16 sept 2009

Explosiones en el DF

Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Excélsior, 14 de septiembre de 2009;
Alerta roja el 15
El año pasado, en la celebración del Grito de la Independencia en Morelia, estallaron granadas que dejaron ocho muertos y más de un centenar de heridos. El hecho fue atribuido a un comando de Los Zetas, en guerra en ese estado con el cártel de La Familia, profundamente infiltrado (como vimos después con el llamado michoacanazo) en el gobierno local. No dejó de ser paradójico que, aparentemente, fueran los grupos rivales de Los Zetas los que localizaron y “entregaron” a los autores de esos atentados.
Lo cierto es que un año después subsiste el temor de que los hechos puedan repetirse, primero, porque ha aumentado la violencia en el último año y, segundo, porque ésta cada vez sirve más para encubrir todo tipo de intenciones, algunas ligadas efectivamente al crimen organizado o la subversión, pero otras con objetivos muy disímiles. En los hechos, en las últimas semanas se han dado en el DF por lo menos dos atentados con bombas. El primero, al iniciarse septiembre en una sucursal de Bancomer. El siguiente, días después, en una concesionaria automotriz.
Originalmente se dijo que esos atentados eran “actos vandálicos sin tintes políticos”. Pero luego apareció un comunicado más desconcertante aún: la autoría de ese atentado se la adjudicó el Frente Subversivo de Liberación Global, inédito hasta entonces. Sin embargo, más inédita aún es la demanda: dicen que realizaron ese acto como una medida de protesta en contra del deterioro y la explotación del medio ambiente. No deja de ser extraño que, para protestar contra el deterioro del medio ambiente, se coloque un explosivo, pero también dicen que “seguiremos atacando los símbolos del capitalismo asesino, torturador, patrocinador de la destrucción de la Tierra”. El grupo se identifica como anarquista, posee una página de internet y asegura tener células en Chile, Argentina, Grecia y Rusia, entre otros países. Afirman que continuarán con los ataques a las oficinas de transnacionales y a banqueros, “para que su dinero arda en llamas del fuego abolicionista de los ecopirómanos”.
Fuera de estos ecoterroristas, existen otras preocupaciones con relación a grupos armados en nuestro país. Es evidente que hay la intención de distintos grupos armados de realizar acciones en torno a 2010, con el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia. Las autoridades federales, sobre todo el Ejército, han monitoreado las actividades de distintas células en diferentes puntos del país, incluso con encuentros entre grupos tradicionalmente enfrentados de estas organizaciones, con la intención de coordinar actividades. Y existe un temor fundado de que este 15 de septiembre se pudiera realizar alguna acción de lo que se denomina “propaganda armada”. No es la primera ni la única vez que ese tipo de actos se realizan, pero se debe tomar en cuenta que, salvo alguna ocasión muy particular, como los atentados de 1996 en Oaxaca, Huatulco y Tlaxiaco, esas acciones no suelen generar víctimas.
Así, desde 2001 hasta la fecha ha habido varios ataques con explosivos, sobre todo a instituciones bancarias. En agosto de 2001, tres fueron contra sucursales de Banamex y se las adjudicaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), que con anterioridad ya habían realizado este tipo de ataques. Como resultado de esos bombazos, fueron detenidos días después los hermanos Cerezo Contreras, hijos en realidad del fundador y líder del EPR. Días más tarde se da otro bombazo, esa vez contra una sucursal de Bancomer. Y es hasta mayo de 2004 cuando hubo otro ataque mucho más serio, en Cuernavaca, a tres sucursales, de Banamex, Bancomer y Santander, respectivamente, que causaron daños en seis kilómetros a la redonda y afectan a otras oficinas cercanas a las sucursales. Una cuarta bomba estalló en un HSBC. Pese a la violencia de la explosión, no hubo víctimas. Y el atentado se lo adjudicó el Comando Jaramillista Morelense 23 de Mayo. En octubre de 2005, otro ataque a Bancomer se dio en Temixco, Morelos, mas nadie se lo adjudicó, quizá porque en esa ocasión sí resultó herido un transeúnte.
Un mes después, otra sucursal de Bancomer fue atacada, entonces se hizo responsable el llamado Comando Revolucionaria del Trabajo México Bárbaro. Y en octubre del 2006 aparece una Organización Revolucionaria Armada del Pueblo de Oaxaca que, en el contexto de los violentos enfrentamientos que habían azotado a Oaxaca en esos meses y del conflicto postelectoral federal, le declaró “la guerra” al gobierno local y al federal. Lo hizo colocando tres explosivos en sendas sucursales bancarias. Desde entonces no ha vuelto a aparecer. Semanas después se dan otros tres ataques, en el PRI, en el Tribunal Electoral del Poder Judicial y en una sucursal bancaria, pero otras tres bombas no estallan. Nadie se los adjudica. Y en marzo de 2008 otra bomba estalló en otro banco, también sin acreditación. Los siguientes ataques fueron los de los “ecopirómanos” de días pasados.
Pero junto con ello tenemos un accionar violento constante de parte de muchas organizaciones criminales que en ocasiones están recurriendo a ataques como los de Morelia simplemente para causar terror en la población. Y el temor de las autoridades es que ambos fenómenos se vayan cruzando y generando acciones de violencia que sea difícil saber siquiera a quién adjudicar o que tengan como objetivo último simplemente desestabilizar. Por eso, este 15 de septiembre las agencias de seguridad estarán en alerta roja.
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Columna Estrictamente Personal/Raymundo Riva Palacio
Guerrillas en movimiento
Ejecentral.com 16, 2009
En las dos últimas semanas, cuatro ataques de organizaciones clandestinas fueron perpetrados en la ciudad de México. Tres bombas hicieron explosión, con daños limitados, en una sucursal de BBVA Bancomer en el sur de la capital, en una distribuidora Renault en el oriente, y en una boutique en una exclusiva avenida en el poniente. Una más no estalló, en una sucursal de Banamex, por lo cual el hecho no fue de conocimiento de la opinión pública. Sólo se reivindicaron dos de esos atentados, por parte de tres agrupaciones clandestinas aparentemente sin conexión, pero con una peculiaridad: en todos los casos, el explosivo estaba compuesto de gas butano con detonadores de manufactura artesanal. ¿Qué está pasando? La olla está comenzando a hervir.
Los atentados a los bancos no fueron reivindicados por nadie, pero el de la Renault, el 9 de septiembre, se lo acreditó primero el grupo España Signus Franciscanos, que ha estado asociado a grupos de derecha, y que tuvieron un papel importante durante un movimiento social en Oaxaca hace 30 años. Horas después se lo adjudicaron las Células Autónomas de Revolución Inmediata “Práxedis G. Guerrero”, que hicieron una denuncia muy particular: contra la construcción de una cárcel de máxima seguridad en las inmediaciones del Reclusorio Norte, donde se encuentran presos militantes de la vieja Liga Comunista 23 de Septiembre, de la Unión del Pueblo –que al fusionarse se convirtió en el Procup-, y del EPR, que nació de la integración orgánica de las guerrillas de Oaxaca y Guerrero. El último, la mañana de este lunes, en una boutique de Max Mara, fue reivindicado por el Frente de Liberación de Animales (FLA), que emitió un comunicado en el cual afirman que se suman a la semana internacional contra esa marca Prét-a-Porter italiana.
El procurador general de Justicia del Distrito Federal, Miguel Mancera, minimizó los atentados, argumentando que los implementos utilizados pueden ser comprados en cualquier tlapalería, y que la similitud de los explosivos utilizados se debía probablemente a un imitador. Aunque hipotéticamente sea cierto, no es común que una persona cualquiera pueda fabricar un explosivo. Se puede entender que Mancera no quiera hacer sonar las alarmas en la capital, pero mientras no se resuelvan los casos de manera satisfactoria, hay que atenderlos con toda seriedad. Especialmente, porque al analizar los vínculos entre las organizaciones, brotan las relaciones que existen entre ellos que trazan escenarios inquietantes para el futuro mediato.
A diferencia de lo que plantea Mancera, sí hay vasos comunicantes entre cuando menos dos de las organizaciones que reivindicaron los atentados. Una es el FLA, que es una organización anarquista que pertenece a las redes del llamado Black Block, que ganó prominencia en 1999 con sus acciones violentas durante las protestas callejeras en Seattle, contra la reunión de la Organización Mundial de Comercio, y reiterada en las calles de Génova, durante la reunión anual del G-8. Estos grupos son de izquierda radical –aunque se les llegan a unir organizaciones de extrema derecha-, y tienen como constante ideológica el ataque a empresas multinacionales. En México llegaron por la puerta de Chiapas, y tuvieron larga relación con el Subcomandante Marcos y el EZLN. Aunque no hay una vinculación orgánica evidente con las Células Autónomas, hay una relación indirecta, a través de las redes insurgentes en internet, con la autoridad máxima de esa organización guerrillera, las Milicias Insurgentes Ricardo Flores Magón, que nacieron en 1996, cuando emitieron su primer comunicado el primero de agosto, el “Manifiesto de los Volcanes”, donde reivindicaban la lucha armada.
Las Milicias Insurgentes Ricardo Flores Magón son quienes, como órgano cúpula, establece los nexos operativos de los bombazos de septiembre. Este grupo opera en cuando menos 11 entidades del país, y tiene en Texcoco y Chimalhuacán, en los suburbios de la ciudad de México, sus principales centros de reclutamiento de cuadros. En este sentido ha funcionado en los últimos años de la misma manera que el EPR, con quien también tienen vínculos. Pero el grupo guerrillero con quien más relación tiene son las FARC, el ejército rebelde colombiano. De hecho, en la computadora de Raúl Reyes, el número dos de las FARC, asesinado por el Ejército colombiano en una invasión a territorio ecuatoriano, encontraron correos electrónicos enviados al “Comandante Fermín”, Ángel Fermín García Lara, quien era líder sindical en el IMSS, y dirigente del Movimiento de Lucha Popular y del Movimiento Bolivariano de los Pueblos.
El enjambre en el cual se mueven los grupos clandestinos que sembraron los explosivos este mes en la ciudad de México, no demuestra necesariamente una acción coordinada –para establecer la teoría de la conspiración-, pero sí refleja, cando menos, la efervescencia que se vive en los pasillos de la clandestinidad dada la frecuencia de los atentados. No son los únicos que se han dado. En los últimos meses, el FLA ha estado muy activo en varios estados del país, y el EPR tendrá que ratificar con sus bases si en 2010 inician una nueva campaña armada. Agitación guerrillera existe en todos los estados del Pacífico, y en algunas entidades en el centro y sur del país. En 1994, cuando se alzó el EZLN, la coordinadora guerrillera consideró que no estaban dadas las condiciones para la insurrección popular. Previamente a las elecciones, el EPR, principal organización guerrillera militar, aplazó para el próximo año sus acciones.
El país se está calentando en paralelo a la agudización de las contradicciones por la crisis económica y las altamente cuestionadas y repudiadas recetas gubernamentales. Sin quererlo, en el gobierno federal están ayudando a las guerrillas a madurar el alzamiento con la exacerbación social. En su favor cuentan con algún tiempo, pues aún no deciden la fecha para el levantamiento. Los bombazos de septiembre no fueron la enfermedad; son los primeros síntomas.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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El FBI considera al FLA como una de las 10 principales organizaciones terroristas de EE UU.

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