12 nov 2012

El retorno de Obama/Manuel Castells

El retorno de Obama/Manuel Castells
La Vanguardia | 12 de noviembre de 2012

 
No fue fácil. A pesar de la debilidad de Romney y de las estupideces de su campaña, la superioridad de recursos financieros republicanos y la demagogia populista contra el “socialismo de Obama” tenían al presidente contra las cuerdas hace dos meses. Pero entonces llegó la infantería, casa por casa y tuit a tuit, para salvar a un Obama que de repente recuperó su energía y su verba tras su decepcionante primer debate. Hay que recordar que la inesperada elección de Obama en el 2008 se debió a una movilización social sin precedentes y a una utilización de internet como plataforma de organización, debate y financiación masiva en pequeñas donaciones.
Este apoyo militante faltó en el inicio de la campaña actual. Los más fervientes obamistas estaban decepcionados por la timidez de las reformas y el salvamento incondicional de los bancos. Muchos de los que iniciaron el movimiento Occupy Wall Street provenían de la campaña de Obama. Y aunque entendieron la dificultad de superar el boicot parlamentario de los republicanos, incluyeron a Obama en el rechazo a la política tradicional.
Pero las encuestas internas del movimiento siempre apuntaron a que cuando llegara el momento saldrían a la palestra para contrarrestar la amenaza de un republicanismo de extrema derecha del que Romney era prisionero. Y así lo hicieron. De nuevo una organización de base diseñada por Axelrod, el estratega de Obama, y realizada gracias a las redes de conexión personal en internet y en cada barrio, sirvió para movilizar el voto en los estados bisagra que deciden la elección. Y sirvió para que los cinco millones de pequeñas donaciones, muchas por internet, colmaran parcialmente la desventaja económica con respecto a las donaciones de los SuperPacs republicanos, bendecidos por el Tribunal Supremo. Unas buenas bases de datos heredadas de la campaña anterior y un marketing político profesional enfocado a los potenciales votantes favorables obtuvieron un enorme éxito entre los grupos sociales que forman la nueva coalición ganadora en EE.UU. Así, mientras que el 72% de los hombres blancos votaron a Romney, Obama se llevó el 69% del voto de los hispanos, el 93% de los negros, el 60% de los jóvenes (menores de 30 años) y, lo más importante, el 55% del voto de las mujeres, aunque este voto se concentró más en las solteras y jóvenes, en contraste con las casadas y de mayor edad. Factor importante en la movilización femenina fueron las declaraciones escandalosas de destacados republicanos, sobre todo en Indiana y en Misuri, donde perdieron escaños clave para el Senado, despreciando a las mujeres violadas. Como las mujeres votan más que los hombres, la brecha política de género se ha convertido en un dato fundamental de la política estadounidense y por tanto mundial. Que tomen nota los residuos machistas en los medios políticos de nuestro país. Pues las paredes oyen y sobre todo ven: los poderosos han perdido su privacidad en la era de la comunicación digital.
Y es que en estas elecciones se ha podido al fin expresar políticamente a escala nacional el profundo cambio cultural que caracteriza esta nueva sociedad estadounidense tan poco entendida en Europa. El que en Dakota del Norte, bastión conservador, se haya elegido senadora a Heidi Heitkamp, una lesbiana sin tapujos, ejemplifica el fin de los tabúes que ha llevado a la legalización por referéndum del matrimonio gay en tres estados y de la marihuana de uso privado en dos. En California se ha roto otro mito: el del rechazo a los impuestos. Se autoriza por referéndum subir los impuestos para un propósito específico: invertir en educación. Y es que la gente no quiere dar cheques en blanco a los políticos, pero son razonables cuando pueden asignar su dinero a un objetivo útil. Y es significativo que Obama haya ganado estados decisivos como Ohio, Michigan y Wisconsin, por el apoyo popular al rescate de las empresas del automóvil que dan trabajo a la gente. A diferencia de las críticas al rescate financiero.
De modo que con un amplio apoyo de los nuevos EE.UU., sobre todo en los principales centros metropolitanos en donde se crea valor y surge la innovación, Obama puede ahora liberarse de los cerrojos republicanos y aplicar su programa, aunque tendrá que negociar con una Cámara de Representantes con mayoría republicana parcialmente gracias al diseño que hicieron de nuevos distritos electorales. Por eso resurgió el Obama de antaño en la noche de la elección, afirmando exultante que “lo mejor está por venir”.
Lo primero, la puesta en práctica de la reforma de salud, que aún no había empezado a aplicarse. Seguido por inversión pública en infraestructura, tecnología energética y educación, algo ya iniciado anteriormente. Un informe reciente destacaba que el estímulo de gasto público en esta administración fue superior, en porcentaje de PIB, al del famoso New Deal de Roosevelt. Ahora se acentuará, pese al enorme déficit fiscal que se arrastra y que Obama quiere reducir. Para pagarlo se prevé una subida sustancial de impuestos, sobre todo a los ricos y a las corporaciones, una forma sensata de financiar el gasto público. Y una reducción en otras partidas, posible por el fin de la guerra de Iraq y la salida gradual de Afganistán: fueron las guerras las que crearon el déficit. En el mundo, Obama se da como prioridad estabilizar Oriente Medio, empezando por desactivar el Ahmadineyad nuclear en Irán negociando con sus jefes, los ayatolás y calmando a Israel. Forzará la salida de Asad en Siria. Y apoyará la democratización árabe aceptando el islamismo moderado. Su otra prioridad es la economía europea, porque sabe que el fin del euro sería otra crisis mundial. Seguirá presionando a Merkel hasta que libere el crédito y abandone el dogma de la austeridad. Y, en su casa, hará una reforma humana de la inmigración aceptando que hay 12 millones de indocumentados indispensables para el país. Pero, sobre todo, la elección de Obama insufla optimismo en un mundo deprimido al borde del ataque de nervios

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