30 ene 2011

El efecto Túnez

El efecto Túnez

Por Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Centre, Oslo Publicado en el periodico barcelonés LA VANGUARDIA, 30/01/11;
Los análisis coinciden en resaltar dos factores que han favorecido la caída del régimen del presidente Zin al Abidin Ben Ali. Primero, el descontento de una gran parte la población joven, educada e inmensamente frustrada en sus expectativas de conseguir trabajo y llevar una vida digna. El segundo, el uso de nuevas tecnologías de comunicación para promover y organizar la revuelta social. Pese a las medidas que ya están tomando los gobiernos, desde Yemen hasta Marruecos, para desactivar el descontento, ambos factores podrían desencadenar más manifestaciones sociales de rechazo a los gobiernos de la región, como está ocurriendo en Egipto.

El Gobierno de Ben Ali promovió un modelo de Estado autoritario en el que la represión política en general y religiosa, en particular contra los islamistas políticos, se combinaba con un proyecto económico liberal a la vez que se promocionaba la educación y los valores seculares, incluyendo la promoción del papel de la mujer. El modelo parecía funcionar bien para todo el mundo.
Por arriba, la élite en el poder se beneficiaba de un sistema corrupto que invadía casi toda la economía. Por el medio, se realizaba una cooptación de funcionarios del Estado y el débil empresariado. Y por debajo los inversores internacionales proporcionaban trabajo no cualificado a cambio de pagar salarios más bajos que en Europa.
El modelo fracasó porque un número creciente de jóvenes fueron quedando desplazados. No encuentran trabajo en las profesiones que han estudiado y no todos pueden ser integrados en las industrias manufactureras extranjeras. Según datos oficiales citados por The Economist,el desempleo alcanza el 14% de la mano de obra activa y llega al 20% en los licenciados universitarios, y al 27% en la franja de edad entre los 20 y los 29 años. Pero algunos economistas consideran que las cifras están manipuladas y que son mucho más altas.
Esta gente joven que a través de internet, la televisión global y los teléfonos móviles tiene acceso a lo que ocurre en el mundo, y especialmente ven lo que muchos otros tienen (o imaginan que tienen) y ellos no, con sólo mirar al otro lado del Mediterráneo, es la que ha salido a la calle en Túnez. Fue precisamente un joven con titulación académica y desempleado quien se inmoló y desencadenó una reacción colectiva de ira y reivindicación.
“Millones de personas jóvenes en la región no desempeñan ningún papel”, dice Bassma Kodmani, directora de Arab Reform Initiative, “y con las fuerzas políticas desacreditadas, se produce una entrada desordenada de nuevos actores políticos en el espacio público”. Esta analista considera que en Túnez la reivindicación social no pudo ser contenida por el régimen de Ben Ali y se transformó en reivindicación política. Ahora es previsible que los demás gobiernos autocráticos de la región traten de poner en marcha programas sociales, especialmente para el desempleo juvenil, con el fin de conseguir que las demandas también sociales que hay en sus países no crucen al terreno político.
La situación en cada país árabe es diferente y en muchos casos más compleja que en Túnez, pero el peso del desempleo juvenil se repite. Este es un problema generalizado en casi todo el mundo, pero la represión política lo hace más acuciante en esta región. A la vez, el islam político radical trata de ganar a miles de jóvenes sin oportunidades para su causa, especialmente en sociedades con un bajo nivel educativo.
El analista Khaled Hroub escribió en el diario árabe londinense Al Hayat que entre las lecciones que se pueden extraer del caso tunecino se encuentra que la juventud árabe no es indiferente a la injusticia y las cuestiones públicas, y que está dispuesta a sacrificarse contra las dictaduras.
Más aún, que los islamistas no tienen el monopolio de llevar a la gente a la calle.
Esta movilización de los jóvenes está relacionada con el factor de la comunicación, que ha desempeñado una función a dos niveles. Por un lado, los mensajes de texto, Facebook, Twitter, los blogs y el correo electrónico han permitido, como ya sucedió en el 2009 en Irán, la organización rápida y fuera de las formas tradicionales de convocatoria de los partidos y sindicatos. Por otro, el papel de Al Yazira, la cadena internacional con base en Qatar, que ha servido de catalizador en árabe e inglés para transformar un levantamiento nacional en un sentimiento regional.
La combinación de los dos planos de comunicación arrasó con las mentiras y discursos oficiales y décadas de censura de prensa en Túnez, poniendo bajo sospecha a los medios censurados o autocensurados de la región. Pero el impacto también ha llegado hasta Europa y Estados Unidos, donde los medios periodísticos revisan sus archivos para mostrar las vergonzosas declaraciones que mandatarios de París y Washington, así como del Banco Mundial yel Fondo Monetario Internacional, han hecho durante años apoyando la dictadura tunecina.

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