10 jun 2011

ALDF. Un tranvía llamado incultura

ALDF. Un tranvía llamado incultura/Joel Hernández Santiago
Publicado en la Sillarota.com, 8 de junio de 2011
En la Asamblea Legislativa del D.F., hay una señora diputada que se llama Edith Ruiz Mendicuti. Es la presidente de la Comisión de Cultura y lamenta mucho que no le tocara otra comisión; algo así como la de Equidad y Género o la de Educación, y es que, dice: ‘…la Comisión de Gobierno de la V Legislatura se dedicó a repartir a los diputados las comisiones que tenían un peso político (…) Me dieron lo que quedó’ [Cultura].
La responsable de coordinar a una comisión que habrá de legislar sobre asuntos de cultura en la capital del país y que por hacer esto gana 409 mil pesos al mes según reportaje en El Universal, tiene muy poca intención por vincularse con los asuntos que tienen que ver con su tarea legislativa y que es uno de los aspectos esenciales de la naturaleza humana, su intención, su contenido, su trascendencia, su percepción de la vida y su expresión suprema de la naturaleza humana y sus arranques de creación y arte: la cultura, pues: Y para esto no se necesitan títulos académicos.
Caso: Para la entrega de la Medalla al Mérito en Artes, Ejecución Musical y Artística en 2010, la Comisión de Cultura seleccionó a Chamín Correa –guitarrista- Susana Alexander –actriz- y José Emilio Pacheco, el mismo escritor que en 2009 recibió el Premio Reina Sofía por su obra poética (No me preguntes cómo pasa el tiempo, Islas a la deriva y Trabajos en el mar) y cuya obra en prosa es de lectura más que obligada (Las Batallas en el Desierto o El Principio del Placer).
 Bueno, pues en la entrega del reconocimiento y al hacer la apología del premiado la señora Ruiz Mendicuti dijo que Pacheco es autor de Un tranvía llamado deseo. Error: esta es una obra clásica del teatro estadounidense, de Tennessee Williams, quien con ella ganó el Pulitzer en 1948…
Y es la misma señora que en entrevista con El Universal dijo el 3 de junio pasado: “Sí leo, pero me gustan las cuestiones de política, no soy tan soñadora, no leo novelas y ese tipo de libros… Yo leo cosas del narco y eso, porque uno tiene que saber lo que pasa, lo demás… es que a mí no se me da. Me han criticado mucho por eso, pero yo soy más… ¿cómo te diré? práctica… Leí mucho sobre la vida de Snoop Dog y era un drogadicto que odiaba a todos”.
Entre los planes de la diputada Mendicuti (que por supuestísimo nada tiene que ver con Eduardo Mendicutti, el autor gaditano de “Una mala noche la tiene cualquiera” y “Mae West”) está el de fomentar la enseñanza del baile folklórico en las escuelas primarias del DF “porque creo que en las escuelas se debe[n] bailar cosas folklóricas por que los niños se ven más bonitos vestidos de charritos…”.
Es un hecho que para muchos políticos, funcionarios, gobernantes, asistentes y achichincles de políticos el tema “Cultura” es absolutamente irrelevante si no es que ‘inexistente’. La praxis demuestra que en su mayor parte son personajes hechos en su carrera y con intereses muy propios de sus aspiraciones políticas o burocráticas. Posiblemente esto los hace superficiales y, a diferencia de lo que escriturara Dostoievsky en “Una bandera de seda”, no actúan por esencias, sino por trivialidades, por la inmediatez de los hechos en relación con su presente y sin intereses por explicarse como seres pensantes y creativos: animales políticos (Zóon Politikon) a fin de cuentas.
Sí hay los políticos mexicanos formados en la cultura y con una sólida formación humanística, filosófica o científica. Los hay, pero son la excepción y con cierta frecuencia se confunden en ese mar de intereses y de aspiraciones ambiciosas de poder… Es como una forma de su negación…
Pero lo peor está en que a la cultura se le entienda a la inversa, como lo irrelevante, lo sin importancia, lo que no es esencial y, por lo mismo, lo que no reditúa políticamente. Y de ahí que desde los ámbitos del poder se le trate como en las viejas haciendas mexicanas al peonaje: “al final y en la cocina”.
Ninguna sociedad, ningún grupo generacional, ningún país, nación o Estado trascienden si no es por la vía de la cultura entendida como ese universo de ideas, de reflexión, de creación, de identificación, de personalidad, de traslado de lo inmediato a lo esencial o aun ese ‘espejo de discordias’.
Las luchas políticas, las batallas, las guerras se conmemoran y se lloran. Las grandes obras físicas y del pensamiento, que el hombre ha construido para su propia gloria y trascendencia, se celebran, se recuerdan, permanecen y nos inmortalizan. Es que antes que nosotros hay quienes se volcaron en sí mismos y capturaron el ánima de su tiempo y de su entorno para encontrar la dimensión exacta de lo que hace que el hombre sea.
Hoy mismo, alrededor nuestro, junto o cerca hay muchos hombres y mujeres que están creando, que están mirando al mundo desde perspectivas diferentes y dimensiones insospechadas. Hay quienes registrarán nuestros hechos y hay quienes lo expresan de forma diferente.
Las artes son una expresión, pero las artes son una parte de la cultura, y esto no lo entienden los encargados de la cultura en el DF y unos legisladores que se contentan con exponer, exhibir o hacer espectáculos culturales en tanto que la cultura-esencia está relegada al ámbito de lo inexistente, según ellos…
Porque la cultura en manos de quienes no merecen ocuparse de ella se trastoca y se convierte en entidad invisible… pero si existe, a pesar de ellos y su mediocridad. Está ahí. Y vive muy por encima de lo dramáticamente gris porque en ella, en la cultura-esencia, está la grandeza de nuestro tiempo y la grandeza de lo que un día seremos, aunque ya no estemos aquí.
Porque ciertamente se recordará a nuestro tiempo mexicano como el de las muertes y las guerras violentas, pero serán las expresiones de la cultura esencial las que nos identifiquen y nos conecten con aquellos mexicanos que un día verán en nuestras angustias y tristezas del alma, el terreno fértil para entendernos en nuestra naturaleza humana.
Nos hace falta gente que nos entienda en todo esto y que legisle en favor de lo que mejor somos.
Por cierto: “Un tranvía llamado deseo” es el drama que narra el enfrentamiento de dos culturas. Blanche DuBois es una atractiva y desequilibrada mujer del sur estadounidense al final de su juventud, con prejuicios y sentimientos de altivez, cuyas pretensiones de virtud y educación pretenden ocultar su ignorancia y debilidades humanas… Y no, no es una obra de José Emilio Pacheco, aunque él tiene mucho de qué presumir, no así la Comisión de Cultura de la ALDF.
jhsantiago@prodigy.net.mx

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