La
lucha de Jersey Vargas por una reforma migratoria
Esta
niña de diez años, cuyo padre enfrenta un proceso de deportación en libertad,
presiona para que se regularice a los 11 millones de inmigrantes indocumentados
que hay en Estados Unidos
ARACELI
MARTÍNEZ | ESPECIALES LSR La Silla Rota | 2014-07-16;
LOS
ÁNGELES.- La desesperación que se apoderó de Jersey Vargas, cuando su padre
estaba a un paso de ser deportado, hizo que durante la primavera viajara hasta
Roma para pedirle ayuda al Papa. Pero esta menor de diez años, no sólo evitó
que su familia fuera separada, sino que se ha convertido en la voz de los niños
por una reforma migratoria.
La
lucha de Jersey no paró con su viaje al Vaticano. En junio pasado, a dos
semanas de que los congresistas se fueran de receso, y se agotara el tiempo
para aprobar una reforma migratoria este año, fue a Washington, D.C.
Antes
de partir, le envió una carta al presidente Barack Obama en la que lo urgía a
parar las deportaciones.
“Sé
cómo se siente no tener a la persona que amamos, mi padre en mi caso. Yo deseo
que todas las familias que están separadas se reúnan”, le dijo Jersey al
Presidente en una breve misiva escrita en inglés, de su puño y letra. Una carta
que terminó con una súplica en español: ¡Por favor, denos una reforma
migratoria!
Jersey
Vargas no logró ver al presidente Obama pero se entrevistó con varios
congresistas y les entregó pañuelos blancos bordados por su madre. Cada uno
tenía sus nombres, bajo los cuales se podía leer "11 millones de
indocumentados".
“Les
dije que por favor pasen la reforma migratoria porque millones de familias se
andan separando, y que también ayuden a mi familia porque mi papá está con una
orden de deportación”, dijo Jersey.
Al
presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, lo
pescó de improviso en un pasillo.
La
avispada menor nació en Panorama City, a unas 20 millas del centro de Los
Ángeles. Sus padres Mario y Lola Vargas emigraron de México hace casi 15 años.
Jersey, una niña de respuestas rápidas, es la tercera de los cinco hijos que
tiene la pareja, tres de los cuales nacieron en California.
Durante
cerca de seis meses, Mario Vargas, el padre de Jersey, estuvo preso primero en
una cárcel y luego en un centro de detención de migración en el estado de
Tennessee. La policía lo arrestó por conducir sin una licencia de manejo, el 27
de septiembre de 2013.
Apoyada
por una delegación de activistas por los derechos de los inmigrantes, Jersey
Vargas fue a Roma, a pocos días de que llegara el presidente Obama para
reunirse con el Papa en el Vaticano.
Jersey
no tenía cita para una audiencia. Así que le tocó esperar tras un barandal por
largo tiempo. Las posibilidades de hablar con Francisco era mínimas. Pero
cuando el Papa estaba cerca, una mujer la empujó, y la menor comenzó a llorar.
Una buena samaritana se apiadó de ella, y le cedió su sitio en primera fila. El
Papa se le acercó, le tocó la cabeza y la bendijo.
Jersey
aprovechó la oportunidad: “Por favor ayúdeme, mi familia está sufriendo, mi
papá está enfrentando la deportación. No es justo. Otros padres están sufriendo
porque sus padres están siendo separados”.
Y
las plegarias de la infante de cuarto grado surtieron efecto. Al regresar de
Roma, su progenitor la recibió en el aeropuerto de Los Ángeles. Había sido
puesto en libertad tras el pago de una fianza de 5,000 dólares.
“Fue
algo muy bonito. No lo podíamos creer. Jersey se fue a Roma el 21 de marzo y mi
esposo salió libre el 28”, recuerda Lola Vargas, la madre de Jersey. “Ahora nos
sentimos mejor. Sabemos que está con nosotros”, dice.
A
Alex Galvez, el abogado defensor de Mario Vargas, no le queda duda de que el
encuentro de Jersey con el papa Francisco fue decisivo para que saliera libre.
“Absolutamente
lo que hizo Jersey Vargas fue una cosa única. El amor de una niña hacia su papá
hizo que viajara al otro lado del mundo para pedir ayuda al Papa. Nosotros
vimos varios milagros, a partir de ese día. Su padre fue liberado, pudo ir a
recibir a su hija al aeropuerto y está trabajando al lado de su familia”.
“Pero
no sólo eso”, dice Galvez, “hay muchas personas que al ver su caso, han tenido
el valor, la fortaleza y el buen espíritu para pelear contra las deportaciones,
y no vencerse. Y vale la pena hacerlo porque vinieron a este país, a trabajar
duro y hacerlo mejor. Así que deben pelear por su derecho a estar en Estados
Unidos”.
Sobre
el estatus migratorio de Mario Vargas, su defensor explica: “La deportación se
congeló. El juez determinó que es una persona de buena conducta moral, ha
trabajado por más de diez años , tiene hijos ciudadanos. Por tanto, le dieron
el derecho de pelear su caso mientras esté libre para trabajar por su familia”.
Lola
Vargas, la madre dice que en este momento, su hija Jersey no sólo lucha porque
su padre se quede en el país, sino por los millones de indocumentados que viven
en Estados Unidos. “Ella quisiera que en sus manos estuviera la reforma
migratoria, que su voz fuera escuchada”, observa.
Y
Jersey, cuyo sueño es ser veterinaria y autora de libros, da sus razones del
porqué seguir en la batalla para que la administración Obama permita una
regularización masiva de inmigrantes sin papeles.
“No
le deseo a nadie, lo que yo viví. Es muy injusto, es muy difícil. Cuando una familia
no está unida se siente muy destruida”, afirma sin el menor titubeo.
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