20 dic 2025

La película que temía ver/ Masha Gessen

 La película que temía ver/ Masha Gessen 

The New York Times,  Sábado, 20/Dic/2025 

Imagen de Yara Nardi/Reuters

Tenía miedo de ver La voz de Hind Rajab. Sabía que la película se basa en las grabaciones de una niña gazatí de 5 años, atrapada en un coche con los cadáveres de sus familiares, hablando con los equipos de rescate. Sabía que la niña —Hind Rajab— también murió. Y sabía que la película había sido realizada por Kaouther Ben Hania, la directora tunecina que ha inventado formas de mezclar el cine documental y el de ficción que hacen imposible apartar la mirada.

La película no tiene suspenso, en el sentido de que sabes cómo acaba la historia. Y es inquietantemente amable con el espectador, que nunca tiene que ver a la niña atrapada en el coche, a la niña aterrorizada de que la maten, a la niña moribunda. Todo lo que ves son los trabajadores del centro de rescate en su oficina de Ramala (en realidad, la película se rodó en un plató de Túnez): computadoras, mamparas de cristal, una vista elevada pero estéril del cielo. Su tarea es coordinarse: conseguir autorización para que una ambulancia de Gaza recoja a la niña. La ambulancia tarda ocho minutos en llegar, pero el vehículo no puede ponerse en marcha hasta que se aprueben su misión y su ruta; nunca sabemos exactamente quién lo ha hecho. Al final, como sabía al entrar, la ambulancia sería bombardeada por las fuerzas israelíes y todos morirían.

De lo que no me di cuenta cuando me resistía a ver la película fue de que esas muertes no eran el tema principal. El tema de la película es el daño moral infligido a las personas que se vieron implicadas en esas muertes, incluso cuando intentaron evitarlas. Si lo hubiera sabido, habría tenido aún más miedo de ver La voz de Hind Rajab, porque este tema nos toca aún más de cerca.

La palabra más importante de esta película es “coordinación”. Esta palabra se susurra y se grita, se pronuncia con necesidad desesperada, se grita con desdén y se invoca como si fuera un conjuro.

La coordinación es el proceso implementado por los socorristas para organizar una ruta segura para una ambulancia. En un momento dado, Mahdi, uno de los cuatro personajes centrales de la película, explica el proceso: llama a la Cruz Roja en Jerusalén; la Cruz Roja llama a una unidad del Ministerio de Defensa israelí llamada COGAT, que significa Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios; la COGAT y los soldados en el terreno acuerdan una ruta, que se comunica a la Cruz Roja, que la envía a Mahdi, quien dijo: “Pero recibir la ruta no significa que tengamos luz verde. La luz verde para desplegar la ambulancia es otro paso de la A a la Z. Tengo que seguir este procedimiento al pie de la letra, porque si no lo hacemos, podrían dispararle a nuestra ambulancia y decir que es culpa nuestra”.

Es un proceso largo y, como todo proceso burocrático, sobre todo consiste en esperar. Omar, otro socorrista, que ha hablado directamente con Hind, considera intolerable la espera. Quiere evitar la coordinación y enviar la ambulancia directamente. Pero Mahdi no puede arriesgar la vida de los socorristas que están en el terreno.

La palabra “coordinación” me llamó la atención porque esta palabra —Gleichschaltung en alemán— tenía un significado especial en la Alemania de los años treinta. Se utilizaba para describir el proceso de alineación de personas e instituciones: universidades que adoptaban políticas nazis, destacados empresarios y académicos que juraban lealtad a Hitler o llevaban símbolos nazis. Algunas personas se “coordinaban” porque creían en el proyecto nazi, otras se coordinaban porque pensaban que eso haría avanzar sus carreras o les reportaría ganancias a sus empresas, y otras se coordinaban porque sentían que no tenían elección.

(Ben Hania, la directora, me dijo por correo electrónico que no era consciente de esa resonancia. “En la película, el término ‘coordinación’ es la traducción directa” de la palabra árabe “tanseeq”, escribió. “Cualquier parecido con otros usos históricos del término es pura coincidencia y no formaba parte de mi intención o referencia al hacer la película”).

La gente de esta película no tiene más remedio que coordinarse, pero sus relaciones con la coordinación son diferentes. Mahdi parece entender que su deber es seguir las normas, porque eso mantendrá con vida al máximo número de personas. Omar se ve a sí mismo y a sus colegas como cómplices de infligir miedo, lesiones y, en última instancia, la muerte a la niña. Mahdi señala fotografías de socorristas gazatíes que han muerto: está luchando por proteger a los que quedan. Omar le grita. “¿Cómo puedes coordinarte con el ejército que los ha matado a ellos y a toda esa gente?”, le pregunta. Al final, llegan a las manos. Omar maldice sobre las luces verdes y la coordinación, y grita: “Por culpa de gente como tú hemos sido ocupados”.

Hace un par de años, pasé varios meses informando sobre una red clandestina de voluntarios rusos que hacían un trabajo similar, sacando a la gente de las zonas ocupadas o asediadas de Ucrania. Las personas que entrevisté se oponían a la guerra, pero su trabajo implicaba una serie aparentemente interminable de compromisos, grandes y pequeños. Los casos más difíciles —personas muy enfermas o ancianas que necesitaban ser evacuadas en ambulancia, por ejemplo— exigían que los voluntarios trabajaran con el ejército ruso, el mismo ejército que estaba reduciendo a escombros las ciudades ucranianas, escombros donde había que rescatar a la gente. Me contaron que a veces, tras rescatar a las personas, los medios de propaganda rusos las utilizaban para ilustrar la supuesta crueldad de los ucranianos y la humanidad del Estado ruso. Los voluntarios continuaron su trabajo, con gran riesgo personal, porque habían decidido que les importaba más salvar vidas que ser utilizados por la maquinaria propagandística.

En un momento de La voz de Hind Rajab, Omar propone que el ministerio de Salud palestino llame a los militares israelíes para proponerles que rescaten a Hind y la usen con fines propagandísticos. Los presentes parecen atónitos ante la sugerencia. Puede sonar brillante, pero no funcionaría. En el aire flota un entendimiento tácito: los medios de comunicación israelíes han deshumanizado tanto a los palestinos que es inimaginable que incluso una niña de 5 años pueda ser vista como otra cosa que no sea el enemigo.

Al final, hay una ruta aprobada, pero todavía no hay “luz verde”. La niña, por supuesto, no puede entender cómo es que los adultos no la ayudan. Una de las socorristas, Rana, intenta explicarle que los socorristas son como una gran familia, y que “mis hermanos y hermanas de la Media Luna Roja se están coordinando”, y añade: “Te juro que hacemos lo que podemos”.

Repite: “Tenemos que coordinarnos para llegar”. Han pasado más de dos horas.

Una de las últimas veces que oímos la palabra, es la madre de Hind quien habla. La han conectado para que pueda hablar con su hija. Quiere saber si el equipo se ha coordinado. Los socorristas le aseguran que sí.

Estaban a unos 60 metros de Hind cuando bombardearon la ambulancia. Vivió al menos una hora después.

La voz de Hind Rajab se estrenó en el Festival de Cine de Venecia en septiembre y se llevó el Gran Premio del Jurado, el segundo galardón más importante. Pocos días después, se proyectó con gran éxito en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Distribuidoras estadounidenses de alto nivel acudieron a la llamada. Pero entonces, según me contaron las productoras Odessa Rae y Elizabeth Woodward, las empresas se fueron retirando una a una. Al final, Woodward, que tiene una pequeña distribuidora, organizó algo parecido a la autodistribución. La película se estrena en Nueva York y Los Ángeles el miércoles. En otras partes del mundo, esta película, preseleccionada para el Oscar a la mejor película extranjera, tiene grandes distribuidores, pero no en Estados Unidos ni en Israel. Eso también es una especie de coordinación.

Masha Gessen es columnista de Opinión del Times. Ganó un premio George Polk por sus artículos de opinión en 2024. Ha escrito 11 libros, entre ellos The Future Is History: How Totalitarianism Reclaimed Russia, que ganó el National Book Award en 2017.

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