Comer humanos, prueba del narco
Grupo REFORMA; (15 diciembre 2024) .
Toda la vida de "Andrés" fue robada por el crimen organizado.
El joven respondió a una oferta de empleo, pero en realidad se trataba del reclutamiento en las filas del narco. Tras varios meses pudo regresar a casa, pero ya no es la misma persona.
"Esta persona que regresó no es 'Andrés', todo lo que él era se lo robaron. Se para distinto, sus pensamientos son distintos. No soporto escucharlo hablar, siento que no lo conozco", comentó su hermano "José".
Para el sociólogo Mauricio Carrillo las razones por las que aceptan reclutarse en el narco son estructurales.
"Los chavos están desencantados del mundo, para ellos ya no es verdad que si estudias puedes superarte, porque la desigualdad es palpable, medible por ellos mismos, sobre todo en una ciudad como ésta. Entonces la falta de oportunidades les resulta tan desoladora, que meterse de sicario resulta una opción", lamentó.
"José" relató a REFORMA lo que su hermano "Andrés" atravesó, con el fin de alertar a otros jóvenes y sus familias.
Primero, al llegar al narcocampamento los "reclutas" son hacinados por decenas en un cuarto. En ese lugar pasan una semana completa y sólo les reparten bolsitas llenas de agua dos veces al día.
"Con el paso de los días los batos van cayendo y así cómo van cayendo, van sacando los cuerpos. Al final a los que quedan les aplauden, los felicitan, les dicen 'eres chingón, tú sí pudiste', les dan ánimos para levantarlos", explicó "José".
Después, el primero de muchos retos es saciar su hambre con carne humana de una víctima asesinada frente a sus ojos.
De acuerdo con el neuropsicólogo Francisco Acosta, el canibalismo ritual por parte del crimen organizado fue tomado de los kaibiles, mercenarios guatemaltecos que Los Zetas trajeron a México a finales de la década de 1990.
La finalidad de esta práctica es destruir en lo más profundo del individuo los fundamentos morales que nos permiten vivir entre nuestros semejantes y crear una nueva comunión entre los participantes.
Los que superan la prueba de alimentarse de un ser humano, pasan ahora a la etapa de selección, donde se decide qué tipo de entrenamiento recibirán y su rango.
Para esto, los desnudan, les entregan pistolas de gotcha y los ponen a competir entre ellos. Los jóvenes que menos marcas tengan recibirán un trato y un entrenamiento especial: en cambio los que más golpes recibieron, serán carne de cañón en Zacatecas, en los constantes enfrentamientos que se desatan en la frontera con Jalisco.
"'Andrés' a veces nos cuenta un poco, pero se detiene porque mi madre llora muchísimo; nos ha contado que lo obligaron a comer junto a personas muertas, a quitarles la ropa y ponérsela", dice "José" con pena.
Cuando concluyen el entrenamiento, los envían a sus puestos de trabajo, que consiste en vigilar puntos de resguardo que los criminales tienen en la sierra.
Además, tienen reglas estrictas, como no enfrascarse en peleas entre compañeros. Según "José", la pena por infringir esta regla era un combate a muerte con bates de béisbol.
Quienes obedecían y cumplían las reglas, tenían concesiones como comunicarse con su familia y recibir atención médica cuando la requerían.
A "Andrés" le permitieron regresar a casa luego de tres meses de entrenamiento, pero el cártel le mantiene las puertas abiertas.
"Mi hermano llegó hecho una calavera, no puede dormir, no tolera ver carne. Lo que les venden (los narcos) es sólo una mentira", advirtió "José".
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