Crónica:
Blindan de mirones la zona cero
Peritos remueven los escombros en el lugar del accidente, sellado por policías federales y soldados; pero los curiosos escudriñan y logran tomar fotos.
Milenio Diario, 7-Noviembre-08
Elementos del Ejército y de la PFP montaron campamentos y mantienen copados los alrededores de la zona cero, en cuyo epicentro quedan amasijos de fierros retorcidos, pedazos de láminas ahumadas y esqueletos de automóviles, ahora inspeccionados por manos expertas, tanto de mexicanos como de extranjeros.
La zona cercada está entre las calles Montes Pelvoux, Montes Urales, Pedregal y Ferrocarril de Cuernavaca —que ya están cerradas a la circulación—, a pocos metros de Paseo de la Reforma, no muy lejos del obelisco de la Fuente de Petróleos.
Unidades de la Dirección General de Aeronáutica Civil y de la PFP permanecen estacionadas en las cercanías y dentro del área demarcada por cintas amarillas –“escena del crimen. PGJ”– y lonas de colores. Empleados y transeúntes tratan de escudriñar y tomar fotos por las rendijas, a pesar de la lejanía debido al cordón de seguridad.
“Es que debió haber caído hacia acá”, especula un trajeado, de espaldas a la Fuente de Petróleos.
“Sí, con esa trayectoria”, refuerza con su uña larga una espigada mujer, zapatillas de tacón alto y lentes oscuros.
Todavía permea la inquietud entre los que por aquí trabajan, pues no dejan de observar un edificio cuyas paredes de cristales quedaron embarradas de cochambre y humo debido a la explosión provocada por el desplome del Learjet 45 XC– VMC, donde viajaban Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, entre otros funcionarios, el pasado martes a las 18:47.
“Y mira que acababan de remodelar ese edificio”, refiere un empleado que alza la mano en dirección al armatoste ahumado. “Yo creo que el avión trató de caer en lo más claro”.
Un camarógrafo de MILENIO Televisión logra treparse en una grúa y capta la zona de desastre y la figura de un perito extranjero que luce las siglas NTSB en su chamarra.
Un rótulo quedó sembrado en una maceta: “Los colonos de Molino del Rey lamentamos las pérdidas humanas. 4 de Noviembre de 2008”.
“Estábamos en el cuarto piso y nomás sentimos la vibración”, recuerda un empleado que labora en el inmueble marcado con el número 632 de Montes Urales. “Creímos que había sido un temblor”, dice mientras observa una mancha de sangre embarrada sobre la calle Pelveux. “Es la hora en que la gente agarra sus carros para irse, por eso la explosión los agarró afuera”.
Un trabajador dice que él y sus compañeros pensaron que había explotado un tanque de gas; otros, que era un transformador. “Pudo haber sido peor, porque hay muchos edificios”, acuña uno más. “Y allá está el Periférico”, lo secunda un amigo. “¿Y qué me dices del Campo Marte?”
Algunos vehículos, intactos, quedaron encerrados por el cordón de seguridad; los dueños no pueden sacarlos. “El mío es un Chevy”, dice María Elena Jiménez. “Pensé que había sido un mitin y que habían quemado carros”.
“El avión cayó apagado”, asegura un empleado de radiotaxis. “Gustavo salió incendiado, apagándose sobre el pasto”, comenta a una compañera.
“Los carros volaban, la gente corría, todos se aventaban y nosotros tocábamos el cláxon”, detalla otra mujer.
El único lugar por el que apenas se vislumbra la zona de desastre, a unos 15 metros de Reforma, es un sendero sobre el que fue construido un puente con ciclovía, pero rápido es tapado por empleados de la delegación Miguel Hidalgo.
NOTA DE Humberto Ríos Navarrete
Blindan de mirones la zona cero
Peritos remueven los escombros en el lugar del accidente, sellado por policías federales y soldados; pero los curiosos escudriñan y logran tomar fotos.
Milenio Diario, 7-Noviembre-08
Elementos del Ejército y de la PFP montaron campamentos y mantienen copados los alrededores de la zona cero, en cuyo epicentro quedan amasijos de fierros retorcidos, pedazos de láminas ahumadas y esqueletos de automóviles, ahora inspeccionados por manos expertas, tanto de mexicanos como de extranjeros.
La zona cercada está entre las calles Montes Pelvoux, Montes Urales, Pedregal y Ferrocarril de Cuernavaca —que ya están cerradas a la circulación—, a pocos metros de Paseo de la Reforma, no muy lejos del obelisco de la Fuente de Petróleos.
Unidades de la Dirección General de Aeronáutica Civil y de la PFP permanecen estacionadas en las cercanías y dentro del área demarcada por cintas amarillas –“escena del crimen. PGJ”– y lonas de colores. Empleados y transeúntes tratan de escudriñar y tomar fotos por las rendijas, a pesar de la lejanía debido al cordón de seguridad.
“Es que debió haber caído hacia acá”, especula un trajeado, de espaldas a la Fuente de Petróleos.
“Sí, con esa trayectoria”, refuerza con su uña larga una espigada mujer, zapatillas de tacón alto y lentes oscuros.
Todavía permea la inquietud entre los que por aquí trabajan, pues no dejan de observar un edificio cuyas paredes de cristales quedaron embarradas de cochambre y humo debido a la explosión provocada por el desplome del Learjet 45 XC– VMC, donde viajaban Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, entre otros funcionarios, el pasado martes a las 18:47.
“Y mira que acababan de remodelar ese edificio”, refiere un empleado que alza la mano en dirección al armatoste ahumado. “Yo creo que el avión trató de caer en lo más claro”.
Un camarógrafo de MILENIO Televisión logra treparse en una grúa y capta la zona de desastre y la figura de un perito extranjero que luce las siglas NTSB en su chamarra.
Un rótulo quedó sembrado en una maceta: “Los colonos de Molino del Rey lamentamos las pérdidas humanas. 4 de Noviembre de 2008”.
“Estábamos en el cuarto piso y nomás sentimos la vibración”, recuerda un empleado que labora en el inmueble marcado con el número 632 de Montes Urales. “Creímos que había sido un temblor”, dice mientras observa una mancha de sangre embarrada sobre la calle Pelveux. “Es la hora en que la gente agarra sus carros para irse, por eso la explosión los agarró afuera”.
Un trabajador dice que él y sus compañeros pensaron que había explotado un tanque de gas; otros, que era un transformador. “Pudo haber sido peor, porque hay muchos edificios”, acuña uno más. “Y allá está el Periférico”, lo secunda un amigo. “¿Y qué me dices del Campo Marte?”
Algunos vehículos, intactos, quedaron encerrados por el cordón de seguridad; los dueños no pueden sacarlos. “El mío es un Chevy”, dice María Elena Jiménez. “Pensé que había sido un mitin y que habían quemado carros”.
“El avión cayó apagado”, asegura un empleado de radiotaxis. “Gustavo salió incendiado, apagándose sobre el pasto”, comenta a una compañera.
“Los carros volaban, la gente corría, todos se aventaban y nosotros tocábamos el cláxon”, detalla otra mujer.
El único lugar por el que apenas se vislumbra la zona de desastre, a unos 15 metros de Reforma, es un sendero sobre el que fue construido un puente con ciclovía, pero rápido es tapado por empleados de la delegación Miguel Hidalgo.
NOTA DE Humberto Ríos Navarrete
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