Revista Proceso 1985, 15 de noviembre de 2014
El país de las masacres/
JOSÉ REVELES
La tragedia de Ayotzinapa conmovió a la
sociedad mexicana. Pero no es la única acción criminal contra inocentes; han
sido ya tantas las matanzas en los años recientes que parecerían ocurrir en un
país aletargado, acostumbrado a una insana acumulación de cadáveres. San
Fernando, Tlatlaya, Villas de Salvárcar o el bar Heaven son sólo algunos de
los nombres asociados a esa lista de la locura.
Más allá del horror del presunto
asesinato y quema de 43 cuerpos en el basurero de Cocula, Guerrero, México en
años recientes se ha convertido en el país de las masacres, con o sin entierro
de las víctimas en fosas clandestinas.
Militares, policías, falsos o supuestos
zetas y matazetas, traficantes, sicarios, pero sobre todo ciudadanos sin nexo
delincuencial alguno –la identidad de miles jamás llega a conocerse–, forman un
bárbaro saldo de muertes cuya autoría los gobiernos suelen atribuir, de entrada
y casi sin excepción, a la delincuencia organizada, a enfrentamientos entre
criminales o a una respuesta de las Fuerzas Armadas contra ataques de grupos
criminales.
Hay matanzas cuyas memoria y exigencia
de castigo se prolongan años, como la de 45 hombres, mujeres y niños de Acteal,
Chiapas, en diciembre de 1997; o la de 17 campesinos en Aguas Blancas,
Guerrero, en 1995, ambas con involucramiento de autoridades; la de 72
indocumentados centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010;
la de 15 estudiantes en una fiesta en Villas de Salvárcar, Ciudad Juárez, en
enero de 2010, una y otra atribuidas a delincuentes desalmados.
Grupos criminales derivados de
escisiones del Cártel de los Beltrán Leyva –cuando disputan rutas y territorios
sobre todo en Guerrero, Morelos, Michoacán y Estado de México– no le van a la
zaga en el número y frecuencia de crímenes colectivos a Los Zetas y otros
cárteles del norte del país.
Guerreros Unidos, Cártel del Pacífico
Sur, Los Rojos, La Barredora, Comando del Diablo, Cártel Independiente de
Acapulco, Los Pelones, Los Negros, Cártel de la Sierra, Los Ardillos, La Mano
con Ojos, Los Granados, Los Titos, Los Negros… la lista parece interminable y
todos derivan de la organización Beltrán Leyva, a su vez desprendida desde
enero de 2008 del Cártel de Sinaloa. Esta añeja ruptura se dio tras el arresto
de Alfredo Beltrán, El Mochomo, traicionado y entregado al ejército por Joaquín
El Chapo Guzmán, según los hermanos Beltrán Leyva, en la génesis de una cruenta
batalla que no ha cesado en los últimos seis años.
A estos minicárteles ultraviolentos se
les atribuye oficialmente la vesania expresada en varios asesinatos colectivos
desde que vivía Arturo Beltrán, abatido por marinos el 16 de diciembre de 2009.
Toda una vorágine violenta se disparó bajo nombres distintos pero con idénticos
métodos en una escalada de salvajismo cuando dejó de existir el autollamado
Jefe de Jefes.
De esa pulverización derivaron casos
como los que a continuación se enlistan, en la mayor parte de los cuales se
mostró ineficiencia oficial en las investigaciones, hipótesis distractivas y
hasta desviación de pesquisas sobre su autoría y casi siempre con la impunidad
como el sello de la casa:
La Marquesa
Primero, el asesinato de 24 hombres en
Ocoyoacac, cerca de La Marquesa, Estado de México, el 12 de septiembre de 2008.
Albañiles de Veracruz, Puebla, Hidalgo y Oaxaca que dormían hacinados en
cuartos de una vecindad de Huixquilucan, fueron secuestrados y sus cuerpos
aparecieron con signos de tortura y tiro de gracia. La autoridad perdió días
especulando sobre si provenían de Arcelia, Guerrero, donde en horas previas
habrían muerto hasta 32 personas en enfrentamientos entre Los Pelones de los
Beltrán Leyva y zetas adueñados de la zona sur del Edomex.
Se dejó correr la absurda versión de
que esos trabajadores habrían sido llevados a construir un narcotúnel desde
Mexicali hasta territorio de Estados Unidos para El Chapo Guzmán. Gente de El
Indio, Gerardo Álvarez Vázquez, y de Óscar Osvaldo García Montoya, La Mano con
Ojos o El Compayito, subordinados de La Barbie, habrían ordenado esa matanza.
Parientes entre sí varios de los
albañiles, se dice que un par de ellos eran travestis en un antro pero dormían
con aquellos en la misma vecindad. Con ellos tuvo un altercado La Barbie y por
esa razón se ordenó matarlos.
Bar Heaven
Después vino el secuestro y posterior
asesinato e inhumación clandestina de 13 jóvenes en mayo de 2013, a causa de lo
que la procuraduría del Distrito Federal calificó de venganza por la
liquidación previa del narcomenudista Horacio Vite Ángel, El Chaparro, en un
bar de la colonia Condesa.
Los Caballeros Templarios y Guerreros
Unidos estarían tras bambalinas confrontados por esos hechos. Baste recordar
que uno de los dueños del Heaven, Dax Rodríguez Ledezma, fue secuestrado en
junio, en Iguala, junto con su novia Heidy Rodríguez Velasco y la prima de
ella, Diana Velasco Peña. Los cadáveres de los tres aparecerían en las
inmediaciones de Huitzilac, Morelos. También rumbo a esa entidad, pero por la
vieja carretera a Cuautla, aparecieron en Tlalmanalco los jóvenes secuestrados
del Bar Heaven, confinados en una fosa a la que se le colocó una losa de
cemento.
En julio de 2013 Proceso publicó
declaraciones del procurador capitalino Rodolfo Ríos Garza reconociendo que El
Javi, uno de los líderes de La Unión Insurgentes y un actor principal de la
masacre, era protegido por el cártel dominante de Michoacán.
Tlatlaya
Entre las versiones en torno a la
ejecución de 22 jóvenes por el Ejército en Tlatlaya el último día de junio de
2014, está la de que pertenecían a Guerreros Unidos, según BBC Mundo que cita a
autoridades mexiquenses y entrevistó al experto Roberto Arnaud en cuanto
ocurrió la matanza. La Secretaría de la Defensa Nacional afirmó que eran
secuestradores.
Pese a que ya están consignados y en
prisión ocho militares, el tema sigue con zonas oscuras respecto de las
víctimas, a quienes algunas versiones ubican incluso como guerrilleros. La
captura de José María Chávez Magaña El Pony, capo de La Familia Michoacana en
el Estado de México, anunciada casi simultáneamente con la matanza que se quiso
hacer pasar como enfrentamiento, hace pensar en una delación previa. Al Pony se
le imputan más de 200 asesinatos. Cercano a Jesús El Chango Méndez, entre sus
enemigos principales estaban Guerreros Unidos.
Allí mismo hubo una alerta roja. En
agosto de 2008 ya había ocurrido una matanza en Tlatlaya, con al menos 23 niños
y adultos muertos, y muchos más heridos, en el tianguis del lugar.
En aquella época la denunció Miguel
Ángel Granados Chapa en su Plaza Pública, a la que tituló Matanza silenciada.
Blanco de disparos de AR-15 y AK-47 fueron “gente común y corriente”. Una
veintena de agresores iban con rostros cubiertos y ropa tipo militar. Horas
después el Ejército recogió casquillos y limpió la escena. Los soldados
despojaron de sus celulares a los habitantes y los convencieron bajo amenaza de
no denunciar los hechos. Así fue. No se inició averiguación alguna.
En la lista se incluye el secuestro y
asesinato de siete personas –incluido Juan Francisco, el hijo de 24 años del
poeta Javier Sicilia– en Morelos en marzo de 2011. Habría sido cometido por
otra derivación de los Beltrán Leyva, el Cártel del Pacífico Sur, presuntamente
liderado por Julio de Jesús El Negro Radilla y Kineret Orozco El Chikinarco, a
las órdenes del H, Héctor Beltrán Leyva. Hay 22 detenidos por el crimen que
hizo víctimas además a María del Socorro Estrada, Jaime Gabriel Alejo Cadena,
Álvaro Jaimes, Julio César y Luis Antonio Romero Jaimes y Jesús Chávez.
Nació después de esta tragedia el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que marchó de Morelos al DF,
recorrió la capital del país, después el norte y el sur de la República y
finalmente Estados Unidos en 2011 y 2012.
En junio y septiembre de 2011 las
víctimas se reunieron con el presidente Felipe Calderón en el Castillo de
Chapultepec. Ninguno de los múltiples casos de desaparición u homicidios fue
resuelto, pero familiares quejosos terminaron asesinados, como Nepomuceno
Moreno, de Sonora, y don Trino, de Michoacán. El gobierno de Calderón creó la
Procuraduría de Atención a Víctimas del Delito al vapor, con un exiguo
presupuesto y personal prestado de otras dependencias.
Los Rojos
Los Rojos, enemigos acérrimos de
Guerreros Unidos, fue un minicártel que operó en Iguala hasta que fue
desplazado violentamente de ese municipio y sus líderes, perseguidos inclusive
fuera de Guerrero. Corre la leyenda de que Héctor Beltrán Leyva lo fundó en
honor y memoria de Jesús Nava Romero, apodado precisamente El Rojo, muerto
junto con Arturo Beltrán el 16 de diciembre de 2009 en Cuernavaca.
Se formó principalmente por integrantes
de una familia Arellano originaria de Guerrero, pero cuyo líder era Crisóforo
Rogelio Maldonado Jiménez, apodado El Bocinas, y por Elí Miranda Román, La
Moña. Del poder corruptor de Guerreros Unidos y de su capacidad de seguimiento
dan cuenta estos tres episodios:
El Bocinas fue atacado a balazos en
Morelos, a finales de 2012, pero escapó del hospital del IMSS donde estaba
internado en Cuernavaca (se supone que bajo custodia del Ministerio Público) y
se hizo internar en Médica Sur, del Distrito Federal. Hasta ahí llegaron e
ingresaron disfrazados con batas de médico sicarios de Guerreros Unidos que lo
liquidaron a balazos.
De la agencia del MP en Morelos escapó
simultáneamente La Moña, quien no vivió más de tres meses para contarlo, pues
fue abatido a principios de 2013 en Tequesquitengo, Morelos.
Cuando apareció asesinado en Iguala el
líder de Unidad Popular, el ingeniero Arturo Hernández Cardona, su cadáver y el
de otros dos activistas de su organización ostentaban mensajes supuestamente
firmados por Los Rojos reivindicando los crímenes. Se trató de una pantomima
pues en realidad los había liquidado personalmente el exalcalde de Iguala ahora
preso, José Luis Abarca Calderón, junto con sus policías-sicarios en junio de
2013, razón por la cual está ahora en prisión, independientemente de que puede
ser acusado como autor intelectual de los homicidios y desapariciones de los
normalistas de Ayotzinapa en su alcaldía.
Desplazados de Iguala, Los Rojos ya se
habían atrincherado y apoderado de Yautepec, Morelos, donde, al igual que lo
hacían sus enemigos de Iguala, controlaron policías y presidencia municipal.
La esposa del Bocinas, María del Carmen
Nava Romero, fue capturada el 6 de marzo de 2014, señalada como lideresa del
cártel y operadora del tráfico de drogas, cobro de piso, secuestros y
extorsión. También fue arrestado Antonio Reina Castillo La Borrega, líder de
Los Rojos en Tixtla, Guerrero.
Antes había sido liquidado en un salón
de fiestas en San Juan Cacalotepec, Puebla, José Nava Romero, dirigente
principal de Los Rojos, hermano de Carmen y Jesús, principal guardaespaldas de
Arturo Beltrán Leyva y junto con él, abatido en Cuernavaca. Dos sicarios
guerrerenses fueron aprehendidos entonces. Con Carmen Nava Romero fue
aprehendida Luz María Maldonado Nava, su pariente, supuesta responsable de
negociar y cobrar los rescates de secuestros que cometía su grupo.
Un reporte de la revista Contralínea,
firmado por Nancy Flores, da cuenta de un documento oficial de la PGR, de marzo
de 2013, en el que se reconoce la existencia de 89 cárteles y grupos de la
delincuencia organizada. Inclusive se menciona al Cártel de La Barbie, nunca
reportado antes, con al menos 23 ramificaciones, 19 de las cuales ya se
escindieron del grupo mayor.
El mapa criminal de las derivaciones de
las organizaciones mayores más conocidas reconvertidas en minicárteles fue
publicado por Patricia Dávila en la revista Proceso (número 1983). Ese reporte
estaba en poder de Ángel Aguirre, entonces gobernador de Guerrero, desde
octubre de 2011.
Fue elaborado por el Cisen y era
conocido también por las secretarías de la Defensa, de Marina y la PGR como
integrantes del Grupo de Coordinación Guerrero. Toda esa labor de inteligencia
y clasificación, con el detalle de nombres de criminales en los que por cierto
no aparecían José Luis Abarca o su esposa María de los Ángeles Pineda Villa,
previa a la puesta en marcha del Operativo Guerrero Seguro, no sirvió para
impedir la mayor tragedia de varias décadas en el país: La desaparición y
asesinatos contra normalistas de Ayotzinapa en Iguala y Cocula, cometidos por
el corrupto cogobierno entre autoridad y delincuencia organizada.
Inocentes
El colmo de la simulación y el desvío
de las investigaciones se da cuando a las víctimas se les da una apariencia de
lo que no son. Los normalistas de Ayotzinapa no eran criminales ni iban
mezclados con ellos integrantes de Los Rojos en los autobuses atacados por la
dupla sicarios-policías el 26 y 27 de septiembre pasados, como se sugirió en
filtraciones a los medios.
No eran zetas las 35 víctimas cuyos
cadáveres fueron tirados bajo un puente en Boca del Río, Veracruz, el 20 de
septiembre de 2011, sino ciudadanos tomados al azar. Tampoco eran cadáveres de
matazetas los 26 que aparecieron, en una supuesta venganza, bajo el Arco del
Milenio, en Guadalajara, en noviembre siguiente, sino jóvenes trabajadores.
Parecía que ya ninguna matazón conmovía
a los mexicanos, hasta que el horror de tantos muchachos masacrados y
desaparecidos de Ayotzinapa, más las burdas y poco creíbles explicaciones
oficiales, lograron despertar una indignación que está lejos de apagarse.
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