Militaritis aguda
Germán Martínez Cázares
en REFORMA, 10 Oct. 2022;
Justo cuando se tramitaba en el Congreso la reforma militarista. Ese "oxímoron constitucional", como lo definió el jurista Rafael Estrada Michel, porque "es un transitorio que constituye". Se reveló el estado de salud del Comandante Supremo de nuestras Fuerzas Armadas.
Al descubrir los padecimientos de AMLO, me recordaron al Emperador Carlos V quien también sufrió "el mal de gota", provocada por un aumento del ácido úrico en la sangre; enfermedad quizá heredada a su hijo el rey Felipe II. Nieto y bisnieto, respectivamente de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, patrocinadores del primer viaje de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. Paradojas de la vida: padecieron el mismo mal, el presidente de México que se siente "conquistado" por los españoles y les pide que se disculpen por la conquista de México, que los Reyes que descubrieron y gobernaron ese "nuevo mundo".
Tanto Carlos V que murió en el Monasterio de Yuste, como Felipe II, que acabó sus días en el Monasterio del Escorial, en España, ejercieron el poder unipersonal y absolutamente. Lo mismo decidían trazo de calles en Valladolid hoy Morelia, que fundaban conventos y hospitales en Puebla o Zacatecas. El poder de Sus Majestades no tenía límites, acaso una asesoría del Consejo de Indias, donde no le movían ni una coma a sus mandatos. Se obedecía y punto. Todos marchaban en la Nueva España al compás dictado del otro lado del océano. Costara lo que costara. Un tren, un aeropuerto, una refinería, una concesión a Hernán Cortés, un título nobiliario, una encomienda, un privilegio...sólo bastaba (¿y basta?) que lo quiera una persona.
Pues ese modelo de ejercicio del poder público personal y omnipotente, lo intentó acabar, un hombre sencillo, pastor, abogado, juez, gobernador, presidente de la Suprema Corte y de México: Benito Juárez García, que creía en la división de poderes y en la absoluta libertad de expresión. Que desconfiaba de los privilegios al Ejército y a la Iglesia. Que ganó elecciones y sin miramientos, para fundar la República, mandó fusilar al último Emperador mexicano importado del viejo mundo: Maximiliano de Habsburgo.
No debe pasar desapercibido que el obradorismo se hace llamar "Gobierno de México" y no "Gobierno de la República". Lo "republicano" no es bienvenido en los regímenes imperiales. Siguiendo el ejemplo de España, republicanos fueron los enemigos del dictador Francisco Franco. La República tiene un nido fundacional: los ciudadanos libres, el poder civil, y ellos desconfían, reniegan del poder militar, que siempre se resiste a verse sometido por el mando de las leyes que dictan los civiles. El Ejército es una de las instituciones más conservadoras.
Pues uno de los mayores logros de Benito Juárez es la civilización del poder militarizado en México. Sólo basta leer el artículo 42 de la famosa "Ley Juárez" que reformaba al poder judicial, para probar que el Benemérito de las Américas, les quitó a los militares el poder que tenían de juzgar y someter las conductas de los civiles. Ahora, sencillamente empieza a ser al revés.
Hoy, el Gobierno de México que en su título y en varios de sus hechos desconoce a la República, al entregar un enorme poder económico e impunidad a las Fuerzas Armadas, "des-Juariza" nuestra convivencia. Traiciona a Benito Juárez, que murió el 18 de julio de 1872, en el ala norte del Palacio Nacional donde vive el Presidente. Por los informes digitales robados a la Secretaría de la Defensa, sabemos que López Obrador padece también de angina de pecho. Una disminución en el flujo sanguíneo, por una obstrucción en una arteria, según dicen los médicos.
Deseo, con absoluta sinceridad, que el presidente López Obrador esté bien atendido y tenga una larga vida, pero ya sólo se parece a Benito Juárez en la angina de pecho. Con la claudicación de la mayoría en el Senado, su poder personal está más cercano al de un rey, y su enfermedad verdadera puede ser grave, incurable y mortal para la República: "militaritis".
El autor es senador de la República.
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