24 may 2019

En los ochenta años de Renato Leduc/Carlos Monsiváis

En los ochenta años de Renato Leduc
POR LA REDACCIÓN ,
Revista Proceso, 4 de diciembre de 1976..
En los ochenta años de Renato Leduc/Carlos Monsiváis
Renato Leduc declara su nerviosismo Le toca hablar y corresponder a su designación del Mejor Periodista Político de 1976, otorgada por el Colegio de licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública “No me gusta hablar en público, yo tengo fama de saber platicar, no de andar diciendo pinches discursos”
Leduc, el poeta, la institución periodística, el conversador de tiempo completo continúa —a los 80 años— prolífico, lúcido, amenísimo, al margen de cualquier devaluación En su caso, lo mítico es una función del relato —su “obra abierta”—, donde ninguna anécdota termina, siempre se entromete otro personaje con su correspondiente historia y —sin perder el hilo— Renato acomete la nueva narración y el telegrafista de la Revolufia abandona la Facultad de Jurisprudencia y conversa con sus amigos del prostíbulo adonde llega mi coronel Zataray (que llora para no ir al baño) y entonces don Francisco I Madero le acaricia la cabeza al hijo del poeta y animador cultural Alberto Leduc y los poetas bohemios recitan en las pulquerías y —sin jamás confundirse ni abandonar su dominio relator— Renato es, a la vez, Scherezada y Harún Al Raschid, las mil y una noches de un México no tan desaparecido como creemos, donde un viajero insomne acrece su múltiple capacidad de vivir observando y describiendo

La conversación como el encargo de mantener vivas leyendas y personajes, fijarlos en el ánimo de una colectividad, evidenciar sus contenidos ocultos y públicos Y, en el caso de Leduc, la poesía como método de seguir conversando una vez que él se ha ido En sus libros El aula (1924), Algunos poemas deliberadamente románticos y un prólogo en cierto modo innecesario (1930), Breve glosa al libro del buen amor (1939), Desde París (1942), XV fabulillas de animales, niños y espantos (1957) y Catorce poemas burocráticos para solaz y esparcimiento de las clases económicamente débiles (1964), RL busca un interlocutor, alguien a quien contarle la poesía Esto, sin facilidades o simplismos Por el contrario, el trabajo poético de Leduc es, previa asimilación de Lugones y López Velarde, laborioso, sardónico, pleno de matices Lo novedoso en este caso es la actitud Por su lado, sin participar en grupos literarios, sin jamás tomarse mortalmente en serio, Leduc fue haciendo lo que, desde el esplendor del grupo Contemporáneos, intentaron Carlos Pellicer y Salvador Novo, desolemnizar la poesía, ahorrarle ese halo de trascendencia última que la había sacralizado y vuelto rígida Dice Pellicer: “El agua de los cántaros sabe a pájaros” Y añade: “Hay azules que se caen de morados” Trivializa Novo: “Me escribe Napoleón/el colegio es muy grande” Interviene Leduc (“Temas”):
No haremos obra perdurable No
tenemos de la mosca la voluntad
tenaz
Mientras haya vigor
pasaremos revista
a cuanta niña vista
y calce regular
Ahora es difícil ubicar lo que en 1924 significaba —en medio donde las máximas devociones y credulidades seguían ceñidas a la idea y persecución de “lo poético”— declarar: “No haremos obra perdurable”.
Los dioses tutelares de ese momento, Amado Nervo y Enrique González Martínez deambulaban sobre la vida de las cosas con noble lentitud o bendecían a la vida por cumplidora Leduc, únicamente, visualizaba confrontaciones novedosas en escenarios modernistas:
Lunarios opalinos Academias
rutilantes de nácar y coral,
donde monstruos socráticos decían
que sólo siendo feo se puede ser genial
Dialéctica sucinta de un sabio calamar
Renato Leduc ha configurado públicamente en México la imagen del “bohemio.” Las comillas señalan en la palabra un vasto contraste, el producido entre la actitud inteligente, irónica, divertida de Renato y la otra versión, autodestruída y autocomplaciente, de la bohemia tradicional Muy bien, y muchas veces, Leduc ha podido en torno de una mesa de cantina regocijadamente compartir, pero su alegría es una constante reelaboración literaria y periodística de lo vivido Novo, Leduc y José Alvarado, en diferentes instancias, son cronistas admirables y críticos y su contigüidad con el objeto descrito implica una distancia irónica.
Y como Novo y Alvarado, Leduc demuestra su calidad profesional (y su ética) al carecer de cualquier dejo de superioridad o patrocinio frente a sus temas Finalmente, nada tan admirable como esos recorridos periodísticos de Leduc por tabernas, prostíbulos, calles, rincones costumbristas, seres insólitos, situaciones heterodoxas, personajes cuya excentricidad es un equilibrio de viejas y nuevas reglas de juego. 
Sin decirlo, sin ostentarlo, Leduc —al lado de su militante periodismo político— ha escrito la prolongada y magnífica crónica del mundo marginal Novo vivificó con agudeza y elocuencia el tedioso encuentro de reflejos y apariencias de la burguesía, José Alvarado las atmósferas de la nostalgia Renato Leduc a su vez, traza una confluencia de respuestas límite y de folclore varios: toreros, líderes electricistas, generales retirados, prostitutas francesas, pintores surrealistas, alcohólicos que desatan su inspiración al filo de un mezcal, criadores de chivos, periodistas gangsteriles .
Nada hay de lo comúnmente llamado “respetable” o “digno de aplauso” en las órbitas que Leduc va recreando Pero tampoco hay en su perspectiva nada que indique conciencia de presenciar hechos anómalos En ese sentido, Renato Leduc, genuino innovador, carece de enjuiciamientos moralistas así esté —y muy bien previsto— de juicios morales Leduc no ha discriminado medrosamente sus compañías Y sus lectores no terminamos de agradecérselo

En el discurso obligado, Renato sigue contando, entreverando, variando anécdotas, el político del ruizcortinismo a quien aludió en su columna “Banquete” desfavorablemente y quien lo invitó a comer para declararle que él no era político y no iba por sus gusto al control de la Cámara de Diputados y Renato le contestó: “Pues qué bueno que estamos en casa de un amigo porque usted que lo dice en otra parte y lo agarro por mi cuenta en el periódico. El presidente Ruiz Cortines no tiene por qué determinar quién dirige la Cámara, y además si usted no es político qué demonios anda haciendo allí, no sea pendejo” Leduc suspende la relación —aunque todos sabemos que podría continuar indefinidamente— y el largo aplauso lo saluda y festeja y, desde luego, le incita a proseguir su única, magnífica, infinita conversación...

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