- Y concluye: “Mi dictamen es que ahí no hubo esa cantidad de incineración de cuerpos. Los residuos hubieran dejado las fibras, y el acero se funde a 2 mil 500 grados centígrados. Sin embargo, según el procurador Murillo Karam, la temperatura era de mil 600. Entonces, ese acero debió estar ahí, cuando llegaron los peritos.
Revista Proceso 1985, 15 de noviembre de 2014
“En Cerro Viejo no hubo incineración”/
PATRICIA DÁVILA
Experto en incendios y explosivos,
Alfonso Palacios Blanco afirma: “En Cerro Viejo no hubo incineración o no
incineraron la cantidad de cuerpos de la que hablan”. Al igual que los forenses
argentinos, una antropóloga de la UNAM y familiares de los normalistas de
Ayotzinapa, él descree de la versión del procurador Jesús Murillo Karam y
expone las inconsistencias del funcionario. Por la cantidad de cuerpos,
insiste, debieron quedar fibras metálicas de los neumáticos que emplearon
–entre tres o cuatro por cada normalista–, pero él no las observó en los videos
exhibidos por Murillo Karam.
Alfonso Palacios Blanco, experto en
incendios y explosivos, manifiesta sus dudas sobre el calcinamiento de los 43
normalistas de Ayotzinapa desaparecidos la madrugada del 27 de septiembre
último, según lo expuso el viernes 7 el procurador general de la República,
Jesús Murillo Karam.
“Mi dictamen es que en Cerro Viejo no
hubo incineración o no incineraron la cantidad de cuerpos de la que hablan”,
dice Palacios a Proceso.
Y agrega: “Dice nuestro procurador que
los quemaron con llantas, diésel y gasolina a mil 600 grados centígrados de
temperatura, pero el acero se funde a 2 mil 500. Por lo tanto, en cantidad
considerable, debieron encontrar fibras metálicas de los neumáticos que
emplearon, porque para quemar 43 cuerpos debieron utilizar de tres a cuatro
neumáticos por persona y una cantidad considerable de gasolina y diésel”.
A la versión de Palacios se suma la de
los peritos argentinos, quienes el miércoles 12 se reunieron con los familiares
de los jóvenes desaparecidos. “Ellos –los argentinos, insiste el entrevistado–
encontraron huesos humanos más antiguos; además, en Cocula e Iguala la
delincuencia ha cavado fosas en las cuales arroja los cuerpos y les prende
fuego, pero no los desintegra. Por eso no es congruente lo que dijo el
procurador”.
Lorena Valencia Caballero, antropóloga
forense y jefa de la unidad de Investigación de la licenciatura en ciencias
forenses de la UNAM, también abona sus dudas. Entrevistada vía telefónica una
semana después de la declaración del procurador basada en las declaraciones
ministeriales de tres presuntos integrantes de Guerreros Unidos: Patricio Reyes
Landa, El Pato, de Jonathan Osorio Gómez, El Jona, y de Agustín García Reyes,
El Chereje, comenta que es difícil saber si los cuerpos de los normalistas
quedaron carbonizados.
El viernes 7 Murillo Karam leyó
extractos de esas declaraciones, incluso transmitió fragmentos de los videos
tomados durante la reconstrucción de hechos, así como imágenes de los lugares
donde desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Ellos fueron detenidos por policías de
Iguala y Cocula, quienes los entregaron a los Guerreros Unidos en el punto
conocido como Loma de Coyote. Los integrantes de ese grupo criminal subieron a
los detenidos en dos camionetas y los llevaron al basurero municipal de Cocula,
ubicado en una barranca, expuso el procurador.
Según los testimonios de dos de los
detenidos, algunos de los normalistas llegaron sin vida y otros iban
inconscientes. Los integrantes del grupo criminal comenzaron a preguntarles por
qué habían ido a Iguala.
Poco después privaron de la vida a los
sobrevivientes, arrojaron sus cuerpos al fondo del basurero y les prendieron
fuego, expusieron los declarantes. Durante horas atizaron la hoguera con
diésel, gasolina, llantas, leña, plástico y lo que encontraron en el paraje. El
fuego se inició a la medianoche del 26 de septiembre y se prolongó hasta las 14
o 15 horas del día siguiente.
Según los testimonios dados a conocer
por Murillo Karam en su conferencia del viernes 7, debido al calor que
desprendía el área, los delincuentes no pudieron manipular los restos de los
cuerpos sino hasta cerca de las 17:30 horas.
Y fueron precisamente esa versión y las
imágenes presentadas por el funcionario federal las que ponen en tela de juicio
la versión oficial.
Dudas y falacias
Alfonso Palacios Blanco insiste: “Hay
polémica en ese sentido porque señalan que los restos, incluyendo los dientes,
estaban completamente destruidos. Y sí, el cráneo, los dientes y la quijada
–que tienen un porcentaje de calcio mucho más elevado que los demás huesos–
también pueden destruirse sometiéndolos a una suficiente cantidad de calor”.
Y explica: “Los detenidos indican que
les pusieron llantas… Un neumático se prende y no es fácil apagarlo porque es
un polímero muy resistente; es caucho. Se consume hasta que queda la fibra, la
cual es un acero más resistente que los plásticos o polímeros que conforman el
neumático, sólo que en ninguno de los videos que pasaron (el viernes 7) vi esa
fibra, cuando debería estar ahí.”
Palacios admite que la quema de un
neumático produce energía calorífica suficiente para destruir huesos, pero
insiste: “Dicen que le aplicaban diésel y gasolina (a la hoguera). Eso
combustiona el neumático y la energía y calor generado se puede transmitir al
cuerpo de una persona y calcinarla; estoy de acuerdo. Pero reitero: no vi
residuos de neumáticos en los restos carbonosos que depositaron en las bolsas
negras que tiraron al río”.
Además, la “supuesta” quema no se
realizó sobre un basurero, porque lo que se ve en los videos es la tierra y las
piedras. “Primero limpiaron la zona”, comenta el especialista.
Con relación la temperatura derivada
del fuego –mil 600 grados, según los testimonios de los detenidos citados por
Murillo Karam– en los que presuntamente se calcinaron los normalistas, Palacios
comenta: “Que no nos pretendan espantar; ese dato no es relevante”.
Y pone un ejemplo: “Un soplete para
cortar acero nos da 7 mil grados. En una pila –como dicen los sicarios– no se
tiene una temperatura concentrada de manera uniforme, sino sólo en donde se
quema la llanta. Para calcinar los cuerpos, calculo 2 mil grados porque, se
supone, no quedó casi nada de los normalistas”.
Además, cuando Murillo Karam dijo que
los dientes se deshacían al tocarlos, “¿cómo un diente hecho polvo resistió en
una bolsa de plástico que fue arrojada al río y esperó a ser tocado por el
procurador para desintegrarse? ¿En dónde vio eso? Es una falacia”, afirma el
especialista.
Para incinerar un cuerpo de manera
uniforme en el lugar que señala la PGR, explica, además de aplicar carburantes
debe dársele vuelta constantemente para que le entre oxígeno.
En el caso de la hoguera en que
supuestamente fueron incinerados los estudiantes, los detenidos declararon que
aunque le echaron combustible, la dejaron sola durante un tiempo. Sin embargo,
nunca declararon que movieron los cuerpos mientras se quemaban.
–¿Qué cantidad de gasolina, diésel y
neumáticos se requirieron para quemar a 43 personas? –se le pregunta a
Palacios.
–Tomando en cuenta las característica
del cuerpo, creo que tres o cuatro llantas y 25 litros de combustible por
persona para que se concentre el calor. Porque, si es una pila –según los
testimonios de los sicarios– y está en un espacio abierto, el calor y la
energía se disipan. Además, en esos días estuvo lloviendo mucho; eso no
facilita la destrucción de los cuerpos. Si esa combustión se hace en un espacio
cerrado, es creíble, pero si se esparce al medio ambiente, no es tan simple.
¡Imagínese calcinar por completo 43 cuerpos! Si quemo cinco, puede ser, ¿pero
43? Son demasiados.
Y concluye: “Mi dictamen es que ahí no
hubo esa cantidad de incineración de cuerpos. Los residuos hubieran dejado las
fibras, y el acero se funde a 2 mil 500 grados centígrados. Sin embargo, según
el procurador Murillo Karam, la temperatura era de mil 600. Entonces, ese acero
debió estar ahí, cuando llegaron los peritos.
“Por otro lado, el humo de las llantas
y el olor que desprende un cuerpo al quemarse debieron apreciarse en un área de
10 kilómetros a la redonda. Además, el olor debió impregnar el ambiente durante
varios días.”
Otras versiones
Un perito genetista, quien pide el
anonimato, señala: en lo único que tiene razón el procurador es en que el fuego
acaba con el ADN que queda en la pulpa de los dientes, en la medula ósea. Eso
sí sirve, siempre y cuando no sea alterado un tejido con un ácido o el fuego.
Los dientes cocidos por el fuego, insiste, no sirven para estudiarlos.
Considera que, además de las
declaraciones de los supuestos autores materiales de la incineración de los
normalistas, existen otras formas que arrojan indicios sobre el recorrido al
que éstos fueron sometidos:
Según él, la PGR se olvidó de informar
sobre lo que encontró en diligencias importantes, si es que las realizó, como
inspecciones o cateos a los lugares de trabajo y las casas de los policías
implicados y a los tres integrantes de Guerreros Unidos detenidos.
“Ahí tiene que haber algo –insiste–.
Muchas veces los victimarios se roban las pertenencias de sus víctimas. El ADN
tendría que estar en la ropa de los policías. Es más fácil buscarle por la ropa
que por un hueso quemado.
“También pudieron haber obtenido
desprendimiento epitelial. Con la fricción es posible que células epiteliales
se queden en la ropa o en la superficie en que te friccionaste de una manera
drástica.”
Si los golpearon, seguro quedó sangre
en el piso, en alguna pared, un mueble. Esa sangre puede servir, porque no fue
sometida al fuego. En homicidios en que hay forcejeo, explica el genetista, las
células epiteliales quedan dispersas. Esto debió hacerlo la PGR. Sin embargo,
en las imágenes y la información que presentó Murillo Karam, no se ve que lo
hayan hecho.
“En los asientos y cajas de las
patrullas y camionetas en que trasladaron a los estudiantes al basurero, así
como el piso de los sitios en que presuntamente los tiraron y luego los
quemaron, el personal de la PGR debió tomar muestras con una gasa. Si no se
hizo, es probable que haya habido negligencia.”.
Lorena Valencia Caballero, autora del
libro Cadáveres desconocidos –en el que aborda el tema de la identificación de
personas por medio de los restos de cráneo y dentadura–, comenta vía telefónica
que en incineraciones controladas en crematorios cerrados para un solo cuerpo el
proceso puede tardar de dos a cinco horas a una temperatura de entre 600 y 900
grados centígrados.
Eso depende de la complexión del
cuerpo. Si la persona es obsesa o musculosa, la cremación tardaría un poco más,
pues el recubrimiento del esqueleto es mayor a la de una persona delgada, dice
Valencia, quien en 2011 participó en la excavación e identificación de los
restos de Lucio Cabañas al lado de los miembros de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos.
Dice que al término del proceso aún
quedan algunos fragmentos del esqueleto, cráneo, huesos largos y dientes, los
cuales pueden soportar mayores temperaturas y mantener la médula de la cual se
pueden tomar las pruebas de ADN y realizar la identificación de la persona.
“Cuando este proceso se sale de un
crematorio, me resulta difícil emitir una opinión porque –dice– deben
contemplarse diferentes factores: primero, se trata de un lugar abierto, y
segundo, porque no hay experiencias similares.
“Lo que puedo decirle es que, a los 600
grados centígrados, el diésel puede generar esta combustión, mientras que la
gasolina o el gas pueden hacerlo a partir de los 400.”
Considera insuficiente la información
proporcionada por el procurador Murillo Karam: “Estoy esperando que se emita un
resultado final. No me atrevería a hacer un juicio de valor porque no he estado
en el sitio (el basurero de Cocula). Como antropóloga, necesitaría ver las
evidencias para dar una opinión y sólo dispongo de lo que nos dan los medios”.
El sábado 8, un día después de la
conferencia en la que el procurador declaró que todo indicaba que los jóvenes
fueron asesinados e incinerados en el basurero municipal de Cocula, Pedro
Juárez –familiar de Giovanni o Jhosvani Guerrero de la Cruz–, habló de un
recorrido que hizo con los familiares de los otros normalistas por la zona:
“Hicimos como 25 minutos en vehículo.
Nos dimos cuenta de que el área donde (presuntamente) fueron quemados es un
círculo no mayor de cuatro metros de diámetro. En medio encontramos una zanja
de unos 50 centímetros de ancho por dos metros de largo y una profundidad de 30
centímetros. La hicieron los forenses para recabar sus evidencias. Encontramos
huesos calcinados de animales y algunas camisas seminuevas intactas.
“No sé cómo se sostiene lo que dice uno
de los testigos presentados por el procurador. Él afirma que agarraron los
cuerpos de pies y manos y desde arriba –una altura de 70 metros
aproximadamente– los aventaron hacia abajo, el lugar en que supuestamente los
quemaron. Eso no es creíble por dos cosas: primero, para descender, tuvimos que
deslizarnos, y, segundo, porque hay contradicciones.
“(Los testigos) dicen que emplearon
llantas. Pero (en el fondo del basurero) encontramos sólo alambres de lo que
puede ser una llanta, incluso entre lo que dejaron hay latas de aluminio que
todavía tenían la etiqueta intacta; además, cerca hay basura muy podrida que no
puede prenderse.
“Un vecino de Cocula nos dijo que no
era lógico lo que declaró el procurador, porque antes de que estuviera ese
cártel (Guerreros Unidos) estuvo otro que agarraba gente y la iba a quemar ahí.
Por todo eso nos dimos cuenta de que no es el tiempo ni la forma en que afirma
la procuraduría que desaparecieron a nuestros jóvenes.”
Por otra parte, prosigue Juárez, la
forma en que los tiraron es contradictoria. El lugar en que los bajaron de las
camionetas está a 70 metros de altura y forma un ángulo obtuso con el lugar en
que les prendieron fuego. Entonces, si se avienta un cuerpo desde esa altura,
es imposible que llegue hasta el fondo, cuando mucho llega a 20 metros porque
el terreno “no está a plomo”; es una ladera.
Y reitera: “Para nosotros no es cierto
lo que dicen los testigos. Los peritos argentinos nos comentaron –el miércoles
12– que las cosas no son congruentes con lo que informó la procuraduría porque
ellos encontraron huesos humanos que tienen más tiempo”.
Para los argentinos, dice Juárez, la
versión que manejó la PGR sobre la desaparición de los 43 normalistas difiere
del modus operandi de las bandas criminales en Guerrero. Ellos suelen cavar
fosas y arrojar ahí los cuerpos para luego prenderles fuego y finalmente
enterrarlos. Algo totalmente diferente a lo que, según Murillo Karam, hicieron
ahora.
Los peritos argentinos van a continuar
sus pesquisas para identificar a las víctimas, están a la espera de los
resultados de estudios del ADN del laboratorio de Austria.
“Hasta donde nos han informado, dice,
en ese laboratorio se realizan estudios más exactos. Tenemos confianza en
ellos. El equipo argentino nos comentó que la PGR no quería que se llevaran los
huesos a Austria, querían que se quedaran aquí, pero nosotros, las familias, no
quisimos, porque el gobierno siempre ha tratado de desviarnos.
“Lo cierto es que la PGR se había opuesto
a que se llevaran los restos a otro país”, afirma Juárez (Con información de
José Gil Olmos).
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