El Arsenal / Diario Digital, 18 de septiembre de 2018..
“Con Andrés Manuel llega una izquierda populista y pragmática”, entrevista con Gustavo Hirales Morán (ex Liga Comunista 23 de Septiembre)
POR CARLOS ARTURO BAÑOS LEMOINE
EL Arsenal, 18/09/2018
Carlos Arturo Baños Lemoine, Editor en Jefe de El Arsenal, entrevistó a Gustavo Hirales Morán, ex guerrillero y fundador de la Liga Comunista 23 de Septiembre, a 45 años de la formación de este grupo revolucionario y tras el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador.
Ciudad de México.- El voluminoso libro de la historia política de la izquierda mexicana tiene inscritos muchos nombres importantes, uno de ellos es el de Gustavo Hirales Morán, quien fue fundador de uno de los principales grupos guerrilleros que ha tenido México: la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Gustavo Hirales es un observador y analista crítico de la historia política nacional, y nunca ha dejado de comprometerse con los cambios políticos de este país, haciéndolo desde distintos frentes: primero, el camino de las armas, después la lucha político-partidaria y, finalmente, la investigación y la función pública.
Creí relevante sentarme frente a él y entrevistarlo para averiguar su parecer en torno a los capítulos más recientes de la vida política nacional, sobre todo a la luz del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, próximo Presidente de la República.
Con enorme generosidad, Gustavo Hirales aceptó de inmediato mi invitación y nos reunimos a tomar un café. La entrevista fue fluida y cordial en todo momento, y chacotera a ratos.
¿Por qué Gustavo Hirales tomó el camino de las armas y por qué, posteriormente, lo abandona optando mejor por la lucha partidaria?
Para responder mi pregunta, Gustavo Hirales me recuerda pasajes sustantivos de su imprescindible obra Memoria de la guerra de los justos (Ed. Cal y Arena, 1996); obra agotada, por cierto, y que bien merecería al menos una reimpresión.
La agenda social de la Revolución Mexicana se había desdibujado, me dice Hirales, sobre todo a partir del gobierno de Miguel Alemán Valdés (1946-1952). El “milagro mexicano” generó mucha riqueza para algunos y marginación para la mayoría. Las causas obrera, campesina y popular quedaron enmarcadas dentro del esquema corporativo, clientelar y autoritario del partido de Estado, del partido hegemónico, del PRI-gobierno.
Y lo más importante: en aquellas circunstancias, la vía electoral era un teatro político, con una oposición de derecha (PAN) emblemática pero poco eficaz, y con partidos satélites totalmente funcionales al sistema (PPS y PARM).
“Y estando proscrito el Partido Comunista, ¿qué camino vimos como el más adecuado? El camino de las armas”, me dice.
Gustavo Hirales perteneció a las juventudes comunistas y todavía resulta notoria su sólida formación en el marxismo-leninismo, doctrina de la que hoy en día se ha alejado sin dejar de reconocer su gran aporte analítico sobre la sociedad capitalista. Me recuerda, de hecho, que detrás de los proyectos de revolución armada de aquella época, el marxismo y la Revolución Cubana eran referencias obligadas.
“El asalto al cuartel de Madera [Chihuahua, 23-IX-1965], fue concebido como el Moncada mexicano”, me dice mientras me recuerda que, no de balde, la fecha de dicho asalto se incorporó al nombre de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de la cual Gustavo Hirales fue fundador, en un ya lejano marzo de 1973, hace 45 años.
“El mérito de la Liga ?acota? fue tratar de agrupar a todas las fuerzas revolucionarias de la época en un frente guerrillero común: la dispersión y los esfuerzos aislados nos restaban efectividad”. La ansiada unidad no se logró del todo: el Partido de los Pobres, de Lucio Cabañas, y la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, de Genaro Vázquez, jamás se integraron a la Liga, pese a los acercamientos. Tampoco lo hicieron las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP).
Aun así, la Liga fue sin duda el mejor intento de la izquierda armada de aquellos tiempos. ¿Por qué entonces se vino abajo tan pronto?
Hirales no fue ni es una persona auto-complaciente y, desde su encierro carcelario (1973-1980), en el Penal de Topo Chico (Nuevo León), su reflexión fue crítica y finalmente demoledora.
Gustavo Hirales ya estaba en prisión cuando se dio el fallido y trágico intento de secuestro del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, el 17 de septiembre de 1973. La policía judicial de Sinaloa lo detuvo el 22 de agosto de ese año y, tras un período de interrogatorio y tortura a cargo de la Dirección Federal de Seguridad, esto ya en el Distrito Federal, fue recluido el 11 de septiembre en el Penal de Topo Chico, donde permaneció de 1973 a 1980.
Y allí, tras las rejas, comenzó su cambio de mentalidad con respecto a la vía armada, sobre todo después del homicidio de Eugenio Garza Sada.
“Dije, ay, cabrón, está muy loca la Liga después de lo de Garza Sada. Están muy locos estos compas. Cómo se atrevieron a hacer lo que hicieron y luego que les saliera mal. Provocaron una crisis política de dimensiones inimaginables, crisis que no favoreció para nada alguna apertura en ninguna parte, sino al contrario: una cerrazón brutal y una persecución muy cabrona contra la Liga, y contra los demás grupos armados que por entonces actuaban”, me dice Gustavo Hirales.
Me recuerda el ex líder guerrillero que los asaltos bancarios y los secuestros planeados originalmente por la Liga, tenían el objetivo de anexarse recursos económicos, de negociar con el gobierno la liberación de presos políticos, y de obligar a los medios periodísticos a publicar las posiciones de la organización, acelerando ?se pensaba? las contradicciones del sistema.
“La idea central era provocar movilizaciones populares que obligaran al gobierno a hacer cambios de fondo, no sólo superficiales, sobre todo a favor de los trabajadores. Aspirábamos a crear condiciones sociales propias para impulsar insurrecciones populares”, afirma Hirales.
Pero el asesinato de Eugenio Garza Sada resultó contraproducente, así como lo fueron nuevos secuestros también con final trágico.
Entre otras cosas, y además de ser miembro de la élite empresarial de México, Eugenio Garza Sada pertenecía a la Cruzada Regional Anticomunista (CRAC). Cuando los grandes empresarios, la cúpula eclesiástica y los principales medios de comunicación vincularon la retórica populista del Presidente Luis Echeverría (1970-1976) con las acciones violentas de la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Presidente de la República la emprendió durísimo contra los grupos guerrilleros, pues le urgía deslindarse y recuperar credibilidad.
Para colmo de males, el escenario mundial resultaba ser muy desfavorable: justo el 11 de septiembre de 1973, el General Augusto Pinochet depuso, mediante un golpe de Estado, al primer presidente socialista de Chile por vía electoral, Salvador Allende. ¿Qué no podría llegar a suceder en México dado este antecedente en América Latina?
La estocada final vino con el cierre de la Escuela de Agricultura de la Universidad Autónoma de Sinaloa (enero de 1974), considerada por el gobierno como un foco de agitación social, y con el asesinato de Lucio Cabañas (diciembre de 1974), líder del Partido de los Pobres (Estado de Guerrero).
La reflexión sobre estos y otros acontecimientos, durante su encierro, cambiaron las ideas de Gustavo Hirales: el camino de las armas ciertamente había dejado de ser una opción viable para propiciar el cambio político en México.
Y ni qué decir de la confusión que afectó a varios miembros de la Liga en medio de todas estas turbulencias socio-políticas: ajustes de cuentas internos, divisiones grupales, choques de liderazgos, dogmatismos y sectarismos al uso, acusaciones cruzadas, destitución de dirigentes por parte de otros dirigentes, etc. Y, al final, ausencia de reflexión propiamente política.
“Después de que cae Salas Obregón [abril 1974]cunde el desmadre en la Liga. Todo mundo busca reivindicarse como los auténticos herederos (…). Entonces yo digo, bueno, qué estamos preservando aquí, no hay nada qué defender, lo que importa es pensar en qué sigue. Y entonces empiezo a sacar mis escritos, que después conformaron aquel folletito de La Liga 23 de Septiembre, Orígenes y naufragio, donde planteo que ya valió madre no sólo la Liga, sino la lucha armada; que a esas alturas está clarísimo que ya no era el camino y que hay que reencauzar nuestros objetivos hacia la lucha por la democracia”, me dice enfáticamente el ex guerrillero.
Gustavo Hirales incluso es muy drástico: el “aventurerismo militarista” de la Liga terminó por hacerle el juego a la política represiva del gobierno y de sus aliados de la burguesía.
Mi interlocutor coincide con el juicio que, sobre la época, hicieron Arnoldo Martínez Verdugo y Barry Carr: para 1975, los frentes guerrilleros están prácticamente derrotados.
El 11 de agosto de 1976, un comando de la Liga (en la etapa que Hirales caracteriza como “los restos del naufragio”), encabezado por David Jiménez Sarmiento, intenta secuestrar a Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente electo José López Portillo. El operativo fracasa y muere abatido David Jiménez, considerado por algunos como el último dirigente histórico de la Liga.
El 31 de agosto de 1977, una muy menoscabada Liga intenta secuestrar a Hugo Margáin Charles, profesor de la UNAM e hijo de Hugo B. Margáin, primer Secretario de Hacienda de Luis Echeverría y embajador de México en Estados Unidos. El intento también termina en fracaso: Hugo Margáin muere desangrado.
La Brigada Blanca, grupo de contrainsurgencia creado en 1976 a partir de militares y agentes del Dirección Federal de Seguridad, estaba diezmando brutalmente a la guerrilla: crecen los asesinatos y las desapariciones de miembros de la Liga y de otros grupos armados. La “guerra sucia” se inclina a favor del gobierno, sobre todo después de que López Portillo abre las puertas a una mayor participación política de la izquierda, incluida la izquierda comunista.
La lucha política y social tenía que ser reencauzada.
Gustavo Hirales miró con buenos ojos la reforma política de 1977 y la ley de amnistía de 1978, ya bajo la Presidencia de José López Portillo (1976-1982). “De alguna manera, la forzada apertura del gobierno fue un efecto de la lucha armada. Por ello, la guerrilla valió la pena; a un costo muy alto, cierto, pero no todo fue inútil”.
Tras salir de la cárcel (1980), se incorporó de forma activa al Partido Comunista y, posteriormente, al Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y al Partido Mexicano Socialista (PMS).
Fueron tiempos complicados, porque tenía que buscar el sustento habitual mientras trataba de sacar adelante proyectos políticos partidarios cuyas definiciones le parecían atrasadas, ambiguas o simplemente híbridas.
La izquierda, a nivel mundial, era un collage de posturas e ideas, y esto afectaba mucho cualquier intento de hilvanar proyectos políticos “de izquierda”. En América Latina seguía pesando mucho la Revolución Cubana, pese a su sovietismo y a sus formas dictatoriales.
El triunfo de la Revolución Sandinista (Nicaragua, 1979) y la lucha del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (El Salvador, 1981 en adelante) reforzaban la idea de la “lucha armada” como única vía para lograr el cambio social. La hegemonía de las dictaduras militares en el Cono Sur alimentaba esta idea.
Y, del otro lado del Atlántico, el ascendente y emblemático Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en su XXVIII Congreso (mayo 1979) abandona el marxismo como ideología oficial, en tanto que el eurocomunismo gana terreno en Francia, Italia y España misma. En “las izquierdas” occidentales se impone, como mayoritaria y más aceptable, la vía político-electoral, con programas de acción más socialdemócratas, más fabianos: hacer avanzar causas sociales irreductibles e irrenunciables, sí, pero dentro de la democracia pluralista, en el marco de los derechos humanos y la economía mixta.
Gustavo Hirales consideró que la vía político-electoral era la ruta de acción más adecuada. Una ruta sustentada en partidos cada vez mejor organizados y con programas de acción realistas y con raigambre popular. La acción armada tenía que ser sustituida por la acción de masas, por la acción popular, por las organizaciones de base y por la lucha dentro de las instituciones del Estado democrático.
Su compromiso con los partidos de la izquierda (PC, PSUM y PMS) fue a fondo, pero los avances fueron menores. Siempre peleando internamente por la consecuente democracia interna, con resultados ambivalentes. Al final, afirma Hirales, “llegamos a la fusión en el Partido de la Revolución Democrática como el invitado de última hora, en condiciones de subordinación a los disidentes del PRI y a sus asesores de la izquierda anti-PCM”. Por ello, Hirales ya no quiso incorporarse al Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido fundado en mayo de 1989, sobre la base del registro del Partido Mexicano Socialista.
Y es en esta coyuntura en donde Hirales comienza su tercera etapa de participación política, pero ahora por la vía de las instituciones públicas, a través del servicio público, al incorporarse al Programa de Solidaridad del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).
Hirales le reconoce a Carlos Salinas su voluntad de impulsar la modernización económica de México de fines del siglo XX, sin renegar de la política social del Estado Mexicano, pero sí transformándola en profundidad. El Programa Nacional de Solidaridad sería la prueba viviente de esa transformación.
Gustavo Hirales fungió como Director de Atención a Presidentes Municipales del Instituto Nacional de Solidaridad, cuando éste estuvo bajo la batuta de Marco Antonio Bernal, otro ex subversivo.
Vale la pena destacar que, desde finales de los setenta, Marco Antonio Bernal se vinculó con el PRI bajo el cobijo de Manuel Camacho Solís, hombre cercanísimo a Carlos Salinas desde tiempos universitarios y quien, a la postre, sería miembro incómodo del “grupo compacto” del salinismo.
Paradojas de la vida: el otrora guerrillero Gustavo Hirales ahora trabajaba cercano a la cúpula del salinismo, en particular cerca de Carlos Rojas Gutiérrez, y en función de uno de los programas emblemáticos del salinismo: Solidaridad.
No han faltado los maledicentes de la política y del periodismo que han calificado esto como una “traición” o una “contradicción” por parte de Hirales, sin percatarse de que la actitud del ex comunista fue consistente con su nueva visión de las cosas, en un clima propicio para el desarrollo de la función pública.
Carlos Salinas fue un presidente muy hábil, que incorporó a las labores de gobierno a viejos disidentes del sistema, a objeto de aprovechar su expertise y su compromiso social. A la “oposición” hay que darle cauce dentro del sistema político, desde una visión republicana e incluyente. No se trata sólo de “amnistiar” a los disidentes radicales: es necesario abrirles los cauces de participación incluso dentro del gobierno mismo.
No fueron pocos los disidentes de la izquierda, incluso de la izquierda armada, que se acercaron al gobierno de Carlos Salinas.
Así comenzó la etapa de Gustavo Hirales como servidor público, para provecho de todos; etapa que ya suma varios sexenios.
Como funcionario público prestó sus servicios en el Programa Nacional de Solidaridad y en el Instituto Nacional de Solidaridad, entre 1991 y 1993. Estuvo con Jorge Carpizo durante el paso de éste por la PGR y Gobernación (1994). Y, después, fue asesor de la delegación del gobierno federal en las pláticas de paz en Chiapas (1994), a principios del gobierno de Ernesto Zedillo, razón por la cual Hirales conoce de cerca los ajedreces políticos que se movieron en torno al levantamiento zapatista y al posterior proceso de negociación y de pacificación en Chiapas.
Hirales observó de cerca el cese de las hostilidades, la promulgación de la ley de amnistía, la creación de la Convención Nacional Democrática, la integración de la CONAI y de la COCOPA, los trabajos de la mesa de negociación, la firma de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar (febrero de 1996)… ¡y las consecuencias de la matanza de Acteal (diciembre 1997)!
Sus agudas e incómodas reflexiones al respecto pueden leerse en Camino a Acteal (Rayuela Editores, 1998), un libro que hasta la fecha sigue levantando salpullido en algunos sectores de la izquierda indigenista y en grupos políticos inspirados en la Teología de la Liberación.
De 1998 a 1999, Hirales fue asesor de la Presidencia de la República, llegando a establecer una relación afectuosa con el Presidente Ernesto Zedillo.
Miró con mucho recelo y escepticismo el triunfo electoral de Vicente Fox, en el 2000. A Gustavo Hirales le queda muy claro que si Fox no pudo avanzar más en la transición fue por tres causas: a) la falta de programa viable del propio Presidente; b) la fuerza que siguió manteniendo el PRI en las gubernaturas, en el Congreso de la Unión y en los poderes fácticos; y c) los débiles lazos de colaboración del PAN con la izquierda político-partidaria (especialmente con el PRD).
De 2001 a 2006, Gustavo Hirales estuvo en la CNDH, primero como asesor del Presidente y luego como Director del Área de Contenidos en Comunicación Social. Y, al término del sexenio foxista, se incorporó como asesor de la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados, del 2006 al 2009.
Entre 2009 y 2014, Gustavo Hirales trabajó para una consultoría dedicada al análisis político y a la gestión pública, y, desde enero de 2015 a la fecha, se desempeña como investigador del Centro Nacional de Derechos Humanos (CENADEH), de la CNDH.
El trabajo de Hirales como investigador, dentro y fuera del ámbito público, es encomiable, ya que su obra exhibe habilidades de rigor analítico, técnica investigativa y calidad expositiva, adquiridas todas ellas gracias a la autodidaxia, ya que Gustavo Hirales apenas si concluyó el bachillerato, allá por 1967.
Es un lector voraz y un analista que sabe identificar el hilo conductor de los sucesos políticos, con ojo clínico e intuición detectivesca.
Y comenzamos el último tramo de la entrevista, ya con preguntas directas para respuestas concretas.
¿Qué fue lo primero que pasó por tu cabeza cuando se anunció el triunfo de López Obrador?
Me lo esperaba, nunca tuve duda de su triunfo. Lo que sigo teniendo es preocupación, porque con Andrés Manuel llega una izquierda populista y pragmática, con muchos aliados incómodos. Todavía no veo un programa sólido de gobierno, sino una colección de peligrosas ocurrencias.
¿Qué sería lo más rescatable de Andrés Manuel?
Pues las ideas de lucha de la izquierda histórica: que nadie en este país, por muy fregado que esté, por muy humilde que sea su cuna, carezca de lo indispensable para vivir, o sea, de comida, medicinas, vivienda, educación… Todo lo que pueda hacerse en este sentido, será bienvenido, sin duda. Lo que me preocupa es que sus planteamientos al respecto han sido vagos y demagógicos.
¿Como aquello de la universidad para todos los jóvenes sin examen de admisión?
Ándale… ¡ésa es una vacilada! Eso no se da en ningún país del mundo, ni en los países comunistas se dio. Es un exceso de la demagogia y un asunto peligroso, tanto si se realiza como si no se realiza. Puede ser muy costoso para la sociedad o muy decepcionante para los chavos.
¿El aborto?
Es una vieja bandera de la izquierda, pero le pondrán muchos “peros” los grupos conservadores y quién sabe si AMLO aguante la presión. La meta en este asunto es, al menos, llegar a la despenalización, siguiendo los estándares internacionales de avanzada. Que no haya mujeres que, por abortar, vayan a la cárcel.
¿La legalización de la marihuana, de las drogas en general?
Hay que tener mucha cautela en esos temas, porque la legalización en sí no resuelve el problema: en donde la marihuana y otras drogas blandas han sido legalizadas, como Uruguay y algunos estados de EEUU, no se ha acabado con la violencia. Hay otros factores a considerar. La sólo legalización no es la panacea. Debe tenerse en cuenta un plan integral: educación, salud, empleo, rehabilitación… Lo que me resulta indispensable al respecto es que no se criminalice a los consumidores.
¿Qué opinión te merece la descentralización territorial de las oficinas de gobierno?
Una ocurrencia sin sustento visible. Se puede estimular la economía de las entidades federativas de otros modos, no fragmentando familias ni desperdigando oficinas a lo loco. De hecho, eso puede dificultar la gestión gubernamental.
¿El asunto del aeropuerto?
Sólo busca legitimar su decisión y espantar a los contratistas originales, como parte de un juego político. Sus objeciones a Texcoco son débiles. Lo que le interesa es politizar el asunto. A ver, ¿por qué no somete a consulta sus otras mega-obras, como la del Tren Maya? Lo está manejando políticamente, como muchas otras cosas.
¿Tumbar la Reforma Educativa?
Mira, no creo que la tire. La modificará a lo sumo, sobre todo en lo que corresponde a la evaluación docente y a sus consecuencias. Debemos reconocer que uno de los méritos de la Reforma Educativa ha sido la de mermar el poder del sindicalismo magisterial “charro” y “disidente”. Hay que considerar que el entorno internacional también pesa. Se “reformará la reforma”, sobre todo en sus apartados punitivos. Pero no creo que se atreva a regresar a la venta de plazas, a los comisionados sindicales con goce de sueldo, por ejemplo.
¿Atrás con la Reforma Energética?
De hecho, quien ya se está echando para atrás es Andrés Manuel. Era obvio. Fue bandera de campaña, pero el primer beneficiado de esa reforma será su gobierno: hay potencialmente mucha inversión extranjera directa, generación de empleos y recaudación fiscal.
¿Amnistía y comisiones de la verdad?
Las amnistías están pensadas para los conflictos políticos, no para los casos de crimen organizado. Desde allí está mal la propuesta de Andrés Manuel. Es posible pensar en un perdón para quienes se han visto forzados a colaborar con el crimen organizado, ya sea por necesidad, por miedo, por amenaza, pero eso es otra cosa, además de ser un asunto muy delicado. Por otra parte, las comisiones de la verdad y las fiscalías especiales sólo resultan útiles cuando, con base en sus trabajos y conclusiones, resulta posible juzgar y sentenciar a quienes cometieron crímenes graves contra los derechos humanos, tal como pasó en Chile o Argentina.
Al respecto, Hirales me recomienda la lectura de su obra más reciente: México, ajustando cuentas con la historia (justicia transicional fallida), publicada por la CNDH hace justo un año (septiembre 2017).
Mientras comenzamos a platicar acerca de otras cosas, incluso anodinas y burlescas, se agotan los cafés.
No dejo de notar que, de tanto en tanto, la mirada de Gustavo Hirales se pierde en lontananza. Conozco esa mirada… es la típica de los poetas. Por cierto, Gustavo Hirales tiene un libro de poesía, llamado Siempre de nuevo, que no ha sido publicado comercialmente.
Mientras nos despedimos, Gustavo Hirales me externa su preocupación en cuanto a que el gobierno de López Obrador pudiera degenerar en algo parecido a lo que está sucediendo en Venezuela o Nicaragua. Y le preocupa, asimismo, que dicho gobierno no tenga contrapesos en el Congreso de la Unión ni en los gobiernos estatales.
La prensa, las redes sociales, serán fundamentales, así como los movimientos sociales emergentes… En esto coincidimos plenamente Gustavo Hirales y quien esto escribe.
Nos damos un abrazo de despedida y, mientras nos alejamos el uno del otro, pienso en Gustavo Hirales y pasan por mi cabeza las palabras trepidantes de Víctor Serge (1890-1947), otro disidente del comunismo:
“Me parece que si, cuando tenía doce años, me hubieran preguntado: ¿qué es la vida? (y yo me lo preguntaba a menudo), habría contestado: no sé, pero veo que quiere decir pensarás, lucharás, tendrás hambre”…
El Arsenal / Carlos Arturo Baños Lemoine (texto y fotos)
1 comentario:
No cabe duda que este señor fue un oportunista en toda su trayectoria. Al no poder lograr nada en la 23 optó por la vía de la traición a si mismo y al país. Desde luego su interés nunca fue el beneficio del pueblo sino El personal. Personas como Hirales o Jesús Zambrano, son la típica representación de las traiciones que vivió la izquierda real en AL. La izquierda siempre ha sido infiltrada y el caso de Hirales es un ejemplo. Lo que me parece más alarmante y cómico son los comentarios sobre AMLO. Teme que seamos como Venezuela, increíble que alguien que se supone que tiene un poco de bagaje teórico sobre el materialismo dialéctico e histórico, pueda hacer ese tipo de comentarios. Aunque pensando más en ello, este tipo de declaraciones AMLO=Venezuela son un reflejo de la incapacidad de análisis de Hirales. Seguramente está misma incapacidad fue lo que lo llevo a ser un traidor. Algo que siempre me he preguntado es ¿cómo se pasa de ser un hombre a ser mascota del burgués? Bueno, el caso de Hirales nos da algunas respuestas ...
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