Ábalos no es nombre de poeta/Jorge Bustos
El Mundo. Domingo, 18/Ago/2024
Al presidente no le gusta la poesía. Todos recordamos el día en que se refirió a Albert Camus como «aquel viejo poeta argelino». Lo cierto es que no dio ni una: Camus era de nacionalidad francesa, escribió novela, drama o ensayo y murió joven. En otra ocasión se plantó en Collioure y habló de la «cuna soriana» de Machado, cuya infancia -como sus lectores de verdad saben- son recuerdos de un patio de Sevilla.
De poesía no entiende, pero de los pliegues más prosaicos de la condición humana lo sabe todo. Conoce la venalidad y el sectarismo que infectan el mundillo cultural, esa nueva cofradía de la pirueta a la que somete fácilmente con pólvora del rey sin dejar de despreciarla. Él les echa las migajas del presupuesto, les da a oler un calcetín atribuido a la derecha e inaugura una cacería perfectamente sincronizada. ¡Ni los militantes de carné lloraron tanto como Almodóvar cuando los cinco días de reflexión! Por eso los poetas, los novelistas y los cineastas le interesan mucho más que la poesía, la narrativa o el cine. Un poeta puede ser colocado en el Instituto Cervantes, una novelista difunta puede renombrar una estación de tren y una gala de cine puede convertirse en un aquelarre ideológico; y a la hora del balance los tres casos habrán servido para que el presidente obtenga réditos políticos. El neroniano placer de humillar al otro agota toda su sensibilidad estética.
Ábalos no es nombre de poeta
Ricardo
Sin embargo al presidente le preocupa la posteridad. Su legado dudoso le quitó el sueño desde el principio, según confesó a Máximo Huerta mientras lo echaba. Haber movido de gusanera el esqueleto de Franco le garantiza espacio en los anales, aseguró una vez. Pero a veces tiene dudas. ¿Y si los españoles del mañana no reciben un retrato fidedigno de su persona? ¿Será el momento de llamar a Irene Lozano y encargarle el cierre de la trilogía?
En tales consideraciones anda absorto Pedro mientras pasea por la playa privada de La Mareta, la vista perdida en la hermosa puesta de sol que incendia el mar de Lanzarote, cuando nota que le vibra el pantalón. Saca el móvil. Es un número oculto. La súbita ilusión de que el Partido Demócrata quiera pedirle consejo para reorientar la recta final de la campaña le persuade de descolgar. Pero la voz que oye carece de acento yanqui. Suena más bien aguardentosa, y siniestramente familiar.
- Pedro, soy yo.
- Quién eres. Ahora no caigo.
- Me conoces muy bien.
- Si eres José Luis Ábalos Meco, dame una sola razón para no colgarte ahora mismo.
- Ya que te pones así te la doy: el horizonte judicial de tu mujer.
- Voy a colgarte ahora mismo, traidor.
- No sería inteligente, Pedro. Si me cuelgas ya no te llamaré más. Y dentro de un tiempo serás tú el que quiera llamarme y seré yo el que no conteste.
- ¿Me estás chantajeando?
- Exactamente. Ya sabes lo que quiero. Llevo meses enviándote emisarios, avisándote de que este momento llegaría. Y no es que no pueda contener más a Koldo: es que ya no quiero hacerlo. Ya sabes lo que sabemos y lo que podemos declarar.
- Qué quieres.
- Quiero la restitución de mi imagen pública. Así no puedo seguir. Tengo familia y me habéis convertido en un apestado. Fuera de la política no puedo ganarme ya la vida. Nadie me contratará, los bancos no me avalarán, voy a una ruina segura. Quiero el reingreso en el partido al que he dado mi vida. Quiero que tú, que me debes el puesto, me devuelvas la dignidad. Arréglalo con Santos y fijemos un calendario para mi reincorporación gradual. Necesito estar en las listas del PSOE para las próximas elecciones generales. Y los dos sabemos que pueden precipitarse en cualquier momento.
- Dices que sabes cosas de mi matrimonio. Bien. Pero yo sé más cosas del tuyo. O de los tuyos. Y de lo que no son precisamente matrimonios.
- No vayas por ahí. Es inútil: ya nada tengo que perder comparado con lo que vais a perder Begoña y tú.
- José Luis, esto no es justo.
- Estoy completamente de acuerdo. Tampoco para mí.
- Dame tiempo. Necesito pensar. Hay que preparar el relato para los medios y...
- El relato te lo hago yo, no te preocupes. Ya te hice uno que funcionó muy bien, ¿recuerdas? El de la voz de la militancia frente al aparato. O aquel otro de la regeneración contra la derecha corrupta para la moción. Espero que no te hayas olvidado.
- Pero justifiqué tu expulsión alegando que el PSOE no es como el PP. Nosotros actuamos rápido y cortamos de raíz los comportamientos que...
- Va, Pedro, que soy yo. Que no estás hablando con uno de tus periodistas. Que acabas de lavarle el culo a Griñán, a Chaves, a Magdalena, a los consejeros. Que aún circulan los vídeos de lo que tú y yo dijimos de Bildu y de la amnistía. Que llevas meses montando el gran circo por Bego. Esto no es nada.
- Santos te llamará.
- Eso espero.
El presidente cuelga y levanta la vista de la arena. El sol ya se ha puesto. Verdaderamente, piensa apretando la mandíbula, no hay lugar para la poesía en este oficio.
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