Sigue el debate sobre esta propuesta para acabar con su comercio
ROMA, domingo, 19 de julio de (ZENIT.org).- El tráfico de drogas y sus negativas consecuencias asociadas de crimen organizado y corrupción sigue siendo un grave problema. El 24 de junio, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (UNODC) publicaba la edición 2009 de su Informe Mundial sobre Drogas anual.
El informe mostraba que los mercados mundiales de cocaína, opiáceos y marihuana se mantienen o están en declive. En contraste, la producción y el consumo de drogas sintéticas se teme que esté aumentando en el mundo desarrollado.
Según el UNODC, el cultivo de opio en Afganistán, fuente de más del 90% del opio del mundo, ha bajado en un 19% en el 2008. Colombia, que produce cerca de la mitad de la cocaína del mundo, ha visto un descenso similar del 18% en el cultivo. De hecho, el informe estima que la producción mundial de coca está en el nivel más bajo de los últimos cinco años, a pesar de algunos aumentos en el cultivo en Perú y Bolivia.
"El mercado mundial de cocaína de 50,000 millones de dólares está experimentando cambios sísmicos", afirmaba el director ejecutivo de UNODC al presentar el informe en Washington,
"Los niveles de pureza y las capturas (sobre todo en los países consumidores) están bajando, los precios están subiendo, y las prácticas de consumo están cambiando. Esto puede ayudar a explicar el espantoso aumento de la violencia en países como México. En América Central los carteles están luchando por un mercado que se contrae", afirmaba.
En cuanto a la marihuana, la droga más cultivada y consumida del mundo, el informe admitía que, aunque su consumo se estabiliza en los mercados más grandes, los datos de los países en desarrollo no son fiables.
El UNODC añadía que la investigación demuestra que la marihuana es más dañina de lo que comúnmente se cree. La media de contenido en THC (el componente activo) de la marihuana hidropónica en Norteamérica casi se ha doblado durante la última década. Esto tiene importantes consecuencias sanitarias como pone en evidencia el significativo aumento del número de personas que buscan tratamiento, indicaba el informe.
En cuanto a las drogas sintéticas -anfetaminas, metanfetaminas y éxtasis- el informe observaba datos contradictorios. El consumo se ha reducido en los países desarrollados. En el mundo en desarrollo, el temor es que pueda estar creciendo la producción y el consumo, pero hay escasez de datos fiables.
Está claro, sin embargo, que hay laboratorios industriales en el sureste de Asia que están produciendo cantidades masivas de tabletas de metanfetaminas, y metacristales y otras sustancias como la ketamina, observaba el informe.
Mercado negro
Costa reconocía que ahora existe un mercado negro ilegal de proporciones enormes. No obstante, rechazaba la idea de legalizar las drogas como una forma de acabar con este problema.
"Las drogas ilegales plantean un peligro para la salud. Es por eso que las drogas están, y deben permanecer, controladas", argumentaba.
Y declaraba: "Las sociedades no deberían tener que elegir entre proteger la salud pública o la seguridad pública: pueden y deben proteger ambas". En lugar de la legalización, Costa pedía más recursos para la prevención y tratamiento, y medidas más duras para luchar contra el crimen relacionado con las drogas.
Esto no convence a quienes proponen de legalización. El 25 de abril, las páginas editoriales del Wall Street Journal recogían un debate de ensayos opuestos sobre la cuestión. Steven B. Duke, profesor de derecho en la Facultad de Derecho de Yale, se mostraba a favor de la legalización.
Su tesis era que despenalizar la posesión y el consumo de marihuana generaría miles de millones en impuestos y eliminaría también la fuente de matanzas y violencias en México.
Duke comparaba la situación con el intento de prohibir el alcohol en Estados Unidos en los años veinte. "La única solución a largo plazo a los asesinatos de los cárteles en México es legalizar las demás drogas ilegales que olvidamos cuando abrogamos la Prohibición en 1933", indicó.
No debe ser así, contestaba John P. Walters, vicepresidente ejecutivo del Hudson Institute y director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas desde el 2001 al 2009, bajo el presidente George W. Bush.
Sin descanso
Walters apuntaba que el progreso logrado en Colombia es una evidencia clara de que podemos tener éxito en reducir la producción de drogas. También sostenía que las evidencias históricas claramente muestran que la relajación de las restricciones lleva a más consumo y adicción.
Observaba que las actuales leyes federales sobre drogas tienen su origen en una respuesta a la extensión de las drogas y de la violencia a finales del siglo XIX. En aquella época había libre acceso a los remedios médicos basados en el opio y la cocaína. Como resultado de la disponibilidad, afirmaba, se estimaba que había 250.000 adictos al opio en una población en los Estados Unidos de 76 millones.
Miranda Devine, columnista del periódico Australian, planteaba también el asunto de las drogas en un par de recientes artículos. Escribiendo para el Sydney Morning Herald el 23 de mayo, citaba a antiguos adictos a las drogas que criticaban los programas de minimización de daños que dejaban con metadona, de forma indefinida, a los consumidores de heroína.
Devine se mostraba a favor de tratamientos que desintoxiquen a los adictos, librándolos de su adicción.
Volvió sobre el tema el 20 de junio, precisando que Suecia es un ejemplo de victoria en la guerra contra las drogas. De ser uno de los países más permisivos con el consumo de drogas, Suecia cambió radicalmente de trayectoria adoptando una postura de penalización de las drogas y obligando a los adictos a desintoxicarse.
Como resultado, continuaba Devine, el consumo de drogas en Suecia es considerablemente más bajo que en el resto de Europa, que tienen políticas contra la droga más permisivas. Citaba el Proyecto Europeo de Sondeo Escolar sobre Alcohol y otras Drogas de 2007. Este informe revelaba que sólo el 2% de los estudiantes suecos de 15 y 16 años ha fumado cannabis en los 30 días anteriores, que contrasta con el 20% de España y el 18% de la República Checa.
El último informe de UNODC mismo tenía una sección dedicada al porqué las drogas ilegales debían seguir siendo ilegales. En muchas áreas de cooperación internacional se han dado resultados buenos y malos. Por ejemplo, la lucha contra la pobreza falla muchas veces, pero sólo cuando se trata de drogas se hacen llamamientos a abandonar los esfuerzos.
Más muertes
Las sustancias adictivas legales matan muchas más personas cada año que las ilegales, apuntaba. De hecho, se estima que 500 millones de personas vivas hoy morirán debido al tabaco. Este gran peaje de muerte no es el resultado de que las sustancias legales sean farmacológicamente más peligrosas que las ilegales, sino consecuencia de que sean legales y, en consecuencia, estén más disponibles, sostenía el informe.
Por tanto, si las sustancias actualmente ilegales se hicieran legales, su popularidad seguro que aumentaría, alcanzando quizás los niveles de las sustancias adictivas legales, causando así un notable aumento de la mortalidad.
El informe también explicaba que legalizar las drogas tendría un impacto devastador en los países en desarrollo. Actualmente, la mayoría de las personas en los países más pobres no puede permitirse las drogas ilegales, debido a que están prohibidas. La legalización y drogas más accesibles llevarían a un fuerte aumento en el consumo de drogas en estos países. El informe observaba que ya hay un problema similar cuando se trata del consumo de tabaco. Los programas de la sanidad pública y las restricciones a la publicidad han reducido el consumo de tabaco en los países occidentales, pero el consumo es mucho mayor en las naciones en desarrollo.
Para el 2030, más del 80% de las muertes por tabaco del mundo tendrán lugar en los países en desarrollo, según el UNODC. "Estos países mal pueden esta carga de enfermedades. Son incluso menos capaces de afrontar el hecho de tener que compartir su fuerza laboral productiva con modos de adicción debilitados", advertía el informe.
Algunos sostienen que los costes del control de las drogas ilegales superan a los beneficios, observaba el informe. Esto es un falso dilema según el UNODC. El informe animaba a la comunidad internacional a lograr tanto un mayor control sobre el comercio de drogas ilegales como una limitación de los costes en violencia y corrupción asociados a este control.
"Debe progresarse hacia lograr simultáneamente ambos objetivo de control de drogas y prevención del crimen", concluía el informe. No es una tarea fácil, pero las evidencias apuntan que es la mejor manera de tratar la plaga de las drogas.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado
ROMA, domingo, 19 de julio de (ZENIT.org).- El tráfico de drogas y sus negativas consecuencias asociadas de crimen organizado y corrupción sigue siendo un grave problema. El 24 de junio, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (UNODC) publicaba la edición 2009 de su Informe Mundial sobre Drogas anual.
El informe mostraba que los mercados mundiales de cocaína, opiáceos y marihuana se mantienen o están en declive. En contraste, la producción y el consumo de drogas sintéticas se teme que esté aumentando en el mundo desarrollado.
Según el UNODC, el cultivo de opio en Afganistán, fuente de más del 90% del opio del mundo, ha bajado en un 19% en el 2008. Colombia, que produce cerca de la mitad de la cocaína del mundo, ha visto un descenso similar del 18% en el cultivo. De hecho, el informe estima que la producción mundial de coca está en el nivel más bajo de los últimos cinco años, a pesar de algunos aumentos en el cultivo en Perú y Bolivia.
"El mercado mundial de cocaína de 50,000 millones de dólares está experimentando cambios sísmicos", afirmaba el director ejecutivo de UNODC al presentar el informe en Washington,
"Los niveles de pureza y las capturas (sobre todo en los países consumidores) están bajando, los precios están subiendo, y las prácticas de consumo están cambiando. Esto puede ayudar a explicar el espantoso aumento de la violencia en países como México. En América Central los carteles están luchando por un mercado que se contrae", afirmaba.
En cuanto a la marihuana, la droga más cultivada y consumida del mundo, el informe admitía que, aunque su consumo se estabiliza en los mercados más grandes, los datos de los países en desarrollo no son fiables.
El UNODC añadía que la investigación demuestra que la marihuana es más dañina de lo que comúnmente se cree. La media de contenido en THC (el componente activo) de la marihuana hidropónica en Norteamérica casi se ha doblado durante la última década. Esto tiene importantes consecuencias sanitarias como pone en evidencia el significativo aumento del número de personas que buscan tratamiento, indicaba el informe.
En cuanto a las drogas sintéticas -anfetaminas, metanfetaminas y éxtasis- el informe observaba datos contradictorios. El consumo se ha reducido en los países desarrollados. En el mundo en desarrollo, el temor es que pueda estar creciendo la producción y el consumo, pero hay escasez de datos fiables.
Está claro, sin embargo, que hay laboratorios industriales en el sureste de Asia que están produciendo cantidades masivas de tabletas de metanfetaminas, y metacristales y otras sustancias como la ketamina, observaba el informe.
Mercado negro
Costa reconocía que ahora existe un mercado negro ilegal de proporciones enormes. No obstante, rechazaba la idea de legalizar las drogas como una forma de acabar con este problema.
"Las drogas ilegales plantean un peligro para la salud. Es por eso que las drogas están, y deben permanecer, controladas", argumentaba.
Y declaraba: "Las sociedades no deberían tener que elegir entre proteger la salud pública o la seguridad pública: pueden y deben proteger ambas". En lugar de la legalización, Costa pedía más recursos para la prevención y tratamiento, y medidas más duras para luchar contra el crimen relacionado con las drogas.
Esto no convence a quienes proponen de legalización. El 25 de abril, las páginas editoriales del Wall Street Journal recogían un debate de ensayos opuestos sobre la cuestión. Steven B. Duke, profesor de derecho en la Facultad de Derecho de Yale, se mostraba a favor de la legalización.
Su tesis era que despenalizar la posesión y el consumo de marihuana generaría miles de millones en impuestos y eliminaría también la fuente de matanzas y violencias en México.
Duke comparaba la situación con el intento de prohibir el alcohol en Estados Unidos en los años veinte. "La única solución a largo plazo a los asesinatos de los cárteles en México es legalizar las demás drogas ilegales que olvidamos cuando abrogamos la Prohibición en 1933", indicó.
No debe ser así, contestaba John P. Walters, vicepresidente ejecutivo del Hudson Institute y director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas desde el 2001 al 2009, bajo el presidente George W. Bush.
Sin descanso
Walters apuntaba que el progreso logrado en Colombia es una evidencia clara de que podemos tener éxito en reducir la producción de drogas. También sostenía que las evidencias históricas claramente muestran que la relajación de las restricciones lleva a más consumo y adicción.
Observaba que las actuales leyes federales sobre drogas tienen su origen en una respuesta a la extensión de las drogas y de la violencia a finales del siglo XIX. En aquella época había libre acceso a los remedios médicos basados en el opio y la cocaína. Como resultado de la disponibilidad, afirmaba, se estimaba que había 250.000 adictos al opio en una población en los Estados Unidos de 76 millones.
Miranda Devine, columnista del periódico Australian, planteaba también el asunto de las drogas en un par de recientes artículos. Escribiendo para el Sydney Morning Herald el 23 de mayo, citaba a antiguos adictos a las drogas que criticaban los programas de minimización de daños que dejaban con metadona, de forma indefinida, a los consumidores de heroína.
Devine se mostraba a favor de tratamientos que desintoxiquen a los adictos, librándolos de su adicción.
Volvió sobre el tema el 20 de junio, precisando que Suecia es un ejemplo de victoria en la guerra contra las drogas. De ser uno de los países más permisivos con el consumo de drogas, Suecia cambió radicalmente de trayectoria adoptando una postura de penalización de las drogas y obligando a los adictos a desintoxicarse.
Como resultado, continuaba Devine, el consumo de drogas en Suecia es considerablemente más bajo que en el resto de Europa, que tienen políticas contra la droga más permisivas. Citaba el Proyecto Europeo de Sondeo Escolar sobre Alcohol y otras Drogas de 2007. Este informe revelaba que sólo el 2% de los estudiantes suecos de 15 y 16 años ha fumado cannabis en los 30 días anteriores, que contrasta con el 20% de España y el 18% de la República Checa.
El último informe de UNODC mismo tenía una sección dedicada al porqué las drogas ilegales debían seguir siendo ilegales. En muchas áreas de cooperación internacional se han dado resultados buenos y malos. Por ejemplo, la lucha contra la pobreza falla muchas veces, pero sólo cuando se trata de drogas se hacen llamamientos a abandonar los esfuerzos.
Más muertes
Las sustancias adictivas legales matan muchas más personas cada año que las ilegales, apuntaba. De hecho, se estima que 500 millones de personas vivas hoy morirán debido al tabaco. Este gran peaje de muerte no es el resultado de que las sustancias legales sean farmacológicamente más peligrosas que las ilegales, sino consecuencia de que sean legales y, en consecuencia, estén más disponibles, sostenía el informe.
Por tanto, si las sustancias actualmente ilegales se hicieran legales, su popularidad seguro que aumentaría, alcanzando quizás los niveles de las sustancias adictivas legales, causando así un notable aumento de la mortalidad.
El informe también explicaba que legalizar las drogas tendría un impacto devastador en los países en desarrollo. Actualmente, la mayoría de las personas en los países más pobres no puede permitirse las drogas ilegales, debido a que están prohibidas. La legalización y drogas más accesibles llevarían a un fuerte aumento en el consumo de drogas en estos países. El informe observaba que ya hay un problema similar cuando se trata del consumo de tabaco. Los programas de la sanidad pública y las restricciones a la publicidad han reducido el consumo de tabaco en los países occidentales, pero el consumo es mucho mayor en las naciones en desarrollo.
Para el 2030, más del 80% de las muertes por tabaco del mundo tendrán lugar en los países en desarrollo, según el UNODC. "Estos países mal pueden esta carga de enfermedades. Son incluso menos capaces de afrontar el hecho de tener que compartir su fuerza laboral productiva con modos de adicción debilitados", advertía el informe.
Algunos sostienen que los costes del control de las drogas ilegales superan a los beneficios, observaba el informe. Esto es un falso dilema según el UNODC. El informe animaba a la comunidad internacional a lograr tanto un mayor control sobre el comercio de drogas ilegales como una limitación de los costes en violencia y corrupción asociados a este control.
"Debe progresarse hacia lograr simultáneamente ambos objetivo de control de drogas y prevención del crimen", concluía el informe. No es una tarea fácil, pero las evidencias apuntan que es la mejor manera de tratar la plaga de las drogas.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado
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