Spota centenario, entre el talento y ¿la envidia?
Nota de Israel Sánchez
REFORMA. Cd. de México (10 julio 2025) .-21:00 hrs
Luis Mario Cayetano Spota Saavedra Ruotti Castañares es el nombre completo del escritor y periodista Luis Spota, aquí fotografiado hacia 1954. Crédito: Fondo Casasola / Fototeca Nacional / D.R. INAH
Spota fue hijo de un inmigrante italiano dedicado al comercio; se fue de casa muy chico, y se ganó la vida como navegante, volantero y mesero, antes de convertirse en periodista.
Spota fue hijo de un inmigrante italiano dedicado al comercio; se fue de casa muy chico, y se ganó la vida como navegante, volantero y mesero, antes de convertirse en periodista. Crédito: Fondo Casasola / Fototeca Nacional / D.R. INAH
Como autor de más de una veintena de novelas, Spota se propuso retratar la sociedad, quehaceres y modos de ser en el México de la segunda mitad del siglo 20.
Como autor de más de una veintena de novelas, Spota se propuso retratar la sociedad, quehaceres y modos de ser en el México de la segunda mitad del siglo 20. Crédito: Fondo Casasola / Fototeca Nacional / D.R. INAH
Antes que su peculiar carácter o la calidad literaria incluso, lo primero que viene a la mente de Jaime Labastida al preguntarle sobre Luis Spota (1925-1985) es el desprecio del que fue objeto por parte de la intelectualidad mexicana.
"Creo que Luis Spota fue y pudo ser un excelente escritor (...). Pero, finalmente, tomó un sendero, una vía que lo llevó por la literatura fácil y poco interesante de la descripción de los lugares comunes respecto a la política mexicana".
Soledad Loaeza Politóloga
"Y tenía una virtud: la narración de Luis atrapa; usted empieza a leer una novela de Luis, y la trama lo atrapa de inmediato, quiere saber qué es lo que pasa con los personajes, de qué manera se van a desarrollar (...). Tenía sentido de la acción".
Jaime Labastida, Poeta
"No les satisfacía; creían que era, como bestseller, un escritor fácil. Y yo creo que era todo lo contrario", afirma en entrevista el poeta y filósofo, amigo cercano del fecundo novelista, periodista y guionista, de quien este 13 de julio se cumple un siglo de su nacimiento.
"Yo conocí intelectuales muy importantes en México que no se atrevían a decir en voz alta que habían leído a Spota", agrega el ex director de Siglo XXI Editores. "Pero alguno de ellos me lo confesó, y me dijo que le había gustado muchísimo".
Luis Mario Cayetano Spota Saavedra Ruotti Castañares, su nombre completo, fue hijo de un inmigrante italiano dedicado al comercio; se fue de casa muy chico, y se ganó la vida como navegante, volantero, vendedor y mesero, antes de convertirse en reportero siendo aún un adolescente.
La pericia con que "El niño terrible de Bucareli" se desenvolvió en el medio le valió un ascenso meteórico; "desde muy pequeño entró a trabajar por su cuenta en el periódico Excélsior, y acabó dirigiendo a los 18 años Últimas Noticias (segunda edición de dicho diario). Eso le da idea del talento innato que tenía Luis", resalta Labastida acerca de quien se consolidara como un influyente columnista político.
Como autor de más de una veintena de novelas, Spota se propuso retratar la sociedad, quehaceres y modos de ser en el México de entonces; de braceros que volvían a su patria a líderes sindicales oportunistas y corruptos, pasando por los aires de progreso del alemanismo o la Época de Oro del cine nacional, y, en general, la burguesía y la pobreza.
"(Fue) un gran escritor cuyo legado se deja sentir a lo largo del tiempo como una cantera invaluable de observaciones y construcción literarias sólo comparable con la de los grandes autores mexicanos del Siglo 19, como José Joaquín Fernández de Lizardi y Manuel Payno, o en el Siglo 20 con Carlos Fuentes o Fernando del Paso", dice el poeta, narrador y ensayista Adolfo Castañón.
"Es, para echar mano de una referencia pictórica, uno de los mayores muralistas en el orden literario", prosigue el miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (AML). "Quiso hacer, como Balzac en Francia, un paisaje de su época, con sus tipos y caracteres particulares".
Casi el paraíso (1956), el ya clásico relato de un italiano que se inventa un título nobiliario con el que impresiona a la frívola y ambiciosa élite mexicana, es la obra más conocida y acaso la que consagrara a Spota, quien rigurosamente dedicaba las tardes a su escritura literaria, siempre a mano.
"Y tenía una virtud: la narración de Luis atrapa; usted empieza a leer una novela de Luis, y la trama lo atrapa de inmediato, quiere saber qué es lo que pasa con los personajes, de qué manera se van a desarrollar, qué les va a suceder. Tenía sentido de la acción", describe Labastida.
"Alguna vez me dijo que hubiera dado su mano izquierda por escribir una novela como Cien años de soledad. Pero su estilo era totalmente inverso al de Gabriel García Márquez: no tenía grandes imágenes, no tenía metáforas, no era barroco. Era una prosa económica, una prosa muy precisa. Le interesaba el desarrollo de la acción", insiste el poeta y filósofo.
Los tirajes por miles y las decenas de reediciones de varios de sus títulos dan cuenta de lo mucho que gustaba la narrativa de este escritor, el más vendido de su tiempo; "los lectores sabían lo que podían esperar del autor y tenían la seguridad de que se los daría", ha escrito la socióloga e historiadora Sara Sefchovich, autora de Ideología y ficción en la obra de Luis Spota (1985).
¿Literatura fácil?
Entre los intelectuales de la época, no obstante, Spota estaba lejos de gozar de esa misma popularidad y reconocimiento.
"Luis era ante todo un gran narrador, pero su éxito causaba mucha envidia. Fue por eso que los intelectuales empezaron a ningunearlo", diría alguna vez a este diario (REFORMA 5/07/2008) la actriz Elda Peralta (1932-2024), por muchos años amante del escritor y a quien incluso él le dejara los derechos de su obra.
Huberto Bátiz, por ejemplo, escribió que Spota se dejaba ganar "por la frase brillante, redonda, poblada de términos pedantescos y cursis, (...) adorno superpuesto y no una manera de ver, de aprehender el mundo". Y el crítico literario Emmanuel Carballo lo acusaría de "chapucería artística y moral".
"Yo creo que Luis Spota fue y pudo ser un excelente escritor, uno de los grandes escritores mexicanos. Pero, finalmente, tomó un sendero, una vía que lo llevó por la literatura fácil y poco interesante de la descripción de los lugares comunes respecto a la política mexicana", opina la politóloga y académica Soledad Loaeza.
"Con eso le fue muy bien, tuvo muchos lectores en la clase media; pero creo que su carrera como escritor de calidad y de alta categoría se quedó a un lado", añade.
A finales de los 70, Loaeza escribió en la revista Nexos un ensayo en donde juzga como caricaturesca la representación que Spota cuya cercanía con el poder alimentaba la animadversión en su contra hacía del ejercicio del poder político, con un Presidente todopoderoso rodeado de una camarilla corrupta y servil, en las novelas de su saga La costumbre del poder, que Siglo XXI volvió a poner en circulación hace unos años.
"Creo que era un hombre suficientemente inteligente y sofisticado como para saber que lo que estaba escribiendo era una caricatura de lo que era la realidad; estoy segura de que él sabía perfectamente bien que lo que estaba escribiendo era, en buena medida, falso, exagerado o una distorsión de la realidad. Pero era lo que la gente quería leer", afirma Loaeza.
"¿Caricatura? ¿Los excesos de Luis Echeverría fueron caricatura? Él (Spota) describe ahí un Presidente que quiere ser Secretario General de la ONU y que hace todo lo posible por lograrlo. ¿Es una caricatura?, ¿no quiso hacer eso Echeverría?", revira Labastida, para quien La costumbre del poder es una crítica del PRI, "del sistema vertical del poder".
Loaeza comparte que, aún cuando alguien le dijo que era una ociosidad de su parte, decidió publicar el referido ensayo por lo mucho que le irritaba Spota; "sentía yo que era un obstáculo para entender la política, eso me daba mucho coraje", revela.
"La gente estaba mucho más dispuesta a leer a Luis Spota que a leer cosas más serias y más analíticas sobre la política mexicana", continúa. "La visión que la gente tenía del poder y de las relaciones del Presidente y de cómo se manejaba el poder político, yo creo que están muy influidas por Luis Spota".
No es una impresión fortuita, pues Castañón incluso recuerda el influjo del novelista en el ámbito académico: "Tengo conciencia desde niño de que sus novelas eran estudiadas por los analistas de la historia política como una suerte de museo donde era posible estudiar los usos y costumbres de los hombres de poder".
"Mi padre, Jesús Castañón Rodríguez, hacía leer a sus alumnos de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho (de la UNAM) a Luis Spota", refiere el integrante de la AML.
Al final, Loaeza estima que la razón detrás de la forma en que Spota pintó la política mexicana en esas novelas que "le salían como tamales" es más bien comercial; "eso vende bien, eso vende mucho", expresa.
"Yo creo que Luis Spota se dejó llevar por la necesidad o por el gusto de hacer dinero y de ser conocido y de ser saludado y de llamar la atención y de que se hablara de él. Pero yo no creo que él siquiera creyera la mitad de lo que escribía", considera Loaeza, quien, por otro lado, se refiere a Casi el paraíso como "una gran novela".
"Era un hombre honesto", replica Labastida, refrendando que lo que Spota hizo fue "una crítica acerba del poder". Y ante el rechazo que aún persiste en contra de su amigo, fallecido hace 40 años por cáncer pancreático, tan sólo dice: "Ojalá superen ellos esa mezquindad".

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