Revista Proceso # 2175, 8 DE JULIO DE 2018;
La concordia increíble/ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA
Durante la campaña electoral se hizo más que evidente el encono que existía desde hacía tiempo entre el empresariado mexicano y Andrés Manuel López Obrador. Pero los tiempos cambian. Una vez triunfador, el morenista dejó de referirse a esa “mafia del poder” artífice de la furibunda guerra sucia en su contra. Por la otra parte, los magnates –que no cesaban de llamarlo “un peligro para México”– lo recibieron con sonrisas y abrazos en la primera reunión que tuvieron, menos de dos días después de que el PREP diera como ganador de la Presidencia al tabasqueño.
Habían pasado menos de 36 horas desde que el conteo rápido reconociera su triunfo, cuando Andrés Manuel López Obrador precipitó su agenda para cerrar el frente abierto desde hace más de 12 años con la cúpula empresarial y reunirse con el presidente Enrique Peña Nieto.
Atrás quedaron los tiempos de denunciar a la “mafia del poder”, de calificar a la cúpula empresarial como “una minoría rapaz” o “traficantes de influencias” y de señalarla como la instigadora de las negociaciones para que uno de sus adversarios declinara por otro y le hiciera frente, y luego de la campaña negra en su contra, que solía llamar “guerra sucia”.
Los magnates, por su parte, respondieron con gestos de confianza, respeto, saludo a sus propuestas y muestras de apoyo.
López Obrador había atenuado su talante en las últimas semanas al ofrecer para después de las elecciones un periodo de reconciliación que se concretó en la reunión del miércoles 4, acordada entre el perfilado jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo Garza, y el Consejo Coordinador Empresarial, pero a la que asistió también la cúpula del Consejo Mexicano de Negocios (CMN), incluido Claudio X. González.
Una fotografía se difundió ampliamente: López Obrador y González enlazados en un abrazo. La estampa fue tan inesperada como la forma tan abierta en que los magnates mexicanos irrumpieron por primera vez en un proceso electoral con el desplegado del 3 de mayo, y como la campaña que a principios de junio lanzaron en videos, comunicados, charlas, proyecciones del documental El populismo en América Latina y grupos de WhatsApp destinados a convencer a sus accionistas, empleados, clientes y proveedores de que López Obrador era “un peligro para México”.
“Fue una reunión caracterizada por la confianza y sabremos responder a dicha confianza de millones de mexicanos y de los empresarios de México”, dijo López Obrador al concluir el encuentro.
Ahí se comprometió a concederles un privilegio: reunirse cada tres meses con ellos para tener retroalimentación. Con eso, más la promesa de respetar inversiones y la autonomía del Banco de México así como un programa de 110 mil millones de pesos anuales del gobierno para pagar la nómina de jóvenes que deseen ser aprendices en sus empresas, el viraje se patentó:
“Creo que salimos muy entusiasmados, con energía, para hacer lo que tenemos que hacer. (…) Todos tenemos que hacer nuestra parte para hacer de México un país más incluyente, más próspero y que realmente le saquemos todo su potencial”, dijo González Laporte.
Otro fue Valentín Diez Morodo, quien consideró, a partir de la reunión, que habrá “una muy buena coordinación y una buena relación (del) gobierno electo próximo a confirmarse con (la) iniciativa privada”. Para él, fue una excelente reunión y “la verdad fue un privilegio trabajar hombro con hombro con este gran cambio y este gran mandato que, pues, mandó la democracia en este país, que mandó muy buenas señales a México y al mundo”.
El presidente del CMN, Alejandro Ramírez Magaña, planteó: “Fue un diálogo constructivo, conciliador, propositivo y que genera confianza, que nos da certidumbres sobre el marco regulatorio, sobre las propuestas de política pública que están por venir”.
Desde antes de la elección los acercamientos se iban construyendo por conducto de Romo, según explicó Marcelo Ebrard (Proceso 2174). Y, sin embargo, el encuentro y las declaraciones de conciliación no bastaron para la cúpula empresarial, pues decidieron realizar un video en el que aparecen varios de quienes hasta días antes se contaban entre los más críticos hacia López Obrador.
En dicho video consideran el de López Obrador como un triunfo de México, de la confianza y la esperanza de los ciudadanos, e inclusive José Antonio Fernández Carbajal, protagonista hace unas semanas de un video contra el morenista, aparece diciendo que ganó la democracia.
En tanto, la primera mención a López Obrador se le reservó al más débil pero a la vez más proactivo de los magnates del CMN, su presidente, Alejandro Ramírez Magaña, quien reconoce ahí la victoria del tabasqueño.
Eduardo Tricio, de Grupo Lala y Aeroméxico, otro de los hiperactivos antiamlistas, expuso: “De frente a la nación, le ofrecemos nuestro apoyo para construir las mejores soluciones para nuestro país”.
Sólo un aspecto del video, sin ser hostil, resulta en alusión indirecta y, pronunciado por las únicas dos mujeres del CMN, María Asunción Aramburuzabala y Blanca Treviño, se refiere a la defensa de la libertad y la democracia.
En el video, producido por el Consejo de la Comunicación, casi al final, aparece González Laporte, para decir: “Apoyemos al nuevo gobierno y trabajemos juntos con él para lograr el país que todos queremos”.
Germán Larrea, presidente de Grupo México, no se quedó atrás y en un comunicado le manifestó a López Obrador su coincidencia con el discurso triunfal, su aprecio por sus propuestas económicas, su aplauso para revisar contratos con anomalías y, finalmente, su adhesión:
“Le manifiesto que en Grupo México redoblaremos esfuerzos e inversiones para contribuir con su gobierno en el crecimiento de México. Dichas inversiones, con un alto sentido de responsabilidad social que generen importantes empleos calificados”, escribió el magnate para desearle finalmente éxito en su administración.
No fue sino hasta el viernes 6 cuando el hombre más rico del país, Carlos Slim –quien durante la campaña cuestionó la propuesta de suspender la construcción del nuevo aeropuerto internacional–, le envió una carta, de acuerdo con López Obrador, expresándole su apoyo y disposición a seguir invirtiendo en México.
En el Palacio
En el último mes de campaña, para López Obrador terminaron los tiempos de decir que el gobierno de Enrique Peña Nieto había llevado al país “al despeñadero”, de responsabilizarlo por la corrupción e impunidad, de llamarlo “vulgar calumniador” y de señalarlo por “no defender los intereses de México”.
El entonces candidato ofreció, a principios de junio, acompañar a Peña Nieto hasta el final del gobierno para que el país marchara bien, lo que, por otra parte, le generó críticas de Ricardo Anaya, quien insistía en que el tabasqueño había pactado con el actual gobierno.
Desde el 16 de septiembre de 2004, cuando aún era jefe de gobierno capitalino, López Obrador no había regresado al Palacio Nacional. Esperaba hacerlo en 2006, para instalar ahí su gobierno; lo intentó en 2012, sin éxito. Esta vez anticipó desde las últimas semanas de campaña que buscaría a Peña Nieto apenas un día después de los comicios para abordar diferentes temas de urgencia. Finalmente dijo que sería el segundo día, pues estaría cansado por la celebración. Cumplió.
Su regreso al Palacio Nacional ocurrió la mañana del martes 3 y, aun sin tener el triunfo validado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Peña Nieto y López Obrador alcanzaron acuerdos:
El presidente lo invitó a la cumbre del próximo martes 24 del Foro Económico Asia-Pacífico, a celebrarse en Puerto Vallarta; también a participar en una reunión con el secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo; la inclusión del equipo lopezobradorista en la planeación del paquete económico, así como en el equipo negociador del Tratado de Libre Comercio con América del Norte.
Adicionalmente abordaron asuntos de estabilidad económica y seguridad, temas anticipados en discursos y declaraciones por López Obrador desde antes de las elecciones.
Encuentro cordial y productivo, dijo AMLO, en el que Peña Nieto le habría ofrecido protección del Estado Mayor Presidencial, respecto al cual el virtual presidente electo ha dicho que prescindirá.
Peña Nieto tuvo una consideración final al ofrecer el Salón Tesorería, reservado a encuentros significativos, para que López Obrador concediera una conferencia de prensa.
Presidencialismo anunciado
Hasta la noche del viernes 6 el anuncio más polémico fue la incorporación de Manuel Mondragón y Kalb –titular de la Secretaría de Seguridad Pública al iniciarse el gobierno de Peña Nieto– como asesor de seguridad. En las redes sociales muchos de los políticos e intelectuales que habían expresado su apoyo a López Obrador, y que hasta participaron en su campaña, impugnaron esa decisión.
Mondragón, a quien se atribuye la represión contra las protestas sociales iniciadas el 1 de diciembre de 2012, ya había sido cercano al lopezobradorismo, pues antes de incorporarse al gobierno actual fungió como secretario de Seguridad Pública durante la jefatura de gobierno de Marcelo Ebrard en la Ciudad de México.
Ebrard, considerado uno de los hombres más próximos al futuro presidente de México, fue presentado el pasado jueves 7 como la propuesta de López Obrador para la Secretaría de Relaciones Exteriores.
La decisión causó también polémica porque el “destape” de Ebrard corrió días antes –la noche del domingo 1– por cuenta de la cantante Belinda. Éste no estaba considerado en el “gabinete” que presentó en diciembre López Obrador, aquel que equiparó con el de Benito Juárez y en el que propuso para la cancillería a Héctor Vasconcelos, quien supuestamente prefirió atender su escaño en el Senado.
En el anuncio de “renuncia” de Vasconcelos al gabinete, López Obrador, que tendrá mayoría legislativa, se permitió confiar en que su “amigo” sea quien presida la Comisión de Relaciones Exteriores, admitiendo que, si bien ello no es competencia del Ejecutivo, lo vería con muy buenos ojos.
Los rasgos del presidencialismo a la mexicana han sido planteados en el Proyecto 18, la propuesta electoral de López Obrador, que inclusive los ha reivindicado en discursos y declaraciones, por ejemplo, en el tema anticorrupción, si bien suele decir que respetará la división de poderes.
No obstante se vio expuesto en otro acto que anticipa intromisión, al invitar al sacerdote católico Alejandro Solalinde a ser presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Dicho cargo, conforme a la normatividad, debe ser preferentemente ocupado por un abogado, y Solalinde es licenciado en historia; pero además esa designación no es facultad del titular del Ejecutivo; también corresponde al Senado la elección y aún no está convocada la renovación. El actual ómbudsman, Luis Raúl González Pérez, concluirá su periodo el próximo año.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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