Tal
como es.../ ANABEL HERNÁNDEZ
Revista
Proceso # 1948, 1 de marzo de 2014;
Cómo
es El Chapo Guzmán, cómo reacciona, cómo negocia, de qué manera deja ver sus
sentimientos, qué piensa de su familia, a quién odia, qué le preocupa… En
exclusiva para Proceso, dos estadunidenses que se reunieron con el capo en
1998, cuando ellos eran agentes de la DEA y él estaba preso en el penal federal
de Puente Grande, revelan detalles de la personalidad del capo, al que de
entrada consideran carismático y manipulador.
Impresionante,
inteligente, carismático y manipulador les pareció El Chapo Guzmán al hoy
exjefe de inteligencia de la DEA en México, Larry Villalobos, y a quien fue
supervisor de operaciones de la agencia, Joe Bond.
Ellos
lo conocen muy bien porque han sido testigos de la historia reciente del
narcotráfico en México y estudiaron durante años al Cártel de Sinaloa.
Entrevistados en Estados Unidos, revelan en exclusiva para Proceso los
pormenores de un encuentro que sostuvieron con Guzmán Loera en la prisión de
máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, en octubre de 1998, y que hasta
ahora mantuvieron en secreto.
Ambos
agentes permanecieron en México entre 1997 y 2003. Tienen información fresca
porque Villalobos se jubiló de la agencia antidrogas apenas en 2012 y Bond al
año siguiente. Entre sus últimos cargos, el primero fue jefe de Inteligencia
del EPIC (Centro de Inteligencia de El Paso, por sus siglas en inglés),
mientras que Bond fue coordinador de los agentes de la Oficina de Operaciones Internacionales.
Por
sus posiciones en México, los agentes obtuvieron información de la “fuga” de
Guzmán Loera en enero de 2001, lograda según ellos gracias a la complicidad de
funcionarios del gobierno de Vicente Fox, más allá del personal del reclusorio.
A
partir del relato de los agentes retirados de la DEA puede echarse un vistazo a
la personalidad, los odios y los miedos de Guzmán Loera, considerado el
narcotraficante más poderoso del mundo por el gobierno de Estados Unidos y a
quien el gobierno mexicano dice haber capturado sin un solo disparo.
El
contacto
Contra
lo que pudiera pensarse, fue El Chapo quien contactó a la DEA cuando estaba
recluido en Puente Grande. “En ese tiempo –recuerda Villalobos– estaba yo en la
embajada de Estados Unidos en México, trabajando con la DEA, y llegó una gente
del Chapo a traernos el recado de que él quería verse con la agencia para
hablar de los Arellano Félix. Quería entregarlos”.
En
aquel tiempo los hermanos Arellano Félix encabezaban el Cártel de Tijuana y,
según la versión del gobierno federal, ellos iniciaron la balacera del 24 de
mayo de 1993 en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara, con el fin de
ejecutar a Guzmán Loera, pero mataron al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
“No
es que el gobierno de Estados Unidos pueda entrar en ese asunto. Nosotros
trabajábamos de cerca con el gobierno de México, era la administración de
Ernesto Zedillo. Teníamos contacto con Mariano Herrán Salvatti y trabajábamos
también con José Luis Santiago Vasconcelos. Les dijimos que había llegado un
tipo que decía hablar por El Chapo y que él quería vernos. Hablamos con la
gente de la DEA, con Washington. Yo sabía que la fuente era una persona muy
cercana al Chapo”, cuenta el exagente Villalobos.
Y
aclara: “Nosotros somos representantes del gobierno de Estados Unidos en
México, no íbamos a dañar un caso; teníamos que confirmar y coordinar todo con
el Departamento de Justicia. Como no trabajamos solos, teníamos que ir con el
gobierno de México”.
Como
los Arellano Félix eran un blanco prioritario, Washington dio el visto bueno
para que Villalobos y Bond se reunieran con Guzmán Loera. El consentimiento del
gobierno mexicano demoró más.
Pasaron
meses, hasta que un día la PGR les dio permiso de visitar al ya famoso
narcotraficante. Les dijeron que los acompañaría José Patiño Moreno, agente del
Ministerio Público de la fiscalía antinarcóticos de la PGR, quien fue asesinado
posteriormente en Baja California.
Los
agentes de la DEA entraron al penal simulando que eran psicólogos contratados
por el gobierno de México para hacer un estudio sobre los presos de alto nivel,
a fin de comprobar si el penal respetaba los derechos humanos. El gobierno de
Zedillo les facilitó los documentos para acreditarse.
A
decir de Villalobos, “El Chapo no sabía que íbamos a ir. Le habíamos dicho a su
enviado: ‘Si llega el día que vamos a ver al Chapo, nada más dile que nos vamos
a presentar como Tito, en ese momento él va a saber que somos nosotros’.”
Cuando
entraron a la prisión, el personal los condujo a la enfermería y los hizo
esperar en una sala grande con sillas. La ventana daba a los cerros. Entonces
entró El Chapo.
–¿Cuál
fue su primera impresión –plantea la reportera a Villalobos, en aquel entonces
jefe de inteligencia de la DEA en México.
–Se
veía increíble, joven, en muy buena forma, delgado. Como que estaba comiendo y
descansando bien.
Los
dos entrevistados continúan con la narración.
Joe
Bond se presentó con la clave acordada: “Buenas tardes, soy Tito”. Guzmán Loera
palideció. Enseguida, con reservas, preguntó: “¿Los tres?”, y se tiró en el
piso como para hacer lagartijas, pero se asomó por abajo de la puerta por si
había alguien escuchando. “Quería estar seguro que nadie más que nosotros iba a
oír lo que nos iba a decir”, opina Bond.
Patiño
Moreno intervino: “¿Sabes por qué estamos aquí?”. A lo que el reo contestó: “Me
dijeron que me iban a hacer un estudio psicológico, pero ya sé quiénes son
ustedes. ¿Todos son de la misma agencia?”.
Le
tocó a Bond aclararle: “No, sólo yo y Larry somos de Tito. Pepe es del gobierno
de México. Tenemos toda la confianza en él, así que puedes hablar de lo que tú
quieras”.
El
Chapo ya no se contuvo. Comenzó a decir cosas en una retahíla incomprensible,
escupiendo cinco años de odio acumulado.
–Chapo…
¿Te digo Chapo o Joaquín? –lo interrumpió Villalobos.
–Como
quieras…
–Chapo,
calmado, déjanos a nosotros hacer las preguntas y así vamos a llegar a lo que
tienes que decir. ¿Está bien?
–Está
bien, de todo corazón les voy a decir la verdad.
El
origen del imperio
De
pie y con la vista en el horizonte, a través de la ventana, Guzmán Loera dijo
con determinación: “No voy a volver aquí. Me mato o me matan antes de que me
entregue al gobierno”.
No
obstante, llevaba cinco años en la prisión y ya tenía en su nómina a muchos
funcionarios del penal.
Villalobos
y Bond lo miraban asombrados. El primero llevaba años estudiándolo, desde antes
de ser enviado a México en 1997, y Bond era su mejor pupilo. Sabían, por
ejemplo, que uno de los primeros puestos relevantes de Guzmán Loera en el
crimen fue el de capataz en el rancho El Búfalo, en Chihuahua, propiedad del
capo Rafael Caro Quintero.
Pese
a su aparente entereza, Guzmán Loera se quejaba:
–No
salgo de aquí, no veo a mi familia ni a mis hijos. No quiero que ellos vengan
aquí porque los van a matar… No tuve nada que ver con la muerte del cardenal
(Posadas Ocampo); yo fui el blanco y mira dónde estoy, y aquellos cabrones (los
Arellano Félix) andan bien.
–¿Para
qué quieres hablar con nosotros de los Arellano? Tú eres El Chapo Guzmán.
Cuando quieras puedes matar a estos cabrones. ¿Para qué necesitas que la DEA
los vaya a buscar? Tú puedes matar a cualquier tipo, según lo que dicen todos
–replicó Villalobos.
–No,
no. Lo que no entienden ustedes es que yo ya no tengo gente. La gente que
trabajaba conmigo ya se fue y está trabajando con ellos. Está bien, yo no
espero que se queden conmigo porque tienen que mantener a su familia, pero ya
no tengo gente, no puedo mandar a matarlos ni entregarlos. No tengo ese poder.
–¿Y
El Güero?
–No,
ni yo ni El Güero tenemos gente.
–¿Y
qué quieres de nosotros?
–Vamos
a trabajar juntos –soltó directamente Guzmán Loera.
–Los
(agentes de) Estados Unidos no trabajamos con narcotraficantes. Es más, ¿para
qué vamos a oírte a ti? Si mañana te entrega el gobierno de México, te dan 50 o
60 años con los cargos que tenemos nosotros. ¿Qué vamos a darte? Acabas los 25
años que cumples aquí y te llevan allá para otros 50, así que no vale la pena
ayudarte –le expuso crudamente Villalobos.
Lo
que pretendía El Chapo era negociar con la DEA: él les entregaba a sus
archienemigos los Arellano Félix a cambio de que él no fuera extraditado a
Estados Unidos o le dieran una condena de cinco años.
Les
manifestó también su deseo de que sus hijos más chicos (Joaquín, Édgar, Ovidio
y Grisel), que había procreado con Griselda López, no se metieran a su negocio
ilícito.
–Yo
quiero educar a esos hijos, no los quiero aquí –decía.
“Parecía
que le dolía. Dijo que no quería que esos hijos entraran al negocio; como que
iba a llorar”, recuerda aún sorprendido Villalobos. Sin embargo, el 8 de mayo
de 2008 su hijo Édgar Guzmán López, de 22 años, fue asesinado en el
estacionamiento de un centro comercial en Culiacán, Sinaloa.
Villalobos
y Bond afirman que entre todas sus mujeres, El Chapo prefería a Griselda. Ellos
la conocieron cuando fue a la embajada estadunidense a pedir visas para ella y
sus hijos. La describen como inteligente y afirman que entonces era devota de
su marido, que a su vez le daba toda su confianza.
El
gobierno federal dijo haber encontrado pistas de Guzmán Loera precisamente en
la casa de Griselda López, en Culiacán, días antes de detenerlo.
Según
Villalobos, él tuvo que cortar el arranque sentimental del capo:
–Nosotros
no vamos a hablar de eso. Si nos quieres dar a los Arellano Félix porque los
odias, porque son unos cabrones que están matando en México, está bien, te
ayudamos, pero hacer un trato de que vas a salir en cinco o seis años en
Estados Unidos, no. No estamos para eso.
El
Chapo asintió.
Entonces
sí, continúa Villalobos, “hablamos por tres horas. Hablamos de la historia de
la droga en México, de la gente que él conoció, las reuniones con Miguel Ángel
Félix Gallardo cuando aún estaba libre, qué hacían en Toluca con varios jefes
de la policía”.
El
exdirector de inteligencia del EPIC dice que antes de ir a Puente Grande él y
Bond habían acordado con la embajada de su país que no hablarían con El Chapo
de la corrupción:
“No
íbamos a hablar de cosas del gobierno, a quién le estaba pagando El Chapo… No
era lo que queríamos”, puntualiza Villalobos. Pero el reo sí quería, de forma
que cuando se tocaba el asunto político los agentes de la DEA no lo dejaban
continuar.
“Le
decíamos: platícanos nada más cómo llegaste tú al poder, como llegó esta federación
de las drogas. Hablamos de Amado Carrillo, de toda la gente que conocía. El
Chapo dijo que todos eran una federación, que todos eran un grupo que se la
llevaban bien, que tenían todo arreglado con los estados, con la frontera, con
varias personas que controlaban las áreas fronterizas.”
–Aquí
se respeta –explicó Guzmán Loera–. Ustedes van a creer que no hay nada de
respeto, pero sí lo hay. Entra uno a una plaza, busca quién la controla y le
paga, porque esos tipos tienen que pagar otras cosas. Y si entra otro tipo y no
paga por la droga, por el tiempo y por la gente, entonces hay un ajuste de
cuentas.
Al
igual que El Güero Palma, El Chapo era importante para Félix Gallardo y Caro
Quintero en el Cártel de Guadalajara, comenta Villalobos; “Guzmán se encargaba
de traer toda la mercancía a la frontera y a meterla a Estados Unidos… Los
colombianos le decían El Rápido porque garantizaba que en 48 horas que le
entregaran la mercancía él la entregaba en Estados Unidos; lo que no sabían es
que tenía un túnel en Agua Prieta”, recuerda el agente retirado.
“El
Güero Palma estaba encargado de la seguridad de la mercancía cuando llegaba a
México. Ellos se enteraban cuando llegaba la mercancía y cuando era llevada a
Estados Unidos, quién la controlaba en territorio mexicano, se aseguraban de
que cruzara y a quién se le entregaba”.
–Yo
conozco operaciones suyas, como cuando llegaron afuera de San Luis Potosí –le
comentó Villalobos al Chapo: se refería al manejo de un gran cargamento de
droga.
–Teníamos
buen éxito, ¿no? –se jactó el narcotraficante.
–¡Estaban
perros! –reconoció el entonces jefe de Inteligencia de la DEA–. Tenían muy
buenos eventos, metían mucha droga…
En
la entrevista con Proceso, relata que tras la caída de Félix Gallardo y el
ascenso de Amado Carrillo Fuentes, se unieron a éste El Chapo y El Güero Palma.
“Se
alinearon muy pronto con Amado Carrillo, que los quería mucho. Y ellos querían
mucho a Amado. Se decía que era el Cártel de Juárez, pero Amado Carrillo
controlaba desde Juárez hasta Veracruz”, explica Villalobos.
Agrega
que Guzmán Loera valía mucho en esa organización por su eficiencia y que
incluso en prisión trataba de golpear a sus rivales:
“Acababa
de salir extraditado Juan García Ábrego (1996), aún no entraban Osiel (Cárdenas
Guillén) ni Los Zetas. El pleito de Carrillo y su gente era más con los
Arellano Félix. El Chapo nos quería convencer de que el problema eran ellos.
Quería que ese fuera nuestro blanco. Si quitábamos a los Arellano, decía, ya no
iba a haber violencia.”
–Tú
consíguenos los datos, danos algo que podamos analizar, y a ver qué se puede
hacer –le dijo Villalobos a Guzmán Loera al final de las tres horas de
conversación.
–¿Nos
vamos a ver otra vez? –preguntó el preso.
–Sí,
nos vamos a ver otra vez.
Se
despidieron. De acuerdo con Villalobos, el gobierno de Estados Unidos ordenó
que los dos agentes ya no se reunieran con El Chapo porque le preocupaba que
esos contactos afectaran los casos que estaban armando en su territorio.
Lo
cierto es que los líderes del Cártel de Tijuana fueron cayendo como moscas
desde que Guzmán Loera salió de Puente Grande. En febrero de 2002 fue asesinado
Ramón Arellano Félix en Mazatlán, Sinaloa, se afirma que por órdenes de Ismael
El Mayo Zambada y del Chapo. Curiosamente, Guzmán Loera fue detenido en el
mismo mes, en ese puerto, 12 años después.
En
abril de 2002 fue detenido en Puebla Benjamín Arellano Félix; y en agosto
Francisco Javier Arellano Félix por la marina estadunidense en la costera de
California. Purgó una condena de 15 años en la cárcel y en octubre de 2013 un
sicario disfrazado de payaso lo asesinó en una fiesta infantil en Los Cabos,
Baja California Sur.
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