Columna Doble Fondo Juan Pabo Becerra-Acosta
Una de las dos delinque: la PGR o la CNDH…
Milenio Diario, Lunes, 3 Noviembre, 2008;
Milenio Diario, Lunes, 3 Noviembre, 2008;
El periodista estadunidense Bradley Roland Will fue asesinado el 27 de octubre de 2006 en Oaxaca. Recibió dos balazos durante uno de los muchos enfrentamientos que hubo aquel año entre simpatizantes de la APPO y grupos parapoliciales de filiación priista cercanos al gobernador Ulises Ruiz.
Bueno, pues ahora… ¡casi dos años después!... resulta que, de acuerdo con la Procuraduría General de la República (PGR) y sus peritos, finalmente ya sabemos qué fue lo que ocurrió: que uno de los simpatizantes de la APPO le disparó a Will en dos ocasiones… ¡a menos de dos metros de distancia (sin que ninguno de los muchos periodistas que estaban ahí se percatara, claro)! El presunto asesino, que utilizó un revólver calibre .38, fue consignado por la PGR.
Pero… ¡un momento! Resulta que, dos años después, y de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y sus peritos, finalmente ya sabemos qué fue lo que ocurrió: que uno de los pistoleros filogubernamentales le disparó a Will desde una distancia de… ¡entre 30 y 50 metros! Los autores materiales del homicidio, a pesar de que fueron filmados disparando… están libres.
El asunto, como bien lo juzgó Julián Andrade en estas páginas, ya se pudrió. Alguna de nuestras dos maravillosas y eficaces instituciones –-con la venia del procurador o con la del presidente de la CNDH-– miente. Punto. Tanto Eduardo Medina Mora y los suyos como José Luis Soberanes y los suyos esgrimen argumentos periciales supuestamente sólidos. Sin embargo, unos u otros son falaces. Will no pudo haber sido asesinado de dos formas distintas. Digo, si quieren mejor pónganse de acuerdo, opten por una tercera vía, y todos contentos: suicidio solitario con salto triple invertido en posición “C”.
Y es que hay hipótesis francamente estólidas. Por ejemplo, ahí está esa sandez de que es “imposible” matar a alguien con un revólver calibre .38 a 40 o 50 metros de distancia. Que habría que ser “tirador profesional”. Carajo: el tipo que habría disparado no le apuntaba a Will sino a la muchedumbre. El camarógrafo fue el desgraciado al que le tocó el impacto, como también le ocurrió a mi compañero fotógrafo Oswaldo Ramírez, que recibió un rozón de otra bala en la rodilla.
En fin, el caso es sintomático de la podredumbre institucional de nuestro país en este fin de 2008: una de las dos instituciones miente. Y fabrica pruebas periciales. O sea, que delinque. Punto. La pregunta es: ¿por qué?
Bueno, pues ahora… ¡casi dos años después!... resulta que, de acuerdo con la Procuraduría General de la República (PGR) y sus peritos, finalmente ya sabemos qué fue lo que ocurrió: que uno de los simpatizantes de la APPO le disparó a Will en dos ocasiones… ¡a menos de dos metros de distancia (sin que ninguno de los muchos periodistas que estaban ahí se percatara, claro)! El presunto asesino, que utilizó un revólver calibre .38, fue consignado por la PGR.
Pero… ¡un momento! Resulta que, dos años después, y de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y sus peritos, finalmente ya sabemos qué fue lo que ocurrió: que uno de los pistoleros filogubernamentales le disparó a Will desde una distancia de… ¡entre 30 y 50 metros! Los autores materiales del homicidio, a pesar de que fueron filmados disparando… están libres.
El asunto, como bien lo juzgó Julián Andrade en estas páginas, ya se pudrió. Alguna de nuestras dos maravillosas y eficaces instituciones –-con la venia del procurador o con la del presidente de la CNDH-– miente. Punto. Tanto Eduardo Medina Mora y los suyos como José Luis Soberanes y los suyos esgrimen argumentos periciales supuestamente sólidos. Sin embargo, unos u otros son falaces. Will no pudo haber sido asesinado de dos formas distintas. Digo, si quieren mejor pónganse de acuerdo, opten por una tercera vía, y todos contentos: suicidio solitario con salto triple invertido en posición “C”.
Y es que hay hipótesis francamente estólidas. Por ejemplo, ahí está esa sandez de que es “imposible” matar a alguien con un revólver calibre .38 a 40 o 50 metros de distancia. Que habría que ser “tirador profesional”. Carajo: el tipo que habría disparado no le apuntaba a Will sino a la muchedumbre. El camarógrafo fue el desgraciado al que le tocó el impacto, como también le ocurrió a mi compañero fotógrafo Oswaldo Ramírez, que recibió un rozón de otra bala en la rodilla.
En fin, el caso es sintomático de la podredumbre institucional de nuestro país en este fin de 2008: una de las dos instituciones miente. Y fabrica pruebas periciales. O sea, que delinque. Punto. La pregunta es: ¿por qué?
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