8 feb 2010

López Doriga

Columna Estríctamente personal/Raymundo Riva Palacio
El Golfo, 6/02/2010 |
El “teacher”
Es la cara de la televisión de las noticias, quien informa y regaña, quien fustiga y a veces hasta pontifica. Como conductor del noticiario más importante de la televisión mexicana es de manera automática, como antes lo fue Jacobo Zabludowsky, el periodista más influyente en México.
Todos lo conocen como “el Teacher”. Es la cara de la televisión de las noticias, quien informa y regaña, quien fustiga y a veces hasta pontifica. Como conductor del noticiario más importante de la televisión mexicana es de manera automática, como antes lo fue Jacobo Zabludowsky, el periodista más influyente en México. Pero así como los poderosos le rinden tributo, la gente, las audiencias, los consumidores de información, ven a Joaquín López Dóriga de diferente manera. Como en los últimos días, donde las capas más ilustradas de la sociedad, lo agarraron como pato al tiro al blanco por haber minimizado en su noticiario la información sobre la matanza de 16 personas, varios de ellos menores, en Ciudad Juárez.
Visto en un primer plano, ese grupo de la sociedad, que tiene acceso a medios y tribunas incluso, tiene toda la razón. López Dóriga, quien como durante toda su carrera se levanta las mangas para trabajar él mismo los contenidos –a diferencia de muchos otros grandes estrellas de la información en televisión que difícilmente pueden sostener una conversación prolongada o improvisar-, fue el autor material de que ese lunes en el que el país se sacudía por la matanza, colocara en lo alto de la jerarquía periodística el frío y la secuela del caso de Salvador Cabañas, el futbolista del América que sufrió un atentado días antes. Pero visto en un segundo plano, hay matices importantes que se soslayan.
La furia contra López Dóriga circuló viralmente en las redes sociales, trascendió a la prensa, y contaminó a la radio. Todo se enfocó en López Dóriga, adjudicándole una responsabilidad por encima de sus responsabilidades. Lo maltrataron, lo denostaron. Incluso lo insultaron. Él debería de estar acostumbrado, después de casi cuatro años que no lo dejan en paz. Vive una relación patológica con la audiencia, que expresa tanto repudio contra él como enorme es la resistencia de quien lo ve y escucha a ejercer su derecho de zapping y cambiar de canal. Le critican fuertemente que tenga dos voces con la misma cara: la de El Noticiero, a veces cortesano, y la de su noticiario en Radio Fórmula, al mediodía, donde es crítico, justiciero, predicador y, sobretodo, periodista.
López Dóriga no es un improvisado. Es hijo de la generación del 68, de donde viene su apodo y se le dice con cierta reverencia. En aquellos 60´s, cuando el lenguaje popular incluía el prefijo “maestro”, él, que siempre quiso diferenciarse, prefería decir “teacher”, no sin cierto snobismo de la época. Pero ese “teacher” nunca dejó de entender de lo que se trataba la profesión. Venía de una familia acomodada, lo que no le impidió una vez meterse caminando en la sierra michoacana echando a perder su fino traje y elegantes zapatos hasta donde se encontraban los restos de un avión que había caído con decenas de pasajeros, como lo hacen los verdaderos periodistas.
Estuvo en Vietnam, cuando Saigón era de día norteamericano y de noche era propiedad del Vietcong, transmitiendo mientras bombardeaban objetivos a sus espaldas, y caminó entre tiros la larga lucha en Irlanda del Norte, en aquellos tiempos donde la información y no los llantos frente a la cámara, eran los parámetros del periodismo televisivo mexicano. Reportero siempre, era de los que aún después de haber construido un nombre, esperaban en una banqueta bajo la lluvia a mandatarios para arrancarles una información, mientras sus colegas preferían la juerga.
Entonces, si López Dóriga tiene una de las mejores formaciones profesionales de los periodistas mexicanos que se encuentran en activo, si conoce las profundidades de la profesión, sus bondades y sus lagunas, ¿se puede entender un descuido en la jearaquización de la información aquél lunes después de la matanza que tanto le ha costado en imagen en los últimos días? A un zorro de la información, ¿se le escapa una liebre de manera tan clara? Por supuesto que no. Las críticas a López Dóriga han sido justas, pero a la vez injustas. A él le toca una parte, pero no el todo. López Dóriga tiene un compromiso con la información, pero la política editorial de Televisa no la establece él. En este punto es donde la crítica ha sido deficiente e insuficiente.
La pregunta sería ¿por qué Televisa decidió que la matanza en Ciudad Juárez no era un asunto tan importante como para encabezar El Noticiario? Un argumento puede ser que el frío que cubría el país afectaba a un mayor número de personas en su vida cotidiana. Cuando se piensa que la información más importante es aquella que afecta al mayor número de personas, la selección del material climatológico parece apropiada. Pero cuando un noticiario lleva largo tiempo utilizando su primera media hora fundamentalmente para noticias policiales, y tiene una semana encima del gobierno del Distrito Federal por el atentado a Cabañas, los cuestionamientos de la audiencia cobran otro sentido.
López Dóriga decide cada día el orden de sus contenidos, pero no gobierna una república televisiva independiente. Tiene jefes, editoriales, políticos y comerciales. Es la cara más visible de la maquinaria de información de Televisa, una empresa diversificada en el entretenimiento que tiene en el Club América uno de sus grandes activos. Cabañas era para Televisa su agenda; los muchachos de Ciudad Juárez, no. De hecho, ese día, para quienes dirigen los periódicos de la ciudad de México, tampoco lo fue. El lunes, ni Reforma, ni El Universal, ni La Jornada, ni Milenio, le dieron su titular principal, sino uno secundario. Sólo Excélsior le dio esa jerarquía. La radio fue la que comenzó la ola de indignación, que se trasladó a un ajuste de cuestas públicos contra López Dóriga, soslayando por completo a la prensa política.
Criticar a López Dóriga sin tomar en cuenta ninguna otra consideración, es muy reduccionista. ¿Nos gustó a muchos la jerarquización? Tampoco. Pero visto fríamente, “el Teacher” sólo fue un mensajero de los intereses de una empresa que no es suya, como hizo el resto de los medios ese día. No hay nada extraordinario en que eso suceda, salvo que quienes consumimos información no hagamos nada extraordinario para que cambien las cosas. Gritar, ya lo vimos, no es suficiente. Y gritar contra uno en la parvada, pues menos.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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