16 may 2007

El Juez Falcone y el combate al narco en México

Falcone, la política y el narcotráfico/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excelsior, miércoles, 16 de Mayo de 2007
Los hechos de violencia relacionados al combate al narcotráfico emprendido desde el inicio de esta administración han generado muchas reacciones de todo tipo, pero llaman la atención las de algunos políticos, que demuestran una ignorancia casi absoluta sobre el tema, incluso en aquellos que han tenido cargos importantes durante largos años en el
ámbito ejecutivo y legislativo, federal y estatal, pero también la de otros que terminan poniendo de manifiesto que existen intereses comunes que preferirían que no fueran alterados por la actual estrategia. Me recordaba ayer mi amigo Fred Alvarez al juez Giovanni Falcone, un hombre que fue determinante para desarticulación de la Mafia en Italia, que terminó siendo asesinado por esa organización pero que estableció una serie de mecanismos y de operaciones que marginaron seriamente, luego de un periodo de altísima violencia, a la propia organización criminal. Falcone estuvo en México en 1990 para ofrecer una serie de conferencia que, entonces, fueron literalmente para iniciados, sobre un tema, el combate al crimen organizado que ni siquiera estaba de forma constante en los medios, pero que en Italia era, como en nuestro caso hoy, el centro del debate político. Por cierto, Falcone no era un hombre de derecha o un “represor”: era un simpatizante del partido comunista italiano y, a diferencia de muchos de nuestros políticos o medios que se dicen de izquierda, precisamente por eso creía que era tan importante el combate al crimen organizado y su desarticulación para la consolidación democrática de su país.
Decía en aquellas conferencia de 1990, que fueron reeditadas por la PGR en 1995, que hasta entonces, la acción del Estado contra la mafia había sido “emotiva, episódica y fluctuante, motivada sólo por la impresión suscitada por un dato criminal o del efecto que un particular acto de gobierno puede ejercer sobre la opinión pública”. Y agregaba que en la lucha contra la mafia “la parálisis ha estado en todos los frentes. La clase dirigente, sabiendo de los problemas y de las dificultades de todo género relativas a un ataque frontal a la Mafia, sin tener, además, una garantía de éxito inmediato, ha comprendido que en el presente tendría todo que perder y poco que ganar si se empeña en el terreno del enfrentamiento. Ha pretendido, en consecuencia, hacer frente a un fenómeno de tal gravedad con los usuales golpes en caliente, sin una movilización general duradera que implique a todo el aparato represivo, y sin el apoyo de la sociedad civil”. Cuando se modificó la estrategia y se realizó un combate frontal contra la Mafia, encabezado por Falcone, se incrementó también la violencia: “el aumento de la eficacia, dijo en México en 1990, de la acción represiva estatal y el de la importancia de aquello que está en juego en cada una de las acciones y al final, el aumento absolutamente comprobable de la violencia criminal, ha provocado que cualquier funcionario que moleste sea inmediatamente puesto bajo la mira. Es así como se han iniciado y aún continúan hasta nuestros días estos asesinatos”.
Las analogías contra nuestra actual situación son casi todas. El Estado mexicano mantuvo una actuación “emotiva, episódica, fluctuante” en la lucha contra el narcotráfico. Muchos sectores (incluso eso mismo me dijo el presidente Calderón cuando lo entrevisté sobre el tema el 18 de enero pasado), opinaban que no se ganaba nada y se perdía mucho encarando esa lucha y entonces proponían, y todavía proponen, que se den sólo “golpes en caliente, sin una movilización general duradera”. Ante la eficacia del inicio de los operativos, han cambiado las reglas del juego y el narcotráfico, en lugar de tratar de “convivir con el Estado”, como lo hacía antes, ahora ha generado “un aumento absolutamente comprobable de la violencia criminal” y cualquier funcionario que moleste es puesto “bajo la mira. Es así “como se han iniciado y aún continúan hasta nuestros días estos asesinatos”. Con un agregado: la diferencia que hace Falcone de los distintos tipos de organizaciones criminales de este tipo en Italia: una cosa, decía es la Mafia, que es un organización muy estructura y con estrategias centralizadas y claras y otra la actividad de la Camorra o la Andrangheta (la primera napolitana y la segunda originaria de Calabria), “en las que existe una verdadera dispersión de sus células criminales, lo que crea una alarma social sumamente crítica, pues dichas células están en permanente lucha unas con las otras y todo esto crea una serie de gravísimos hechos de sangre”: ¿existe alguna diferencia respecto a nuestra situación actual?
El punto fundamental en todo esto es que el Estado no podía, como ocurrió en Italia a fines de los 80, continuar ignorando el fenómeno del crimen organizado y del narcotráfico. Y como también sucedía en ese país, ya sea por ignorancia o por interés, una parte de la clase política rechazaba esa estrategia e incluso buscaba explicar la lucha contra la mafia como una continuación del combate contra las Brigadas Rojas y sostenían que eran, en realidad, acciones represivas encubiertas. Era lógico que actuaran así porque, cuando Falcone y sus sucesores desmantelaron el andamiaje de la Mafia, se confirmaron los nexos de ésta con el poder, sobre todo en los ámbitos locales pero también federales y una parte de la clase política quedó expuesta y ello provocó una profunda renovación en la misma.
El combate contra el crimen organizado tiene, aún, muchas insuficiencias. Sobre todo le falta establecer, como etapa inmediata, un intenso trabajo social en las áreas de influencia del narcotráfico, que el actual gabinete del ramo, lento y burocratizado, no parece en condiciones de realizar. Pero lo único que no se puede hacer, es simplemente claudicar y volver al pasado, a la actuación “emotiva, episódica, fluctuante” como algunos actores políticos lo están planteando.

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