14 jun 2021

La catilinaria de López Obrador sobre la clase media

La catilinaria de López Obrador sobre la clase media/César Velázquez Robles.

ZONA POLITEiA, 14 de junio de 2021

Apenas se fue Kamala Harris, y López Obrador volvió a las andadas. Está en su naturaleza. No lo puede evitar. De una primera y retorcida interpretación de los resultados electorales del 6 de junio en la Ciudad de México, en la que culpó de los desastrosos resultados a una guerra sucia desatada por los que él llama sus adversarios, pasó el viernes a culpar a la clase media, a la que acusó de ser egoísta al votar por los conservadores. Nunca un presidente había lanzado un ataque tan duro a un sector o grupo social para expresar su enojo, irritación e indignación por su comportamiento en las urnas, con lo que no ha hecho sino ahondar una confrontación solo alimentada desde el poder. 

Su intervención en la mañanera fue una retahíla de insultos que queda ahí para la historia de la infamia. Vea usted si no: ¿Cómo es esa clase media, a la que ahora trae atravesada el presidente? egoísta, aspiracionista, conservadora, con la necesidad de salir adelante a cualquier costo, lectores de Reforma, manipulados, son algunos de los calificativos entre la larga ristra que soltó desde su púlpito en la homilía mañanera.  “Integrantes de clase media, media alta, incluso con licenciatura, con maestría y con doctorado, no, está muy difícil de convencer, es el lector de Reforma, eso es para decirles: ‘siga usted su camino, va usted muy bien’, porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante, muy egoísta. Ah, eso sí, van a la iglesia todos los domingos y confiesan y comulgan para dejar el marcador en ceros, y luego el domingo lo mismo”.

Me recordó mucho el viejo discurso sectario, dogmático e intolerante que nos recetaban los manuales de marxismo. La clase media que, en el lenguaje de la época y en la paupérrima formación intelectual que recibíamos y transmitíamos., equiparábamos con la pequeña burguesía, condensaba el summum de los defectos de clase, esto es, de la clase social: nada tenían que ver con los de abajo y aspiraban a vivir como los del décimo piso del edificio nacional. Se nos decía: no puede confiarse en ellos, es decir, en los integrantes de esa difusa pero enorme masa social que conformaba las capas medias de la población, son traidores, rechazan a la clase obrera, al proletariado, y a su vez los rechaza la burguesía. Son veleidosos por naturaleza y solo pueden ser compañeros de viaje de quienes tienen la misión histórica de encabezar la revolución socialista. Es obvio que en este discurso, aunque sea de pasadita, ha abrevado el presidente.

Rubén Rocha: un discurso conciliador

Lo “normal” después de una victoria aplastante –poco faltó para ser 2 a 1— es que del ganador se apodere el síndrome de Hubris, es decir, la soberbia, la desmesura, la arrogancia, creer que se puede traspasar el umbral impuesto a los mortales para instalarse en el olimpo de los dioses. Hay muchos ejemplos de ello. En cualquier latitud encontramos esta figura, claro, hablando de sociedades con algún nivel de desarrollo democrático. Las declaraciones de Rubén Rocha Moya que hemos conocido a lo largo de esta primera semana, para fortuna de todos no van en este sentido. Al contrario, dan cuenta de una sensibilidad política no solo distinta de la que ha expresado el presidente López Obrador, sino diametralmente opuesta, pese a la insistencia del gobernador electo de que su tarea es instaurar la 4T en Sinaloa. El presidente de la República ha optado por un lenguaje beligerante, endurecido, con lo que cierra todo espacio para el diálogo, el acuerdo o la conciliación, como se advierte, según señalé arriba, en su catilinaria sobre la llamada clase media.  Rocha no ha desaprovechado espacio para llamar a restañar heridas, buscar coincidencias, atender las divergencias e incorporar a todos en un proyecto común y compartido.

En esta actitud, tiene mucho que ver su talante y su desarrollo intelectual en un medio como el universitario. Formado, como muchos, en cierto dogmatismo de izquierda, el conocimiento, la experiencia y más de algún golpe de realidad, obligaron a modular los ímpetus, renunciar a posiciones maximalistas y a tender puentes con adversarios e incluso con sus propios compañeros de filas. Y estas características se pueden ahora advertir en su discurso. Es lo que se puede inferir de la entrevista que concedió al diario El Debate, publicada en la edición del pasado sábado 12 de junio. Sus palabras me parecen relevantes, y me permito transcribirlas:

“Yo soy un demócrata, y no cabe en mí la arrogancia, la soberbia, la prepotencia, el autoritarismo. Vamos a gobernar, por supuesto, con las mayorías, como lo ha decidido el pueblo, pero no vamos a avasallar a las minorías, no las vamos a excluir. La opinión, para nosotros, de las minorías, va a ser importante, porque todo mundo tiene derecho a plantearse cosas que interesan a los sinaloenses, y planteárselos como propósitos y objetivos. Muchos que compitieron en la contienda y que seguramente hay planteamientos valiosos ahí, vamos a recogerlos, no vamos a excluir eso, vanos a tener una interlocución muy clara. Claro, hay una minoría, la minoría de los privilegios, esa minoría, pues nosotros vamos a combatir los privilegios, porque luego se erigen en obstáculos para que se dé la transformación, pues los que se opongan irracionalmente a que la transformación transcurra, vamos a tener que combatirlos, pero políticamente, no de otra manera.”

Y este discurso cobra mucho más sentido en un contexto de una enorme concentración de poder político como no lo ha tenido nunca en democracia un gobernante en Sinaloa. Frente al gobierno dividido que ha marcado esta gestión que agota sus últimos meses  –el Ejecutivo dominado por un partido, y el legislativo controlado por otro--, ahora tendremos un gobierno unificado, con sobrada capacidad para reformas constitucionales, para disponer de presupuestos de “consenso”, y para cualquier otro cambio que se considere necesario en el estado. Pero el asunto está justamente ahí: que no hay contrapesos, que en la eventualidad de ejercicios arbitrarios del poder, haga valer los límites institucionales, y ello puede dar margen a violaciones de la legalidad y del Estado de derecho. 

Rocha tendrá un enorme poder, quizá tan solo acotado en su dimensión interna por esa especie de bicefalia que deriva de la estrategia de cogobierno que preconiza su principal aliado. Adicionalmente, hay una serie de factores exógenos que con toda certeza limitará el margen de acción del nuevo gobierno: una escasez de recursos financieros que atender la sobrecarga de demanda social y las expectativas de progreso de grupos, comunidades y regiones que exigirán sus cuotas de poder; la disputa con otras entidades ahora morenistas que demandarán medios y recursos para atender a sus clientelas, y por supuesto, la reducción de aportaciones y participaciones para drenar ingentes cantidades a los proyectos estratégicos del gobierno federal.

Todos estos factores de orden interno y externo que gravitarán sobre el quehacer gubernamental, y que condicionarán la conformación del equipo en estos meses previos a la toma de posesión, están a su vez condicionados por un factor decisivo: el peso de los poderes fácticos: poderes ilegales, alegales y extralegales cuyo protagonismo fue evidente en esta contienda electoral. 

Solidaridad con Arturo Santamaría

Arturo Santamaría, articulista del diario Noroeste, miembro del consejo editorial y colaborador regular de la revista del pensamiento político POLITEiA, ha expresado una profunda preocupación por el riesgo de que nuestras libertades se reduzcan debido a la acción de fuerzas interesadas en frenar el desarrollo de nuestra vida democrática. En su artículo de este sábado 12 de junio, que lleva como título “Me autocensuro”,  apuntó: “No me siento con la seguridad de escribir con plena libertad sobre el ambiente político sinaloense real y no solo el aparente. Prefiero callarme a escribir con códigos secretos.” A continuación: “Confieso que desde este mismo momento siento vergüenza por no arriesgar una interpretación del proceso político que culminó el pasado 6 de junio, pero es tal la profundidad y la complejidad de lo que está sucediendo en Sinaloa, que comentarla con detalle y responsabilidad implica un enorme riesgo que he decidido  no correr.”

Desde aquí, mi solidaridad y la de todo el equipo que hace POLITEiA con nuestro compañero y amigo Arturo Santamaría. Entendemos su angustia y preocupación, que es también la de muchos sinaloenses que sienten cómo un bien preciado como es el ejercicio de nuestras libertades, se encuentra hoy amenazado.

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