15 sept 2018

El viaje del papa Francisco las diócesis de Piazza Armerina y Palermo

Visita pastoral del papa Francisco a las diócesis de Piazza Armerina y Palermo con motivo del 25 aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi 
Sábado 15 de septiembre de 2018
A las 6.30 horas Francisco salió de la  Casa Santa Marta y se trasladó al aeropuerto de Ciampino desde el cual, a las 7 de la mañana, partió rumbo a Piazza Armerina y la diócesis de Palermo, con motivo de 25 aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi.
Después de aterrizar para una escala técnica en el aeropuerto "Cosimo di Palma", de Sigonella en el helicóptero con el Papa a bordo despegó hacia Piazza Armerina.
A su llegada, en el campo de deportes "San Ippolito", fue recibido por el obispo de Piazza Armerina, Rosario Gisana,  la Prefecta de Enna, Sra. Maria Rita Leonardi, y el nuevo alcalde de la ciudad, Nino Cammarata. 
Luego se trasladó en automóvil a Piazza Europa para encontrarse con sus  fieles, aqui su discurso..
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy contento de estar entre vosotros. ¡Es hermoso el sol de Sicilia, es hermoso! Gracias por esta cálida bienvenida. Doy las gracias al obispo Mons. Rosario Gisana, al alcalde y a las demás autoridades, así como a todos los que han colaborado en esta visita.
Vuestro obispo acaba de recordar la opción que la Iglesia de Piazza Armerina está cumpliendo  con gozosa esperanza, en medio de los diversos problemas que limitan la serenidad de este territorio. No son pocas las llagas que os afligen. Tienen un nombre: subdesarrollo social y cultural; explotación de los trabajadores y falta de empleo digno para los jóvenes; migración de unidades familiares enteras; usura; alcoholismo y otras adicciones; juegos de azar; deshilachamiento de los lazos familiares. Y frente a tanto sufrimiento, la comunidad eclesial a veces puede parecer perdida y cansada; a veces, en cambio,  gracias a Dios, es vivaz y profética, mientras busca nuevas formas de anunciar y ofrecer misericordia sobre todo a aquellos hermanos que han caído en la desgana, en la desconfianza, en la crisis de la fe. Porque es verdad, no es fácil seguir con la fe  en medio de tantos problemas, no es fácil. Lo entiendo.
Considerar las llagas de la sociedad y de la Iglesia no es una acción denigratoria y pesimista. Si queremos dar sustancia a nuestra fe, debemos aprender a reconocer en estos sufrimientos humanos las mismas llagas del Señor. Mirarlas, tocarlas (Jn 20:27) .Tocar las llagas del Señor en nuestras llagas, en las llagas de nuestra sociedad, de nuestras familias, de nuestra gente, de nuestros amigos. 
Tocar las llagas del Señor allí. Y esto significa para nosotros, los cristianos, asumir la historia y la carne de Cristo como lugar de la salvación y la liberación. Os exhorto, por lo tanto, a comprometeros con la nueva evangelización de este territorio central siciliano, precisamente  a partir de sus cruces y sufrimientos. Después de completar el bicentenario de vuestra diócesis, os espera una misión emocionante, para volver a presentar  el rostro de una Iglesia sinodal y de la Palabra; Iglesia de  la caridad misionera; Iglesia Comunidad Eucarística.
La perspectiva de una Iglesia sinodal y de la Palabra requiere el coraje de escucharse recíprocamente, pero sobre todo de escuchar la Palabra del Señor. Por favor,  no antepongáis nada al núcleo esencial de la comunión cristiana, que es la Palabra de Dios, sino hacedla vuestra en especial a través de la lectio divina, momento maravilloso de encuentro corazón a corazón  con Jesús, de descanso a los pies del divino Maestro. Palabra de Dios y comunión sinodal son la mano extendida a los que viven entre esperanzas y decepciones e invocan una Iglesia misericordiosa cada vez más fiel al Evangelio y abierta  para recibir a los que se sienten derrotados en el cuerpo y en el espíritu, o son relegados a los márgenes. 
Para llevar a cabo esta misión, es necesario referirse siempre al espíritu de la primera comunidad cristiana que, animada por el fuego de Pentecostés, fue testigo valiente de Jesús Resucitado. Entrad con confianza, queridos hermanos y hermanas, en el tiempo del discernimiento y de las opciones fecundas, útiles para vuestra felicidad y para el desarrollo armonioso . Pero para ir adelante así, tenéis que estar acostumbrados a la Palabra de Dios: leed el Evangelio todos los días, un pasaje pequeño del Evangelio. No lleva más de cinco minutos. Quizás un evangelio pequeño, en el bolsillo, en el bolso... Tomadlo, miradlo y leerlo. Y así, todos los días, como gota a gota, el Evangelio entrará en nuestro corazón y nos hará discípulos de Jesús y más fuertes para salir, ayudar en todos los problemas de nuestra ciudad, de nuestra sociedad, de nuestra Iglesia. Hacedlo, hacedlo. Le pido al obispo que facilite la posibilidad de dar un evangelio a todos los que lo pidan, para llevarlo consigo. La lectura de la Palabra de Dios os hará fuertes.
Para ser Iglesia de caridad misionera, se debe prestar atención al servicio de la caridad que hoy es requerido por circunstancias concretas. Los sacerdotes,  los diáconos, las personas consagradas y los fieles laicos están llamados a sentir compasión evangélica – esta palabra es clara, es lo que sentía Jesús: compasión evangélica- por los muchos males de la gente, convirtiéndoos en apóstoles de la misericordia viaja por la zona, a imitación de Dios, que "es ternura y que quiere llevarnos a una itinerancia constante y renovadora. "(Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, 134). Id con sencillez a través de las callejuelas, los cruces de caminos, las plazas y lugares de la vida diaria, y llevad a todas la buena noticia de que es posible una convivencia justa entre nosotros, agradable y amable, y de que la vida no es maldición oscura que  hay que soportar con fatalismo, sino con confianza en la bondad de Dios y en la caridad de los hermanos.
Es importante favorecer en las parroquias y en las comunidades la caridad evangélica, la solidaridad y la solicitud fraterna, evitando la tentación mundana de una vida tranquila, del estar bien, sin preocuparse de las necesidades de los demás. Os animo a continuar en vuestro servicio eclesial que se expresa en obras concretas: centro de  escucha de Caritas, comedores y refugios para los hermanos menos afortunados, estructuras para albergar a Jesús prófugo y confundido y casas de amor para los ancianos, a menudo solos y desanimados. 
Por favor, no dejéis solos a los ancianos, a nuestros abuelos. Son nuestra identidad, son nuestras raíces y nosotros no queremos ser un pueblo sin raíces. Nuestras raíces son los viejos. ¡Adelante! Cuidar de  los ancianos, de los viejos. Cuidar de los abuelos. Y que los jóvenes hablen con los abuelos, así se harán con las raíces. No olvidéis que la caridad cristiana no se contenta con ayudar; no es filantropía- son cosas diferentes: caridad cristiana y filantropía-  sino que empuja al discípulo y a toda la comunidad para ir a las causas de malestar e intentar  eliminarlas,  en la medida de lo posible, junto con los mismos hermanos necesitados, integrándolos en nuestro trabajo.
Un aspecto de la caridad misionera es también prestar atención a los jóvenes y sus problemas. Veo aquí a muchos niños y jóvenes, que colorean la asamblea de esperanza y alegría. 
Queridos amigos, vosotros jóvenes, chicos y chicas,  os saludo a todos y os animo a ser artífices alegres de vuestro destino. Mirad siempre hacia adelante, sin olvidar las raíces. Sabed que Jesús os ama: es un amigo sincero y fiel que nunca os abandonará; ¡podéis confiar en él! En los momentos de duda – de jóvenes todos hemos tenido momentos difíciles, de duda,- en los momentos de dificultad, podéis  contar con la ayuda de Jesús, especialmente para alimentar vuestros grandes ideales. Y en la medida en que pueda cada uno, está bien que se fíe de la Iglesia, llamada a interceptar vuestras necesidades de autenticidad y a ofreceros un ambiente alternativo al que os cansa cada día, dónde encontrar el gusto de la oración, de la unión con Dios, del silencio que lleva el corazón a las profundidades de vuestro ser y de la santidad. He escuchado tantas veces a algún joven que decía: “Yo de Dios me fío, pero de la Iglesia no” –Pero ¿por qué?- “Porque soy un come curas”. Ah!, tu eres un come curas; entonces acércate al cura y dile: “Yo no me fío de ti, por esto, por eso y por aquello”. ¡Acércate! Acércate también al obispo y díselo a la cara: “Yo no me fío de la Iglesia por esto, por eso y por aquello”. ¡Así es la juventud valiente! Pero con ganas de escuchar la respuesta. A lo mejor ese día al cura le duele el hígado y te echará, pero solo esa vez; siempre te dirá algo. ¡Escuchar, escuchar! Y vosotros, los sacerdotes, tened paciencia, paciencia constructiva para escuchar a los jóvenes, porque siempre en la inquietud de los jóvenes están las semillas del futuro. Y tú tienes que verlas y ayudar a los jóvenes a ir adelante. Hace falta diálogo.
El tercer elemento que os indico es el de la Iglesia comunidad eucarística. De allí, de la Eucaristía sacamos el amor de Cristo para llevarlo a las calles del mundo, para ir con él al encuentro de nuestros hermanos. Con Él, -este es el secreto,- podemos consagrar toda la realidad a Dios, hacer que su rostro se imprima en vuestros rostros, que su amor llene los vacíos del amor. Por cuanto respecta a la participación en la Santa Misa, especialmente la misa dominical, es importante no estar obsesionado por los números: os exhorto a vivir la dicha de la pequeñez, de ser  semilla de mostaza, pequeño rebaño, puñado de la levadura, llama resistente, piedrecilla de sal. Cuántas veces he oído: “Ah, padre, yo rezo pero no voy a misa” .Pero ¿por qué? “Porque el sermón me aburre, dura cuarenta minutos”. No, toda la misa tiene que durar cuarenta minutos,  pero un sermón que dure más de ocho minutos, no funciona.
La Eucaristía y el sacerdocio ministerial son inseparables: el sacerdote es el hombre de la Eucaristía. 
Dirijo un pensamiento particular a los presbíteros, buenos hermanos, y los exhorto a estar cerca del obispo y entre ellos, para llevar el Señor a todos. Queridos sacerdotes, ¡qué necesario es construir pacientemente la alegría de la familia presbiteral, amándonos y apoyándonos unos a otros! Es bueno trabajar juntos, considerando a los hermanos "superiores a vosotros mismos" (véase Filipenses 2: 3). En medio del pueblo de Dios que se os ha confiado, estáis llamado a ser los primeros en superar las barreras, los prejuicios que dividen; el primero en detenerse en humilde contemplación ante la difícil historia de esta tierra, con la sabia caridad pastoral que es un don del Espíritu; los primeros en indicar los caminos a través de los cuales la gente puede ir hacia espacios abiertos de rescate y verdadera libertad. Consolados por Dios,  vosotros podréis ser consoladores, enjugar lágrimas, sanar heridas, reconstruir vidas, vidas  rotas que se confían fielmente a vuestro ministerio (véase Hechos 5: 14-16). Me permito daros una receta a vosotros, los sacerdotes, no sé  si servirá: ¿Cómo acabo el día? ¿Tengo que tomar pastillas para dormir? Entonces algo no ha ido bien. Pero si termino el día cansado, cansadísimo, las cosas han ido bien. Esto es un punto importante.
Queridos hermanos y hermanas, ¡sería agradable estar juntos un poco más! Siento la calidez de vuestra fe y las esperanzas que lleváis en vuestros corazones, pero me esperan en Palermo, donde recordaremos con gratitud al  sacerdote mártir Pino Puglisi. He oído  que, hace veinticinco años, justo un mes antes de su asesinato, pasó unos días aquí en Piazza Armerina. Había venido a encontrarse con los seminaristas,  alumnos suyos  en el seminario mayor de Palermo. ¡Un pasaje profético, creo! Un legado, no solo a los sacerdotes, sino a todos los fieles de esta diócesis: ¡Por amor de Jesús, servid a los hermanos hasta el final! Os encomiendo a todos a la Virgen María, a quien veneráis como Nuestra Señora de las Victorias. Ahora, en silencio, vamos a rezarle. “Dios te salve, María…”Qué ella os sostenga en el combate espiritual y os oriente con decisión  hacia la victoria de la Resurrección. Os bendigo a todos de todo corazón y os pido que por favor recéis por mí. ¡Buen día para todos!
Ahora os daré la bendición, pero preparemos el corazón para recibirla. Que cada uno piense en sus seres queridos, para que esta bendición descienda sobre sus seres queridos. Que piense en sus amigos. Y también en sus enemigos, en las personas a las que no quiero y que no me quieren. Abrir el corazón a todos, para que esta bendición descienda sobre todos.
(Bendición)
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Luego se desplazó en automóvil al estadio "San Ippolito"  donde se despidió de las autoridades que lo  recibieron a su llegada.
A las 10.15 el Papa salió de Piazza Armerina y partió en helicóptero hacia Palermo
Medía hora después el helicóptero que lo transportó desde Piazza Armerina aterrizó en la zona del Puerto de Palermo. 
A su llegada, Francisco fue recibido por el arzobispo de Palermo, Mons. Corrado Lorefice, el presidente de la Región de Sicilia, Hon. Nello Musumeci, el prefecto de Palermo, Sra. Antonella De Miro, y el alcalde de la ciudad, Hon. Leoluca Orlando.
A las 11.15 horas en el Foro Itálico, presidió la celebración eucarística en la memoria litúrgica del beato Pino Puglisi.
Está es la homilía pronunciada durante la santa misa:
Homilía del Santo Padre
Hoy Dios nos habla de la victoria y de la derrota. San Juan en la primera lectura presenta la fe como "la victoria que ha vencido al mundo" (1 Jn 5,4), mientras el Evangelio recoge las palabras de Jesús: "El que ama su vida la pierde" (Jn 12,25).
Esta es la derrota: pierde quien ama su vida. ¿Por qué? Ciertamente, no porque haya que odiar la vida: la vida debe ser amada y defendida, ¡es el primer don de Dios! Lo que lleva a la derrota es amar la propia vida,  es decir, amar lo propio. El que vive para sí mismo pierde, nosotros decimos que es un egoísta. Parecería lo contrario. El que vive para sí mismos, el que multiplica su facturación, el que tiene éxito, el que satisface plenamente sus necesidades parece un ganador a los ojos del mundo. La publicidad nos machaca con esta idea, - la idea de buscar lo propio, del egoísmo-  pero Jesús no está de acuerdo y la rechaza. Según él, quien vive para sí mismo no solo pierde algo, sino toda la vida; mientras el que se entrega encuentra el sentido de la vida y gana.
Entonces hay que elegir: amor o egoísmo. El egoísta piensa en cuidar de su vida y está apegado a las cosas, al dinero, al poder,  al placer. Entonces el diablo tiene las puertas abiertas. El diablo entra “por los bolsillos”, si estás apegado al dinero. El diablo hace que creas que todo está bien, pero en realidad el corazón está anestesiado de egoísmo. El egoísmo es una anestesia muy potente. Este camino siempre termina mal: al final uno se queda solo, con el vacío dentro. El final de los egoístas es triste: vacíos, solos, rodeados solamente de los que quieren heredar. Es como el grano del Evangelio: si permanece cerrado, se queda bajo tierra. Si, en cambio, se abre y muere, da fruto en la superficie.
Pero podríais decirme: darse, vivir para Dios y para los demás es un gran esfuerzo para nada, el mundo no rueda así: para salir adelante no se necesitan granos de trigo, se necesita dinero y poder. Pero es una gran ilusión: el dinero y el poder no liberan al hombre, lo esclavizan. Escuchad: Dios no ejerce el poder para resolver nuestros males y los del mundo. Su camino es siempre el del amor humilde: solo el amor libera en el interior, da paz y alegría. Esta es la razón por la cual el verdadero poder, el poder según Dios, es el servicio. Lo dice Jesús. Y la voz más fuerte no es la del que  grita más. La voz más fuerte es la oración. Y el mayor éxito no es la propia fama, como un pavo real, no. La gloria más grande, el mayor éxito es el testimonio.
Queridos hermanos y hermanas, hoy estamos llamados a elegir de qué lado estamos: vivir para nosotros mismos – con las manos cerradas (hace el gesto) -o dar la vida, con las manos abiertas (hace el gesto) Solo dando la vida se derrota el mal. Un precio muy alto, pero solo así (se derrota  el mal). Don Pino nos lo enseña: no vivía para ser visto, no vivía de llamamientos contra la mafia, y tampoco se contentaba con no hacer nada malo, pero sembraba el bien, tanto bien. La suya parecía la lógica de un perdedor, mientras la lógica de la cartera parecía la ganadora. Pero el padre Pino tenía razón: la lógica del dios-dinero es siempre perdedora. Miremos dentro de nosotros. Tener empuja siempre  a querer: tengo una cosa e inmediatamente quiero otra, y luego otra, más y más, sin fin. Cuanto más tienes, más quieres: es una mala adicción. Es una mala adicción. Es como una droga. El que se infla de cosas estalla. El que ama, en cambio, se encuentra a sí mismo y descubre que  hermoso es ayudar, qué hermoso es servir; encuentra alegría dentro y una sonrisa fuera, como lo fue para Don Pino.
Hace veinticinco años, como hoy, cuando murió el día de su cumpleaños, coronó su victoria con una sonrisa, con esa sonrisa que no dejó dormir por la noche a su asesino, que dijo, "había una especie de luz en aquella sonrisa'”. El padre Pino estaba indefenso, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios: no un resplandor cegador, sino una luz apacible que penetra e ilumina el corazón. Es la luz del amor, del don, del servicio. Necesitamos tantos sacerdotes sonrientes. Necesitamos cristianos sonrientes, no porque se tomen las cosas a la ligera, sino porque son ricos solo de la alegría de Dios, porque creen en el amor y viven para servir. Dando la vida se encuentra la alegría, porque hay más alegría en dar que en recibir (véase Hechos 20:35). Entonces me gustaría preguntaros: ¿También vosotros queréis vivir así? ¿Queréis dar vuestra vida, sin esperar a que otros den el primer paso? ¿Queréis hacer el bien sin esperar algo a cambio, sin esperar a que el mundo mejore? Queridos hermanos y hermanas ¿queréis arriesgaros por este camino, arriesgaros por el Señor?
Don Pino, el sí, él sabía que estaba en peligro, pero sabía sobre todo que el peligro real en la vida no es arriesgarse, es vivir entre el confort, con las medias tintas, con los atajos. Dios nos libre de vivir por lo bajo, contentándonos con verdades a medias. Las verdades a medias no sacian el corazón, no hacen bien.  Dios nos libre de una vida pequeña, que gira en torno a la “calderilla". Nos libre de pensar que todo está bien si a mí me va bien y que los demás se las arreglen. Nos libre de creer que somos justos  si no hacemos nada para contrarrestar la injusticia. El que no hace nada para contrarrestar la injustica no es un hombre o una mujer justo. Nos libre de creer que somos buenos solo porque no hacemos nada malo. “Es bueno –decía un santo- no hacer el mal. Pero es malo no hacer el bien” (san Alberto Hurtado). Señor, danos el deseo de hacer el bien; de buscar la verdad que detesta la falsedad; de elegir el sacrificio, no la pereza; el amor, no el odio; el perdón, no la venganza.
A los demás la vida se les da, a los demás la vida se les da, no se les quita. No puedes creer en Dios y odiar a tu hermano, quitar la vida con odio. La primera lectura recuerda esto: "Si uno dice: "Amo a Dios" y odia a su hermano, es un mentiroso" (1 Jn 4:20). Un mentiroso, porque desmiente la fe que dice que tiene, la fe que profesa Dios-amor. El amor de Dios repudia toda violencia y ama a todos los hombres. Por lo tanto, la palabra odio debe ser borrada de la vida cristiana; por eso, uno no puede creer en Dios y maltratar a tu hermano. 
No se puede creer en Dios y ser mafioso. El  mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con su vida el nombre de Dios-amor. Hoy necesitamos hombres y mujeres de amor, no hombres y mujeres de honor; de servicio, no de dominio. Tenemos necesidad  de caminar juntos, no de perseguir el poder. Si la letanía de la mafia es: "Tu no sabes quién soy yo", la cristiana es: "Yo te necesito". Si la amenaza mafiosa es: "Me la pagarás", la oración cristiana es: "Señor, ayúdame a amar". Por eso, digo a los mafiosos: ¡Cambiad, hermanos y hermanas! Dejad de pensar en vosotros y en vuestro dinero. Sabes, sabéis que “el sudario no tiene bolsillos”. No podréis llevaros nada. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo, queridos hermanos y hermanas! Os digo a vosotros, mafiosos: si no lo hacéis vuestra vida se perderá y será la peor de las derrotas.
Hoy el Evangelio termina con la invitación de Jesús: "Si alguien quiere servirme, que me siga" (v.26). Que me siga,  es decir, que se ponga en camino. No se puede seguir a Jesús con las ideas, hay que moverse. "Si cada uno hace algo, se puede hacer mucho", repetía don Pino. ¿Cuántos de nosotros ponemos en práctica estas palabras? Hoy, ante él, preguntémonos: "¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer por los demás, por la Iglesia, por la sociedad?”. No esperes a que la Iglesia haga algo por ti, empieza tú. No esperes a que lo haga la sociedad, ¡empieza tú! No pienses en ti mismo, no huyas de tu responsabilidad, ¡elige el amor! Siente la vida de tu gente necesitada, escucha a tu pueblo. Temed la sordera de no escuchar a vuestro pueblo. Este es el único populismo posible: escuchar a vuestro pueblo,  el único "populismo cristiano": escuchar y servir a la gente, sin gritar, acusar y provocar disputas.
Así  hizo el padre Pino, pobre entre los pobres de su tierra. En su habitación, la silla donde estudiaba estaba rota. Pero la silla no era el centro de su vida, porque no estaba sentado a descansar, sino que vivía en camino hacia el amor. Ésta es la mentalidad ganadora. Ésta es la victoria de la fe, nacida del don diario de uno mismo.  Ésta es la victoria de la fe, que lleva la sonrisa de Dios a los caminos del mundo. Ésta es la victoria de la fe, que nace del escándalo del martirio. "Nadie tiene mayor amor que este: dar la vida por sus amigos" (Jn 15:13). Estas palabras de Jesús, escritas en la tumba de don Puglisi, recuerdan a todos que dar la vida fue el secreto de su victoria, el secreto de una vida hermosa. Hoy también nosotros, queridos hermanos y hermanas, elijamos una vida hermosa. Así sea.

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Francisco llegó a la Plaza Anita Garibaldi en Brancaccio, bendijo el lugar, se detuvo en oración delante del medallón de bronce, donde el sacerdote cayó después de haber sido asesinado a tiros por Giuseppe Grigoli, por encargo de la mafia.
Luego esubió a la casa museo dedicada a Don Pino, acompañado por el Arzobispo de Palermo, Corrado Lorefice. Esperándole fuera de casa, estaban los dos hermanos de Don Pino, Gaetano y Franco Puglisi, con sus esposas y otros miembros de la familia.


En la homilía de la Misa que presidió en el Foro Itálico de Palermo en la memoria litúrgica de. Puglisi dedicó duras palabras a la mafia: “No se puede creer en Dios y ser mafioso”.
“Quien es mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con la vida el nombre de Dios-amor. Hoy tenemos necesidad de hombres de amor, no de hombres de honor; de servicio, no de opresión; de caminar juntos, no de perseguir el poder”, subrayó.
“Por ello, a los mafiosos les digo: ¡Cambiad! Dejad de pensar en vosotros mismos y en vuestro dinero. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo! De otro modo, vuestra vida quedará perdida y será el peor de los fracasos”.
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Almuerzo del Papa con los pobres de la Misión: menú de amor y empatía
Finalizada la misa en el Foro Itálico de Palermo, el Papa Francisco se trasladó a la "Misión Esperanza y Caridad" fundada por el hermano Biagio Conte.
Almorzó con 160 personas. la mayoría pobres, sobre todo migrantes, ex detenidos y voluntarios .
La “Misión Esperanza y Caridad” fue fundada por el misionero italiano Biagio Conte, para tratar de responder a las dramáticas situaciones de pobreza y marginación de su natal Palermo.
 Entre globos blancos lanzados hacia el cielo y la aclamación de un coro de niños que repetían los versos de una canción diciendo "Francisco, Francisco",  el Papa llegó a su cita, después de haber celebrado la Misa en el Foro Itálico de Palermo, en memoria del Beato Mártir Pino Puglisi.
Acompañando al papa se encontraba el Arzobispo de Palermo, mons.  Corrado Lorefice, que lo guió al interior de la misión mientras, al exterior, unas 50 personas le daban una calurosa bienvenida. Dentro del edificio, para recibirlo y con la intención de comunicar un mensaje al Santo Padre, lo esperaba una escultura realizada con material de reciclaje representando una embarcación, obra de un carpintero sordomudo de origen tunecino. 
La obra fue completada por la comunidad femenina de la misión que incluyó figuras que representan a personas de todo el mundo, como lo son ellas mismas, de diversas nacionalidades. Y el mensaje que hicieron llegar al pontífice fue: "Todos estamos en el mismo barco para construir juntos un mundo mejor”.

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