemos olvidar que Putin hizo su carrera en los servicios de seguridad.

Si observamos el panorama actual sin prejuicios, sin hacernos ilusiones, las conclusiones son inquietantes. ¿Llegaremos alguna vez a saber algo sobre el asesinato de Politkovskaya, aparte de conocer esas imágenes siniestras de su asesino pocos minutos antes del crimen? Nosotros, en Chile, y creo que es un mérito nuestro, a pesar de todas las críticas, y en especial de las críticas europeas, sabemos mucho y estamos en vías de saber todavía más de los crímenes de Orlando Letelier, del general Prats, de Carmelo Soria, de tantos otros de nuestros torturados y desaparecidos. A menudo, sentimos la tentación de pedir un punto final, pero la realidad contemporánea nos indica que es mejor el conocimiento, el exorcismo de los fantasmas y los demonios practicado por la memoria colectiva, que el silencio y la ignorancia elevados a la condición de sistema. Después del asesinato de Orlando Letelier, para citar un caso concreto, los portavoces de la dictadura sostenían en todos los tonos que el crimen perjudicaba al régimen de Pinochet y sólo beneficiaba a sus enemigos. Es decir, los regímenes autoritarios actúan con los mismos reflejos condicionados en todos los lugares y en diferentes épocas. Además, mienten sobre sus objetivos esenciales: con cada crimen, las dictaduras no sólo persiguen destruir a un enemigo particular, más o menos peligroso, sino además amedrentar, producir un efecto general de miedo colectivo.

El comunismo al estilo del siglo XX se acabó en el mundo, con algunas excepciones marginales, pero no hemos examinado todavía los temas de fondo del poscomunismo. En la Rusia de hoy existen síntomas de un apego incipiente, menor, en alguna medida patético, a las libertades occidentales. Si uno piensa en figuras como Isaac Babel, Osip Mandelstam, Mijaíl Bulgákov, Alexandr Solzhenitsin, en un hombre de ciencias desencantado de su papel y convertido en disidente, como era el caso de Andréi Sájarov, llega a la conclusión perturbadora de que la situación actual es probablemente peor. Los grandes disidentes, sobre todo en los años que siguieron a la muerte de Stalin, tuvieron la posibilidad de formarse como intelectuales críticos y a la vez de utilizar las reglas jurídicas del sistema para defenderse. Boris Pasternak, por ejemplo, no pudo viajar a Estocolmo a recibir su Premio Nobel, pero pudo sobrevivir adentro de su país y ejercer una influencia interna, como poeta, como hombre de ideas, como traductor, sin duda extraordinaria. He visitado alguna vez su dacha de Peredelkino y he tenido esa impresión: la de una fuerza vigilada, encadenada, pero que se dejaba sentir a todo lo largo y lo ancho del territorio. Se podría llegar a una conclusión paradójica: Stalin no había conseguido y hasta cierto punto no había querido destruir la tradición de cultura de su país. Es probable que el enorme esfuerzo de la guerra, además, lo haya empujado a rescatar valores que tenían algún tipo de relación con algo que podríamos llamar el espíritu ruso. Cuando escucho alguna sinfonía de Dmitri Shostakóvich, alguna cantata de Prokófiev, cuando leo algún poema de Pasternak o de Anna Ajmátova, siento que ese estado de ánimo, esa actitud profundamente creadora, podían existir a pesar de Stalin. Y Stalin, dictador intuitivo, astuto, conocedor de su país, se manejaba frente a esas fuerzas con evidente prudencia. La historia del periodo está llena de curiosos episodios de encuentros del Padre de los Pueblos con los grandes personajes del cine, del teatro, de la música, de la poesía. Podía ocurrir que felicitara al cineasta Eisenstein después del estreno de Iván el Terrible y que acto seguido prohibiera la exhibición de la película. La última lectura recomendable para conocer estas situaciones por dentro es el Koba del escritor inglés Martin Amis.

Da la impresión de que en la Rusia de ahora, la de Vladímir Putin, no existe el menor desliz, la menor complejidad, el más mínimo respeto por estas realidades intangibles. La herencia del impresionante pasado cultural ruso, amenazada, sofocada, subsistía incluso en los años más duros del estalinismo. Ahora, en cambio, en una caricatura de democracia, tenemos la impresión de que Rusia se ha convertido en un desierto. Y es necesario agregar algo todavía peor: que todo esto ocurre con una relativa, hipócrita complicidad de Europa y de Occidente.
El ejército de mi país y sus madres/Anna Politkóvskaya*
Tomado de la Revista Proceso No. 1563, 15/10/2006
En Rusia, el ejército es un sistema cerrado escasamente distinto de una cárcel. Nadie ingresa en el ejército ni en la cárcel sin el beneplácito de las autoridades. Y una vez dentro, la vida es la de un esclavo.Todos los ejércitos del mundo intentan mantener en silencio lo que hacen, y quizá sea esa la razón de que hablemos de los generales como si fueran una tribu internacional cuyo perfil de personalidad es el mismo en todo el planeta, independientemente del Estado o presidente al que sirvan.
Sin embargo, en Rusia el ejército –o mejor dicho, la relación de éste con los estamentos civiles– tiene sus particularidades específicas. Las autoridades civiles no tienen ningún control sobre lo que el ejército puede llegar a hacer. Un soldado raso pertenece a la casta más baja dentro de la jerarquía. No es nadie. No es nada. Tras los muros de cemento de los cuarteles, un oficial puede hacer lo que le plazca con un soldado. Igualmente, un oficial superior puede realizar lo que se le antoje con otro de inferior rango.
Seguramente estarán pensando que la situación no puede ser tan mala.
Bueno, no siempre lo es. A veces es mejor, pero sólo porque un individuo especialmente humano ha llamado al orden a sus subordinados. Ese es el único momento en que se atisba algún rayo de esperanza.“Pero, ¿qué hay de los líderes del país?”, se preguntarán. “El presidente es, en función de su cargo, el comandante en jefe y, por lo tanto, personalmente responsable de lo que suceda, ¿no?”
Desgraciadamente, cuando se instalan en el Kremlin, nuestros líderes no hacen el menor intento por refrenar la anarquía del ejército; en lugar de ello suelen conceder aún más poder a los mandos superiores. Si un líder favorece al estamento militar, éste lo apoya, si no, lo socava. Los únicos intentos por humanizar las fuerzas armadas se hicieron bajo el mandato de Yeltsin como parte de un programa destinado a promover las libertades democráticas. No duraron mucho. En Rusia, aferrarse al poder es más importante que salvar vidas de soldados; de modo que, ante las oleadas de indignación provocadas por los estados mayores, Yeltsin acabó ondeando bandera blanca y rindiéndose ante sus generales.
Putin ni siquiera lo ha intentado. Él mismo es oficial de alta graduación. Y ahí se acaba el asunto. Cuando apareció por primera vez en las pantallas de los radares políticos de Rusia como posible jefe del Estado, en lugar de como un impopular director del detestado Servicio Federal de Seguridad (FSB), empezó a hacer declaraciones en el sentido de que el ejército, que había conocido cierto declive con Yeltsin, iba a renacer, y que lo único que necesitaba para ello era una segunda guerra en Chechenia. Todo lo que ha sucedido desde entonces en el norte del Cáucaso encuentra su origen en dicha premisa. Cuando comenzó la segunda guerra de Chechenia, el ejército recibió carta blanca, y así, en las elecciones del año 2000, votó como un solo hombre a favor de Putin. Para el ejército, el conflicto ha resultado enormemente provechoso, una fuente de acelerados ascensos, de más y más condecoraciones y el despegue de numerosas carreras. Los generales en activo sientan las bases de sus futuras trayectorias políticas y son catapultados a la élite política. Para Putin, el renacimiento del ejército es un hecho tras las humillaciones sufridas con Yeltsin y la derrota en la primera guerra chechena.
Hasta qué punto ha ayudado Putin al ejército, es algo que veremos en la serie de relatos que siguen. Cada uno podrá decidir por sí mismo si le gustaría vivir en un país donde sus impuestos sirven para sostener semejante institución. ¿Qué sentiría usted si sus hijos fueran reclutados al cumplir los 18 años como “recursos humanos”? ¿Cuán satisfecho se sentiría usted de un ejército del que los soldados desertan en tropel todas las semanas, a veces pelotones o compañías enteras? ¿Qué pensaría usted de un ejército donde, en un solo año, el 2002, murieron más de 500 hombres –todo un batallón–, no combatiendo, sino a causa de las palizas recibidas; donde los oficiales roban desde los vales de 10 rublos que los soldados envían a sus casas hasta columnas enteras de carros de combate; donde los oficiales se encuentran unidos ante el odio de los padres de los soldados porque con frecuencia, cuando las circunstancias resultan demasiado desgraciadas, las enfurecidas madres protestan por el asesinato de sus hijos y exigen el correspondiente castigo? ?
*De la autora reproducimos aquí, con la autorización de editorial Debate, el primer capítulo de su libro La Rusia de Putin.
Extracto del libro La deshonra rusa, escrito por Anna Politkovskaya y publicado por la editorial española RBA Libros, en 2004

I La zona de residencia
–¿Por qué lo mataste?
–No lo sé.
–¿Por qué le cortaste las orejas?
–No lo sé.
–¿Por qué le arrancaste el cuero cabelludo?
–¡Pero si es un checheno!
–Entendido(Extracto del interrogatorio de un soldado de diecinueve años, miembro de la 22 brigada del Ministerio del Interior ruso, estacionada en Chechenia durante el verano de 2001, practicado por un oficial de instrucción de la fiscalía de Grozni.¿Sus nombres? ¡Que caigan en el olvido!)
Al margen de lo que afirman los médicos, neurólogos y siquiatras sobre nuestras posibilidades infinitas, cada hombre dispone de una resistencia moral limitada, más allá de la cual se abre un abismo personal. Esto no significa necesariamente la muerte. Puede haber situaciones peores, como la pérdida total de la propia humanidad en respuesta a las innumerables atrocidades de la vida. Nadie puede saber de qué será capaz si se ve envuelto en una guerra.
El Grozni de hoy ofrece al ser humano razones para caer en este abismo. Lo que se ha construido aquí es un mundo de irracionalidad militar total, y aunque la guerra terminase mañana, quién sabe lo que ocurriría. La situación podría prolongarse mucho tiempo merced a su propia inercia (...)¿En qué consiste la irracionalidad chechena?Un hombre sensato, habituado desde su infancia a llevar una vida normal, es incapaz de comprender el origen de los acontecimientos que están desgarrando Chechenia. Poco importa que este hombre sea checheno o ruso. Que sea un soldado o un combatiente o un ciudadano ordinario que intenta mantenerse al margen para salvar el pellejo… Al cabo de algún tiempo, ante la imposibilidad de encontrar respuestas razonables, la conciencia de este hombre comienza a pudrirse como un champiñón, su espíritu se encuentra en un callejón sin salida.
Pero esto no es la locura; se trata de un fenómeno diferente. Es como si los pilares que han sostenido tu vida hasta ese momento se desmoronasen: empiezas a tener la impresión de que tú también puedes permitirte un poco más de lo que te has permitido hasta entonces, piensas que la moral es una estupidez inventada por ignorantes, mientras que tú eres portador en lo sucesivo de un conocimiento particular…(...)
A veces paseo entre las ruinas de la capital chechena, hablo con sus habitantes, los miro a los ojos, reflexiono de nuevo sobre sus historias y caigo en la cuenta: mi espíritu se niega a creer, refuta, rechaza lo que dicen. Simplemente para protegerse. Creo y no creo, porque quiero mantenerme intacta. Estoy allí para bien y, al mismo tiempo, es como una película…
(...)
•Por una mísera cerveza
Sultan Jadjiev, un joven médico cojo, jefe del servicio de cirugía del Hospital 9 de Grozni, el único que funciona desde que comenzó la guerra, se apoya pesadamente en un bastón para mover su cuerpo herido y retirar la colcha de una paciente acostada junto a la ventana (...).
Sobre la cama yace un cuerpo de mujer, esa criatura divina ensalzada por los pintores y los poetas de todas las épocas y todos los países. Pero el cuerpo parece estar vacío, como pollo al que se le han extraído todas las vísceras, y vuelto a coser.
La visión es insoportable. Los médicos abrieron a esta mujer desde el cuello hasta el pubis. Las líneas trazadas por el bisturí no son rectas: se ramifican como un árbol genealógico de la realeza. En algunas zonas, los puntos de sutura se han soltado y muestran llagas purulentas.
Junto a la mujer hay una enfermera. Acostumbrada a los enfermos de los hospitales militares, no toma precaución alguna: con ayuda de unas pinzas largas, hunde trozos de gasa en las llagas laceradas, como si se tratase de cavidades insensibles, como si actuase sobre un trozo de madera en lugar de un cuerpo. La enfermera farfulla: “Es necesario. Es gasa con un desinfectante. Te sentará bien”.
La mujer martirizada se llama Aichat. No llora ni siquiera cuando la enfermera le clava las pinzas en el cuerpo. Su estado hace brotar lágrimas en los ojos de quienes la ven. Los ojos de Aichat solamente transmiten indiferencia, hacia sí misma y hacia el mundo.“No siento nada”. Mueve los labios grises en un intento de hablar y detener al mismo tiempo las perlas de sudor que le caen al rostro desde el pelo rojo oscuro. Pero le cuesta mucho. Los movimientos de los labios no se corresponden con las palabras que quisiera pronunciar. Tengo la impresión de estar viendo una película muy rara, doblada por una actriz que no respeta el ritmo del discurso.
–Me dispararon –intenta explicar Aichat con un último esfuerzo, luego de un breve desmayo–.
A quemarropa.
–¡Dios misericordioso!
¿Por qué?
–¡Por una cerveza!

Crisis norcoreana

Recomendaciones de James Carter y una reflexión de Mateo Madridejos, periodista e historiador.

Recetas para la crisis norcoreana/Jimmy Carter, ex presidente de EE UU: fundador del Carter Center y ganador del Premio Nobel de la Paz del año 2002

Tomado de EL MUNDO, 16/10/2006.

En 1994, los norcoreanos expulsaron a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica y amenazaron con convertir combustible nuclear ya utilizado como tal en plutonio, lo que les otorgaría la posibilidad de producir armas nucleares. Ante la posibilidad de una guerra en la península coreana, se registró un consenso en el sentido de que las fuerzas armadas de Corea del Sur y Estados Unidos podrían derrotar de forma aplastante a Corea del Norte. Sin embargo, también se daba por hecho que Corea del Norte podía lanzar en un santiamén más de 20,000 proyectiles y misiles a muy poca distancia de Seúl. El general Gary Luck, comandante en jefe de las fuerzas de los Estados Unidos en Corea del Sur, estimaba que las bajas totales rebasarían en gran número las de la Guerra de Corea.

En respuesta a una invitación del presidente de Corea del Norte y con el visto bueno del presidente Bill Clinton, me desplacé a Pyongyang y negocié un acuerdo según el cual Corea del Norte suspendería su programa nuclear en Yongbyon y permitiría que los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica volvieran al lugar para comprobar que el combustible utilizado no era reutilizado en un reprocesamiento. Se acordó asimismo que se abrieran negociaciones directas entre las dos Coreas.

El combustible utilizado -que se calculaba que daba para media docena de bombas- ha seguido estando bajo supervisión y se han mantenido conversaciones bilaterales de gran importancia. Estados Unidos ha dado seguridades a Corea del Norte de que no pendería sobre ella ninguna amenaza militar, de que suministraría combustible de origen fósil para reemplazar la potencia nuclear a la que renunciaba y que contribuiría a la construcción de dos plantas modernas de energía atómica cuyas barras de combustible y cuyo funcionamiento serían supervisados por inspectores internacionales. Las conversaciones en la cumbre dieron como resultado que el presidente de Corea del Sur en aquel entonces, Kim Dae Jung, obtuviera el Premio Nobel de la Paz del año 2000 por sus esfuerzos para mitigar las tensiones en la península asiática, coronadas con éxito.
Sin embargo, a principios de 2002 Estados Unidos incluyó a Corea del Norte en el «eje del mal», la amenazó con una intervención militar, suspendió los envíos de combustible petrolífero y se cerró en banda a considerar la posibilidad de una nueva tanda de conversaciones bilaterales. En sus conversaciones conmigo por aquella época, los portavoces norcoreanos parecían estar convencidos de que las posiciones norteamericanas representaban un peligro grave para su país y para su régimen político.

De manera inoportuna aunque predecible como respuesta, Pyongyang se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear, expulsó a los inspectores de la Agencia de Energía Atómica, volvió a procesar barras de combustible nuclear y empezó a fabricar artefactos nucleares explosivos.
Las conversaciones de las seis naciones concluyeron durante el mes de septiembre pasado con un acuerdo en el que se hacía un llamamiento a Corea del Norte a que renunciara a las armas nucleares y a sus programas nucleares en marcha y se exhortaba a Estados Unidos y a Corea del Norte al respeto mutuo de la soberanía del otro, a la coexistencia pacífica y a la adopción de medidas que normalizaran sus relaciones. Acto seguido, cada una de las partes acusó a la otra de haver infringido el acuerdo. Estados Unidos ha impuesto [a Corea del Norte] sanciones severas en el ámbito financiero y Pyongyang ha optado por la opción nuclear, profundamente inquietante.
La situación militar es en estos momentos parecida a la que había hace una década pero peor: estamos todavía en condiciones de destruir el Ejército de Corea del Norte pero si lo hacemos lo más probable es que el resultado sea que haya muchas más de un millón de bajas surcoreanas y norteamericanas.
Si en su momento se confirma que la reciente explosión registrada en Corea del Norte ha sido nuclear, la comunidad internacional va a tener que hacer frente una vez más a unas alternativas muy complicadas.
Una de las opciones, la más probable, es tratar de obligar a los dirigentes de Pyongyang a renunciar a su programa nuclear con amenazas de tipo militar y un endurecimiento mayor de los embargos de todo tipo, lo que incrementará el sufrimiento de su pueblo, que se está muriendo de hambre. Habrá que afrontar dos hechos importantes: Kim Jong Il y sus jefes militares se han mostrado impermeables a las presiones exteriores y tanto China como Corea del Sur han dado pruebas de que son reacios a desestabilizar el régimen. Lo más probable, por si fuera poco, es que esta forma de abordar el problema fomente una actividad aún mayor en el programa de armamento nuclear.

La otra opción es realizar un esfuerzo por poner en vigor el acuerdo de desnuclearización de septiembre, cosa que los norcoreanos aseguran que todavía es factible. Existe el marco para un acuerdo paso a paso, siempre y cuando Estados Unidos haga pública una declaración firme y directa de renuncia a hostilidades y avance hacia la normalización de las relaciones si Corea del Norte renuncia a seguir con su programa de armamento nuclear y mantiene la paz con sus vecinos. Cada uno de estos factores tendría que ser confirmado por medidas para congraciar a la otra parte combinadas con inspecciones internacionales sin ninguna clase de impedimentos.
Aunque una prueba nuclear de dimensiones reducidas tiene muy poco que ver con una bomba lista para ser utilizada, esta segunda opción resulta ahora mucho más complicada, por más que sea muy poco probable que los norcoreanos se vayan a echar atrás si Estados Unidos no satisface esta exigencia suya fundamental. El compromiso formal de Washington de no mantener negociaciones directas podría solventarse mediante conversaciones secretas con un enviado especial de confianza, como el ex secretario de Estado James Baker, que a principios de esta semana ha manifestado que «hablar con los enemigos no equivale a contemporizar con ellos».

Lo que debe evitarse es dejar que una nación nuclearizada y asediada siga convencida de que se la mantiene excluida de la comunidad internacional, se amenaza su existencia, se le hacen sufrir a su pueblo privaciones espantosas y se abandona a los partidarios de la confrontación el control absoluto de la política militar y general.

Extremo Oriente tras la bomba/Mateo Madridejos, periodista e historiador

Tomado de EL PERIÓDICO, 16/10/2006.

Si el XXI está llamado a ser el siglo de Asia, tomando ésta el relevo de EEUU, con el crecimiento económico mundial irradiando desde la cuenca del Pacífico, el gran viraje estratégico que entraña el ingreso de Corea del Norte en el club de las potencias nucleares tendrá repercusiones inmediatas en las relaciones entre las naciones ribereñas, según se desprende de las duras reacciones no sólo de Washington, ya que el régimen norcoreano forma parte del eje del mal, sino también de Rusia y China, que están irritadas por la osadía del más destacado y megalómano estalinista.

El peligro podría extenderse si la diseminación nuclear se dispara, como cabe augurar tras la reacción arrogante de Irán, y en Washington resurge la hipótesis de la conjunción islámico-confuciana en que se basa el ominoso choque de civilizaciones. Las secuelas serían planetarias si la prosperidad fuera perturbada por restricciones comerciales de todo tipo, de la misma manera que una frenética carrera de armamentos perjudicaría no solo a la segunda economía del mundo, la japonesa, cuando parece haber salido de un decenio de recesión, sino también al prodigioso desarrollo de China, dos pilares del crecimiento mundial.

En 1998, cuando Corea del Norte disparó un misil sobre la mayor isla japonesa, la respuesta en Japón tuvo inequívocos acentos militares y promovió una rápida deriva conservadora y nacionalista. Con la bomba atómica norcoreana, la tremenda sacudida de la opinión pública nipona y los recuerdos lacerantes del Hiroshima y Nagasaki, las dos ciudades martirizadas en 1945, pueden suscitar cambios inopinados en todos los ámbitos y quizá la revisión del tabú nuclear.Con un nuevo primer ministro, Shinzo Abe, al que muchos describen como “un halcón nacionalista”, sin duda quedará debilitado el apoyo popular que merece el pacifismo japonés y probablemente crecerán las presiones para abolir la renuncia de las armas nucleares. Pero la perspectiva de un Japón atómico –si lo deseara, podría fabricar bombas en unos meses– desencadenaría temores y reproches generales, además de amargos recuerdos en toda el Asia oriental que fue víctima de la agresión nipona durante la segunda guerra mundial.Aunque el Japón se mantenga desnuclearizado, Abe asumió el poder el mes pasado con un programa de reforma constitucional y activismo diplomático que entraña notables riesgos. Los cambios en la Constitución de 1947 (redactada por las autoridades norteamericanas de ocupación) permitirían al país dotarse de unas fuerzas armadas sin restricciones (ahora se llaman Fuerzas de Autodefensa) y asumir un mayor protagonismo en la seguridad regional, dependiente de EEUU desde el controvertido pacto de alianza militar de 1960. El primer paso consistirá en acelerar la cooperación con EEUU para la construcción de un escudo antimisiles.
LA REACCIÓN de China, obsesionada por el mantenimiento del statu quo regional, fue expresada con rotundidad por el Diario del Pueblo, que apuntó en la misma dirección de la seguridad y recalcó con pesimismo: “La ruptura del equilibrio en Asia oriental conducirá a una carrera de armamentos nucleares en la región, lo que constituye un desafío para la influencia china en la esfera internacional”. La explosión de la bomba atómica confirma que China, principal aliado y socio comercial, no puede controlar a su imprevisible vecino del norte, como ya demostró el fracaso de la diplomacia preventiva. Las conversaciones de los seis (EEUU, Rusia, Japón, China y las dos Coreas) para una solución negociada del dilema nuclear, celebradas en Pekín por última vez en septiembre del 2005, solo aplazaron el problema.

La actitud de Corea del Sur, orgullosa de su prosperidad, resulta igualmente ambigua. Sus dirigentes detestan al régimen comunista de Pyongyang, la enorme prisión de 23 millones de compatriotas, pero no desean su caída porque podría ser el preludio de una reunificación desastrosa.

ANTES DE viajar a Washington, como lo quiere la tradición, el primer ministro japonés realizó en Pekín su primera visita al extranjero, gesto conciliador y primer paso para la paciente reconstrucción de una diplomacia asiática, prioridad de su programa de ruptura. Los encuentros en la cumbre de ambas potencias asiáticas estaban suspendidos desde el 2001, cuando el entonces primer ministro nipón, Junichiro Koizumi, provocó y perpetuó la cólera china y coreana por sus intempestivas peregrinaciones al santuario sintoísta de Yasukuni, en el que están enterrados algunos criminales de guerra.La visita de Shinzo Abe a Pekín no fue sólo un intento de apaciguar las tensiones debidas a una historia turbulenta y recuperar la iniciativa, sino una apuesta decidida por la conciliación, la interdependencia económica y la superación del engranaje diabólico de la rivalidad tradicional, de una guerra fría que la bomba norcoreana vuelve a colocar brutalmente sobre el tablero del Extremo Oriente. La alianza militar con EEUU volverá a ser prioritaria para el Japón, pero esa situación galvaniza y protege a los estalinistas de Pyongyang y, al mismo tiempo, azuza los recelos de Pekín y Moscú.Una delicada partida que compromete los intereses económicos y estratégicos de las grandes potencias en el nuevo Eldorado del Pacífico.

La abrupta amenaza nuclear rompe el equilibrio, exacerba la vulnerabilidad japonesa y alimentará la incertidumbre.