Lo que debe hacer la UE, ahora/ Anders Åslund is a senior fellow at the Atlantic Council in Washington, DC, and the author, most recently, of Ukraine: What Went Wrong and How to Fix It.
Traducción del inglés de Rocío L. Barrientos.
Project
Syndicate, 27 de junio de 2016
La
votación brexit del Reino Unido es, sin duda, el mayor desastre que ha golpeado
a la Unión Europea. Ahora, la UE debe actuar con rapidez si desea sobrevivir –
además, sin relegar la tarea de dar fin al caos posterior al referéndum que se
suscitó en los mercados.
David
Cameron, el primer ministro británico,
después de haber perdido el referéndum, hizo lo obvio al presentar su
renuncia. Sin embargo, el otro perdedor es la Comisión Europea, cuyo
presidente, Jean-Claude Juncker, hizo poco por cambiar el resultado de la
votación brexit. Este puesto no había sido ocupado por un líder que tuviese
algo de visión o influencia política desde que fue ocupado por Jacques Delors,
presidente de la Comisión durante el período de los años 1985 al 1995. Juncker,
al igual que Cameron, debe aceptar la responsabilidad que tiene y renunciar. La
UE nuevamente necesita un líder fuerte. Hay muchos buenos candidatos, pero
personalmente recomiendo al ex primer ministro de Suecia Carl Bildt.
Antes
de que se asiente el polvo levantado de manera posterior al referéndum, la UE
debería establecer un ultimátum con principios claros y onerosos para la salida
del Reino Unido – deberán ser principios claros para minimizar el costo, y
severos para disuadir a los populistas en otros Estados miembros que desean
convocar, también, a referéndums de
salida. Con sensatez, los líderes de la Comisión Europea ya han avanzado en
esta dirección anulando las concesiones hechas por la UE en favor del Reino
Unido en el mes de febrero y declarando que no “habrá una renegociación”.
El
Consejo Europeo, por su parte, ya ha solicitado una cumbre inmediata. Después
de fracasar durante seis años en lo que se refiere a resolver la crisis
financiera griega, la UE finalmente parece entender que su supervivencia
depende de una acción rápida y decidida.
Sin
embargo, la UE debe ir más allá de sólo realizar el control de daños causados
por el brexit. Durante las últimas cuatro décadas, el problema fundamental de
Europa ha sido que este continente ha mostrado complacencia frente al bajo
crecimiento económico, mismo que ha sido causado por regulaciones e impuestos
excesivos. Europa no puede permitirse esa paralización. Tiene que empezar,
ahora, a llevar a cabo reformas fundamentales: cortar los beneficios sociales
injustificados; liberalizar los servicios, los mercados laborales y los mercados
digitales; reducir los impuestos laborales; desregular la industria; mejorar la
educación; y, promover la investigación y el desarrollo.
Las
normas actuales de la UE son claras al estipular las responsabilidades de las
instituciones de la UE y de los gobiernos nacionales, respectivamente. El
problema es que la mayoría de los gobiernos europeos (especialmente los
gobiernos conservadores británicos) tienden a usar a la UE como chivo
expiatorio para ocultar su propia miopía política. No es de extrañar que la UE
se haya tornado tan impopular. Teniendo en cuenta que ya recibe la culpa, ahora
la Comisión Europea debe conceder el poder para actuar políticamente. La UE
tiene razones sólidas que plantear a su favor, pero necesita líderes honestos
que transmitan su mensaje a las personas.
Los
populistas europeos apuntan al mal manejo de los temas migratorios para
justificar su planteamiento. Así que, para empezar, la UE debe establecer una
política migratoria ordenada con cuotas y criterios, tal como Australia y
Canadá lo hicieron de manera exitosa, y debe imponer un control adecuado sobre
sus fronteras exteriores. La agencia de control de fronteras de la UE, Frontex,
necesita un mandato más fuerte y más recursos para cumplir este papel crucial.
Avanzando
aún más, la UE debería instituir una política exterior y de defensa conjunta
para abordar las causas subyacentes de la crisis migratoria – concretamente,
los conflictos en Libia y Siria. Durante un cuarto de siglo, Europa se ha
beneficiado de la paz posterior a la Guerra Fría y de manera irresponsable ha
permitido que el gasto promedio de defensa de los Estados miembros se deslice a
un magro 1,4% del PIB. Se debe aumentar este gasto a por lo menos el 2% del
PIB, nivel al que cada miembro de la OTAN se ha prometido. Hoy en día, sólo
cinco países de la UE tienen gastos de defensa en ese nivel.
De
manera justificada, el presidente estadounidense Barack Obama ha llamado a los
europeos “viajeros colados”. El candidato presidencial republicano Donald
Trump, yendo mucho más allá, cuestiona abiertamente a la OTAN y los gastos
militares estadounidenses en el extranjero. En un futuro próximo, Europa ya no
podrá confiar en EE.UU. para que la defienda y debe prepararse para un
escenario en el que se vea obligada a valerse por sí misma.
El
principio de la democracia representativa se encuentra en el corazón de la
identidad europea; irónicamente, solamente Suiza, que no es miembro de la UE,
tiene un historial sólido de referéndums. Una de las consecuencias positivas de
la escuálida campaña brexit es que demostró que los referéndums y plebiscitos
son demagógicos, no son verdaderamente democráticos. Los miembros de la UE
deben reconocer los riesgos de la llamada democracia directa y endurecer los
criterios para la aprobación de referéndums. Como mínimo, se debe requerir que
los referéndums logren una súper mayoría con un alto porcentaje de
participación de votantes.
Lo
mejor que se puede decir sobre brexit es que finalmente puede haber puesto fin
a la complacencia europea. Vamos a saber con seguridad si Europa opta por
salvarse a sí misma, y cuándo decide hacerlo.
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