Ramiro II/Jorge Lofredo, investigador de CEDEMA
Publicado en El Periodico 26 de noviembre de 2009;
Con el asesinato del “comandante Ramiro” parece confirmarse la tendencia que, a diferencia de años anteriores, los golpes asestados contra la guerrilla y que se han hecho públicos –y corroborados por las partes– acaban en desapariciones (Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Cruz Sánchez) o muerte (Omar Guerrero Solís).
Aparte de lo que implica para un grupo clandestino la caída de algunos miembros y más cuando se trata de la dirección o puestos de relevancia, le resta iniciativa política y lo obliga a un repliegue militar, ya que estarán a obligados a manifestarse acerca de lo
El reciente texto del ERPI confirma esta cuestión: debió explayarse sobre las circunstancias de la muerte antes que desarrollar el planteamiento político que sustentan. Muy distinto es el sentido que tuvieron las entrevistas de este año respecto al último comunicado.
De igual forma ocurrió con el EPR cuando se produjo la desaparición de sus miembros y con el desarrollo de la Comisión de Mediación; sin embargo, ello forma parte de las circunstancias a las que una organización de estas características enfrenta; de hecho, la dialéctica ofensiva/defensiva política está comprendida dentro de su desarrollo.
En este caso, no obstante, se ponen de manifiesto problemas de seguridad que primero alcanzaron a la dirección nacional en 1999 y ahora con la muerte de su más conocido dirigente; con el agravante que “Ramiro” era buscado desde la fuga de la cárcel y que desde enero de 2007 persiste el anuncio que la presencia del Ejército en la entidad alcanzaría para el combate grupos subversivos (El Sur, 14|1|2007).
Según el ERPI el asesinato ocurre en un contexto “contrainsurgente” largamente anunciado y aún así protagonizó una mayor exposición que el resto de las organizaciones.
Una de sus facetas es el vínculo guerrilla-narco que no ha sido comprobada. Quedan muchas interrogantes por resolver.
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