Columna JAQUE MATE/Sergio Sarmiento
Iván el afable
Iván el afable
"Fue un hombre de acción que acogió la política como el instrumento para hacer posible... las reformas que México necesita y que millones de mexicanos exigen". Felipe Calderón
No voy a levantar la mano hoy, como tantos lo han hecho, para afirmar que tenía una cercana amistad con Juan Camilo Mouriño. Traté con este hombre, a quien sus amigos llamaban Iván, porque mi trabajo como periodista y el suyo como servidor público lo hacían indispensable para ambos. De él tuve siempre, sin embargo, un trato abierto y respetuoso. Nunca dejó de responder a una pregunta, nunca se ocultó cuando lo busqué. En todo caso fue un hombre afable, lo cual no es necesariamente común en un secretario de Gobernación.
¿Por qué digo que era abierto? Hace unos días tuve información de que el propio Juan Camilo había intervenido para lograr que la Procuraduría General de la República retirara la demanda de amparo en contra del IFAI que pedía la documentación recibida por la PGR de España sobre una supuesta investigación en contra de su padre, don Carlos Mouriño, por lavado de dinero. Juan Camilo entendió a la perfección que tratar de ocultar la documentación recibida de España, independientemente de las razones, no haría más que promover la especulación y los ataques en su contra, los cuales se habían hecho constantes desde que asumió la titularidad de la Secretaría de Gobernación. Germán Martínez Cázares, presidente nacional del PAN, me ha confirmado públicamente, en una entrevista de radio, que fue efectivamente Juan Camilo quien pidió a la PGR el retiro de esa demanda de amparo.
Mouriño enfrentó con entereza y apertura informativa la persecución en su contra que encabezaron los perredistas Andrés Manuel López Obrador y Gerardo Fernández Noroña. Que si era español -o más bien gallego, como decía con sorna Fernández Noroña- y no mexicano; que si su familia se había enriquecido con contratos de Pemex promovidos indebidamente por él desde los cargos públicos que ocupó; que si su padre había realizado operaciones de lavado de dinero. Todas estas acusaciones, que el presidente Felipe Calderón llamó ayer calumnias, resultaron al final infundadas, según la información que he podido ver.
Cuando se cuestionaba injustamente a Mouriño en los medios, él ofrecía su punto de vista, en mi experiencia, de manera impecable. En un artículo que publiqué el 5 de marzo de 2008 lo critiqué por no haber entendido las ventajas de la discreción y haber permitido que la revista Quién realizara un artículo que lo presentaba como el "chico superpoderoso". Escribí entonces: "Al parecer, el hombre que se ha convertido en el principal operador político del presidente Calderón no tuvo la sagacidad para comprender los daños que Marta y Vicente Fox se hicieron a sí mismos con la entrevista de Quién que hizo gala de su rancho". Mouriño simplemente me hizo llegar información que señalaba que el artículo había sido elaborado por la revista sin el apoyo del secretario.
Como jefe de la Oficina de la Presidencia Mouriño tuvo, a mi juicio, un papel excesivamente relevante. Al contrario de un José Córdoba o de un Luis Téllez que entendieron que parte de su valor en responsabilidades similares en Los Pinos era mantener un papel discreto, Mouriño era sentado en un lugar de honor, junto al Presidente, en todas las presentaciones públicas. Se le daba, de hecho, un puesto más importante que el de los secretarios de Gobernación, Defensa o Relaciones Exteriores. Era una mala señal, escribí en su momento, pero al final era el propio presidente Calderón quien tomaba la decisión de darle a Mouriño esa visibilidad, que no ha vuelto a tener ninguno de sus dos sucesores en el cargo.
La decisión de darle un papel equivalente al de un jefe de gabinete, por arriba del de cualquier secretario de Estado, nos revela la importancia que Mouriño tenía para el Presidente. No hay duda por lo tanto de que la muerte del funcionario ha sido para el Presidente una pérdida mucho mayor que la que implicaría la falta de un simple secretario de Gobernación. Independientemente de su cargo, Mouriño era el colaborador al que más confianza le tenía el Presidente... y quizá su amigo más cercano.
Fue una buena señal que una parte importante de la clase política, sin importar su afiliación partidaria, haya acudido al velatorio a rendir homenaje a Mouriño. La presencia de los perredistas Jesús Ortega y Carlos Navarrete fue importante; como también la del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, en el homenaje que ayer se rindió a los fallecidos en el Campo Marte.
No fui amigo de Mouriño, pero con el tiempo aprendí a respetar a este Iván que en lugar de terrible me parecía afable, un hombre que dejó la vida de lujo que le permitía el éxito empresarial de su padre para dedicarse al servicio público. Por el bien del país, espero que la clase política acepte la construcción de esos acuerdos que en vida trató de forjar Mouriño y que ayer subrayó el Presidente en su discurso de Campo Marte.
Nuevo secretario
¿Un aliado político o un amigo y colaborador de confianza? Ésa es la disyuntiva del presidente Calderón en este momento en que, a menos de dos años de gobierno, debe escoger a un tercer secretario de Gobernación. Francisco Ramírez Acuña fue un aliado, Juan Camilo un colaborador y amigo. Y el tercero será...
No voy a levantar la mano hoy, como tantos lo han hecho, para afirmar que tenía una cercana amistad con Juan Camilo Mouriño. Traté con este hombre, a quien sus amigos llamaban Iván, porque mi trabajo como periodista y el suyo como servidor público lo hacían indispensable para ambos. De él tuve siempre, sin embargo, un trato abierto y respetuoso. Nunca dejó de responder a una pregunta, nunca se ocultó cuando lo busqué. En todo caso fue un hombre afable, lo cual no es necesariamente común en un secretario de Gobernación.
¿Por qué digo que era abierto? Hace unos días tuve información de que el propio Juan Camilo había intervenido para lograr que la Procuraduría General de la República retirara la demanda de amparo en contra del IFAI que pedía la documentación recibida por la PGR de España sobre una supuesta investigación en contra de su padre, don Carlos Mouriño, por lavado de dinero. Juan Camilo entendió a la perfección que tratar de ocultar la documentación recibida de España, independientemente de las razones, no haría más que promover la especulación y los ataques en su contra, los cuales se habían hecho constantes desde que asumió la titularidad de la Secretaría de Gobernación. Germán Martínez Cázares, presidente nacional del PAN, me ha confirmado públicamente, en una entrevista de radio, que fue efectivamente Juan Camilo quien pidió a la PGR el retiro de esa demanda de amparo.
Mouriño enfrentó con entereza y apertura informativa la persecución en su contra que encabezaron los perredistas Andrés Manuel López Obrador y Gerardo Fernández Noroña. Que si era español -o más bien gallego, como decía con sorna Fernández Noroña- y no mexicano; que si su familia se había enriquecido con contratos de Pemex promovidos indebidamente por él desde los cargos públicos que ocupó; que si su padre había realizado operaciones de lavado de dinero. Todas estas acusaciones, que el presidente Felipe Calderón llamó ayer calumnias, resultaron al final infundadas, según la información que he podido ver.
Cuando se cuestionaba injustamente a Mouriño en los medios, él ofrecía su punto de vista, en mi experiencia, de manera impecable. En un artículo que publiqué el 5 de marzo de 2008 lo critiqué por no haber entendido las ventajas de la discreción y haber permitido que la revista Quién realizara un artículo que lo presentaba como el "chico superpoderoso". Escribí entonces: "Al parecer, el hombre que se ha convertido en el principal operador político del presidente Calderón no tuvo la sagacidad para comprender los daños que Marta y Vicente Fox se hicieron a sí mismos con la entrevista de Quién que hizo gala de su rancho". Mouriño simplemente me hizo llegar información que señalaba que el artículo había sido elaborado por la revista sin el apoyo del secretario.
Como jefe de la Oficina de la Presidencia Mouriño tuvo, a mi juicio, un papel excesivamente relevante. Al contrario de un José Córdoba o de un Luis Téllez que entendieron que parte de su valor en responsabilidades similares en Los Pinos era mantener un papel discreto, Mouriño era sentado en un lugar de honor, junto al Presidente, en todas las presentaciones públicas. Se le daba, de hecho, un puesto más importante que el de los secretarios de Gobernación, Defensa o Relaciones Exteriores. Era una mala señal, escribí en su momento, pero al final era el propio presidente Calderón quien tomaba la decisión de darle a Mouriño esa visibilidad, que no ha vuelto a tener ninguno de sus dos sucesores en el cargo.
La decisión de darle un papel equivalente al de un jefe de gabinete, por arriba del de cualquier secretario de Estado, nos revela la importancia que Mouriño tenía para el Presidente. No hay duda por lo tanto de que la muerte del funcionario ha sido para el Presidente una pérdida mucho mayor que la que implicaría la falta de un simple secretario de Gobernación. Independientemente de su cargo, Mouriño era el colaborador al que más confianza le tenía el Presidente... y quizá su amigo más cercano.
Fue una buena señal que una parte importante de la clase política, sin importar su afiliación partidaria, haya acudido al velatorio a rendir homenaje a Mouriño. La presencia de los perredistas Jesús Ortega y Carlos Navarrete fue importante; como también la del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, en el homenaje que ayer se rindió a los fallecidos en el Campo Marte.
No fui amigo de Mouriño, pero con el tiempo aprendí a respetar a este Iván que en lugar de terrible me parecía afable, un hombre que dejó la vida de lujo que le permitía el éxito empresarial de su padre para dedicarse al servicio público. Por el bien del país, espero que la clase política acepte la construcción de esos acuerdos que en vida trató de forjar Mouriño y que ayer subrayó el Presidente en su discurso de Campo Marte.
Nuevo secretario
¿Un aliado político o un amigo y colaborador de confianza? Ésa es la disyuntiva del presidente Calderón en este momento en que, a menos de dos años de gobierno, debe escoger a un tercer secretario de Gobernación. Francisco Ramírez Acuña fue un aliado, Juan Camilo un colaborador y amigo. Y el tercero será...
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