Revista Proceso
No. 1989, 13 de diciembre de 2014
Intento
de soborno de la Segob para “superar” la tragedia/GLORIA
LETICIA DÍAZ, reportera.
Al
gobierno de Enrique Peña Nieto, cuya imagen se desmorona ante los ojos del
mundo, le urge dejar atrás el caso Ayotzinapa. Y ni siquiera cuando está más
desacreditado por las sospechas de corrupción que lo envuelven, abandona
prácticas innobles, como la petición del mandatario de “superar” la tragedia.
De ahí también el intento de la subsecretaria de Gobernación Lía Limón de sacar
la chequera y repartir dinero entre los familiares de las víctimas, estrategia
a la que antes recurrió infructuosamente el gobernador sustituto de Guerrero.
Los padres de los normalistas dejan muy claro que no quieren dinero. Quieren a
sus hijos vivos.
A
poco más de dos meses del ataque contra los normalistas de Ayotzinapa el
gobierno de Enrique Peña Nieto intenta infructuosamente cerrar ese capítulo de
barbarie que ya marcó su sexenio, mientras los padres de los estudiantes
desaparecidos siguen sin confiar en las investigaciones de la Procuraduría
General de la República (PGR) y no dejan de exigir justicia.
“No
van a poder con nosotros hasta que nos entreguen a nuestros hijos; ahí sí nos
derrotan”, advierte Felipe de la Cruz, vocero de los padres de los normalistas,
en entrevista con Proceso.
Los
esfuerzos del gobierno federal por dejar atrás la tragedia empezaron incluso
antes de que Peña Nieto, al presentar el Plan Nuevo Guerrero el jueves 4 en
Coyuca de Benítez, llamara a hacer “un esfuerzo colectivo”, mirar “hacia
adelante y (…) superar este momento de dolor”.
En
la última quincena de noviembre la subsecretaria de Asuntos Jurídicos y
Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob), Lía Limón García,
ordenó a sus subalternos organizar una reunión del Comité Técnico del
Fideicomiso para el Cumplimiento de Obligaciones en Materia de Derechos Humanos
a fin de indemnizar a las familias de los 43 normalistas desaparecidos.
De
acuerdo con fuentes que pidieron el anonimato, la pretensión de la funcionaria
era abrir la chequera para resarcir a los familiares de los normalistas
desaparecidos y así presentar ante instancias internacionales “avances” en el
caso Ayotzinapa, el cual rebasó las fronteras y ha dejado maltrecha la imagen
de Peña Nieto.
Los
cuestionamientos a México en el mundo por los crímenes de Ayotzinapa fueron
palpados por Limón García, quien representó al Estado mexicano en una sesión de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el pasado 30 de octubre
en Washington y en otra de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh)
en San José de Costa Rica, el 21 de noviembre.
En
ambos actos la sombra de Ayotzinapa siguió a la delegación mexicana.
Comisionados de la CIDH y jueces de la Coidh tocaron el tema mientras activistas
acudieron a manifestarse con pancartas.
Al
regresar de Costa Rica, Limón ordenó la reunión del comité técnico del
fideicomiso, del cual ella forma parte, con funcionarios de la Segob: el
subsecretario Luis Miranda, el oficial mayor José Francisco Márquez Montes y la
comisionada nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres,
Alejandra Negrete.
El
propósito: Analizar la disposición de recursos del fondo del fideicomiso, que
en 2014 tuvo un presupuesto de 51 millones de pesos, y para 2015 contará con
seis millones adicionales.
Sin
embargo, “la sesión del comité no se llevó a cabo porque la subsecretaria fue
advertida: Hablar de reparación en este caso era aceptar la responsabilidad del
Estado, sin haber de por medio una sentencia de la Corte Interamericana o una
recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que es para lo
que se estableció el fideicomiso”, apunta una de las fuentes consultadas.
Otra
más acota: “Por el caso de Iguala sólo hay medidas cautelares emitidas por la
CIDH dirigidas a la búsqueda de los estudiantes. No hay forma de justificar el
gasto a menos que la orden venga directamente del secretario (Miguel Ángel)
Osorio Chong y por supuesto que los representantes y los familiares acepten”.
Proceso
solicitó una entrevista con la subsecretaria Limón para conocer los detalles de
su propuesta; hasta el cierre de esta edición no había respondido a la
solicitud.
También
Ortega
Sin
conocer el planteamiento del gobierno federal, Felipe de la Cruz sostiene que hasta
ahora ni los padres de los desaparecidos ni los de los asesinados han aceptado
dinero.
“Estamos
todos unidos en nuestra esperanza. Somos muy pobres pero no es dinero lo que
queremos. Ni siquiera el señor Ezequiel (Mora), papá de Alexander, que ya fue
identificado; él nos dijo que va a continuar al lado de nosotros hasta que
sepamos la verdad y haya justicia”, afirma el vocero de los padres de los
normalistas.
Entrevistado
el martes 9, De la Cruz cuenta que días después de los ataques en Iguala,
funcionarios del gobierno de Ángel Aguirre “llegaron a las casas de los
muchachos que mataron primero, pero no aceptaron (dinero). Lo que ellos quieren
es justicia”.
Una
vez que Aguirre fue sustituido por Rogelio Ortega, apunta, integrantes de su
equipo fueron a las casas de los desaparecidos para “ofrecer 1 millón y medio
de pesos por muchacho; ofrecieron casas, becas… pero a quien va, los señores
los corren de sus casas”.
Notoriamente
cansado tras más de 70 días de búsqueda de su hijo Ángel, de 19 años, y de
participar en movilizaciones en todo el país, cuenta que el 31 de octubre el
director de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, José Luis Hernández Rivera, se
acercó a los padres de familia en nombre de la esposa del gobernador Ortega
Martínez, Rosa Isela Ojeda Rivera.
El
director “llegó con la propuesta de llevarnos recursos, para empezar 10 mil
pesos como apoyo, pero que a cambio debíamos dejar que la señora estuviera en
la escuela con nosotros; los padres dijeron: ‘No queremos nada del gobierno.
Queremos a nuestros hijos, y mientras no nos los entreguen, no queremos
dinero’”.
Hernández
Rivera ha insistido en acercar a los padres con el gobernador y su esposa,
señala De la Cruz, “porque dice que estudiaron juntos y se conocen desde niños,
que quiere ayudarnos; pero los padres no podemos confiar en el gobernador
porque fue impuesto y ni siquiera se atreve a buscarnos, manda a su mujer”.
Felipe
de la Cruz dice que para ellos, detrás de las ofertas está la intención de
acallar el movimiento y dar carpetazo a las investigaciones, sobre todo después
de que el domingo 7 el procurador general, Jesús Murillo Karam, confirmó la
muerte de Alexander Mora.
“No
creemos lo que dice la PGR. Hay cuestiones que no están claras. No podemos
aceptar, como quiere el gobierno, que los 43 muchachos fueron quemados en un
basurero porque identificaron a Alexander; no creemos porque nuestros peritos
(el Equipo Argentino de Antropología Forense) dijeron que ellos no vieron de
dónde salió ese hueso”, sostiene.
Las
dudas en cuanto a la veracidad de la versión oficial fueron alimentadas con un
análisis científico realizado por los investigadores Jorge Antonio Montemayor
Aldrete y Pablo Ugalde Vélez, del Instituto de Física de la UNAM y de la
UAM-Azcapotzalco, respectivamente.
Con
base en la revisión de los materiales gráficos mostrados por la PGR y las
fotografías publicadas en el número 1985 de Proceso, cotejados con informes
científicos de métodos tradicionales y modernos de cremación, así como de la
resistencia de materiales, los investigadores concluyeron que la hipótesis de
la PGR no tiene sustento.
Inconsistencias
en la investigación
Para
los representantes legales, en el expediente abierto por la PGR están los
motivos de la resistencia de los padres de familia a aceptar la versión
gubernamental.
El
abogado del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, Vidulfo
Rosales Sierra, advierte que la hipótesis de Murillo Karam tiene inconsistencias
jurídicas graves y sólo se sostiene por tres alfileres: los testimonios de los
presuntos ejecutores –Patricio Reyes Landa, Jonathan Osorio Gómez y Agustín
Reyes García–, quienes están arraigados.
En
entrevista el abogado describe algunas de las fallas detectadas en la revisión
del expediente de 18 tomos. Destaca la falta de concordancia entre los hechos
narrados por los normalistas sobrevivientes y las declaraciones rendidas por
los tres detenidos ante la Subprocuraduría Especializada en Investigación de
Delincuencia Organizada, de quienes Murillo Karam presentó un video editado en
la conferencia de prensa del 7 de noviembre.
En
su declaración ministerial, señala Rosales, los presuntos integrantes de
Guerreros Unidos aseguran que a las 22:00 horas del 26 de septiembre policías
de Cocula les entregaron a los estudiantes en el paraje denominado Loma de
Coyotes, pero “no precisan el número, dicen que entre 30 y 32; repiten mucho la
frase ‘la verdad no me fijé’ y en el video presentado por Murillo hay quien
dice que 44; de acuerdo con esta versión, una vez en manos de Guerreros Unidos
llevan a los estudiantes al basurero donde se daría el desenlace”.
Sin
embargo, apunta, “a las 22:00 horas se estaba dando la primera agresión a los
estudiantes en Iguala, en la que policías municipales les dispararon y se
llevaron solamente a los estudiantes que viajaban en el tercer camión, de los
cuatro en los que iban, y cada uno no llevaba más de 25 estudiantes, y en ese
específicamente los sobrevivientes dicen que viajaban entre 15 y 17”.
Tiempo
después, continúa, “a las 24:30 horas vendría la segunda agresión, en la que
hombres armados vestidos de civil dispararon contra los estudiantes que daban
una conferencia de prensa; en ese momento los estudiantes se dispersan y es
cuando desaparece el resto de los muchachos”.
En
la revisión de la línea de tiempo, “de ser cierto lo que dicen los arraigados,
los normalistas que habrían llevado a Loma de Coyotes y habrían tenido ese
desenlace en el basurero de Cocula, serían aquellos que viajaban en el tercer
camión. La pregunta es: ¿dónde está el resto de los estudiantes que desapareció
en la segunda agresión?”.
Entre
las lagunas detectadas en la revisión de los expedientes es que “no hay un nexo
causal entre la primera parte de las investigaciones, por las que se detuvo a
22 policías de Iguala y están procesados por homicidio, con la segunda, en la
que aparecen los policías de Cocula. Se troza la línea secuencial entre una y
otra tesis”; además se duda que los testimonios de los presuntos agresores sean
espontáneos, debido a las huellas de maltrato en el rostro de Patricio Reyes
Landa.
Una
inconsistencia más: los arraigados aseguran que “los tres accionaron sus armas,
que efectuaron ocho disparos a un mismo número de estudiantes, lo que habría
ocurrido en la parte superior del basurero; pero la PGR reporta la localización
de 70 casquillos percutidos en el fondo del basurero, sin que en los
testimonios haya una referencia de que hubieran recogido los casquillos y los
hubieran lanzado al fondo del basurero”.
Otro
elemento siembra dudas: “No hay una evidencia física que vincule los restos del
basurero con los localizados en el río San Juan. Sólo hay evidencia testimonial
porque los testigos lo afirman, pero en términos probatorios debe haber una
evidencia física que lo confirme y al día de hoy no existe”.
Rosales
refiere que a la indagatoria le falta asentar las detenciones de 12 supuestos
integrantes de Guerreros Unidos que colaboraron con los tres arraigados para
ejecutar y carbonizar a los estudiantes, así como la captura del operador del
grupo delincuencial, Gildardo López, además de las de quienes fueran secretario
de Seguridad Pública de Iguala y director de la Policía Municipal, Felipe
Flores y Jesús Valladares, respectivamente, y la consignación del exalcalde y
su esposa, José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda, el primero procesado
por el asesinato del luchador social Arturo Hernández Cardona y la segunda aún
arraigada.
Pero
la omisión más grave, alerta, es que la PGR no toma en cuenta los testimonios
de sobrevivientes quienes “indican que hubo una participación activa del
Ejército mexicano, que consistió en neutralizar y someter a los estudiantes en
una colaboración plena con la policía preventiva”.
Contra
la intención del gobierno federal de circunscribir la responsabilidad de los
hechos en el crimen organizado y en autoridades municipales coludidas, Rosales
sostiene que por los testimonios de los sobrevivientes y por la magnitud de la
tragedia, no hay duda de que la noche del 26 y la madrugada del 27 de
septiembre pasado se ejecutó “un operativo sumamente grande e impresionante
para controlar toda la ciudad de Iguala, del que necesariamente tuvo que estar
enterado el entonces gobernador (Ángel Aguirre) y las autoridades federales, el
Ejército y la Policía Federal, que tienen base ahí”.
Por
esas inconsistencias, faltas y omisiones es que los padres de los normalistas
de Ayotzinapa no están dispuestos a admitir que sus hijos fueron reducidos a
cenizas, insiste Felipe de la Cruz.
“La
posición de los padres es la misma: No estamos aquí por dinero, sino por
nuestros hijos. Es cierto que no dormimos bien, que no comemos bien, es muy
pesado… pero no nos van a detener. No vamos a tener vacaciones y no va a haber
vacaciones para el presidente”, dice.
Sobre
las palabras de Peña Nieto, quien pidió “superar el dolor” por el caso, De la
Cruz apunta que de estar en su lugar el presidente “no lo superaría, porque
esto no se supera. Toda la vida que tengamos nosotros lo vamos a llevar
presente. Y él también lo va a tener presente toda la vida, porque vamos a
estar en todos lados. Antes sólo éramos 43; ahora somos miles o millones los
que reclamamos a los muchachos”.
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