20 dic 2009

El final del terrorismo

El final del terrorismo?/ Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington
Publicado en LA VANGUARDIA, 20/12/09;
¿Está desapareciendo el terrorismo global? El presidente Obama ha empleado el término únicamente en una o dos ocasiones en sus numerosos discursos. Funcionarios de mayor y menos rango de su Administración han recibido instrucciones en el sentido de no emplearlo, dado su carácter (para algunos) ofensivo y sesgado, y de emplear en su lugar el de “desastre debido a la acción de un hombre” pese a que ello no incluya los ataques llevados a cabo por mujeres o, en algunos casos, niños. El término islamismo ha sido prácticamente prohibido en Inglaterra. En su lugar, se emplea el de actividades antiislámicas o términos similares. Los medios de comunicación emplean de modo creciente los términos militantes y radicales en calidad de sinónimos. Libros y publicaciones recientes en Estados Unidos y Gran Bretaña sostienen que se exagera notablemente el peligro del terrorismo.
Dejando a un lado los numerosos ejemplos de circunloquio, es mucha verdad que – con escasas excepciones-parece darse una cierta mengua mundial de episodios terroristas. Lo que sucede en Afganistán o Somalia es enfrentamiento guerrillero o guerra civil más que terrorismo; los atentados que se producen en Pakistán, pero también en Iraq y otros países islámicos, apuntan principalmente contra otros musulmanes. Debe concederse que apenas transcurre un mes sin que se produzca un atentado importante, sea en Rusia, India u otro país. Sin embargo, ya no concitan notoria atención y tal vez con razón porque, desde una perspectiva política, no revisten gran importancia. No provocan, por ejemplo, el derrocamiento de un gobierno u otros cambios radicales. Los líderes de Al Qaeda lanzan todos los meses horribles amenazas ya sea por escrito, a través de internet o mediante un vídeo, pero ya no causan la misma impresión súbita porque suelen ser amenazas hueras. Muchas figuras importantes de Al Qaeda han sido eliminadas y aunque Bin Laden y Al Zauahiri no han sido apresados, lo cierto es que están huidos y difícilmente en condiciones de planificar y asestar un ataque de alcance devastador contra sus enemigos.
Ahora bien, aun considerando cuanto antecede, sería extremadamente necio e insensato cantar victoria en la guerra contra el terrorismo (término incorrecto que afortunadamente ya no se usa, gracias a una actitud sensata y cuerda). En las últimas décadas se ha apreciado en Occidente una tendencia a exagerar la importancia del terrorismo. Se juzgó como realidad insospechada, impactante, espantosa y, en el sentir de muchos, enigmática. No se cayó en la cuenta, sin embargo, de que los terroristas sólo podían infligir daños limitados. Fue Trotski quien observó, hace más de cien años, que cuando se mata a un ministro media docena ansían sustituirlo y cuando es asaltado un banco todos los demás siguen funcionado. Incluso grandes atentados terroristas no paralizaron a la sociedad ni derribaron gobiernos; por el contrario, los fortalecieron.
Por otra parte, si bien se produjo en el pasado una tendencia a exagerar la amenaza del terrorismo, ahora se cierne la de infravalorarlo. Los expertos nos advierten de los peligros que acechan. Hace unos meses, un comité del Congreso estadounidense con representación de los dos principales partidos declaró por unanimidad: “Nuestro margen de seguridad mengua en lugar de aumentar”. El ex senador demócrata San Nunn – durante muchas décadas un experto bien informado en cuestiones de defensa-manifestó que la amenaza de un ataque nuclear exitoso es mayor ahora que en septiembre del 2001.
Graham Allison, otro demócrata, profesor de Harvard y consultor del Gobierno, ha sido la voz más destacada de Estados Unidos a favor de un poder blando,es decir, donde la propaganda resulta preferible a la acción militar. No obstante, su último libro (Terrorismo nuclear: la máxima catástrofe evitable)se refirió al peligro nuclear, que a su juicio es muy importante y no se valora suficientemente.
¿Qué grado de dificultad presenta la obtención de tales armas? Exiguo. El material nuclear puede adquirirse en el mercado negro y los expertos pueden contratarse entre los que trabajaron en la URSS o en Pakistán y están en paro o no ganan mucho dinero. Aún resulta más fácil fabricar una bomba sucia,artefacto que combina material radiactivo y explosivo convencional. Este ingenio, aun sin provocar una explosión de grandes características, causaría sin embargo enormes daños. Por último, cabe consignar que el acceso a las armas de destrucción masiva de tipo biológico y químico es más bien restringido y resulta plausible que su empleo se demore más de lo que juzgan los expertos. También puede suceder que fracasen cuatro de cada cinco ataques con tales armas por razones técnicas u otras… Sin embargo, no cabe en absoluto abrigar dudas de que nos hallamos en un periodo de transición de atentados terroristas con armas convencionales, propios de los atentados de Nueva York y Washington de hace ocho años, a una era de armas nuevas y potencialmente mucho más destructivas.
La distancia entre escépticos y acusadores no hace más que aumentar. Los escépticos dicen: “Ya hemos oído todo esto. Sadam Husein fue acusado de poseer tales armas y, al final, resultó que no tenía ninguna y no ha pasado nada. Toda esta cháchara sobre la destrucción masiva es meramente un pretexto para restringir nuestra libertad”. Los acusadores dicen: “El hecho de que no haya acaecido ningún desastre importante hasta ahora no garantiza que no suceda en el futuro”. Mientras, el tiempo pasa…

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