Ahora, el cerco judicial
ANNE MARIE MERGIER
Revista Proceso · 1863, 15 de julio de 2012
La justicia francesa investiga diversos casos de
corrupción en los que estaría involucrado directa o indirectamente el
expresidente Nicolas Sarkozy. Destacan: el financiamiento ilegal a su campaña
electoral de 2007 por Liliane Bettencourt, principal accionista del grupo
L’Oréal, y por el exlíder libio Muamar El Gadafi, así como una cadena de
sobornos en la venta de armamento a Pakistán y Arabia Saudita con los que se
financió en 1995 la campaña presidencial de Edouard Balladur. Este último caso
–en el que presuntamente estuvieron implicados amigos y colaboradores cercanos
al expresidente francés– habría derivado en un atentado en la ciudad de Karachi
en el que murieron 14 personas.
PARÍS.- El expresidente francés Nicolas Sarkozy y su
esposa Carla Bruni pasaron unos días de descanso en una misteriosa mansión a
las afueras de Marrakech, en Marruecos. Salieron discretamente de París el 16
de mayo, apenas un día después de la toma de posesión del nuevo presidente
François Hollande.
Luego, el 2 de julio, viajaron a Canadá invitados por
Paul Desmarais, empresario millonario muy influyente de Quebec que los atiende
en su castillo de Sagart, al norte de Montreal. Es un lugar rodeado por lagunas
y bosques en el que Sarkozy podrá recargar baterías.
Lo va a necesitar: el 16 de junio expiró su inmunidad
como presidente y ahora está a merced de jueces que instruyen distintos casos
de corrupción en los que podría estar implicado directa o indirectamente.
El primero en manifestarse fue el magistrado Jean-Michel
Gentil: el pasado 3 de julio este juez austero, asesorado por 10 policías de la
unidad de lucha contra la delincuencia financiera, realizó un registro en el
bufete de abogados de Arnaud Claude, del que Sarkozy es socio; en las
flamantes oficinas puestas a su disposición por el Estado francés –privilegio
de todos los expresidentes–, así como en el lujoso domicilio privado de Carla
Bruni, en el que vive la pareja.
El juez Gentil tiene la responsabilidad poco envidiable
de desenredar el “affaire Bettencourt” que lleva dos años causando escándalo:
gigantescos fraudes fiscales, corrupción, abuso de confianza, robo, estafa,
desvío de fondos, despiadados conflictos familiares y, sobre todo, graves
sospechas de financiamiento ilegal a la campaña presidencial de Sarkozy en
2007.
Espionaje familiar
Liliane Bettencourt, principal accionista del grupo
L’Oréal, posee la tercera fortuna más importante de Francia. Cumplirá 90 años
en octubre próximo. Enviudó en 2007 y tiene sólo una hija, Françoise
Bettencourt Meyers, con quien nunca se llevó bien. La guerra entre madre e hija
alcanzó su clímax cuando ésta le pidió al mayordomo de aquélla que grabara las
conversaciones de la millonaria con personas de su entorno.
Françoise buscaba demostrar ante las autoridades
judiciales que François-Regis Barnier, un fotógrafo mundano, aprovechaba la
incipiente senilidad de su madre para extorsionarla. No se equivocó: con el
paso del tiempo se demostró que el vividor la había despojado, entre otras
cosas, de un millón de euros. Además la justicia investiga operaciones
financieras del administrador de bienes de Liliane Bettencourt.
Pero el espionaje familiar salió por completo de las
manos de Françoise: el 16 de junio de 2010 Mediapart, periódico electrónico de
investigación, publicó la transcripción de algunas de esas grabaciones
secretas. Nada ni nadie pudo entonces parar el torrente de revelaciones
explosivas que esa publicación desencadenó. La justicia empezó a interrogar al
personal de la millonaria, así como a hombres de negocios y políticos que la
visitaban. Desde hace dos años los medios de comunicación se apoderaron de esta
historia escabrosa que rebasa cualquier ficción.
El “affaire Bettencourt” tiene múltiples ramificaciones.
Las más graves son las políticas: varios testimonios tienden a demostrar que
Sarkozy solicitó y se benefició de la “generosidad” de la millonaria para
financiar su campaña presidencial en 2007.
Los resultados de una comisión rogatoria internacional
lanzada por la justicia francesa confirmaron dos retiros sucesivos en efectivo
–de 400 mil euros cada uno– de las cuentas bancarias en Suiza de Liliane
Bettencourt. El primero se realizó el 5 de febrero de 2007, dos días antes de
una cita entre Patrice de Maistre, administrador de la fortuna de la
millonaria, y Eric Woerth, entonces tesorero de la campaña presidencial de
Sarkozy. El segundo se efectuó el 26 de abril de 2007, entre las dos vueltas de
la elección presidencial. De Maistre reconoció haber retirado ese dinero, pero
aseguró que desconocía las intenciones de Liliane Bettencourt y de su esposo
André, quien falleció en ese mismo año.
Según Mediapart el juez Gentil dispondría de indicios que
le permiten pensar que Sarkozy visitó a la pareja en ese periodo. El problema
del magistrado es que aún no tiene suficientes pruebas concretas de la
participación directa del expresidente en el pago oculto. Fue lo que buscó
durante los registros que realizó el pasado 3 de julio.
En su edición de esa fecha el vespertino Le Monde afirmó
que el espectacular operativo del juez Gentil había sido una advertencia para
Sarkozy, quien se había entrometido en el curso de la justicia. En su afán por
demostrar su inocencia, el mismo día del fin de su inmunidad judicial el
exmandatario envió al juez una fotocopia de su agenda de 2007 junto con una
larga explicación escrita.
El juez se enteró por la prensa de esa iniciativa un día
antes de recibir el sobre con el documento. No le gustó en lo más mínimo. Su
réplica fue rápida.
Relación enigmática
Ahora todo mundo espera la siguiente etapa: la
convocatoria para que Sarkozy comparezca en la oficina de Gentil.
¿Decidirá interrogarlo pronto? Y si lo hace, ¿lo
citará como testigo o como sospechoso? El suspenso es total. La historia dista
de haber terminado. Pero no es la única que apasiona y al mismo tiempo indigna
a los franceses. Resurge el tema detonante de la relación “enigmática” entre
Sarkozy y Muamar El Gadafi que hizo correr mucha tinta en diciembre de 2007,
durante la visita oficial del entonces líder libio a París.
En esa fecha Gadafi, estigmatizado por la comunidad
internacional, fue recibido con todos los honores por Sarkozy. El líder libio
se burló alegremente del rígido protocolo francés y decidió acampar en el
Jardín de las Tullerías. Estupefactos, los franceses llegaron a la conclusión
de que su flamante presidente le tenía agradecimiento a Gadafi porque éste
liberó a unas enfermeras búlgaras, en cuya defensa el mandatario francés se
había lanzado.
Pero con el paso del tiempo empezó a aparecer otra
hipótesis. Quien sembró dudas fue Saif al Islam Gadafi, hijo del dirigente
libio. Lo hizo el 18 de marzo de 2011, en días en que los rebeldes opositores
al régimen de Libia eran reprimidos. Afirmó en entrevista con la cadena
televisiva Euronews: “Primero es preciso que Sarkozy devuelva el dinero que
recibió de Libia para financiar su campaña electoral. Fuimos nosotros quienes
pagamos su campaña y tenemos pruebas. Estamos dispuestos a revelarlo todo”.
Ocho meses después, el pasado 18 de noviembre, Saif al
Islam fue capturado por los rebeldes. Estaría encarcelado en la ciudad de
Zentane. El 21 de diciembre Gadafi fue asesinado. No se habló más de las pruebas
que embarrarían a Sarkozy… hasta el pasado 28 de abril, entre las dos vueltas
de la elección presidencial.
Ese día Mediapart publicó un documento que presentó como
parte de los archivos del régimen libio que habían escapado a la destrucción.
Se trata de una carta redactada en árabe, con fecha del 10 de diciembre de 2006
y firmada por Moussa Koussa, jefe de los servicios de inteligencia exterior de
Libia. Según la traducción al francés, Koussa afirma que el régimen de Trípoli
decidió “apoyar la campaña electoral” de Sarkozy para la presidencia con un
“monto de 50 mil millones de euros”.
Y precisa: “Le confirmamos el acuerdo sobre el tema, y
eso después de haber tomado conocimiento del acta de la reunión del 6.10.2006
en la que participaron, por nuestro lado, el director de los servicios de
inteligencia de Libia y el presidente del Fondo Libio de Inversiones Africanas;
y, del lado francés, el señor Hortefeux y el señor Ziad Takieddine, reunión
durante la cual se concluyó un acuerdo para determinar el monto y el modo del
pago”.
En 2006 Brice Hortefeux, íntimo de Sarkozy, era ministro
encargado de las Colectividades Locales (entidades administrativas regionales).
Ziad Takieddine es un negociante de armas franco-libanés –actualmente
investigado por el juez Renaud Van Ruymbecke en otro asunto sulfuroso– que fue
intermediario y emisario de Sarkozy en misiones muy especiales.
La publicación del documento enfureció al entonces
presidente. El pasado 30 de abril presentó una demanda judicial contra el
diario electrónico por “falsificación, uso de documentos falsos y divulgación
de noticias falsas”. Mediapart replicó el 2 de mayo demandando a su vez a
Sarkozy por “denuncia calumniosa”. Entregó al procurador de la República un
expediente con 45 documentos que según Edwy Plenel, director de la publicación,
demuestran la seriedad de su trabajo periodístico.
El 3 de mayo Mediapart publicó las declaraciones de
Baghdadi Ali al Mahmoudhi, exprimer ministro de Gadafi encarcelado en Túnez.
“Confirmó que existe un documento firmado por Moussa
Koussa y que el señor Sarkozy recibió financiamiento”, expresó a su abogado
tunecino que lo interrogó en nombre de la revista francesa.
Reiteró: “Participamos en el triunfo del señor Sarkozy y
en el financiamiento de su campaña presidencial de 2007”.
Mediapart insistió para que la justicia francesa
escuchara el testimonio de Al Mahmoudhi. En vano. Según cuenta el diario
electrónico, a mediados de junio el exprimer ministro libio contactó al juez
Renaud Van Ruymbeke por medio de su abogado francés para hablarle “de la
naturaleza real de las relaciones franco-libias y del financiamiento de
campañas electorales”.
No tuvo oportunidad de hacerlo: a las cinco de la mañana
del 24 de junio Al Mahmoudhi fue extraditado secretamente a Libia, sin que el
presidente de Túnez hubiera firmado el acta de extradición y sin que el
procurador general de Libia estuviera enterado. Sus abogados temen por su
integridad física.
El 4 de julio Mediapart anunció que las autoridades
judiciales francesas acababan de solicitar a sus homólogas libias ayuda para
interrogar en Trípoli a Al Mahmoudhi sobre el presunto financiamiento oculto de
Sarkozy. Desde su celda libia el exprimer ministro –quien, según sus abogados,
sufrió golpes e interrogatorios “inclementes”– se mostró muchísimo menos
elocuente que cuando estaba en la prisión tunecina: “Gadafi se fue. Sarkozy se
fue. El asunto ya está en las manos de la justicia francesa. No puedo decir
nada. No confirmo ni desmiento”, aseguró a unos periodistas que lo
visitaron en presencia de autoridades carcelarias.
En entrevista con el matutino Libération publicada el
pasado 29 de abril, Ziad Takieddine, quien reconoce que facilitó las relaciones
entre Sarkozy y Gadafi a partir de 2005, negó haber participado en la reunión
de 2006, pero no descartó la posibilidad de que Sarkozy haya recibido 50 mil
millones de euros, “no tanto para su campaña presidencial como para su
enriquecimiento personal”, precisó.
“Retrocomisiones”
El exdirigente del Fondo Libio de Inversiones Africanas,
Bachir Saleh, descalificó el documento publicado por Mediapart. Lo hizo antes
de esfumarse. Buscado por Interpol desde marzo pasado, este colaborador de
confianza de Gadafi vivía tranquilamente en Francia con un pasaporte
diplomático de Niger y con el beneplácito oficial. Estaba a punto de comprarse
un departamento en un barrio residencial de París cuando, el 4 de mayo, Claude
Guéant, entonces ministro del Interior, anunció que la policía tenía la orden
de detenerlo. En realidad, Saleh ya había salido de Francia. Se encontraría en
Mali o en Senegal.
Según Edwy Plenel, fue con base en el testimonio de Saleh
que Sarkozy apoyó su demanda contra Mediapart…
¿Será el juez Renaud van Ruymbeke quien instruirá el
caso libio? El juez está sumamente atareado con otro asunto judicial en el
que también está involucrado Takieddine. Esa investigación lleva años, tiene
muchos tentáculos y se remonta a 1995, año en que Jacques Chirac y el entonces
primer ministro Edouard Balladur libraron una batalla sin merced para
conquistar la presidencia de Francia.
Sarkozy apoyaba abiertamente a Balladur. Era vocero de su
campaña electoral al tiempo que se desempeñaba como ministro del Presupuesto.
¿Por qué 17 años después de esa elección finalmente
ganada por Chirac la justicia tiene todavía en la mira a Balladur y a su
estrecho colaborador Sarkozy?
Es otra historia que, como en el caso Bettencourt, deja
corta a cualquier descabellada ficción político-policiaca.
El 8 de mayo de 2002 un coche bomba lanzado contra un
autobús enfrente del hotel Sheraton de la ciudad de Karachi costó la vida a 14
personas, 11 de ellas ciudadanas francesas. El autobús pertenecía a la
Dirección de Construcciones Navales (DCN) de Francia, encargada de fabricar
submarinos para Pakistán.
Jean Louis Bruguière, un controvertido juez
antiterrorista hoy jubilado, se encargó de la investigación. Al igual que sus
homólogos paquistaníes, Bruguière llegó a la conclusión de que islamitas habían
perpetrado ese atentado en represalia por la participación de Francia en la
guerra contra Afganistán. Las autoridades paquistaníes detuvieron a dos
“terroristas”: Asif Zaheer y Mohammad Rizwan. Los condenaron a muerte en 2003.
No los ejecutaron y los liberaron en 2009.
La DCN contrató por su cuenta a un exagente de
inteligencia francés para llevar su propia investigación de manera secreta. El
11 de septiembre de 2011 ofreció sus conclusiones. El atentado no tenía nada
que ver con Al Qaeda. Se trataba de una medida de retorsión de Pakistán en
contra del gobierno de Chirac por haber dejado de pagar comisiones por la venta
de armas.
Después de que en 2007 Brugière se jubiló, el juez Marc
Trevidic se encargó del caso. Enterado de la pista de la DCN, abandonó la de Al
Qaeda. Todavía está investigando el enredo de comisiones que habrían financiado
la campaña electoral de Balladur. Lo hace junto con los jueces Renaud Van
Ruymbeke y Roger Le Loir, quienes instruyen la parte financiera del asunto.
Lo que salió a la luz pública no es muy glamoroso: el
gobierno de Balladur firmó un contrato de venta de tres submarinos de guerra
tipo Agosta 90-B con Pakistán por 5 mil 500 millones de francos (unos mil
millones de dólares). Ese contrato implicaba el pago de una comisión de 10% del
total de la venta a intermediarios que facilitaron el negocio. Lo mismo se hizo
con Arabia Saudita, cuyo gobierno compró a Francia tres fragatas de guerra
Lafayette por 19 mil millones de francos (unos 3 mil 600 millones de dólares) y
una comisión de 18%.
En ese entonces las comisiones –en realidad, sobornos de
lujo– eran legales; en cambio era ilegal el sistema de “retrocomisiones”:
algunos intermediarios devolvían parte de sus comisiones a quienes los habían
contratado; en ese caso, se trataba de políticos que gravitaban alrededor de
Balladur.
La investigación judicial sobre los dos contratos con
Pakistán y Arabia Saudita y el papel de intermediarios que desempeñaron
Takieddine y su socio Abdulraham El Asir, de nacionalidad libanesa, plantean
serios interrogantes a los jueces. Les perturba también el origen misterioso de
10 millones de francos en efectivo que aparecieron de repente en el presupuesto
de campaña de Balladur.
En un reportaje publicado el pasado 14 de junio Mediapart
aseguró que el juez Van Ruymbeke posee documentos que involucrarían
directamente a Sarkozy en el sofisticado montaje financiero de esos contratos
que el entonces ministro del Presupuesto habría impuesto a sus cercanos
colaboradores a pesar de sus reticencias.
Subraya Mediapart: “En Suiza la justicia ya evidenció un
circuito de lavado del dinero de esas ‘retrocomisiones’ que funcionó entre 1994
y 1995. Descubrió retiros masivos de dinero en efectivo. Según los
investigadores suizos el monto del dinero oculto cobrado por los intermediarios
habría alcanzado el equivalente de 82.6 millones de euros. Una parte de ese
dinero habría financiado secretamente la campaña presidencial de Eduard
Balladur”.
Anteriormente, el 17 de abril, Mediapart publicó una
lista de 10 preguntas que le hubiera gustado hacer al candidato presidencial
Sarkozy. La octava toca el tema de las “retrocomisiones”:
“Según documentos confiscados en Francia y Luxemburgo,
usted autorizó, cuando era ministro del Presupuesto, la creación de la empresa
Heine, por la cual transitaron, el 7 de febrero de 1995, el equivalente a 20.3
millones de euros. Esa sociedad con sede en Luxemburgo estaba encargada de
distribuir en nombre de la Dirección de Construcciones Navales de Francia
comisiones ocultas a dos hombres de negocios: Ziad Takieddine y Abdul Rahman El
Assir, actualmente investigados en el caso de la venta de armas a Pakistán y
Arabia Saudita. Usted de igual forma autorizó el monto de las indemnizaciones
otorgadas a estos intermediarios. ¿En estas condiciones puede usted seguir
afirmando que no se encuentra implicado directamente en ese asunto?”
Tres personajes ya tienen serios problemas con la
justicia francesa: Ziad Takieddine, investigado por complicidad en las
comisiones y “retrocomisiones”; Thierry Gaubert, colaborador de Sarkozy en el
ministerio del Presupuesto y quien sigue perteneciendo al círculo íntimo del
expresidente, y Nicolas Bazire, exjefe de gabinete de Balladur y director de su
campaña electoral en 1995. A los tres se les investiga por el delito de abuso
de bienes sociales. Tanto la esposa de Bazire como la exesposa de Takieddine
denunciaron que entre 1994 y 1995 ambos realizaban viajes a Suiza para recoger
maletas llenas de dinero en efectivo.
Por si eso fuera poco el “affaire Karachi” empieza a
tener aún más ramificaciones internacionales. Acaba de extenderse a Colombia,
donde Thierry Gaubert y Jean Philippe Couzi construyeron lujosas mansiones en
la Cordillera de los Andes, en el muy discreto pueblo residencial de Nilo. Los
jueces Van Ruymbeke y Le Loir investigan la fortuna de Gaubert, íntimo de
Sarkozy, y se preguntan si construyó esa casa con “retrocomisiones” producto de
la venta de armas a Pakistán y Arabia Saudita. Gaubert tiene como vecino en la
selva a Jean Claude Couzi, nuevo esposo de Astrid Betancourt –hermana de Ingrid
Betancourt, exrehén de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, y en
defensa de la cual se movilizó Sarkozy–, que pertenece también al círculo de
amigos del expresidente francés.
Los jueces galos pidieron a la justicia de Colombia
informes sobre los bienes de Gaubert y Couzi en ese país.
Según Mediapart, Gaubert tiene un gran sentido de
hospitalidad: atendió en su secreto refugio colombiano a Takieddine, el
omnipresente negociante de armas; a Olivier Dassaut, heredero del poderoso
grupo empresarial del mismo nombre, que fabrica, entre otros, aviones de guerra,
así como a Alexandre de Juniac, excolaborador de Sarkozy y hoy dirigente de Air
France.
Asif Ali Zardari, viudo de Benazir Bhutto y actual
presidente de Pakistán, está también en la mira del juez Van Ruymbeke, quien
descubrió estados de cuentas bancarias suyas en Suiza. Son de lo más elocuente.
Zardari hubiera cobrado 10 millones de dólares en 1995.
Explica Libération en un reportaje publicado el 10 de
julio: “Esos giros podrían comprobar que los dirigentes paquistaníes de
entonces –Benazir Bhutto era ministra de Hacienda– cobraron importantes
sobornos para elegir los submarinos franceses. Confirman además la pista que
siguen hoy los jueces franceses: fue la interrupción del pago de esas
comisiones la que provocó el atentado de Karchi”.
Enfatiza Libération,
citando a una fuente judicial que conoce el expediente: “Se sospecha que
Takieddine fue quien entregó las retrocomisiones a políticos franceses, en
particular para financiar la campaña de Balladur, y que Abdul Rahman El Assir
pagó comisiones a los paquistaníes. Cronológicamente los 10 millones de dólares
que aparecen en las cuentas del actual presidente sólo pueden venir del
contrato de los submarinos”.
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