15 jun 2016

Sobre la iniciativa presidencial/Mons. Abelardo Alvarado Alcántara

Sobre la iniciativa presidencial/ Abelardo Alvarado Alcántara.
Tomado de Siame, Martes, 14 de junio de 2016, 8:30 horas
La Iglesia católica no se opone a que cualquier pareja que decida convivir, lo haga pues está en su derecho. Si el Estado quiere proteger este derecho mediante un reconocimiento legal, eso es muy justo y legítimo.
La palabra “matrimonio” etimológicamente está compuesta de dos palabras latinas “matris” (que significa “madre”) y “munus” (que significa “oficio”). En concreto, significaría “el oficio de la madre, de la mujer que concibe un hijo. Por eso, la relación estable de un hombre y una mujer, desde tiempos inmemoriales, se ha llamado “matrimonio”.
 Esto no quiere decir que en esa relación estable toda mujer debe tener hijos. No. Simplemente se refiere a que la condición de ser madre le corresponde a la mujer.

 Cuando la Iglesia Católica afirma que sólo la relación estable de un hombre y una mujer constituyen un matrimonio y se opone a que se le llame matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo, simplemente es para que no se confunda con el verdadero matrimonio.
 La Iglesia católica no se opone a que cualquier pareja que decida convivir, lo haga pues está en su derecho. Y si el Estado quiere proteger este derecho mediante un reconocimiento legal, eso es muy justo y legítimo. Tampoco pretende imponer su doctrina a quienes no sean creyentes católicos.
 Pero no tiene sentido llamarle matrimonio como se pretende hacerlo en muchos países con el argumento de que “ese reconocimiento surge el imperativo de toda autoridad de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos de todas las personas en condiciones de igualdad y sin discriminación”.
 ¿Por qué los Obispos mexicanos han manifestado su oposición a la iniciativa presidencial?
Porque el mensaje que se está enviando a toda la población, especialmente a los jóvenes, es que toda unión entre parejas es igual, pues no debe hacerse ninguna discriminación; pero en una sociedad en la que ya no se advierta con claridad que “sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por su compromiso estable y por hacer posible la fecundidad, está destinada a perder los valores morales y el verdadero sentido de la familia”.
Esta oposición de los obispos de México se apega a lo que el Papa Francisco ha dicho en su Carta Encíclica sobre la Familia (titulada “La alegría del amor”): “Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio sea algo que favorezca a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos… Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad” (A.L. n. 52)

Esperamos, por otra parte, que esa iniciativa –de modificar la Constitución en el primer párrafo del artículo 4º para que toda persona mayor de 18 años tenga derecho a contraer matrimonio y no sea discriminada por origen étnico o nacional, género, discapacidades, condición social, condiciones de salud, religión, preferencias sexuales, o cualquier otra que atente contra la dignidad humana- sea puesta a la consideración y consulta de los diversos sectores de la sociedad, como debe de ser en una sociedad democrática, y que dicha iniciativa sea rechazada, puesto que la mayoría  de la población se opone a ella

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