8 dic 2008

Venezuela, 10 años con Chávez

Hugo Chávez, 10 años de autocracia/Joaquim Ibarz, corresponsal en América Latina
Publicado en La Vanguardia, 06/12/2008:
Hace diez años, millones de venezolanos se dejaron seducir por el verbo cuartelero de un militar sin más experiencia política que un fracasado golpe de Estado. Los electores castigaron en las urnas al bipartidismo y echaron al basurero de la historia los 40 años de la IV República surgida en 1958 del Pacto de Punto Fijo. Muchos no tardarían en darse cuenta de tal desatino. Una década después, el presidente Hugo Chávez ha sustituido sus promesas de cambio social por un proyecto autocrático para perpetuarse en el poder.
El 6 de diciembre de 1998, montado sobre una ola antipartidos que exigía un cambio radical en la sociedad venezolana, a los 44 años Hugo Chávez ganaba la presidencia con amplia mayoría. En las primeras horas después de su triunfo, mostró una inusual moderación. En el discurso pronunciado en la madrugada del 7 en el Ateneo de Caracas, el mandatario electo intentó disipar las preocupaciones que generó su ascenso al poder.
Mostrando una humildad desconocida hasta aquel entonces, hizo promesas que hoy calificaría de puntales del capitalismo. Dijo que era seguidor de la tercera vía del primer ministro británico Tony Blair. "La relación con Washington será prioritaria, porque Estados Unidos es un país que siempre estará allí", manifestó.
Chávez pareció seguir una pauta de conciliación. En su primer gabinete conservó a la ministra de Hacienda de Rafael Caldera, Maritza Izaguirre, y nombró como ministro de Defensa al general Raúl Salazar, un militar de prestigio alejado de radicalismos. Además, para cargos clave designó a conocidos periodistas: Alfredo Peña, director del diario "El Nacional" (ministro de la Secretaría), al conocido comentarista José Vicente Rangel (ministro de Relaciones Exteriores) y a Carmen Ramia (esposa de Miguel Henrique Otero, propietario y actual director de "El Nacional"), jefa de la Oficina Central de Información.
Apenas 72 horas antes de la elección de Chávez, Alfredo Peña (poco después se convertiría en furibundo antichavista) exhortó desde las páginas de "El Nacional" a votar por Chávez: "El país exige cambios profundos, verdaderos y auténticos. Tales reformas y transformaciones vendrán de cualquier modo. Ojalá el parto se produzca sin fórceps, sin violencia. Todo dependerá del comportamiento de las oligarquías privilegiadas. Los cambios son inexorables y se harán por las buenas o por las malas. Es mejor que la revolución democrática se lleve a cabo en el marco del Estado de derecho", escribió Peña.
Un discurso que suscitó esperanzas de cambio
Chávez era un candidato atractivo porque prometía refundar al país sobre los restos de una IV República atravesada por la corrupción y el desastre económico, proponía una Constitución para una nueva democracia y resaltaba el descrédito en el que habían caído los partidos tradicionales.
Chávez ganó la presidencia con un discurso que suscitó esperanzas de mejora a los sectores populares. Llegó al poder como un huracán que cambiaría la historia social, política y económica del país. Los pobres se habían sentido excluidos de la gestión política, económica y social hasta que Chávez los tuvo en cuenta. Su gran mérito inicial fue poner a los pobres y a la pobreza en la agenda política del país. Gracias a los beneficios de las misiones (programas sociales para ayudar a los más desprotegidos) y a un discurso radical que fomentaba la lucha de clases contra ricos y clase media burguesa, Chávez mantuvo una alta popularidad. La utilización político electoral de las dádivas y subsidios permitió que ganara elección tras elección.
Las misiones han sido mecanismos efectivos para paliar la indigencia y atender las necesidades sociales; sin embargo, pese al maquillaje de las estadísticas, no han logrado resolver la problemática de pobreza y desigualdad en el país.
Para ganar las elecciones de 1998, a Chávez le benefició que Venezuela careciera de líderes opositores que despertaran entusiasmo con propuestas de redención social y que se les identificara con los años de corrupción y mala gestión pública. El presidente buscó captar a las masas con un discurso revanchista, paternalista y de inclusión social.
En su discurso de toma de posesión, Chávez no juró cumplir y hacer cumplir la Constitución. Asumió el poder jurando "cambiar la Constitución moribunda". Pasando por encima de la Carta Magna vigente, que le impedía convocar un referéndum para dar paso a la Asamblea Constituyente (Cecilia Sosa, en aquel entonces presidenta de la Corte Suprema de Justicia, agachó la cerviz y permitió la ilegalidad), Chávez logró sus propósitos; en diez meses consiguió reemplazar la Carta Magna por otra hecha a su medida ("populista y de corte militar", según su inspirador Hernan Escarrá), refundó el Estado y lo convirtió en la República Bolivariana de Venezuela.
Prometió acabar con la pobreza, el clientelismo político, la corrupción, la burocracia y poner fin a la dependencia venezolana del petróleo. Diez años después, esas promesas representan el mayor de los sarcasmos.
"Lo que empezó en 1998 como un proyecto de cambio social ha terminado en una única propuesta: la reelección indefinida. Todas las promesas se han concentrado en una sola palabra: Chávez. Él es el pueblo, la revolución y ahora también quiere ser el tiempo", ha manifestado Alberto Barrera Tyszka, coautor del libro "Chávez sin uniforme".
Diez años en el poder se reflejan en el rostro del presidente
Por su parte, Carlos Crespo destaca en el diario "TalCual" que diez años en el poder no han pasado desapercibidos en el rostro de Chávez. Elecciones, golpes de Estado, cambios de gabinetes, reformas y enmiendas constitucionales parecen haber dejado su marca indeleble en la cara del presidente, quien para muchos de sus antiguos colaboradores ya no es el mismo que prometió cambiar a la sociedad venezolana.
Crespo afirma que asesores de la primera época acusan ahora al presidente de fraude a la voluntad popular. Entre estos está el coronel (r) Luís Alfonso Dávila, quien se desempeñó como presidente del Congreso, ministro de Interior y canciller durante el primer mandato de Chávez.
Dávila asegura que el cambio de Chávez va más allá de su apariencia física. Asevera que padece de una "enfermedad de poder" que le ha hecho desviarse de un proyecto colectivo de cambio social a uno personal de conservación de la presidencia: "Definitivamente este no es el mismo Chávez, a este no lo conozco, ni lo quisiera conocer".
"El Chávez de 1998 era portador de una esperanza popular de cambio para todos los sectores sociales: clase media, trabajadores y sectores empresariales incluso; y el de hoy se ha colocado de espaldas a la mitad de la población", afirma el sociólogo Carlos Raúl Hernández.
Según Hernández, "Chávez ya no genera ninguna expectativa para esa parte de la sociedad que se ha divorciado de él y que lo considera una amenaza a la democracia. Para ellos no representa virtudes que le atribuyeron antes". Hernández comenta que Chávez está debilitado porque ya no tiene la capacidad de movilización instantánea. "El chavismo ha sufrido amputaciones y su partido, creado desde arriba, es frágil por no responder a una doctrina y apoyarse en el clientelismo", destaca el sociólogo.
Después del triunfo de Chávez en 1988, la oposición venezolana prácticamente desapareció. Quien alzaba la voz era tachado de fascista y golpista. El presidente se burlaba de sus detractores, a los que reiteradamente calificaba de escuálidos. Los afanes autoritarios del mandatario provocaron que poco a poco la oposición fuera ganando espacios. Periodistas como Teodoro Petkoff (Chávez presionó a la familia Capriles para que lo destituyera de la dirección del vespertino "El Mundo") alertaron del peligro que representaba para la democracia la autocracia que imponía el jefe de Estado. Los medios empezaron a adoptar una actitud crítica y muchos chavistas destacados de primera hora se convirtieron en adversarios.
La valentía del historiador y constituyente Jorge Olavarría
Aunque muchos opositores aún se resistan a reconocerlo, la democracia venezolana debe mucho a Jorge Olavaria, el historiador que si bien apoyó a Chávez en su campaña electoral, fue el primero en romper con él, aún antes de que tomara posesión. "Me separé de Chávez al advertir que era un peligro para nuestras instituciones, tenía a Cuba como modelo a seguir; esto no lo decía en un principio", declaró Olavaria a este cronista en febrero de 1999.
Olavarría, que había sido elegido constituyente por una candidatura independiente, tuvo la valentía de denunciar delante de Chávez, de las más altas instituciones del Estado y del cuerpo diplomático, el rumbo totalitario que seguía Venezuela.
El 5 de julio de 1999, Jorge Olavarría fue designado Orador de Orden por el Congreso Nacional, en un acto en el que manifestó públicamente su rechazo al proyecto de Chávez que ya lo vislumbraba hegemónico y con visos de anular la democracia. En el Día de la Independencia, el diputado Olavarría pidió un juicio político para Chávez. La vigencia de aquel discurso profético marcó un punto de inflexión.
"Si los venezolanos nos dejamos alucinar por un demagogo dotado del talento de despertar odios y atizar atavismos de violencias, con un discurso embriagador de denuncia de corruptelas presentes y heroicidades pasadas, el año entrante Venezuela no va a entrar al siglo XXI, se quedará rezagada en lo peor del siglo XX o retornará a lo o peor del XIX", dijo Olavaria ante diputados y senadores.
"¡Que más se puede decir para sacudir a los venezolanos que me escuchan y sacarlos de su apatía, de su conformismo, de su cobardía cívica. Para alertarlos de lo que puede suceder y va a suceder si se deja pasar lo que se está diciendo y se está haciendo! Mañana, mis hijos y mis nietos no me podrán reclamar el no haber dicho lo que debía decir cuando pude y debí decirlo. Lo dije. Yo cumplí. Ahora les toca a ustedes…", proclamó el historiador.
En diciembre de 2001, el descontento que sentía parte de la sociedad se reflejó en un primer paro nacional contra Chávez. En abril de 2002, el sector crítico de una población cada vez más polarizada condenó la destitución masiva de los principales directivos de Petróleos de Venezuela, situación que derivó en protestas callejeras, disturbios y enfrentamientos, hasta la públicamente anunciada renuncia de Chávez. Los militares, que se negaron a reprimir a los manifestantes, forzaron su dimisión. En cadena nacional de televisión, el general Lucas Rincón anunció que se le había solicitado la renuncia al presidente Chávez y que éste la había aceptado. Media hora después, escoltado por el general Néstor González González, el mandatario fue trasladado desde Miraflores al fuerte Tiuna donde lo recibieron varios militares rebeldes y monseñor Baltazar Porras para que firmara la renuncia.
Pedro Carmona, fugaz dictador
Pedro Carmona juró como presidente interino. Sin embargo, el rumbo dictatorial que siguió este torpe empresario, disolviendo el Congreso y anulando la Constitución, provocó que los propios militares repusieran a Chávez en el poder. El general Raúl Isaías Baduel, jefe de la brigada de paracaidistas, fue determinante para forzar que Chávez reasumiera la presidencia.
Chávez estuvo retenido en la isla de la Orchila. La operación de Rescate de la Dignidad Nacional, dirigida desde el cuartel de Maracay por el general Baduel -luego opositor y perseguido de Chávez-, rescató y reinstaló en sus funciones al presidente preso. Es un falso mito que las movilizaciones populares devolvieron a Chávez a Miraflores. Quienes lo quitaron y repusieron fueron los militares. Durante dos días, este cronista fue testigo de que ante el palacio presidencial no llegaron a juntarse 5.000 personas para presionar a favor de la vuelta del jefe de Estado efímeramente derrocado.
A partir de entonces, Chávez radicalizó lo que llama proceso revolucionario. En su progresiva transformación, criticó al presidente mexicano Vicente Fox -cachorro del imperio-, a los congresistas brasileños -loros al servicio de Estados Unidos-, al presidente colombiano Álvaro Uribe -cobarde, mafioso, mentiroso, cizañero y maniobrero-, al presidente peruano Alan García -canalla, tahúr y ladrón-, tuvo un encontronazo con el Rey de España en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile -¿por qué no te callas?-, y no ha parado de insultar a las primeras autoridades de Alemania, Chile, El Salvador, República Dominicana, etcétera. Sin hablar de los epítetos que ha dirigido reiteradamente al presidente Bush.
Mientras, Chávez recibe a la flota rusa, estrecha relaciones con Irán, firma doce contratos de compra de armamento a Moscú por 5.400 millones de dólares. Y regala más de 35.000 millones de dólares a Cuba, Bolivia, Ecuador, etc.
En el pasado septiembre, solidario con Evo Morales, que hizo lo propio, Chávez despidió al embajador de Estados Unidos en Venezuela con un: "Ya basta de tanta mierda de ustedes, yanquis de mierda. Váyanse al carajo, yanquis de mierda, que aquí hay un pueblo digno. Váyanse al carajo cien veces". Para rematar, Chávez expulsó también a José Miguel Vivanco, representantes de Human Rights Watch, después de que este organismo, con sede en Estados Unidos, lo criticó por vulnerar los derechos humanos y la libertad de expresión durante los últimos casi 10 años.
Una década después del triunfo de Chávez, Venezuela se debate entre una crisis económica de inusitadas consecuencias y la amenaza de la perpetuación de ese cesarismo bolivariano que encarna el presidente. Venezuela es hoy un país polarizado, con un gobierno que ya no respeta las formas democráticas (en las últimas elecciones, usó y abusó de los recursos del Estado) y se dirige hacia el totalitarismo al usurpar las funciones y recursos de gobernaciones y alcaldías ganadas por la oposición el pasado 23 de noviembre (23-N). Con el petróleo a la baja (el viernes cerró a 34.90 dólares), el déficit fiscal se va a disparar.
13 elecciones en diez años
Si el chavismo ha sido ineficiente para manejar el país con petróleo a 140 dólares el barril ¿qué se puede esperar de una gestión con menos de la tercera parte de esos ingresos? La pobreza se mantiene pese a que las arcas del Estado recibieron en 10 años ingresos petroleros superiores a 600.000 millones de dólares (más de 40 veces el monto del plan Marshall que ayudó a reconstruir una Europa demolida).
Con el correr de los años, Chávez fue radicalizando su discurso y sus contradicciones. Agotados de tanto proceso electoral (13 en 10 años), las opiniones sobre la década chavista sufren de la misma polarización y crispación política que el presidente fomentó a lo largo de su gestión. Mary Pili Hernández, ex ministra de Chávez, destaca "la transformación del país con reducción de la pobreza, y el protagonismo de las antes olvidadas clases populares". El sociólogo, Carlos Raúl Hernández, en cambio opina que "el balance es por demás negativo. El país perdió una oportunidad única en la historia. Se han derrochado cientos de miles de millones de dólares que si hubieran sido medianamente bien administrados hoy seríamos un modelo de desarrollo para el mundo".
La urgencia de Chávez por conseguir la presidencia vitalicia encuentra dificultades. El 2 de diciembre de 2007 (2-D), el pueblo venezolano rechazó la reforma constitucional que daba vía libre a la reelección y abría las puertas a la instauración de un Estado totalitario. En forma clara, el país repudió la pretensión de Chávez de imponer una reforma de fondo a la Constitución, cuando para ese fin se requería una Asamblea Nacional Constituyente. Hace un año, el pueblo le dijo no al abuso de poder el 2-D. Sin cumplirse 12 meses de ese precedente, Chávez reincide planteando una enmienda constitucional para establecer la reelección perpetua, que fue la causa principal del contundente no del 2-D. No se puede volver a presentar a referéndum una materia que ya fue rechazada dentro del mismo período presidencial. La Carta Magna establece en forma taxativa que no puede convocarse un referéndum para aprobar una reforma que ya ha sido derrotada.
La derrota sufrida el 23-N trastornó en sumo grado al jefe del régimen revolucionario, cuando los electores reprobaron una pésima gestión de Gobierno que dilapidó e hizo desaparecer por las amplias cloacas de la corrupción los extraordinarios ingresos petroleros nunca vistos hasta ahora. En ese 23-N, los principales delfines de Chávez fueron derrotados, lo que muestra su debilidad. Tal como señala el analista Francisco Olivares, la oposición ha producido un cambio cualitativo y varios liderazgos comienzan a ser vistos como opción, no sólo en sectores de la clase media, sino en barriadas populares. La utilización de tribunales para eliminar a dirigentes como Manuel Rosales y Leopoldo López, podrían generar efectos contrarios a lo esperado.
El panorama económico también resulta muy adverso. Chávez necesita cuantiosas cantidades de dinero para repartir, comprar voluntades, movilizar a los seguidores y mantenerlos atados al proceso. Mientras más se retrase la aprobación de la enmienda para seguir en el poder, más cuesta arriba le resultará conseguir los votos necesarios. La disminución de las reservas internacionales en las últimas semanas podría indicar que para satisfacer el gasto que requiere la amplia clientela electoral el presidente Chávez ya ha echado mano de recursos del Estado que son imprescindibles para importar alimentos e insumos de primera necesidad.
Olivares subraya que sin dinero y con una sociedad opositora movilizada, "el presidente podría optar por radicalizar sus acciones como: cerrar emisoras, meter preso a Rosales, ahogar gobernaciones y alcaldías opositoras mientras corre la arruga a la espera de que un milagro le devuelva los altos precios petroleros".
La obsesión de la presidencia vitalicia
Cuando todos los gobernantes del mundo se encuentran en un período de reflexión, tratando de idear maneras para que sus pueblos logren sobrevivir sin demasiados padecimientos la crisis financiera y económica, Chávez sigue obsesionado porque sólo le quedan cuatro años en Miraflores.
Tan amante que dice ser de Simón Bolívar, desdeña lo que El Libertador escribió en 1819: "Nada es tan peligroso como dejar a un ciudadano demasiado tiempo en el poder". La comentarista Maruja Tarre señala que en vez de colaborar con los gobernadores y alcaldes, "en su mente enfermiza los considera enemigos a quienes hay que acorralar y vencer". Una vez más arremete en contra de Globovisión y nos da una idea de lo que sería la información si logra salirse con la suya, al imponer varias veces al día cadenas obligatorias de radio y televisión para transmitir discursos amenazantes que, por reiterativos, ya no surten efecto. Aparte de la incertidumbre económica, que puede provocar drásticos recortes en los programas sociales, lo que más preocupa hoy a los venezolanos es la inseguridad, que ya se cobró más de 100.000 muertos por la delincuencia en los 10 años de chavismo. Las cifras de violencia empeoraron en este lapso. Según el Observatorio Venezolano de Violencia, en 1998 se cometieron en Venezuela 4.500 homicidios mientras que en 2007 llegaron a 13.200.

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