23 dic 2005

¡Por lo menos la disculpa!

La Emisora de radio española se disculpó este viernes por haber trasmitido una broma al presidente electo de Bolivia EVo Morales.

La junta directiva de la cadena radial COPE, que pertenece por cierto, a la Iglesia Católica española, informó mediante un comunicado que no quizo faltarle el respeto al presidente electo de Bolivia.

"Lamentamos que dicha actuación haya traspasado la línea marcada por los estatutos de Radio Popular, que exigen el debido respeto a las personas y a las instituciones legítimas", señaló un comunicado.
El autor de la broma es ya famosos payaso-locutor David Miner, que se hizo pasar por el jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
La broma fue grabada el martes y trasmitida el mércoles.
Por cierto el periodico colombiano El Tiempo emitió una dura protesta, en la que coincido totalmente, de hecho en este espacio hice lo propio (¡No se vale!)
Dice el editorial: 'Pegas' que no pegan
"Destapada la broma, han protestado el gobierno boliviano y el español. Pero quienes deberíamos hacerlo con mayor vehemencia somos los periodistas pues esta clase de chistes, cuya receta incluye el engaño, la adopción de falsas personalidades y el mal empleo de un legítimo recurso periodístico".
El matutino consideró que "la ética periodística tiene claro que la suplantación activa es un arma inaceptable e irresponsable en la búsqueda de la noticia. (Y) Ningún medio serio puede permitir que un reportero suyo se haga pasar por otra persona o finja detentar un cargo para engañar al entrevistado."
El diario dijo que existe una agravante en este caso porque la broma la practicó una radiodifusora que pertenece a la iglesia católica, y que ha sido una opositora al gobierno de Rodríguez Zapatero.

Vale la pena compartir con Uds. el editorial
El Tiempo, Diciembre 22 de 2005 (http://eltiempo.terra.com)

EDITORIAL /'Pegas' que no pegan

El presidente electo de Bolivia, Evo Morales, recibió una llamada del presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, tras su victoria del domingo... o al menos eso creía. El diálogo reveló a un presidente español mucho más bromista que de costumbre, y a un boliviano discreto, moderado y amable. Tres días después se supo que ni el que llamaba a Morales era Zapatero, sino un bromista de una cadena radial española, ni la intención del telefonazo era felicitarlo, sino burlarse de él.
Se había consumado una nueva ‘pega’ de un medio de comunicación al engañar a un jefe de Estado con una falsa voz. Ya les había ocurrido a Fidel Castro en abril del 2004 con un periodista cubano de Miami que fingió ser Hugo Chávez, y a la reina Isabel de Inglaterra con un locutor que imitó la voz del primer ministro canadiense nueve años antes.
Destapada la broma, han protestado el gobierno boliviano y el español. Pero quienes deberíamos hacerlo con mayor vehemencia somos los periodistas, pues esta clase de chistes, cuya receta incluye el engaño, la adopción de falsas personalidades y el mal empleo de un legítimo recurso periodístico como es la entrevista, contribuye a menguar la credibilidad de la prensa y fomenta la desconfianza en quienes se acercan a una figura pública con el ánimo de obtener de ella una declaración.
La ética periodística tiene claro que la suplantación activa es un arma inaceptable e irresponsable en la búsqueda de la noticia. Ningún medio serio puede permitir que un reportero suyo se haga pasar por otra persona o finja detentar un cargo para engañar al entrevistado. El interés de la ‘chiva’ conseguida con una suplantación así no justifica el uso de supercherías.
Otra cosa son las llamadas suplantaciones pasivas, ocasionalmente utilizadas en el periodismo de investigación y la crónica, que permiten al reportero ocupar ciertos lugares, por lo general anónimos, para contar desde dentro una situación, sin que ello implique engaños dañosos. Es un recurso inofensivo del que surgen clásicos reportajes con títulos como ‘Mendigo por un día’ o ‘La vez que fui taxista’...
La cadena española que perpetró la impertinente chanza se defendió diciendo que fue para un programa de humor. Uno de los autores, Fernando Echavarría, dijo a El TIEMPO: “Simplemente nos adelantamos al 28 de diciembre”. Pero nunca se comunicó a Morales el ‘páselo por inocentes’ y así se lo sometió a un nuevo despropósito, que fue anunciar a la prensa que había recibido una llamada de Zapatero, solo para enterarse entonces de que se habían burlado de él.
Por su propia naturaleza, el humor goza de una licencia social tácita y especial para emplear herramientas que estarían vedadas a otras disciplinas de la comunicación. Así, la parodia –tan socorrida en prensa por Art Buchwald o en radio por Guillermo Díaz Salamanca– es un recurso totalmente válido, porque hay sorna y aun crítica, pero no suplantación ni engaño. Pero incluso dentro del humor se producen desafueros, y el de la Cope ha sido uno de ellos.
El problema es que la influencia de la farándula y la levedad ha provocado la desfiguración de ciertas formas clásicas del periodismo. Pululan los falsos periodistas que, injertados de payasos, sorprenden a la gente en la calle, y no faltan programas como los del formato de También caerás, donde se engaña al entrevistado para aprovecharse de su reacción ante una situación montada que crea un insólito y falso comunicador. Estos híbridos de periodismo y humor que inducen al error y juegan con cartas marcadas deberían contar al menos con el beneplácito del engañado antes de salir al aire.
En el caso de la ‘entrevista’ con Evo hay un agravante: la emisora, propiedad de la Iglesia católica, libra una guerra sin cuartel desde la extrema derecha contra el gobierno socialista de España.
Resulta difícil imaginar que en un espacio cuya responsabilidad global corresponde al periodista Federico Jiménez Losantos –quizás el más encarnizado crítico de Zapatero–, la suplantación de este y el falso diálogo con Evo Morales, cuya inclinación izquierdista es manifiesta, hayan obedecido tan solo a una inocente y simpática broma.
La chanza para mofarse de dos personajes con los que antipatiza la cadena causa daño a los periodistas profesionales y terminará dificultando aún más el acceso a fuentes, labor que cada día se torna más ardua y menos espontánea.
editorial@eltiempo.com.co

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