24 jun 2013

Marcelo: cartas marcadas/ Ricardo Alemán

"...Y es que los señores Cordero y Marcelo —y sus titiriteros Calderón y AMLO—, se dieron cuenta muy tarde del gravísimo error que cometieron al desestimar en su momento el Pacto por México y sus resultados...."RA
Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
El Universal, 24 de junio de 2013;
Marcelo: cartas marcadas

 Ayer dijimos aquí que cuando Ernesto Cordero mandó el mensaje a Enrique Peña Nieto de que senadores del PAN apoyarían una reforma energética de fondo, en realidad el senador calderonista le proponía al presidente “cambiar de caballo”. Es decir, lo invitaba a traicionar a Gustavo Madero y a pactar las reformas con el propio Cordero.
 Pero ese “cambio de caballo” que propone el calderonismo a Peña Nieto no es el único. No, lo cierto es que cuando Marcelo Ebrard alza la mano y da brincos para ser visto —en carta fechada el pasado 26 de junio en la que no solo reconoce a Peña como “Presidente Constitucional” sino le propone un debate sobre la reforma petrolera—, también está invitando a Peña a traicionar a Jesús Zambrano y a Los Chuchos a cambio de pactar la reforma energética con Marcelo, Camacho y López Obrador.

Y es que los señores Cordero y Marcelo —y sus titiriteros Calderón y AMLO—, se dieron cuenta muy tarde del gravísimo error que cometieron al desestimar en su momento el Pacto por México y sus resultados. Y hoy no sólo entienden que Los Chuchos y Gustado Madero acertaron al gestar y promover el Pacto sino que la candidatura presidencial de 2018 se disputará entre los políticos que hagan posibles los cambios.
 Por eso. Cordero y Marcelo hacen circo, maroma y teatro para meterse al Pacto; por eso hacen todo por reventar a Madero y a Zambrano. Por eso se han convertido en los nuevos voceros del “no” a cualquier cambio o reforma. Una estrategia que, en el fondo, promueve el chantaje y la traición. Pero lo más curioso es que por segunda ocasión Marcelo Ebrard se equivoca y también por segunda ocasión deja las huellas de su error en sendas cartas marcadas.
 La carta más reciente —como ya se dijo—, es la auto invitación a un debate con Peña Nieto, en la que Marcelo termina de manera elocuente. Le dice al presidente: “le externaré a usted por qué sus planteamientos están equivocados, esperando poder convencerlo y hacerlo cambiar de opinión”.
 Pero lo cierto es que Marcelo ya había dado “palos de ciego” desde agosto de 2011, durante su destape como candidato presidencial, cuando dijo que el cambio en México vendrá sólo de la visión progresista de las fuerzas de izquierda. Además, y en alusión al candidato Peña Nieto, dijo: “el regreso al pasado no es la alternativa para el futuro” y arengó a favor de las fuerzas de izquierda.
 Lo curioso, sin embargo, es que nadie quiere recordar la mutación que llevó a Marcelo del PRI de Salinas al Centro Democrático de Camacho y al extremo de la izquierda radical de AMLO. ¿Qué le pasa a un político, como Marcelo, para experimentar tal mutación? La respuesta es simple; “desmedida ambición de poder”.
 Y si tienen dudas, vale recordar la carta que le envió Marcelo Ebrard a AMLO el 14 de marzo del año 2000 en la que el ex salinista acepta la invitación de López Obrador para sumarse a la campaña del tabasqueño al GDF y en donde le advierte: “Ni yo ni el PCD somos de izquierda”. Y, más aún, le exige a AMLO que se aleje del radicalismo y se aproxime al centro ideológico.
 En el cuarto párrafo de la citada carta —cuya copia está en poder de Itinerario Político—, Marcelo reconoce que la disputa por el Distrito Federal será “con el aparato político completo del PRI y el respaldo político de la Presidencia de la República”. Por eso dice: “De ahí que esté dispuesto a considerar la propuesta que haces a fin de cerrarle el paso a la restauración del viejo PRI y sus alianzas con la alta burocracia y los intereses que representa”.
 Pero le reitera a López Obrador: “Ni yo ni el PCD somos de izquierda. Nos diferencia que nosotros creemos en una economía moderna con garantía de legalidad a la propiedad y a la actividad del capital. Pensamos que las finanzas públicas deben ser equilibradas y el ejercicio del gasto público prudente y disciplinado.”
 Pero Marcelo dice más: “Para mí y para el partido que represento (el PCD) un posible acuerdo a favor de tu candidatura tendría que ser la consecuencia de un compromiso de carácter estratégico entre las fuerzas que representamos e implicaría el acercamiento de tu posición y plataforma hacia el centro del espectro político”.
 Con ese intercambio epistolar quedó sellada la alianza político-electoral entre el grupo de Camacho y Marcelo con AMLO. Y, claro, el objetivo era derrotar al PRI. Hoy, 13 años después, Marcelo ya no habla “del centro democrático”, tampoco cree en “una economía moderna” con garantía de legalidad “a la propiedad y la actividad del capital”, sino que se identifica como de “izquierda” radical.
 Ebrard se vuelve a equivocar y, nuevamente con cartas marcadas, busca aliarse a Peña Nieto. Y es que, en los hechos, Peña Nieto le robó el “centro democrático”. Al tiempo.

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