Excélsior 10 de julio de 2009;
Calderón, de 2006 a 2009: la coalición posible
Felipe Calderón me lo dijo hace casi exactamente tres años, el 12 de julio de 2006, apenas diez días después de las elecciones presidenciales, está publicado en nuestro libro Calderón presidente: la lucha por el poder (Grijalvo, 2007) y hoy podría recuperarse la propuesta prácticamente en su totalidad: “Se puede construir una alianza legislativa, me dijo ese día Calderón, como la que he venido proponiendo en la estructura de un gobierno de coalición que me permita tener mayoría en torno a un programa de gobierno consensuado, que quiero negociar con la oposición incluso antes de tomar posesión. Eso no lo intentamos con el presidente Fox y yo lo quiero hacer, quiero construir un gobierno de coalición a partir de negociar sobre la mesa programas de gobierno e incluso estoy dispuesto a negociar la integración del gabinete, siempre y cuando esto implique un apoyo legislativo estable y permanente de la oposición”.
Ya sabemos que en las negociaciones posteriores la idea del gobierno de coalición no prosperó pero se siguió trabajando en la propuesta de una agenda legislativa común que no fue todo lo fructífera que se hubiera deseado pero que por lo menos desazolvó el trabajo en el Congreso. El resultado del pasado domingo debería volver a colocar sobre la mesa esos temas. El PRI no irá a un gobierno de coalición, pero sí puede haber, como lo dijo Beltrones el miércoles, un gobierno de responsabilidades compartidas. ¿Es posible? Por supuesto, se debe establecer, como proponía el presidente Calderón en 2006 y luego no se dio, una agenda común con los capítulos más urgentes, como la economía y la seguridad, para sacarla adelante en estos tres años. Algo así hicieron el PRI y el PAN en el trienio 1991-94 y fue la última ola de reformas estructurales profundas que se realizaron en el país. Se podrá argumentar que la situación ahora es diferente y por supuesto que lo es, pero básicamente estamos ante un escenario similar, con la diferencia de que la Presidencia de la República no está en manos del partido que tiene la mayoría en el Congreso, y que éste aspira a quedarse con el control del Ejecutivo en 2012. Pero esa diferencia es un incentivo adicional para lograr los acuerdos. Uno necesita gobernar para competir, el otro debería preferir que las reformas se hicieran antes de asumir el poder.
La pregunta es cómo avanzar en ellos. Y la respuesta está en los mismos puntos que planteaba en aquella entrevista Felipe Calderón: debe haber acercamientos, acuerdos, se tiene que trabajar sobre esa agenda en forma explícita y se deben hacer las adecuaciones imprescindibles, incluso en términos de gabinete, para sacarla adelante. Las condiciones para comenzar en el primer periodo ordinario de la nueva Legislatura son idóneas: hay que definir un presupuesto para 2010 en un contexto económico muy difícil, con precios del crudo que estarán casi a la mitad de los que se estimaron para 2009 y ello implicará la necesidad de realizar tanto reformas fiscales como recortes en el gasto público. Involucra al gobierno federal, pero también a las 19 entidades gobernadas por el tricolor. En Hacienda está Agustín Carstens, un hombre que ha trabajado en administraciones priistas y tiene el respeto de ese partido. Y en las bancadas del PRI aparecerán ahora varios economistas con amplia experiencia en el manejo de la hacienda pública y que tienen interlocución con Carstens: Óscar Levín Coppel, el sinaloense Óscar Lara (aunque podría estar poco tiempo en el Congreso por la próxima sucesión en su estado), David Penchyna, Francisco Rojas, entre otros, que no abandonarán un escenario económicamente responsable.
Se deben establecer definiciones estratégicas en seguridad con las nuevas atribuciones que se encargan a los gobernadores según las pasadas reformas. Y hay algunos funcionarios en esas áreas con buena interlocución con el priismo, mientras que éste en su bancada también contará con personajes con muchas experiencias de gobierno, desde Emilio Chuayffet hasta Alfonso Navarrete Prida, pasando por Rogelio Cerda. No tendría por qué no haber acuerdos. Y si bien no puede haber inclusión de priistas en el gabinete, sí puede darse, como ya existe en algunos cargos, la de interlocutores que ese partido considere válidos en varias carteras. Hoy varios no tienen interlocución alguna con el PRI. Pero, además, no olvidemos que de aquí a fin de año se deberán decidir muchos nombramientos que le dan su fisonomía al andamiaje institucional, más allá de los sexenios: habrá que designar a dos ministros para la Suprema Corte de Justicia, lo que podría alterar el actual equilibrio en ella; hay que designar al auditor superior de la Federación; también, al nuevo gobernador del Banco de México; se deberá nombrar al nuevo presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; habrá que renovar parte del IFE. Son, entre otros, espacios que pueden servir como base para esa distribución de “responsabilidades compartidas” y como cartas de negociación con el objetivo de definir la agenda común.
Para ello habría que erradicar dos tentaciones: la del PRI de querer impedir el funcionamiento del gobierno para tratar de asegurarse el poder en 2012 (una estrategia que casi siempre los electores castigan) y la del gobierno federal de tratar de aprovechar estos tres años para dejar sembrados en las posiciones del Estado a personajes comprometidos con su proyecto aunque ello tenga consecuencias directas en la capacidad de gobernar al país y sacar adelante las agendas. Si se imponen esas dos tentaciones, tendremos tres años más de confrontación y parálisis. Si se toma la experiencia de 91-94 y se asume el discurso que hace tres años, inmediatamente después de las elecciones, esgrimía el presidente Calderón, se podrá avanzar sabiendo que quien gane en 2012 tendrá un escenario de estabilidad y gobernabilidad mucho más firme que el actual.
PD: Nos tomaremos unos días de descanso, Razones volverá a publicarse el 23 de julio. Gracias.
Felipe Calderón me lo dijo hace casi exactamente tres años, el 12 de julio de 2006, apenas diez días después de las elecciones presidenciales, está publicado en nuestro libro Calderón presidente: la lucha por el poder (Grijalvo, 2007) y hoy podría recuperarse la propuesta prácticamente en su totalidad: “Se puede construir una alianza legislativa, me dijo ese día Calderón, como la que he venido proponiendo en la estructura de un gobierno de coalición que me permita tener mayoría en torno a un programa de gobierno consensuado, que quiero negociar con la oposición incluso antes de tomar posesión. Eso no lo intentamos con el presidente Fox y yo lo quiero hacer, quiero construir un gobierno de coalición a partir de negociar sobre la mesa programas de gobierno e incluso estoy dispuesto a negociar la integración del gabinete, siempre y cuando esto implique un apoyo legislativo estable y permanente de la oposición”.
Ya sabemos que en las negociaciones posteriores la idea del gobierno de coalición no prosperó pero se siguió trabajando en la propuesta de una agenda legislativa común que no fue todo lo fructífera que se hubiera deseado pero que por lo menos desazolvó el trabajo en el Congreso. El resultado del pasado domingo debería volver a colocar sobre la mesa esos temas. El PRI no irá a un gobierno de coalición, pero sí puede haber, como lo dijo Beltrones el miércoles, un gobierno de responsabilidades compartidas. ¿Es posible? Por supuesto, se debe establecer, como proponía el presidente Calderón en 2006 y luego no se dio, una agenda común con los capítulos más urgentes, como la economía y la seguridad, para sacarla adelante en estos tres años. Algo así hicieron el PRI y el PAN en el trienio 1991-94 y fue la última ola de reformas estructurales profundas que se realizaron en el país. Se podrá argumentar que la situación ahora es diferente y por supuesto que lo es, pero básicamente estamos ante un escenario similar, con la diferencia de que la Presidencia de la República no está en manos del partido que tiene la mayoría en el Congreso, y que éste aspira a quedarse con el control del Ejecutivo en 2012. Pero esa diferencia es un incentivo adicional para lograr los acuerdos. Uno necesita gobernar para competir, el otro debería preferir que las reformas se hicieran antes de asumir el poder.
La pregunta es cómo avanzar en ellos. Y la respuesta está en los mismos puntos que planteaba en aquella entrevista Felipe Calderón: debe haber acercamientos, acuerdos, se tiene que trabajar sobre esa agenda en forma explícita y se deben hacer las adecuaciones imprescindibles, incluso en términos de gabinete, para sacarla adelante. Las condiciones para comenzar en el primer periodo ordinario de la nueva Legislatura son idóneas: hay que definir un presupuesto para 2010 en un contexto económico muy difícil, con precios del crudo que estarán casi a la mitad de los que se estimaron para 2009 y ello implicará la necesidad de realizar tanto reformas fiscales como recortes en el gasto público. Involucra al gobierno federal, pero también a las 19 entidades gobernadas por el tricolor. En Hacienda está Agustín Carstens, un hombre que ha trabajado en administraciones priistas y tiene el respeto de ese partido. Y en las bancadas del PRI aparecerán ahora varios economistas con amplia experiencia en el manejo de la hacienda pública y que tienen interlocución con Carstens: Óscar Levín Coppel, el sinaloense Óscar Lara (aunque podría estar poco tiempo en el Congreso por la próxima sucesión en su estado), David Penchyna, Francisco Rojas, entre otros, que no abandonarán un escenario económicamente responsable.
Se deben establecer definiciones estratégicas en seguridad con las nuevas atribuciones que se encargan a los gobernadores según las pasadas reformas. Y hay algunos funcionarios en esas áreas con buena interlocución con el priismo, mientras que éste en su bancada también contará con personajes con muchas experiencias de gobierno, desde Emilio Chuayffet hasta Alfonso Navarrete Prida, pasando por Rogelio Cerda. No tendría por qué no haber acuerdos. Y si bien no puede haber inclusión de priistas en el gabinete, sí puede darse, como ya existe en algunos cargos, la de interlocutores que ese partido considere válidos en varias carteras. Hoy varios no tienen interlocución alguna con el PRI. Pero, además, no olvidemos que de aquí a fin de año se deberán decidir muchos nombramientos que le dan su fisonomía al andamiaje institucional, más allá de los sexenios: habrá que designar a dos ministros para la Suprema Corte de Justicia, lo que podría alterar el actual equilibrio en ella; hay que designar al auditor superior de la Federación; también, al nuevo gobernador del Banco de México; se deberá nombrar al nuevo presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; habrá que renovar parte del IFE. Son, entre otros, espacios que pueden servir como base para esa distribución de “responsabilidades compartidas” y como cartas de negociación con el objetivo de definir la agenda común.
Para ello habría que erradicar dos tentaciones: la del PRI de querer impedir el funcionamiento del gobierno para tratar de asegurarse el poder en 2012 (una estrategia que casi siempre los electores castigan) y la del gobierno federal de tratar de aprovechar estos tres años para dejar sembrados en las posiciones del Estado a personajes comprometidos con su proyecto aunque ello tenga consecuencias directas en la capacidad de gobernar al país y sacar adelante las agendas. Si se imponen esas dos tentaciones, tendremos tres años más de confrontación y parálisis. Si se toma la experiencia de 91-94 y se asume el discurso que hace tres años, inmediatamente después de las elecciones, esgrimía el presidente Calderón, se podrá avanzar sabiendo que quien gane en 2012 tendrá un escenario de estabilidad y gobernabilidad mucho más firme que el actual.
PD: Nos tomaremos unos días de descanso, Razones volverá a publicarse el 23 de julio. Gracias.
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