El ritual de una reelección/Ernesto Hernández Norzagaray
El Noroeste, 11/06/2017
La primera reelección en la UAS quedará para los anales de una historia que nunca debió ocurrir. Un acto solemne que debiera ser la expresión de los valores que se pregonan en foros ad hoc y que terminó siendo un partidario envuelto del confeti de la retórica institucional. Fue simple y llanamente del acto de confirmación de la universidad-partido y el culto y reverencia a su padrino, que no al Rector en turno.
Ya se sabía de la existencia de esa anomía institucional y era necesario legitimarla con el aplauso de los poderes formales, lamentablemente con agentes casi siempre interesados políticamente. Se necesitaba la presencia en el recinto de la representación de los tres poderes para que con ello no quedara ninguna duda de que su conversión en universidad-partido es legal, y sobre todo legítima, además había que dejar en claro quiénes mandan en la legendaria casa rosalina y que no pueden repetirse actos de incursión policial, como el sucedido hace unos días, disculpa de por medio.
Es por ello que en el recinto no se aceptó ninguna voz discordante para que la ceremonia transcurriera a la perfección, disciplinada, armoniosa, sin asomo de su esencia que es la crítica. Peor para ellos, hoy lo que no se dijo en sala fluye libremente en las redes sociales.
Con esa medida autoritaria se quería que el ritual de esta reelección con calificativo, no se interrumpiera y el informe de segunda habilitación del Rector alcanzara toda su magnificencia, todo su esplendor, en medio de una audiencia muy dispuesta al aplauso orquestal.
Que los vítores estremecieran al unísono las losas de la uniformidad, aunque eso verdaderamente representaba un contrasentido, cuando es una universidad que por su tradición, luchas y naturaleza educativa debería defender el derecho a disentir, cuestionar y llevar siempre al imperio de la razón y el argumento.
Pero es demasiado pedir a quien no la ejerce, para quienes tienen vocación autoritaria. Aquellos casados con el pensamiento único, la verdad absoluta o el culto al líder omnipresente. Es por eso que este ritual de rehabilitación adquiere una dimensión no sólo omnicomprensiva, sino profundamente partidaria y además simbólica, pues lo que está en entredicho es el rol de un partido político en una universidad pública, con todo lo que ello significa, y lo otro el carácter reverencial de las llamadas fuerzas vivas del estado.
El Gobernador había dicho días antes que sólo “pactaría con la sociedad”, y en este acto solemne, con su presencia afirma que está antes que todo con los poderes fácticos del Estado y especialmente con los de la UAS. Y lo mismo vale para la representación del Poder Legislativo, que debería ser garante de la autonomía universitaria e impedir que ésta sea coto de un partido político. Y si acudieron los representantes del Poder Judicial, no se hace honor a una institución que debe ser un espacio para garantizar con la ley un ambiente de libertades. Claro, sin más, no podía faltar en este acto político la presencia infaltable de algunos miembros de El Colegio de Sinaloa, que van a todos los escenarios políticos en ánimo de carrera política.
En fin, en el acto de reelección estaba presente la cremé política del estado y la estructura política administrativa uaseña de los 18 municipios, con ese ánimo saludador y sonriente que domina este tipo de eventos protocolarios.
Estuvieron líderes empresariales, que con su presencia legitimaron la anomía institucional, que esa mañana cayó en el exceso al no permitir el acceso al estudiante Juan Antonio Francisco Lara Medina, quien a sus 20 años es la única voz discordante en el Consejo Universitario, dueño de una gran capacidad de comunicación y conocimiento de la historia de esta universidad.
Lara Medina, recordemos, no hace mucho tiempo con su demostrada capacidad persuasiva logró algo insólito e inesperado en ese espacio disciplinado y al mando de quien lleva la sesión.
Arrancó aplausos de sus compañeros consejeros con un discurso memorable de reivindicación de la esencia universitaria. Aquéllos, siempre bien portados, por un momento atinaron a ejercer su libertad de coincidir con el crítico solitario, esa libertad que nunca debieron haber perdido porque con ello se fue algo de su dignidad como personas, como universitarios.
Después de ese acto perfecto, de bombo y platillo, todos se retiraron y se hizo el vacío en la sala del Consejo Universitario, era una soledad extraña, nunca antes la Universidad había perdido tanto en tan pocos minutos y en medio de la complacencia y el bombo de propios y extraños.
A la universidad siempre le irá mal cuando un grupo cualquiera que sea y con las razones que se quiera, termina por adueñarse de las instancias administrativas y domina las voluntades de quienes aun con todo, forman una comunidad de conocimiento.
En definitiva, ya sabemos que después de aparecer publicado este breve ensayo se activará como siempre el resorte de quienes cobran penosa y fallidamente para evitar que se expresen voces discordantes en espacios de comunicación, no en gacetillas que se pagan con dinero público y quizá es ahí, espero que no por siempre, donde se está siendo universidad con la fuerza del conocimiento, la razón, el argumento.
Sólo por último, coartar la expresión de un consejero coincide penosamente con el Día de la Libertad de Expresión, y más cuando se realiza en una institución educativa que buscaba seguramente al seleccionar la fecha exaltar libertades que lamentablemente no se pueden presumir en los hechos.
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Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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