Primera intervención del Presidente Calderón en el Diálogo por la Seguridad. Hacia una Política de Estado con representantes de Asociaciones Religiosas
2010-08-04 | Discurso
Muy buenos días.
Señores Obispos.
Señores Ministros.
Señores Pastores.
Señores Sacerdotes.
Señoras y señores:
Les agradezco, sinceramente, que hayan aceptado esta invitación al Diálogo por la Seguridad. Estamos revisando, a través de él, el grave problema de inseguridad que tenemos en el país, la estrategia que debemos seguir para hacerle frente y lo que cada una y cada uno de nosotros podemos hacer para tener éxito en este propósito.
El fin de estos diálogos es poder avanzar, al final, hacia una verdadera política de Estado, más que de un Gobierno, en materia de seguridad.
Como mexicano y como Presidente de la República reconozco la valiosa aportación que hacen al país las asociaciones religiosas que ustedes encabezan. Su labor contribuye a la construcción de una sociedad responsable y solidaria, basada en los principios de orden y respeto que inculcan a los miembros de sus iglesias.
La defensa que ustedes hacen de la familia mexicana, de sus valores, que es, sin duda, la base de nuestra sociedad; su amplia experiencia en el apoyo a las comunidades de los más desfavorecidos, son labores fundamentales en la difusión de los valores que nos deben unir como Nación.
Su compromiso, además, con la seguridad se hizo patente hace casi ya dos años, cuando suscribimos el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad.
En esa ocasión, asumieron compromisos muy concretos, ustedes, como el de promover la cultura de la legalidad, la denuncia, la participación ciudadana y el combate a las adicciones. Sin duda, en esta ocasión, sus ideas y propuestas serán de gran valor, en el propósito último de garantizar la seguridad de las familias y asegurar la paz y el orden público.
La inseguridad y la violencia no son fenómenos que hayan surgido recientemente; fueron desarrollándose a lo largo de varias décadas. Por alguna razón, no se quiso, o no se supo, hacerles frente en su debido momento.
La inseguridad y la violencia son fenómenos causados, por una parte, por la ferocidad y la falta de escrúpulos de los criminales, y, por otra, por la falta de acción oportuna de la autoridad en los distintos ámbitos de Gobierno.
La violencia, además, obedece, precisamente, al componente criminal de bandas que buscan expandir sus territorios de dominio, precisamente, a través de medios violentos.
Es deber primordial del Estado enfrentarlos, contenerlos y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Ese es el objetivo primordial.
Hoy vivimos un fenómeno delictivo, que representa una amenaza para el patrimonio y la integridad de quienes más queremos y, a fin de cuentas, una amenaza para toda la sociedad.
Y por eso, a lo largo de estos días, me he reunido con líderes sociales, empresariales, políticos, religiosos y directivos de medios de comunicación, para analizar el fenómeno de la criminalidad y la estrategia que debemos seguir para hacerle frente.
En estos encuentros, que han sido francos, abiertos y constructivos, se ha manifestado un claro consenso sobre la necesidad de compartir una visión estratégica en materia de combate a la delincuencia, así como la urgencia de actuar unidos para cerrar los espacios a la expansión de todas las expresiones del crimen.
De los diálogos han surgido diversas reflexiones y propuestas, que se podrían agrupar en cuatro vertientes.
En primer lugar. El fortalecimiento institucional. Esto es indispensable. Se trata de depurar, de profesionalizar, de consolidar nuestras instituciones de seguridad y justicia, para combatir con mayor eficacia y contundencia a la delincuencia organizada.
Sin mejores policías, sin mejores Ministerios Públicos, sin mejores jueces en los distintos ámbitos de Gobierno, no podrá avanzarse en la estrategia ni podrá garantizarse la seguridad de los ciudadanos.
El Gobierno Federal ha hecho un esfuerzo considerable por fortalecer sus propias instituciones policiacas y ministeriales, pero es necesario que este esfuerzo se haga y se consolide en todas las entidades federativas, sin excepción, y que se avance también en la revisión del cuerpo judicial del país.
En segundo lugar. La prevención social. Esto incluye la instrumentación de acciones que contribuyan a recomponer el tejido social, dañado por la delincuencia, y atacar de raíz sus causas, mediante la generación de mayores oportunidades de desarrollo, oportunidades de educación, oportunidades de salud, oportunidades de esparcimiento sano y de deporte, especialmente para los jóvenes y los adolescentes. Pero particularmente una sociedad movida por valores en los que se respete la vida, la libertad y el patrimonio de los demás.
Este es un punto medular en el que es indispensable todo el apoyo de todas las asociaciones religiosas, sin excepción, en el país.
En tercer lugar. El seguimiento, evaluación y control de la política de seguridad. Me refiero a la construcción de espacios para que sean los propios ciudadanos quienes ayuden a las autoridades de los tres órdenes de Gobierno a identificar lo que funciona y lo que no funciona, a que nos hagan propuestas para mejorar.
Y en cuarto lugar. La tarea de la corresponsabilidad en la seguridad. Es muy importante destacar que en el marco de nuestras leyes, la seguridad no es una función exclusiva ni preponderante de la Federación, sino que es un deber concurrente de la Federación, las entidades federativas y los municipios.
Es indispensable atender al crimen organizado, sí, desde luego, competencia fundamental del Gobierno Federal; pero también y, de manera muy importante, a todos aquellos delitos que más agravian y más afectan a los ciudadanos, es decir, los delitos del fuero común, los delitos locales como son el robo, la extorsión, el secuestro, el homicidio y las lesiones, que constituyen más del 90 por ciento de los delitos que se cometen en el país.
La idea que más se ha reiterado, en la que más se ha insistido una y otra vez, es que, como condición para lograr un avance sustancial en la estrategia contra la criminalidad, es que la política de seguridad no puede ni debe ser sólo una política del Gobierno, sino una política compartida con la sociedad; y no puede ser tampoco política de un Gobierno, sino una verdadera política de Estado, compartida por otros órdenes de Gobierno y compartida por otros poderes públicos.
México requiere una política de Estado que trascienda a esta Administración, que trascienda a este Gobierno, y que comprometa a todos para garantizar que los mexicanos podamos vivir en un entorno de paz, de leyes y de justicia.
Bajo los principios de seguridad democrática, todos debemos integrar nuestras capacidades y nuestros esfuerzos para fortalecer y perfeccionar la Estrategia Nacional de Seguridad.
Esto incluye la participación, repito, de las autoridades de los tres órdenes de Gobierno, de los tres Poderes públicos, de las organizaciones sociales, de especialistas, de medios de comunicación, de fuerzas políticas y, por supuesto, de las asociaciones religiosas.
A lo largo de estos diálogos, se ha planteado la propuesta de establecer una mesa institucional a nivel nacional, conformada por ciudadanos y representantes del Gobierno Federal, donde se abra un debate sobre cómo fortalecer la Estrategia Nacional de Seguridad a partir de una visión de Estado. Es decir, una visión compartida por todos los actores y una visión que sea de largo plazo.
La participación de ustedes en esta mesa será de gran valor, con el fin de que se aporte, desde su experiencia y conocimiento, propuestas para enriquecer y hacer más efectiva esta estrategia.
Por otra parte. También se ha planteado, por ciudadanos, la necesidad de realizar audiencias públicas estatales, conducidas por organizaciones de la sociedad civil, que nos permitan actualizar el diagnóstico de cada entidad federativa, evaluar el cumplimiento del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad en los estados y municipios, y conocer las propuestas ciudadanas de fortalecimiento institucional.
Esta labor también se vería claramente fortalecida por la participación de las asociaciones religiosas. Por ello, los invito a participar en varios rubros:
Primero. Los invito a unirse a esta mesa institucional y, sobre todo, a las audiencias estatales en materia de seguridad. Su participación en estas mesas es crucial, porque ustedes están cerca de las comunidades y cerca de las familias, porque conocen en detalle su grave problemática.
Su liderazgo es imprescindible, a fin de aprovechar este espacio de interlocución que estamos generando para que se hagan propuestas, para que se exijan resultados concretos a las autoridades de los tres órdenes de Gobierno, y para que nos señalen quién cumple y quién no cumple con su deber como autoridad.
Dos. Los invito a asumir el compromiso de promover una cultura de la legalidad en cada una de sus comunidades religiosas, en las iglesias, en los templos, en las capillas, en las sinagogas, en las escuelas, en los centros de convivencia.
Sus asociaciones y cada uno de sus miembros pueden contribuir con su liderazgo a asegurar un clima de paz y seguridad, mediante la divulgación de Programas de Prevención del Delito.
Pueden hacerlo a través de sus periódicos, boletines, pizarrones, páginas electrónicas y todos los medios de comunicación interna que ustedes utilizan.
También pueden incluir y replicar las acciones de prevención del delito en sus programas académicos y formativos.
Tres. Los convoco a intensificar el importante papel que ya desempeñan en la promoción de principios y valores en la sociedad. Las asociaciones religiosas son, junto con los padres de familia y las escuelas, forjadores de valores éticos y morales en los niños, adolescentes y jóvenes. Reconocemos la importancia que tienen las acciones de las asociaciones religiosas, particularmente en la inhibición del uso de las drogas, en su prevención, en su tratamiento, en el de las adicciones, y, sobre todo, en la mejora en la comunicación entre padres e hijos, por mencionar sólo algunos aspectos que el país necesita con urgencia.
Cuatro. Convoco a las asociaciones religiosas a hacer uso de sus propios consejos interreligiosos. Los consejos interreligiosos estatales y municipales pueden hacer mucho para propiciar el respeto a la ley, la paz y la concordia entre los mexicanos e impulsar labores que favorezcan la reconstrucción del tejido social, dañado por la delincuencia, a través de oportunidades de desarrollo, educación, salud, recreación y bienestar a las familias, particularmente a los jóvenes.
Señoras y señores:
Hoy más que nunca, la lucha contra la criminalidad es una causa en la que todos debemos participar. Es momento de poner la paz y la seguridad de nuestro país por encima de cualquier diferencia que podamos tener entre nosotros los mexicanos. Debemos cumplir con nuestro deber ciudadano, al hacer del conocimiento de las autoridades la existencia de ilícitos y de sus participantes.
Los invito a hacer uso de los mecanismos de denuncia que el Gobierno Federal y los gobiernos locales han puesto a disposición de la ciudadanía para tales efectos.
Al conocer de cerca el potencial destructivo de la criminalidad, las asociaciones religiosas tienen la capacidad de dirigir con mayor precisión acciones que le hacen bien a nuestro país. Su intervención facilita la recomposición del tejido social, y no sólo manteniendo a los niños y jóvenes dentro de un marco de valores positivos para la sociedad, sino también alejándolos del flagelo de la delincuencia. Es importante que nuestros jóvenes, nuestros adolescentes, incluso nuestros niños, entiendan y se mantengan alejados del riesgo de verse, no sólo víctimas de las garras de las adicciones, sino también víctimas del reclutamiento agresivo, que entre ellos realiza la delincuencia en el país.
Su participación es crucial para lograr los objetivos de una política de Estado que no se circunscriba a un Gobierno ni responda a intereses particulares, sino que verdaderamente responda a lo que es: el mayor reto que en este momento tiene nuestro país. La seguridad pública la reclamamos y la merecemos todos.
Les agradezco de nueva cuenta su disposición para acompañarnos en este Diálogo. Estamos aquí para escucharlos, para intercambiar puntos de vista, para proveer la información que nos pidan.
Les agradezco también, enormemente, su interés en aportar propuestas y planteamientos sobre la Estrategia Nacional de Seguridad.
Muchas gracias y estamos dispuestos a escuchar sus comentarios.
Segunda intervención del Presidente Calderón en el Diálogo por la Seguridad. Hacia una Política de Estado con representantes de Asociaciones Religiosas
Me gustaría ahora que, intervenir un poco, ahora que he escuchado el tema de las causas. Y, evidentemente, yo comparto la idea que han mencionado aquí varios de ustedes, en el sentido de que una causa fundamental es una pérdida de valores, una pérdida de sentido de la vida.
Por otra parte, también coincido con lo que decía el doctor Ely, que es esta evolución en el tiempo que hoy está mostrando sus frutos, digámoslo así.
Yo veo las cosas, el problema de la inseguridad, como estamos viviendo hoy los frutos de un mal que se fue generando, gestando, creciendo durante muchos, muchos años y que, finalmente, hizo irrupción en la vida pública de México con una enorme violencia.
Y puede ser un problema de años y de décadas, quizá, esto también. Estoy absolutamente convencido.
Esta multiplicidad de causas de la violencia, sin embargo, también exige que el Gobierno explique, y eso es lo que pretendo hacer ahora, cuáles son los orígenes, vaya, las causas remotas, finalmente, de este problema. Efectivamente, derivan de esta pérdida de valores, esta pérdida de sentido de trascendencia que está viviendo nuestra sociedad, particularmente los jóvenes. Pero las causas próximas tienen que ver con fenómenos, con cambios muy dramáticos en el tipo de comportamiento de los criminales, que es muy importante entender para poderlos, verdaderamente, atajar o atacar.
Dónde están estos cambios.
Primero, en lo que en México se fue asumiendo como el comportamiento tradicional del crimen organizado.
El crimen organizado, hasta hace por lo menos dos décadas, o un poco más, de una, una y media, se reducía fundamentalmente al narcotráfico; es decir, literalmente, gramaticalmente, al tráfico de narcóticos a Estados Unidos. Y punto.
Y también, en honor a la verdad, hay que decir que los mexicanos o nuestra sociedad aprendió a verlo, eso, como un asunto, entre comillas, normal. Como bien se ha dicho aquí, en esta también pérdida o, más bien, carencia de sentido de legalidad en nuestra sociedad, esta relatividad con la que se toman muchas veces las leyes, se tomó como algo, parte, incluso, de lo usual, de lo normal y, en algunos casos, hasta de lo debido.
Sin embargo, el narcotráfico, tradicionalmente el negocio consistía en pasar droga desde nuestro país o desde otros países hacia Estados Unidos. La clave del éxito de ese negocio era simplemente no ser visto, y si se era visto, era corromper para simular que no había sido visto.
Y el asunto del criminal se limitaba fundamentalmente a tener la logística suficiente para no ser visto en una carretera y en una Aduana; es decir, su problema se reducía a controlar una línea en el vastísimo territorio nacional.
Y esa línea, además, buscaba que no se cruzara con la línea logística de otros.
Cuál es el problema.
Que mientras esto ocurría, eso se articulaba, además, con parte de una lógica social y política que imperaba en algunas partes del país, a través de la cual, mediante acuerdos explícitos, pero quizá, más bien, la mayoría tácitos, implícitos, la autoridad no se metía con los criminales, asumiendo que los criminales no se meterían con la autoridad ni con la sociedad.
Y ese entendimiento, éste valor entendido prevaleció en muchas esferas institucionales del país. Esa es la verdad. Y creo que en muchas esferas sociales; abordó, además, muchos campos de la sociedad, incluido quizá, en algunos casos, los religiosos.
Pero, el problema es que cuando México empieza a crecer como economía; por ejemplo, el Producto Interno Bruto de México, el ingreso per cápita, más bien, pasó de menos de tres mil dólares en 1993, a más de 10 mil en 2008, hace dos años, antes de la crisis; México también se convirtió en un mercado apetecible por los criminales.
Un mercado creciente, con una población joven, con cada vez mayor poder económico; es un mercado que fue apetecible para cualquier producto, además, desde un automóvil, hasta alimentos, cosméticos, medicamentos y también drogas, desgraciadamente.
Entonces, el criminal cambió su comportamiento. Ya no sólo se dedicó a exportar droga a Estados Unidos, digámoslo así, sino también a distribuirla en México, en ciudades y en comunidades.
Y esta distribución, sin embargo, generó un cambio radical y profundo de su manera de actuar. Hay otros que dicen que este cambio se dio, más bien, porque los colombianos empezaron a pagar la cocaína también en especie, no sólo en dinero. Puede haber sido. El hecho es que sí hay un cambio del negocio, de sólo pasar droga a Estados Unidos a, además de pasar droga a Estados Unidos, venderla en México.
Pero eso qué implicó para la violencia y para el crimen que estamos viviendo.
Que es muy diferente concentrarse en no ser visto por una carretera y una Aduana, a controlar cientos de tienditas en una ciudad, o decenas. No sé cuántas tienditas pueda haber en una ciudad, como donde esté la iglesia de ustedes, su templo o su grey.
Pero, por ejemplo, confesiones de algún criminal detenido hablan de, por ejemplo, en la Ciudad de Veracruz hay hasta 600 tienditas donde se distribuye droga. Y eso hace un par de años.
Imaginen lo que es esto en un mercado como Ciudad Juárez. Una ciudad que creció 80 mil personas cada año. Muchas mamás, que trabajan en maquiladoras, por ejemplo, y en donde los niños se fueron formando en la calle y, además, sin oportunidades de preparatoria, sin oportunidades de universidad. Es decir, con un ingreso, proveniente del trabajo de la madre, pero sin oportunidades educativas o de trabajo para ellos.
Y para controlar esas 600, 200 o miles de tienditas, los criminales pasaron a un comportamiento de dominio, de control del monopolio en esa ciudad. Es decir: aquí, ésta es mi ciudad, ésta es mi plaza, así le llaman, y aquí no entra nadie más.
Y para que no entre otro criminal, entonces brincaron a la violencia y pasaron del bajo perfil, del que no me vea nadie, a un perfil alto y desafiante, donde sí se trata de que me vean, se trata de que vean mis camionetas, se trata de que vean mis ametralladoras y se trata de que vean mi poder destructivo para que no entre nadie de otro grupo o de otro cártel.
Es más, si entra alguien, voy, lo mato y le arranco la cabeza, y la pongo en la plaza para que vean que aquí mando yo y que no entra nadie.
Esa actitud desafiante hizo que los criminales comenzaran a, literalmente, apoderarse, ese es su objetivo, apoderarse de las plazas o de las ciudades, o de los pueblos. Sólo que cuando se apoderan de los pueblos tienen un comportamiento como el que han seguido las mafias, yo creo que a través de la historia.
Comienzan a cobrarle cuota a cualquier actividad, primero, ilícita, que había en el pueblo. Si se dice que fulano de tal es el que vende las partes robadas de los coches, aquí pagas una cuota si quieres seguir trabajando. O si se sabe que fulano de tal es el que baja la marihuana del cerro aquél, si quiere seguir pasando la marihuana por aquí, me pagas cuota porque ahora yo domino esta plaza.
Y muy rápidamente, la verdad, estos criminales, que cada vez son más jóvenes, cada vez tienen menos escrúpulos, cada vez tienen menos sentido por la vida, cada vez tienen menos reglas de comportamiento, es realmente débil pensar que tienen códigos, que pueden ser respetuosos. La verdad, es que tienen una vida y una visión sin escrúpulos, de la vida, del país y de los demás.
Empezaron a meterse también con las actividades lícitas de los ciudadanos. Es decir, si le cobran cuota al de una gasolinera que vende gasolina robada a PEMEX, por qué no le cobran al de la gasolinera que está del otro lado de la carretera, que les cuesta el mismo trabajo. Y le cobran cuota.
Y si le cobran cuota a un centro nocturno de mala muerte que opera ilícitamente, por qué no le cobran al restaurante-bar que está en el mismo centro comercial o en la misma calle. Y le cobran cuota.
Y la autoridad. Qué fue lo que pasó con la autoridad.
Pasaron muchas cosas. Pero lo fundamental es que los criminales siguieron la ley de plata o plomo: o me recibes este dinero para que yo trabaje aquí, o te mato.
Y muchos cayeron por la plata, y muchos cayeron por el plomo. Y la paradoja es que, cuando se empezaron a pelear las bandas y las plazas cayeron, primero por la plata, cayeron por el plomo y, de todos modos, están siendo ahorita, incluso, asesinados por grupos rivales que pretenden disputar esa misma plaza.
Y algunas autoridades, también, quizá pensaron, policías municipales, pienso, que la vieja regla funcionaría; es decir: yo no me meto contigo porque lo tuyo es un asunto Federal. Esa era la regla que había en el narcotráfico durante décadas, el siglo pasado: tú no te metes conmigo.
Entonces, cuando esta autoridad, este policía, explícita o implícitamente dijo: yo no me meto contigo, dejó crecer rápidamente la propagación de estos grupos.
Pero la segunda premisa ya nunca se cumplió. Eso de que no te metes conmigo, eso no es cierto que ocurra, porque este proceso ha hecho que sí se metan con los ciudadanos, que sí se metan con la autoridad, que sí empiecen a agredir a la autoridad, a los policías, a los municipales, a los ministeriales; y que ahora, incluso están agrediendo a los medios de comunicación, por ejemplo, como está ocurriendo.
No dudo que estén agrediendo a las iglesias, no dudo que estén también extorsionando sacerdotes y pastores en el país.
Y están agrediendo a las instituciones democráticas, como fue el caso, muy probablemente, eso lo determinará la autoridad, del asesinato del Candidato del PRI a la Gubernatura de Tamaulipas; como han asesinado a candidatos de otros partidos, a presidentes municipales, ahí mismo, en Tamaulipas y en todo el país; como han asesinado a presidentes municipales en muchos estados de la República.
Entonces, este comportamiento criminal es lo que cambió. Se volvió una actividad desafiante al Estado, y que incluso pretende suplantar al Estado.
Por qué.
Porque si el Estado tiene por definición la facultad exclusiva de cobrar impuestos, ellos tratan de cobrar cuotas, semejantes a impuestos, digamos, en los pueblos que dominan.
Si el Estado tiene el monopolio de la fuerza, ellos están tratando de poner el monopolio de su fuerza y de sus armas, e incluso tratan de poner sus propias leyes.
Por eso, este desafío al Estado debe ser enfrentado, como dijo el Presbítero, con toda la fuerza del Estado. No hay otra alternativa, más que enfrentarlos.
Y, evidentemente, enfrentarlos implica asumir los riesgos y los costos que enfrentarlos implica. Implica, entre otras cosas, el que, si van 20 camionetas en una carretera, en los estados de Tamaulipas o Nuevo León, amedrentando a la población y dominando, tiene que haber una fuerza superior, mejor dotada y mejor disciplinada, que en este momento sólo es la Fuerza Federal, la fuerza de las Fuerzas Armadas. Estamos, incluso, haciendo un esfuerzo por dotar de la misma capacidad de fuego a la Policía Federal, para enfrentar y contener y repeler esas 20 camionetas.
Y eso implica asumir un costo, que es, precisamente, el de ese enfrentamiento.
Ahora, no se limita este problema a la frontera Norte del país.
Por qué razón.
Porque, como cualquier negocio de distribución, llámese de golosinas, o de refrescos o de cervezas, su negocio es distribuir, literalmente, válgame la redundancia, pero en todo el mercado, desde una ciudad grande, como es la Ciudad de México, o Monterrey o Guadalajara, hasta el más modesto pueblito de cualquier comunidad.
Ahí, por desgracia, en muchos casos vamos a encontrar la presencia de estos sujetos cuidando su mercancía, y no sólo eso, asolando a los ciudadanos. Porque llegan, toman posesión, amedrentan al pueblo y, entonces, empiezan a cobrarle cuota al ganadero, al lechero, al de la miscelánea, al de la paletería, a todos.
Y su negocio ya no es ni siquiera, no es principal, ya, ni siquiera, a veces, es el tráfico de la droga; su negocio es dominar a los demás. Por eso, cuando dicen que el tema del Gobierno es la guerra contra el narcotráfico, del Presidente, en primer lugar. Ni es contra el narcotráfico nada más y, quizás, ni principalmente. Es contra el crimen organizado.
Y en segundo lugar. No es ni debe ser nada más del Presidente.
Por qué razón.
Porque está debilitada la estructura institucional del país y hay que fortalecerla. Porque la responsabilidad de que no extorsionen a la señora de la tiendita; la extorsión es un delito del orden común; la responsabilidad de que no roben a la gente en sus casas es un delito del orden común, no del Presidente. Yo no lo eludo, por supuesto, y por eso hemos ido a todos los estados donde nos han pedido ayuda. Pero esto, es una corresponsabilidad que no puede eludirse.
El robo, la extorsión, el secuestro, el homicidio son delitos del orden común y tienen que ser enfrentados, no digo que sólo lo deban enfrentar los estados, nosotros les ayudamos, pero, sí tenemos que enfrentarlo entre todos. Sólo que esta situación y, sobre todo, la percepción generada y alimentada muchas veces en la información, de que todo está perdido, de que no tiene sentido, de que esto es un fracaso, etcétera, etcétera; lo cual, desde luego, que de ninguna manera comparto, eso contribuye a generar una sensación de derrota en los ciudadanos y también en las autoridades.
Y, entonces, qué pasa con el policía que estaba encargado de cuidar que no robaran una cuadra. Simplemente ya no se mete con los criminales; ya no actúa para evitar ese robo; ya no actúa para combatir esa extorsión; ya no actúa para investigar un secuestro.
Y eso ha producido que, independientemente del avance del crimen organizado, también avance el crimen del orden común, que es el que más afecta a los ciudadanos, porque el 84 por ciento de los delitos que se cometen en México son robos, en sus distintas modalidades. Porque el 90 por ciento, o más, de los delitos, ya sumando secuestros, homicidios y extorsión son, precisamente, delitos de este orden.
Entonces, en síntesis, aunado a las causas que ustedes están señalando, hay causas próximas que vale la pena entender.
Y cuál es la estrategia del Gobierno.
Primero. Contener a esos grupos criminales en el ámbito Federal, desde luego, a partir del crimen organizado. Porque hay gente que señala, como decía ayer un académico, Jorge Chabat, dice: es que parece que le están planteando al Gobierno que no combata a los criminales, cuando se le dice que equivocamos la estrategia o que no debimos haber combatido el crimen. Es hasta una contradicción.
Para qué sirve el Gobierno, entonces, si no combate a los criminales. El Gobierno tiene que combatirlos y tiene que combatirlos con fuerza, sobre todo cuando ellos están desafiando con fuerza. Y, por supuesto, coincidiendo con otras expresiones que han dicho aquí, Monseñor Rivera y otros, la estrategia tiene que ser integral.
Sí, tenemos que usar la fuerza para contenerlos y eso implica que se genere violencia en esa contención, pero también tenemos que hacer un esfuerzo educativo mucho mayor. Y por eso, estamos tratando de elevar la cobertura universitaria, del 23 por ciento que había al inicio del Gobierno, al 29 por ciento que tenemos ahora.
Y por eso estamos multiplicando la estructura de salud. Y por eso lo hemos hecho. Entre remodelados y construidos, vamos a llegar este año a casi dos mil clínicas y hospitales en el país.
Y por esa razón, estamos tratando de generar nuevas fuentes de trabajo. El mes de junio, por ejemplo, volvió a generar nuevas fuentes de trabajo, y llevaremos yo creo que unas 560 mil ya, tan sólo en lo que va del año, nuevas. Pero, evidentemente, este esfuerzo es insuficiente.
Un último comentario, y perdón porque me extienda, que es el tema de las muertes que se están generando.
Como este es un negocio territorial, este nuevo negocio, los señores del crimen quieren dominar ellos, exclusivamente, su negocio; son monopólicos, digamos, en ese comportamiento. No quieren que alguien entre a su plaza.
Por qué no pasaba esto con la misma virulencia antes.
Porque como se controlaba sólo una línea y un punto en la frontera, hay una infinidad de puntos en la frontera, cada criminal, digamos, podía tener el suyo, si me permiten decirlo así. No se cruzaban sus intereses, no se confrontaban. Unos pasaban la droga por la Carretera de Nogales, otros por el ferrocarril de Juárez, otros por mar. En fin.
Pero cuando se trata de tener territorios, ahí sí hay puntos de disputa por los criminales. Y Juárez, Ciudad Juárez, se explica por muchos factores, pero también por una disputa entre dos cárteles que quieren dominar esa ciudad: el Cártel de Juárez y el Cártel del Pacífico, y se pelean a muerte, literalmente.
Y en esa pelea a muerte utilizan también a bandas locales y a jóvenes, a la banda de Los Aztecas y a la banda de la Doble A, a la banda de La Línea, por ejemplo. Pero en esa confrontación, además, se ha detonado el enorme deterioro social, moral, de diversas capas de la sociedad en Ciudad Juárez.
Por qué.
Porque ahí han crecido varias generaciones de jóvenes proletarios en los suburbios populares, pobres, urbanos de Juárez, donde sus padres trabajan todo el día, o su mamá, porque son muchos casos de mamás solteras o madres solas, y donde el niño no tiene oportunidades ni educativas, ni de salud, ni de trabajo. Y está en la calle, educado por los criminales del barrio, que lo reclutan, le generan una adicción, y ese muchacho termina, como por desgracia estamos viendo en muchos de los casos de fallecimientos en Juárez, de ejecuciones, termina haciendo un jale, como le dicen los sicarios, por dos mil pesos.
Y el jale consiste ir a matar al distribuidor de drogas que está en la siguiente esquina. Y la revancha de los hermanos y de los de la banda del otro no se deja esperar. Y esa espiral de violencia, evidentemente, permanece en la medida que permanecen las causas sociales asociadas a este enorme deterioro moral.
Pero esa disputa en Juárez se da por territorios completos. Y si ustedes observan la geografía de la violencia, las muertes siguen la lógica de los enfrentamientos territoriales entre las bandas y de sus propias escisiones. Antes, al principio de la década, sólo había, digamos, dos grandes federaciones de grupos criminales, dos grandes federaciones de cárteles, que se disputaban, a veces, alguna plaza: el Cártel del Pacífico y el Cártel de Matamoros, luego convertido en Cártel del Golfo; los sinaloenses, digamos, contra los tamaulipecos.
Cuando chocaban, por ejemplo, por Nuevo Laredo, en 2004, 2005, se generaron una gran multiplicidad de víctimas; luego escalaron sus métodos de violencia. Los primeros decapitados aparecieron, unos en Guerrero, por ejemplo, en la alcaldía del puerto, en Acapulco; otros en Michoacán, en un centro nocturno, en Uruapan. Y así fueron escalando su violencia.
Luego se fueron dividiendo, porque no caben en el territorio, porque se lo pelean. Y en esa pelea se ha escindido, por ejemplo, el Cártel del Pacífico. Cuando el Gobierno atrapa a uno de los hermanos Beltrán Leyva, a Alfredo, apodado El Mochomo, se dividen los del Pacífico. Por un lado, El Chapo, El Mayo Zambada e Ignacio Coronel, que acaba de caer hace unos días; por otro lado, el grupo de Los Beltrán Leyva, donde está Alfredo, El Mochomo, Carlos Beltrán, que también está preso ya por el Gobierno Federal, y Arturo Beltrán, que era el líder de todos ellos, que finalmente también cayó, en Cuernavaca, a fines del año pasado.
Estos grupos, la lucha entre estos grupos genera una enorme cantidad de violencia en Sinaloa, Sonora y Durango. Aparte, la generan en el Sur, en Guerrero y Michoacán, porque los Beltrán Leyva tratan de apoderarse de eso.
Del lado del Golfo, qué tenemos. Hay dos grupos que están perfectamente asociados, el Golfo-Zetas, que trabajan durante 15 años, por lo menos, en una perfecta asociación. Uno se dedica al negocio y otro se dedica a la violencia. El Golfo se dedica a operar los negocios y Los Zetas a ser el brazo armado y ejecutor. Y así operan y les funciona el negocio.
Finalmente, ellos se pelean. Por una parte, primero, se pelean con socios que tenían en Michoacán, mi propia tierra, Los Zetas dominaban Michoacán. Los locales se independizan, digamos, de ellos, y se pelean y se genera una gran violencia en Michoacán. Y ahora, desde este año, sobre todo desde diciembre pasado, el Golfo y Los Zetas se pelean y se genera otro campo de batalla, porque están peleándose a muerte, otra vez, un territorio que vale para ellos, que es Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.
Y pelearse a muerte significa eso. Significa que como han sido socios 10 años, por lo menos, uno sabe exactamente dónde está la guarida del otro; otro sabe exactamente quién es el policía que lo ha protegido siempre al otro; el otro sabe quién es su distribuidor y el otro sabe quién es su contacto, y el otro sabe quién es la autoridad que lo protege. Y con esa información se ha generado una violencia que, evidentemente, escala el número de muertos en el país.
Por esa razón, por la disputa territorial de los grupos y por sus constantes escisiones y fracturas, ha venido escalando el número de homicidios y ejecuciones violentas en el país.
Ahora, esas ejecuciones violentas son de diverso tipo. Una gran cantidad de muertos. Ayer el CISEN nos reportaba 28 mil personas ejecutadas en estos tres y medio años. De ellos, de los que podemos detectar cuál es la causa, más o menos, de su muerte, por ejemplo, si le dejaron un cartel ahí, o una cartulina, un letrero, una referencia; o porque en el barrio se sabe que él era el distribuidor de drogas, o porque en el barrio se sabe que él cuidaba algún antro que era dominado por algún cártel, etcétera. En el 70 por ciento de los casos, o más, sabemos cuál puede ser la probable causa de la muerte de esa persona.
De ese universo, más del 90 por ciento de las muertes son personas vinculadas a uno o a otro grupo criminal en esta disputa. Más o menos un 6 por ciento son autoridades que caen a consecuencia del ataque de los criminales. Y el grupo que más duele, independientemente de que sea el menor, aproximadamente el 1 por ciento, el que más duele a la sociedad, son las víctimas inocentes.
Es decir, por ejemplo, hay un tiroteo donde se embosca al Ejército, en Nuevo Laredo. Los criminales bloquean las calles, y para bloquear atraviesan, en medio del tiroteo, un camión urbano lleno de pasajeros. Evidentemente, hay víctimas civiles en ese enfrentamiento. Este tipo de acciones explican esta geografía de la violencia.
Ahora, es evitable el que se genere esta situación de violencia y de homicidios. O más bien, cambio la pregunta. Hasta dónde debemos plantear con claridad nuestras opciones.
Si, por ejemplo, el Gobierno no enfrentara a los criminales, hay quien supone que eso acabaría con la violencia. Yo lo dudo. Yo lo dudo, porque esta violencia se explica, fundamentalmente, por una lucha territorial que están disputando.
Pero lo peor. Asumiendo, como dicen los abogados, suponiendo, sin conceder, que esto fuera cierto, qué, la opción para los mexicanos es: Mejor déjalos que entren a tu tierra, a tu comunidad, a tu parroquia, a tu casa, a tu empresa, que se lleven lo que es tuyo con tal de que no haya violencia.
Esa es la opción que me están planteando, verdaderamente, algunos que lo objetan. Verdaderamente, me están diciendo: Presidente, no te metas con los criminales, y deja que los criminales se lleven a los mexicanos por delante. Para mí es una opción inaceptable, simple y sencillamente.
Aquí, el valor que debemos de defender es la seguridad y la tranquilidad de los mexicanos; y el costo de defender la seguridad y la tranquilidad de los mexicanos es enfrentar a los criminales.
Qué bueno fuera que enfrentar a los criminales no implicara el uso, por ejemplo, de la fuerza pública. Sería un paraíso.
Qué bueno fuera que, efectivamente, no hubiera, como dijo alguno de ustedes aquí, un germen de maldad, digamos, y que la invocación únicamente del deseo de que las cosas se hagan bien los hiciera, simple y sencillamente, retroceder. Pero estamos ante gente sin escrúpulos, sin sentido de la vida, que están agrediendo a los mexicanos.
Para mí era muy importante explicarles esto. Es más, en la medida en que se da esa lucha contra los criminales, y entre los criminales entre sí, también se está produciendo un debilitamiento estructural de los criminales, porque esa guerra para ellos es insostenible, porque están perdiendo sicarios; cada vez sus niveles de reclutamiento son más bajos, son más pobres, son gente menos preparada. Porque están perdiendo e implicando una gran cantidad de recursos en ellos; y porque están perdiendo, y perdiendo, incluso, por la acción del Gobierno o por la acción de sus adversarios, a líderes, a operadores fundamentales. Estamos capturando una gran cantidad de operadores, en fin, cada semana.
Perdonen que me haya extendido en este tema, pero para mí es muy importante que este tema pueda ser comprendido en toda su dimensión.
Y ahora, terminando, volvamos al rol que pueden tener las asociaciones religiosas, a escuchar las preocupaciones de ustedes, y a ver desde una perspectiva integral, incluyendo la de la educación en valores, incluyendo la de la inculcación del sentido de trascendencia, incluyendo la inculcación de los valores de respeto a los demás, a la vida, a la libertad, a la vida propia, incluso, qué podremos hacer para avanzar en este tema.
Perdón, Secretario, por la intervención.
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