28 abr 2017

Trump: el presidente que improvisa

Trump: el presidente que improvisa/Rafael Navarro-Valls es catedrático y presidente de las Academias Jurídicas y Sociales de Iberoamérica.
El Mundo, Viernes, 28/Abr/2017 
Un grupo de 35 psiquiatras estadounidenses ha puesto en duda la salud mental del presidente Trump. En una carta remitida al New York Times, advierten al país de su “grave inestabilidad emocional”, y concluyen que “puede resultar incapaz de servir con seguridad como presidente”. Posteriormente, acaban de reiterarlo en un minicongreso en la Universidad de Yale. No seré yo quien me atreva a desmentir a esos especialistas. Pero a la hora de un análisis de estos primeros 100 días, conviene no olvidar algo que ha recordado Fred Kaplan, finalista del Pulitzer, hace unos días. Me refiero a la llamada The Madman theory (teoría del loco). Su elaboración tuvo lugar en la presidencia de Richard Nixon. También él -como Trump- manifestó a lo largo de su mandato un carácter impulsivo, con reacciones extraordinarias ante estímulos ordinarios, cambios bruscos de carácter y un cierto narcisismo temperamental.

En uno de los primeros 100 días de su mandato, llamó a sus colaboradores Henry Kissinger, asesor de Seguridad, y H.R.Haldeman, jefe de Gabinete, y les dijo que convendría correr la voz en medios internacionales calientes (Vietnam, Rusia, China) de que el presidente “estaba loco”. Se trataba -según Nixon- de que “los norvietnamitas crean que el presidente haría cualquier cosa para lograr la paz en Vietnam”. No se sabe hasta qué punto el temor a reacciones desesperadas del loco llevó a Le Duc Tho a acelerar la firma de la paz en París. Otro ejemplo. En octubre de 1969, elementos de la Administración Nixon advirtieron, bajo cuerda, a la Unión Soviética de que “el loco andaba suelto”, cuando las Fuerzas Armadas de EEUU fueron puestas en alerta total (sin saberlo la mayoría de la población americana), y bombarderos armados con armas termonucleares volaron cerca de la frontera soviética por tres días consecutivos. La reacción soviética fue cautelosa.
Aplicando esta teoría a Donald Trump -solamente en hipótesis- tal vez pueda ocurrir que la prudencia de Putin ante el bombardeo ordenado por el presidente supuestamente loco sobre Siria y la moderada reacción de Xi Jinping -con invitación incluida de que Trump visite en 2017 a China, no obstante el submarino nuclear que Trump ha enviado a las costas de Corea del Norte- ante las amenazas del rubio presidente contra Corea, vengan ocasionados por un cierto temor ante una reacción extrema de un presidente inestable. Es curioso cómo el temor a la inestabilidad puede contribuir a la estabilidad internacional.
Pero los partidarios de la Madman theory no deben tenerlas todas consigo. Richard Nixon acabó las supuestas locuras cuando el Watergate lo hizo saltar de su asiento en el Despacho Oval. Y a Trump le amenaza el mayor riesgo de estos 100 primeros días, aunque sus raíces son anteriores. Me refiero al Russiagate. Nada más devastador sería para Trump que la demostración de que su elección fue ayudada por un país extranjero, es decir, que los hackers rusos tuvieron una intervención decisiva para su victoria sobre Hillary Clinton. La historia puede acabar bien o mal. Si ésto último sucediera, Allan Lichtman, que alcanzó gran notoriedad por predecir la victoria de Trump, augura un futuro impechment de Trump. Si cae, su Presidencia se acabó. Ni los republicanos ni los demócratas en el Congreso tolerarán un presidente con ese baldón encima. Pero no adelantemos acontecimientos, pues la historia Trump-Rusia (Russia connection) acaba de comenzar. No siempre Lichtman acierta.
En estos 100 días Trump ha sido un presidente poco viajero. De hecho, es el único presidente en 40 años que no ha realizado ningún viaje al extranjero, prefiriendo jugar en casa. Probablemente, recibiendo en la Casa Blanca a bastantes líderes extranjeros ha logrado los mismos titulares que si los hubiera visitado, además de un ahorro de energía. Sin embargo, a mediados de mayo deberá hacer un viaje importante a Sicilia. Deberá pulsar a sus colegas del G-7 y, sobre todo, se entrevistará con Francisco. Entre ambos no hay demasiado feeling. Francisco ve con preocupación las últimas hazañas bélicas de Trump y, públicamente, se ha enfrentado con él por su política de inmigración. Por su parte, Trump desconfía de la buena amistad entre Francisco y Obama, así como de su firme posición en temas bélicos y sociales, disímiles de los de Trump. Éste no cree que 100 días sean significativos de nada: lo ha dicho en un tuit que acaba de publicar. En esto coincide con Obama, quien manifestaba que prefería ser juzgado por los 1.000 primeros días de su Presidencia -como Kennedy-, que no por un centenar. Algo de razón tienen ambos. Los 100 famosos días, en realidad, son una fuente de indicios para adelantar lo que un presidente tal vez hará o no hará en el futuro, y poco más. Los analistas calculan en un mínimo de 18 meses el periodo de aprendizaje intensivo para un inquilino de la Casa Blanca. 100 días es como un kindergarten presidencial. Todavía queda bastante tiempo para la diplomatura universitaria. Lo cual no supone enterrar esta vieja costumbre en un baúl.
De hecho, Donald Trump ya ha puesto las bases de su segundo mandato, lo cual sorprende por su previsión Al parecer, ha iniciado una amplia operación de levantamiento de fondos pensando en 2020, si estamos de acuerdo con filtraciones que ha recogido The New York Times.
De momento, ha conseguido ya 30 millones de dólares. 100 días bien aprovechados en lo electoral. Pero, ¿y en lo político? Trump ha conseguido más con sus improvisaciones que con sus promesas. Éstas han intentado salir adelante en medio de una tempestad de órdenes ejecutivas y decretos. Lo que en una Presidencia normal llevaría año y medio, Trump ha querido hacerlo en tres meses. Pero no siempre con éxito. Había prometido revisar el Obamacare por costoso e ineficaz, pero ha tenido que desistir ante la hostilidad del Senado y de la Cámara de Representantes, incluidos bastantes republicanos cercanos al Tea Party.
Su bloqueo a los inmigrantes de siete países ha sido vapuleado por dos veces por el poder judicial. La guerra comercial contra el imperialismo chino debía producir, según Trump, un giro tajante en la historia americana. Sin embargo, la realidad de los hechos pronto ha producido una marcha atrás. El muro de México y el dinero para hacerlo se dilata sine die. Su prometida alianza con Putin ha saltado por los aires ante la lluvia de misiles Tomahawk lanzados contra la base siria culpable de la guerra química.
Sin embargo, su política económica interna ha ido bien, produciendo satisfacción en Wall Street: 235.000 empleos creados en febrero, 227.000 en enero, una tasa de paro del 4,7%. Desde luego, bastante se debe a las políticas de Obama, pero es signo de prudencia saber mantener lo que va bien. La reforma fiscal -con una llamativa bajada de impuestos- y de la banca es un paso valiente y polémico, desde mi punto de vista, necesario. También ha sido un éxito lograr el nombramiento de un magistrado conservador para el Supremo, aunque haya sido con fórceps. En fin, su discurso al Congreso fue brillante y ponderado: incluso sus adversarios de la prensa lo aplaudieron, aunque fuera a desgana.
Las improvisaciones han planeado sobre su promesa de American first. Pronto se ha dado cuenta que no es posible jubilar un imperio militar con 800 bases extendidas por todo el mundo, cuyo mantenimiento cuesta 100.000 millones de dólares a los contribuyentes. Si a ello se une que sus dos iniciativas militares (Siria y Afganistán) han tomado como objetivo frenar odiosos episodios de la guerra química y destruir bases subterráneas de la yihad, se entiende que las reacciones internacionales y mediáticas hayan sido, en su conjunto, positivas.
¿Cuál es el balance de los 100 primeros días de Trump? Parece que improvisa mejor que reflexiona. Tal vez por ello su tasa de popularidad es baja, aunque mirando bien los números, el 94% de los que le votaron lo siguen apoyando, y seguirían votándole el 96% de lo que lo hicieron. Sus cambios de criterios generan inestabilidad. Ha intentado correr demasiado, como si cabalgara sobre un tigre. A pesar de los fiascos, no todo ha sido negro en sus primeros pasos. Pero 100 días son pocos. Recuerdo que cuando me tocó evaluar los tres meses primeros de Obama me permití decir que hay que ponerse en su pellejo: un presidente es un hombre con muchos sombreros y roles. En estos primeros 100 días hemos visto algunas caras de Trump: quedan todavía 1.360 días de mandato. No contemplemos el panorama desde un edificio vecino; intentemos contemplarlo desde la azotea.

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