16 nov 2014

En Cerro Viejo no hubo incineración”

  • Y concluye: “Mi dictamen es que ahí no hubo esa cantidad de incineración de cuerpos. Los residuos hubieran dejado las fibras, y el acero se funde a 2 mil 500 grados centígrados. Sin embargo, según el procurador Murillo Karam, la temperatura era de mil 600. Entonces, ese acero debió estar ahí, cuando llegaron los peritos.

 Revista Proceso 1985, 15 de noviembre de 2014       
 “En Cerro Viejo no hubo incineración”/
PATRICIA DÁVILA
Experto en incendios y explosivos, Alfonso Palacios Blanco afirma: “En Cerro Viejo no hubo incineración o no incineraron la cantidad de cuerpos de la que hablan”. Al igual que los forenses argentinos, una antropóloga de la UNAM y familiares de los normalistas de Ayotzinapa, él descree de la versión del procurador Jesús Murillo Karam y expone las inconsistencias del funcionario. Por la cantidad de cuerpos, insiste, debieron quedar fibras metálicas de los neumáticos que emplearon –entre tres o cuatro por cada normalista–, pero él no las observó en los videos exhibidos por Murillo Karam.
 Alfonso Palacios Blanco, experto en incendios y explosivos, manifiesta sus dudas sobre el calcinamiento de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos la madrugada del 27 de septiembre último, según lo expuso el viernes 7 el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.
 “Mi dictamen es que en Cerro Viejo no hubo incineración o no incineraron la cantidad de cuerpos de la que hablan”, dice Palacios a Proceso.
 Y agrega: “Dice nuestro procurador que los quemaron con llantas, diésel y gasolina a mil 600 grados centígrados de temperatura, pero el acero se funde a 2 mil 500. Por lo tanto, en cantidad considerable, debieron encontrar fibras metálicas de los neumáticos que emplearon, porque para quemar 43 cuerpos debieron utilizar de tres a cuatro neumáticos por persona y una cantidad considerable de gasolina y diésel”.
 A la versión de Palacios se suma la de los peritos argentinos, quienes el miércoles 12 se reunieron con los familiares de los jóvenes desaparecidos. “Ellos –los argentinos, insiste el entrevistado– encontraron huesos humanos más antiguos; además, en Cocula e Iguala la delincuencia ha cavado fosas en las cuales arroja los cuerpos y les prende fuego, pero no los desintegra. Por eso no es congruente lo que dijo el procurador”.

 Lorena Valencia Caballero, antropóloga forense y jefa de la unidad de Investigación de la licenciatura en ciencias forenses de la UNAM, también abona sus dudas. Entrevistada vía telefónica una semana después de la declaración del procurador basada en las declaraciones ministeriales de tres presuntos integrantes de Guerreros Unidos: Patricio Reyes Landa, El Pato, de Jonathan Osorio Gómez, El Jona, y de Agustín García Reyes, El Chereje, comenta que es difícil saber si los cuerpos de los normalistas quedaron carbonizados.
 El viernes 7 Murillo Karam leyó extractos de esas declaraciones, incluso transmitió fragmentos de los videos tomados durante la reconstrucción de hechos, así como imágenes de los lugares donde desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
 Ellos fueron detenidos por policías de Iguala y Cocula, quienes los entregaron a los Guerreros Unidos en el punto conocido como Loma de Coyote. Los integrantes de ese grupo criminal subieron a los detenidos en dos camionetas y los llevaron al basurero municipal de Cocula, ubicado en una barranca, expuso el procurador.
 Según los testimonios de dos de los detenidos, algunos de los normalistas llegaron sin vida y otros iban inconscientes. Los integrantes del grupo criminal comenzaron a preguntarles por qué habían ido a Iguala.
 Poco después privaron de la vida a los sobrevivientes, arrojaron sus cuerpos al fondo del basurero y les prendieron fuego, expusieron los declarantes. Durante horas atizaron la hoguera con diésel, gasolina, llantas, leña, plástico y lo que encontraron en el paraje. El fuego se inició a la medianoche del 26 de septiembre y se prolongó hasta las 14 o 15 horas del día siguiente.
 Según los testimonios dados a conocer por Murillo Karam en su conferencia del viernes 7, debido al calor que desprendía el área, los delincuentes no pudieron manipular los restos de los cuerpos sino hasta cerca de las 17:30 horas.
 Y fueron precisamente esa versión y las imágenes presentadas por el funcionario federal las que ponen en tela de juicio la versión oficial.
 Dudas y falacias
 Alfonso Palacios Blanco insiste: “Hay polémica en ese sentido porque señalan que los restos, incluyendo los dientes, estaban completamente destruidos. Y sí, el cráneo, los dientes y la quijada –que tienen un porcentaje de calcio mucho más elevado que los demás huesos– también pueden destruirse sometiéndolos a una suficiente cantidad de calor”.
 Y explica: “Los detenidos indican que les pusieron llantas… Un neumático se prende y no es fácil apagarlo porque es un polímero muy resistente; es caucho. Se consume hasta que queda la fibra, la cual es un acero más resistente que los plásticos o polímeros que conforman el neumático, sólo que en ninguno de los videos que pasaron (el viernes 7) vi esa fibra, cuando debería estar ahí.”
 Palacios admite que la quema de un neumático produce energía calorífica suficiente para destruir huesos, pero insiste: “Dicen que le aplicaban diésel y gasolina (a la hoguera). Eso combustiona el neumático y la energía y calor generado se puede transmitir al cuerpo de una persona y calcinarla; estoy de acuerdo. Pero rei­tero: no vi residuos de neumáticos en los restos carbonosos que depositaron en las bolsas negras que tiraron al río”.
 Además, la “supuesta” quema no se realizó sobre un basurero, porque lo que se ve en los videos es la tierra y las piedras. “Primero limpiaron la zona”, comenta el especialista.
 Con relación la temperatura derivada del fuego –mil 600 grados, según los testimonios de los detenidos citados por Murillo Karam– en los que presuntamente se calcinaron los normalistas, Palacios comenta: “Que no nos pretendan espantar; ese dato no es relevante”.
 Y pone un ejemplo: “Un soplete para cortar acero nos da 7 mil grados. En una pila –como dicen los sicarios– no se tiene una temperatura concentrada de manera uniforme, sino sólo en donde se quema la llanta. Para calcinar los cuerpos, calculo 2 mil grados porque, se supone, no quedó casi nada de los normalistas”.
Además, cuando Murillo Karam dijo que los dientes se deshacían al tocarlos, “¿cómo un diente hecho polvo resistió en una bolsa de plástico que fue arrojada al río y esperó a ser tocado por el procurador para desintegrarse? ¿En dónde vio eso? Es una falacia”, afirma el especialista.
Para incinerar un cuerpo de manera uniforme en el lugar que señala la PGR, explica, además de aplicar carburantes debe dársele vuelta constantemente para que le entre oxígeno.
En el caso de la hoguera en que supuestamente fueron incinerados los estudiantes, los detenidos declararon que aunque le echaron combustible, la dejaron sola durante un tiempo. Sin embargo, nunca declararon que movieron los cuerpos mientras se quemaban.
–¿Qué cantidad de gasolina, diésel y neumáticos se requirieron para quemar a 43 personas? –se le pregunta a Palacios.
–Tomando en cuenta las característica del cuerpo, creo que tres o cuatro llantas y 25 litros de combustible por persona para que se concentre el calor. Porque, si es una pila –según los testimonios de los sicarios– y está en un espacio abierto, el calor y la energía se disipan. Además, en esos días estuvo lloviendo mucho; eso no facilita la destrucción de los cuerpos. Si esa combustión se hace en un espacio cerrado, es creíble, pero si se esparce al medio ambiente, no es tan simple. ¡Imagínese calcinar por completo 43 cuerpos! Si quemo cinco, puede ser, ¿pero 43? Son demasiados.
Y concluye: “Mi dictamen es que ahí no hubo esa cantidad de incineración de cuerpos. Los residuos hubieran dejado las fibras, y el acero se funde a 2 mil 500 grados centígrados. Sin embargo, según el procurador Murillo Karam, la temperatura era de mil 600. Entonces, ese acero debió estar ahí, cuando llegaron los peritos.
 “Por otro lado, el humo de las llantas y el olor que desprende un cuerpo al quemarse debieron apreciarse en un área de 10 kilómetros a la redonda. Además, el olor debió impregnar el ambiente durante varios días.”
 Otras versiones
 Un perito genetista, quien pide el anonimato, señala: en lo único que tiene razón el procurador es en que el fuego acaba con el ADN que queda en la pulpa de los dientes, en la medula ósea. Eso sí sirve, siempre y cuando no sea alterado un tejido con un ácido o el fuego. Los dientes cocidos por el fuego, insiste, no sirven para estudiarlos.
 Considera que, además de las declaraciones de los supuestos autores materiales de la incineración de los normalistas, existen otras formas que arrojan indicios sobre el recorrido al que éstos fueron sometidos:
 Según él, la PGR se olvidó de informar sobre lo que encontró en diligencias importantes, si es que las realizó, como inspecciones o cateos a los lugares de trabajo y las casas de los policías implicados y a los tres integrantes de Guerreros Unidos detenidos.
 “Ahí tiene que haber algo –insiste–. Muchas veces los victimarios se roban las pertenencias de sus víctimas. El ADN tendría que estar en la ropa de los policías. Es más fácil buscarle por la ropa que por un hueso quemado.
 “También pudieron haber obtenido desprendimiento epitelial. Con la fricción es posible que células epiteliales se queden en la ropa o en la superficie en que te friccionaste de una manera drástica.”
 Si los golpearon, seguro quedó sangre en el piso, en alguna pared, un mueble. Esa sangre puede servir, porque no fue sometida al fuego. En homicidios en que hay forcejeo, explica el genetista, las células epiteliales quedan dispersas. Esto debió hacerlo la PGR. Sin embargo, en las imágenes y la información que presentó Murillo Karam, no se ve que lo hayan hecho.
 “En los asientos y cajas de las patrullas y camionetas en que trasladaron a los estudiantes al basurero, así como el piso de los sitios en que presuntamente los tiraron y luego los quemaron, el personal de la PGR debió tomar muestras con una gasa. Si no se hizo, es probable que haya habido negligencia.”.
 Lorena Valencia Caballero, autora del libro Cadáveres desconocidos –en el que aborda el tema de la identificación de personas por medio de los restos de cráneo y dentadura–, comenta vía telefónica que en incineraciones controladas en crematorios cerrados para un solo cuerpo el proceso puede tardar de dos a cinco horas a una temperatura de entre 600 y 900 grados centígrados.
 Eso depende de la complexión del cuerpo. Si la persona es obsesa o musculosa, la cremación tardaría un poco más, pues el recubrimiento del esqueleto es mayor a la de una persona delgada, dice Valencia, quien en 2011 participó en la excavación e identificación de los restos de Lucio Cabañas al lado de los miembros de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
 Dice que al término del proceso aún quedan algunos fragmentos del esqueleto, cráneo, huesos largos y dientes, los cuales pueden soportar mayores temperaturas y mantener la médula de la cual se pueden tomar las pruebas de ADN y realizar la identificación de la persona.
 “Cuando este proceso se sale de un crematorio, me resulta difícil emitir una opinión porque –dice– deben contemplarse diferentes factores: primero, se trata de un lugar abierto, y segundo, porque no hay experiencias similares.
 “Lo que puedo decirle es que, a los 600 grados centígrados, el diésel puede generar esta combustión, mientras que la gasolina o el gas pueden hacerlo a partir de los 400.”
 Considera insuficiente la información proporcionada por el procurador Murillo Karam: “Estoy esperando que se emita un resultado final. No me atrevería a hacer un juicio de valor porque no he estado en el sitio (el basurero de Cocula). Como antropóloga, necesitaría ver las evidencias para dar una opinión y sólo dispongo de lo que nos dan los medios”.
 El sábado 8, un día después de la conferencia en la que el procurador declaró que todo indicaba que los jóvenes fueron asesinados e incinerados en el basurero municipal de Cocula, Pedro Juárez –familiar de Giovanni o Jhosvani Guerrero de la Cruz–, habló de un recorrido que hizo con los familiares de los otros normalistas por la zona:
 “Hicimos como 25 minutos en vehículo­. Nos dimos cuenta de que el área donde (presuntamente) fueron quemados es un círculo no mayor de cuatro metros de diámetro. En medio encontramos una zanja de unos 50 centímetros de ancho por dos metros de largo y una profundidad de 30 centímetros. La hicieron los forenses para recabar sus evidencias. Encontramos huesos calcinados de animales y algunas camisas seminuevas intactas.
 “No sé cómo se sostiene lo que dice uno de los testigos presentados por el procurador. Él afirma que agarraron los cuerpos de pies y manos y desde arriba –una altura de 70 metros aproximadamente– los aventaron hacia abajo, el lugar en que supuestamente los quemaron. Eso no es creíble por dos cosas: primero, para descender, tuvimos que deslizarnos, y, segundo, porque hay contradicciones.
 “(Los testigos) dicen que emplearon llantas. Pero (en el fondo del basurero) encontramos sólo alambres de lo que puede ser una llanta, incluso entre lo que dejaron hay latas de aluminio que todavía tenían la etiqueta intacta; además, cerca hay basura muy podrida que no puede prenderse.
 “Un vecino de Cocula nos dijo que no era lógico lo que declaró el procurador, porque antes de que estuviera ese cártel (Guerreros Unidos) estuvo otro que agarraba gente y la iba a quemar ahí. Por todo eso nos dimos cuenta de que no es el tiempo ni la forma en que afirma la procuraduría que desaparecieron a nuestros jóvenes.”
 Por otra parte, prosigue Juárez, la forma en que los tiraron es contradictoria. El lugar en que los bajaron de las camionetas está a 70 metros de altura y forma un ángulo obtuso con el lugar en que les prendieron fuego. Entonces, si se avienta un cuerpo desde esa altura, es imposible que llegue hasta el fondo, cuando mucho llega a 20 metros porque el terreno “no está a plomo”; es una ladera.
 Y reitera: “Para nosotros no es cierto lo que dicen los testigos. Los peritos argentinos nos comentaron –el miércoles 12– que las cosas no son congruentes con lo que informó la procuraduría porque ellos encontraron huesos humanos que tienen más tiempo”.
 Para los argentinos, dice Juárez, la versión que manejó la PGR sobre la desaparición de los 43 normalistas difiere del modus operandi de las bandas criminales en Guerrero. Ellos suelen cavar fosas y arrojar ahí los cuerpos para luego prenderles fuego y finalmente enterrarlos. Algo totalmente diferente a lo que, según Murillo Karam, hicieron ahora.
 Los peritos argentinos van a continuar sus pesquisas para identificar a las víctimas, están a la espera de los resultados de estudios del ADN del laboratorio de Austria.
 “Hasta donde nos han informado, dice, en ese laboratorio se realizan estudios más exactos. Tenemos confianza en ellos. El equipo argentino nos comentó que la PGR no quería que se llevaran los huesos a Austria, querían que se quedaran aquí, pero nosotros, las familias, no quisimos, porque el gobierno siempre ha tratado de desviarnos.
 “Lo cierto es que la PGR se había opuesto a que se llevaran los restos a otro país”, afirma Juárez (Con información de José Gil Olmos).


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