Aquel 11 de septiembre los militares chilenos que debía ser leales al presidente no sólo usaron aviones Hawker Hunter para bombardear La Moneda, a balaceear a todos lo que estuvierona e el edificio y además implementar un gobierno de terror...
Salvador Allende defendió el Palacio con su vida; murió portando un fusil obsequiado por Fidel Castro, que por cierto no era un AK 47 como han dicho sino un AKMS fusil automático con culata plegable de metal; dijeron que se habría suicidado cpn el mismo, como lo confirmó en 2011 el Servicio Médico Legal en un informe entregado al juez del caso Mario Carroza..
Empero, hay otros datos, que afirman que se disparó en la cabeza con una pistola pero quedó malherido y uno de sus escoltas, Enrique Huerta, debió darle el tiro de gracia, como lo afirmó el escritor y periodista chileno Camilo Taufic; en un "acto de solidaridad humana y política".
Y por otro lado, hay indicios de ejecución publicó Francisco Marín en la revista Proceso 1923, a 7 de septiembre de 2013; Hay un testimonio del general Javier Palacios, responsable del ataque a La Moneda, según el cual éste lo habría ejecutado, o más bien rematado..
Pero la versión de la Junta Militar fue que Allende se habría suicidado entre las 13:30 y las 14 horas.
A las 14:37 horas, Palacios transmitió al general Sergio Nuño, uno de los coordinadores del golpe y quien se encontraba en el Ministerio de Defensa, el siguiente mensaje: “Misión cumplida: Moneda tomada, presidente muerto”.
Poco después de que Palacios informó de la muerte de Allende, un grupo de civiles golpistas difundió la noticia por onda corta desde el Ministerio de Defensa:
“Atención Chile. Atención a todo el mundo. Aquí Santiago Treinta y Tres. Este es Chile Libre. Allende ya es un cadáver. El capitán Roberto Garrido nos ha liberado de las garras del marxismo (…) Allende ha sido ajusticiado por nuestros soldados gloriosos”.
La Junta Militar ocultó o destruyó las evidencias sobre lo sucedido con Allende en sus últimos instantes, el fusil no se le hizo ninguna prueba...
Un día después bajo el toque de queda, Allende fue sepultado en el cementerio del pueblo de Santa Inés, ciento cuarenta kilómetros al norte de Santiago. Custodiado el féretro por soldados, a la viuda no se le permitió levantar la tapa del ataúd y contemplar con ojos inéditos al presidente rígido. Un oficial detuvo su mano. “Después”, le dijo.
“El entierro fue secreto, vigilada por los militares como criminal. Sobre la tierra removida apenas pude dejar unas flores.
Al día siguiente del golpe militar, el gobierno mexicano de Luis Echeverría envió un avión para rescatar a la familia de Allende, toda la operación la hizo el embajador Gonzalo Martinez Corbalá..
Después de que la Junta militar encabezada por Pinochet asumiera el poder, la familia del fallecido Allende se refugió en la embajada mexicana. Ahí permanecieron cuatro días.
En cuestión de días, decenas de chilenos se arremolinaron frente a la embajada para buscar refugio. El embajador calcula que en solo unos días consiguieron acoger a 400 personas, entre ellas 12 mujeres embarazadas. Una de ellas parió en la sede diplomática. La madre llamó al bebé Gonzalo Salvador Luis Benito.
México acogió entre 6.000 y 8.000 ciudadanos chilenos entre 1973 y 1990. Al menos 400 fueron gestionados por Martínez Corbalá.
El primer grupo en huir estaba encabezado por la viuda de Allende, Hortensia Bussi, y dos de sus hijas, Carmen Paz e Isabel. Partieron hacia México el 15 de septiembre de 1973.
El diplomático tramitó los permisos para Hortensia Bussi y Carmen Paz Allende, pero faltaba el de Isabel. El embajador mexicano añadió los nombres de esta y su familia con su puño y letra en la parte posterior de un permiso y se fueron. Todavía conserva ese trozo de papel.
En México fueron recibidos por el presidente Luis Echeverría...y su gabinete entero, “todos vestidos de riguroso luto”, cuenta.
La misión de traer a Neruda nunca llegó.
Ese día, el embajador see reunió con Echeverría y le indicó que debía volver, y aquí entra la petición especial que trajera a como de lugar al poeta Pablo Neruda...
"Llegó a Santiago a las siete de la tarde del 17 de septiembre. “Justo en el toque de queda. Esa noche dormimos en el avión”, relata. Al día siguiente acudió inmediatamente a la clínica Santa María a buscar a Neruda. El poeta, que sufría cáncer de próstata, estaba ahí ingresado. Le planteó la propuesta del presidente mexicano y el Premio Nobel se resistió a dejar su país. “Me dijo que quería quedarse, a pelear ‘contra esos desgraciados’”, cuenta. Matilde, la tercera esposa del poeta, estaba en la habitación. “Yo no podía decirle nada, pero ella sí”. Consiguieron convencerlo y fijaron una fecha: el sábado 22.
Martínez Corbalá tramitó los permisos necesarios ante la Junta militar. “Lo aceptaron sin poner objeciones, le dieron su pasaporte y nosotros el visado. Estábamos preparados”. El sábado llegó por el poeta, pero recuerda que él le señaló que no estaba listo para irse. “Nos vamos el lunes”, le dijo.
La cita del lunes nunca llegó. Neruda murió al día siguiente. “Yo lo iba a acompañar al aeropuerto y acabé acompañándolo a su funeral”, relata.
Ericka Montaño Garfias, lo entrevista para La Jornada, Sábado 28 de mayo de 2011,
La noche del 16 de septiembre de 1973 Gonzalo recibió una única orden del presidente: buscar a Neruda y traerlo a México.
En la charla con LEA, éste le preguntó... ‘en su opinión cuál es el siguiente paso que tenemos que dar’. Respondí que el siguiente paso era que yo tenía que regresar a Chile, porque teníamos aquello prendido con alfileres: 300 asilados en la embajada, 200 en la residencia, y ahí puede pasar cualquier cosa, nos cortan el agua, la luz, se nos enferma alguien y se hace una epidemia. ‘Yo tengo que regresar’.”
Echeverría “tomó la red y marcó el número de (Jesús) Castañeda Gutiérrez (jefe del Estado Mayor) y le dijo: ‘necesitamos un avión para que salga nuestro embajador de regreso a Chile. Que sea de buen tamaño para que pueda regresar con algunos asilados. Me avisa usted cuando esté listo’. A los 10 minutos sonó la red y era Castañeda Gutiérrez. El presidente me dice que el avión salía a la una de la mañana del hangar presidencial”.
Colgó y entonces dijo la única orden: “Busque usted a Neruda en Santiago, sabemos que está enfermo, que está mal, ofrézcale, dígale que le ofrecemos que venga a México como huésped distinguido invitado del presidente y del pueblo de México o si lo prefiere que venga como asilado acogido, a los términos del tratado de asilo con la protección que le corresponde. Que él lo decida“.
Relata el embajador que llegaron a Santiago el lunes 17, después del toque de queda,, durmieron en el avión.
Al día siguiente envió al agregado cultural Pascual Martínez Duarte a buscar a Pablo Neruda a su casa en Isla Negra. “Regresó y me dijo que no estaba en Isla Negra. ‘Neruda está en Santiago, en la clínica Santa María’. Me fui a verlo inmediatamente.”
Ahí lo encontré, ahí le expliqué a qué iba. Había llevado una relación muy fluida con él y con Matilde que muchas veces nos habían invitado a mí y a mi mujer a almorzar en Isla Negra. Almorzábamos en la recámara de Pablo porque ya no se podía parar, no podía caminar, y nos habíamos visto varias veces, me contó la idea que tenía de hacer una ciudad en los terrenos de Isla Negra, donde había invertido todo lo que él había ganado, que no debe haber sido poco.
Cuando me mandó el presidente tratamos de ejecutar la orden. Pablo aceptó al punto de que me dieron sus maletas y las de Matilde (Urrutia, esposa de Neruda) y un paquete con el manuscrito de Confieso que he vivido, escrito con la tinta verde que usaba Pablo.”
Neruda, recuerda Martínez Corbalá, había aceptado la opción de venir como invitado de honor del presidente y del pueblo de México. “Lo planteé a la Junta, a la cancillería chilena de facto, lo aceptaron sin poner objeciones, le dieron su pasaporte y en la embajada le dimos la visa. Ya estábamos listos.”
–¿Cuándo nos vamos don Pablo?, le pregunté
–Pues nos vamos el sábado 22, respondió. Matilde ya estaba de acuerdo con él.
El general Castañeda me había sermoneado para que no me fuera a entretener más de lo necesario, porque ese avión, más grande, lo habían sacado de una aerolínea internacional y eso costaba mucho dinero, pero ni modo.
El sábado 22, alegre y chiflando, fue a recoger al autor de Residencia en la Tierra a la clínica Santa María.
“Creo que eran las 11 de la mañana. Veo a don Pablo, que era un hombre como todos los hombres en ese nivel que han vivido toda su vida entre la creación artística y era una vida muy diferente a la nuestra. Le dije: ‘Ya don Pablo, vámonos. Ya estoy listo. Todo está preparado’. Teníamos una ambulancia para llevarlo de la clínica al aeropuer-to y me dijo simplemente: ‘embajador, no me quiero ir ahora’.
“‘Chin’ dije. Sentí que se me abrió el piso. Ya los cuadros adentro del avión, y Castañeda encima de mí, pero no me iba a poner a discutir con Pablo Neruda y menos en el hospital. Le dije ‘bueno don Pablo ¿cuándo quiere que nos vayamos? Me dijo: ‘Nos vamos el lunes embajador, categóricamente, nos vamos el lunes’.
El funcionario mexicano habló con Matilde, se quedó con las maletas del Nobel y de su esposa así como con el manuscrito (que pudo regresar a las manos de la mujer del poeta cinco años después).
El sábado y el domingo se dedicó a despedirse de algunos amigos, entre ellos la esposa de Clodomiro Almeyda, Irma, y de Hugo Miranda, ambos colaboradores del presidente Allende, presos en la isla Dawson.
El domingo por la noche recibió una llamada de México, era el subsecretario de Relaciones Exteriores, José Gallástegui, quien a gritos, porque la comunicación era muy mala, le dijo: “¡Oye Gonzalo, aquí en México está el rumor de que Pablo Neruda murió. Me quedé verdaderamente impactado.
–Aquí estoy, no me he movido y no sé nada. Ahorita voy a la clínica Santa María y después te hablo.
Con todo y que ya era de noche, con el toque de queda encima, salió con rumbo al nosocomio amparado con un salvoconducto obtenido días antes que le permitía transitar después del toque. “Cuando llegué ya había muerto....
Habría sido asesinado...Antes de morir se enteró de la muerte de Victor Jara y de muchos compañeros desaparecidos...
Apmas, el 28 de agosto, en la víspera de que Chile conmemore el 11 de septiembre los 50 años del golpe de Estado, un fallo de la Corte Suprema ha provocado impacto internacional: siete militares en retiro del Ejército fueron condenados como autores del secuestro y homicidio del cantautor y referente de la música latinoamericana Víctor Jara, asesinado a golpes y balas en el Estadio Chile, en Santiago, cinco días después del bombardeo a La Moneda ..
Luego del golpe de Estado México rompió relaciones diplomáticas con Chile el 26 de noviembre de 1974; Las relaciones diplomáticas fueron restablecidas el 24 de marzo de 1990
Martinez Corbalá dejó el país el 30 octubre, se quedó un encargado de negocios...
Horacio Flores de la Peña fue nombrado el 18 de abril de 1990.
A raíz del golpe militar se instauró la dictadura cívico-militar (1973-1990), fueron muchos países que acogieron perseguidos políticos chilenos. Amnistía Internacional estimó que, para junio de 1974, alrededor de ciento cincuenta mil chilenos salieron del país por razones políticas[1] —la mayoría militantes y simpatizantes de la Unidad Popular (UP)[2] —.
Aún hay más de mil personas desaparecidas.
¡Y el fusil de Allende?
Palacios conservó el fusil AK-47 con el que supuestamente Allende se habría suicidado; el arma no fue objeto de análisis periciales.
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