23 mar 2010

¿Quién pierde la guerra contra e narco?

Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
El Universal, 23 de marzo de 2010
¿Quién pierde la guerra?
Están solos marinos y militares. Van contra un estado corrupto
El lugar común dice que “Calderón” pierde la guerra contra el narco y el crimen organizado. Y todo aquel que piense distinto, que argumente en sentido opuesto o que aporte elementos contrarios, transita el camino de lo “políticamente incorrecto”. Vive en el error.
Aún así, aquí sostenemos que es un mito la disyuntiva de “ganador o perdedor” —simplificación a la que se quiere llevar el papel del Estado—, en una guerra como la que libra el gobierno federal contra las bandas del crimen organizado y el narcotráfico. ¿Por qué es un mito?
Porque se trata de una guerra en la que —en rigor—, sólo participa el Presidente y las instituciones castrenses —Sedena y Marina—, y porque han dejado solo a Felipe Calderón no sólo buena parte de su gabinete, sino dos de los Tres Poderes de la Unión —el Legislativo y el Judicial—, y dos de los tres órdenes de gobiernos; el municipal y el estatal.
Pero además, en la guerra contra el narco y el crimen también han dejado solo al Presidente sectores empresariales bien identificados —como los banqueros e inversionistas, distribuidores de autos y otros—, comisiones de derechos humanos estatales y la nacional, y hasta jerarquías de cultos, como la iglesia católica. Entre muchos otros como los partidos políticos, algunos medios que apuestan al fracaso de Calderón. ¿Por qué han dejado solo al gobierno?
Todos saben que salvo excepciones, los gobiernos municipales y estatales de todo el país no sólo se hacen de la vista gorda en el combate al narco y a los criminales organizados, sino que poco o nada hacen para impedir y sancionar la complicidad de policías con los cárteles. En muchos estados, los militares y marinos persiguen a los criminales prácticamente a escondidas de los gobiernos municipales y estatales; de sus policías. ¿Por qué? Por la complicidad de esos gobiernos y sus policías.
El mejor ejemplo lo vimos apenas el pasado fin de semana en Nuevo León, en donde policías de Monterrey y municipios conurbados facilitaron la instalación de medio centenar de bloqueos carreteros por parte del narco, además de la huida de presuntos sicarios. Es decir, los militares y marinos enfrentaron a los criminales, pero también a los policías. Pero no fue todo.
Resulta que por omisión, ineptitud o colusión, tanto el alcalde de Monterrey como el gobernador de Nuevo León se conformaron con sólo despedir a los policías comprados por el narco, en lugar de procesarlos, someterlos a juicio y castigar su traición. Y seguramente al día siguiente de su despido como policías, estarán al servicio de su mismo patrón; el narco. Y si hay dudas, también en Nuevo León se gestó un nuevo escándalo cuando apareció muerto un hombre, presunto narco que la Marina había trasladado al hospital universitario de Nuevo León. Hoy se sabe que el detenido fue entregado al jefe de la policía local. ¿Y luego?
Todos conocen la corrupción del Poder Judicial. Que muchos narcos son liberados a causa de esa corrupción. Además de la corrupción y la incapacidad de PGR, en donde policías y agentes del MP tampoco cumplen su trabajo. ¿Y el Poder Legislativo? Sigue parada la reforma para dar facultades a la Sedena y la Marina, en la lucha contra el narcotráfico, en tanto que nadie hizo caso a repetidas propuestas para contar con una policía nacional, alejada de la corrupción municipal y estatal.
Los congresos locales son verdaderas joyas de corrupción. El caso emblema es el del presidente del Congreso de Baja California, Víctor González Ortega, detenido en completo estado de ebriedad y cargado de cocaína, a quien solaparon desde el gobernador panista, el propio Congreso y el municipio de Mexicali. Existen indicios de que González Ortega sostiene presuntos vínculos con el narco. Aún así, el diputado pidió licencia temporal, el Congreso la aceptó, y nadie ejerció acción penal en su contra. Y todos los solapadores son panistas.
En Nuevo León, Sinaloa y otras entidades, son frecuentes los robos a agencias distribuidoras de camionetas. Otros negocios de ese ramo han sido quemados en Mazatlán y otras ciudades. ¿Por qué ese fenómeno? Porque durante años, los narcos compraron autos y camionetas de reconocidas marcas. Pero en tiempos de crisis, los concesionarios se negaron a “colaborar”. Entonces les robaron y quemaron sus negocios. Y cuando esto ocurrió, pegaron de gritos, pero nunca dijeron nada cuando vendieron sin factura y al contado. ¿Cuántos bancos, y cuáles llevan las cuentas de los narcos? Es un negocio que todos conocen, pero también todos callan.
Y la perla mayor. El nuevo presidente de la CNDH, Raúl Plascencia, pide “planeación y estrategia” en las emboscadas de narcos a militares y marinos. De risa. Mientras los narcos no respetan nada, tienen de su lado el anonimato, la sorpresa y todo tipo de armas, el ombudsman pide que a los únicos que enfrentan al crimen, “planeación y estrategia”. La estupidez.
¿Quién pierde?

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