6 sept 2012

Tres Marías: la Iglesia en manos de Lutero/Carlos Ferreyra |

Tres Marías: la Iglesia en manos de Lutero/Carlos Ferreyra |
Loa Crónica de hoy, 2012-09-06 |
La aparición pública de un funcionario federal secuestrado, del que hubo una referencia el día de la balacera contra los agentes gringos en Huitzilac, parece responder a la versión de Luis Cárdenas alomino en el sentido de que los agentes federales realizaban un operativo buscando una casa de seguridad donde supuestamente había otro sujeto retenido.
El dato, oficializado nueve días después del incidente que la embajada de Estados Unidos en México calificó de “emboscada”, por lo que el presidente Felipe Calderón se disculpó ante Anthony Wayne, representante diplomático de la Casa Blanca, no ha sido suficiente para que el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, haya sentido la necesidad de presentarse públicamente para avalar la novedosa historia propalada por sus subordinados.

Sabido el regusto de García Luna por los montajes mediáticos, mejor si son para televisión, resulta incomprensible su discreción en este caso, en el que están involucrados policías federales y un marino. Pero también es sabida la distancia que el funcionario guarda del titular de Marina, Francisco Saynez.
Después del microinforme del presidente Calderón en Palacio Nacional, Saynez declaró a la prensa que no existe tal antipatía o enemistad con los federales, pero aprovechó para enviar un mensaje a quien tomará la estafeta el 1 de diciembre: la lucha contra el crimen organizado debe continuar, pero sujeta a cuerpos altamente especializados y previa labor de inteligencia.
En palabras llanas, fue una mención sesgada del comando que recibió entrenamiento en Estados Unidos y que persiguió a Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, hasta su ejecución en Cuernavaca bajo la supervisión de un desconocido que dirigió la operación en idioma inglés. Eso dijeron los testigos presenciales del asalto, habitantes del elegante conjunto habitacional donde murió el temido narcotraficante.
Asunto más enredado que queso oaxaqueño, quieren simplificarlo para satisfacción de los vecinos del norte, y así explican que Salvador Vidal Flores, jefe de Protocolo del Museo Nacional de Historia, fue secuestrado en la gasolinera de Tres Marías. Lo retuvieron hasta después de hablar con su esposa, a quien exigieron 200 mil pesos de rescate. La señora ofreció lo que pudo: cien mil pesos y algunos objetos; no se aclara si se pagaron, pero lo liberaron en la madrugada siguiente, día del incidente.
Supuestamente Vidal Flores puso una denuncia en alguna agencia ministerial en Tlalpan y dio las señas del vehículo utilizado para el plagio. Una camioneta azul marino que coincidía con el vehículo en el que viajaban los agentes gringos, de los que no sólo nunca se ha confirmado su nombre, tampoco la comisión que cumplían. Los dejaron viajar a su país, de donde no están dispuestos a regresar sólo para complacernos con una declaración.
Según el diario The New York Times, se trata de dos agentes de la CIA, la agencia de espionaje estadunidense. Por seguridad, cuando un sujeto de éstos es identificado o descubierto, se le cambia de adscripción, además de que de hecho nunca usan su nombre real. Son, lo dijo alguien, como los policías chinos: misteriosos y no muy habilidosos.
Cuando los federales localizaron el que pensaron que era el transporte de los secuestradores, en la madrugada del día siguiente al plagio, usando un autito sin insignias les marcaron el alto. Los ocupantes del auto blindado vieron hombres armados, civiles, que los querían abordar. Hicieron lo único que les quedaba por hacer: huir a toda velocidad, mientras pedían ayuda inclusive a la Policía Federal, indicio de que no sabían que se trataba de agentes de la ley.
En las recientes semanas se registraron dos detenciones de varios federales en la ciudad de México. Los encarcelaron policías preventivos después de sorprenderlos cometiendo algún delito. Está en los periódicos de las fechas correspondientes.
Un par de días antes del desastre de Tres Marías, en Temixco fueron denunciados otros federales por intento de secuestro y extorsión contra una señora propietaria de una ferretería. Los agarraron igualmente con las manos en la masa y se dice que fueron consignados. Pero es una versión como cualquier otra, porque no se volvió a informar del asunto.
En Baja California, por los mismos días, el Ejército y la policía estatal, en dos actos parecidos, apresaron a federales que cobraban derecho de piso y “retenían” (forma elegante de decir secuestraban) abiertamente, sin preocuparse por consecuencias posibles. Lo venían haciendo desde mucho tiempo atrás.
Y no olvidemos la balacera del aeropuerto, donde fueron asesinados por sus compañeros los agentes que, en la voz autorizada de “Radio Bemba” (así llaman los cubanos al arte de rumorología, cuando no hay información confiable) no investigaban nada, sólo se trató de una disputa por el botín que uno de los muertitos reclamaba como derecho a los que en ese momento estaban de guardia. No afirmo ni niego, sólo es lo que se maneja ante la falta de información.
Esta averiguación al parecer está muriendo de inanición. La acusación contra altos mandos de la Policía Federal y el gerente del aeropuerto hicieron ver la inconveniencia de ahondar en las investigaciones. Al cabo que ya nadie se acuerda, suponen.
La misma tónica aplicarán ahora. Dejarán que el tiempo y nuevos escándalos borren todo interés en este incidente. Mientras los gringos queden satisfechos, desde luego.
Y nada más para fines de ilustración de nuestros lectores: la aclaración de este asunto quedó en manos del mencionado Luis Cárdenas Palomino, hijo del funcionario de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) y posteriormente de la Dirección de Seguridad Nacional (Disen), a cargo de Pedro Vázquez Colmenares y Jorge Tello Peón.
Su historia: cuando inició su carrera policiaca, en 1987 a los 18 años de vida, fue acusado con sus amigos Octavio Navarro Medellín y René Alavez Rosas de estar relacionados como posibles autores de un triple homicidio en la colonia Lindavista, pero papá influyente desde el Disen cuatrapeó las investigaciones. El triple crimen quedó sin aclaración ni culpables. Eso afirma su biografía publicada en la red.
El siguiente año comenzó oficialmente su exitosa carrera como agente de la ley. En su ficha, generalmente conocida como currículum, no precisa en qué cuerpos policiacos laboró hasta su aparición en 2001 como director general adjunto en la Policía Judicial Federal, donde permaneció poco tiempo, porque en los meses finales al crearse la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) bajo la égida de Genaro García Luna se integró a la naciente organización, presunta copia de la Agencia Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos.
En esa institución, de acuerdo con declaraciones de agentes, Cárdenas Palomino bloqueó investigaciones y castigó a los que se atrevieron a meter la mano en asuntos que le eran personalmente importantes. Los denunciantes acudieron a distintas instancias jerárquicas, pero sin lograr jamás no sólo que castigaran al jefazo, sino que por lo menos comprobaran la posible veracidad de las acusaciones.
El señalamiento de este ejemplar policía de estar enterado de los trafiques de droga en el aeropuerto y de hecho, de participar en sus beneficios económicos, no es el primero que se le hace. En esta ocasión la denuncia corrió a cargo de los dos policías prófugos, los que mataron a sus compañeros en el área de comida rápida de la terminal dos del aeropuerto internacional de la ciudad de México.
Pero ya en 2004 lo culparon de la fuga de un sujeto de nombre Domingo González, colaborador cercano al propio Cárdenas Palomino, señalado como informante y protector del Cártel de Sinaloa, delitos de los que ahora acusan al propio funcionario policiaco.
En sus manos está la investigación sobre el tiroteo de Tres Marías, así que el resultado final no será, seguramente, el más cercano a la verdad.
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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