Memoria de Ayotzinapa en tres publicaciones/
JUDITH AMADOR TELLO
Revista Proceso # 2103, 19 de febrero de 2017.
Como un memorial de los agravios que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha cometido en contra de la población, principalmente la originaria, y dejar un testimonio de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” –en la noche de Iguala del 26 de septiembre de 2014–, académicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) editaron El Códice Ayotzinapa.
Con un pequeño formato que evoca a los códices de los antiguos mexicanos, la edición se suma a dos publicaciones más que, editadas de manera independiente, abordan desde diferentes ángulos el problema, aún no resuelto, de lo ocurrido con los jóvenes estudiantes del estado de Guerrero.
La primera es Célula Madre, una novela del médico, ensayista, narrador y militante del desaparecido Partido Comunista Mexicano, Mario Héctor Rivera Ortiz (Guadalajara, 1927), quien se remite a la historia de la llamada “guerra sucia” de los años setenta, y sus antecedentes, para mostrar que Ayotzinapa forma parte de un continuo histórico.
La segunda, Ayotzinapa. Jornadas dominicales en el Museo Nacional de Antropología, es también un trabajo de los profesores de investigación científica y docencia del INAH, en el cual se compilan opiniones, mensajes de solidaridad, poemas y otros testimonios de la gente que ha acudido al recinto museográfico de Chapultepec, en apoyo a los jóvenes desaparecidos y sus familiares.
Realizado por los investigadores Juan Manuel Sandoval, Martha Monzón, Elsa Hernández, Ángeles Colunga y Diego Sandoval, El Códice Ayotzinapa es una tira de cerca de 90 centímetros de largo por 9 de alto, con dobleces que asemejan una suerte de pergamino, y viñetas en color adaptadas por Sandoval a partir de las imágenes de los documentos prehispánicos. En un breve texto se relata cómo el “virrey” Peña Nieto inicia una nueva etapa de entrega de los recursos naturales a los imperios de América del Norte y “las Europas” desplazando de sus territorios a comunidades enteras y “asesinando a sus líderes”.
Restablece la esclavitud, entrega “el betún negro a intereses igualmente negros”, crea una nueva Inquisición para arrestar y desaparecer a quienes se opongan a sus medidas y retoma prácticas “ceremoniales” que no se usaban desde los habitantes mesoamericanos, como la desaparición de los Calmecac de Ayotzinapa. El Códice fue digitalizado y puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=QU3TEZKSfEA.
Terror extralegal
Célula Madre es resultado de la experiencia personal de Rivera Ortiz. La publicación de autor narra en 187 páginas la historia de Tenamaxtli Morales Jiménez, El Tena, un militante que vuelve a la Ciudad de México a reencontrarse con sus antiguos camaradas, luego de haber estado algunos años con la guerrilla colombiana.
A lo largo de sus 24 capítulos va entretejiendo pasado y presente. Desfilan diversos personajes como el inspector Juvencio Lobato, quien se jacta de haber realizado una “limpieza social”, según él “por amor a la patria”, matando a sangre fría a quienes caían en sus manos y los hacia confesar:
“…solía repetir una célebre frase de Cabeza pintada: ‘cuando está de por medio la seguridad del Estado, no vale la Constitución para impedir el ejercicio extralegal del terror.”
Describe cómo se combatió a los grupos comunistas, incluso desde principios de los años treinta, cuando “el gobierno burgués revolucionario, permitió que un grupo de militares y civiles, entre ellos algunos generales villistas, carrancistas y obregonistas… fundaron una agrupación paramilitar… Los Dorados, tal como ellos lo decían, se proponían combatir a judíos, chinos y, por supuesto, comunistas.”
Y así se mezcla con los hechos del 26 de septiembre en Iguala, que –como para el resto de la población– resultan incomprensibles en ese momento para Tenamaxtli, quien al ver las noticias en los diarios, revistas y la televisión no logra asimilar y sólo giran en su cabeza los datos: “Ayotzinapa”, “Iguala”, “Cocula”, “Guerrero”, “43”, “43”, “43”.
El protagonista asume entonces que los movimientos revolucionarios y populares deberán modificar sus planes, y que si bien estudiantes y magisterio han sido la vanguardia del proletariado mexicano, falta organizar una lucha metódica con destacamentos de importancia estratégica:
“Y en efecto, apenas habían pasado las fiestas patrias de septiembre con sus banderas tricolores, sus fuegos artificiales, sus flores, sus perfumes, sus sabores y su música de bandas, cuando el pueblo mexicano fue sacudido por una información casi increíble que mortalmente azotaba su corazón y le sofocaba el alma. La terrible noticia del asesinato-desaparición masiva de seres humanos en el estado de Guerrero.”
Vivos los queremos
El tercer libro es una amplia memoria de las actividades que durante un año, domingo a domingo, realizaron académicos e investigadores del INAH en el MNA, impulsadas por el historiador Felipe Echenique March, investigador de la Dirección de Estudios Históricos de dicha institución, no sólo para dejar constancia de la “brutalidad de la violencia del Estado hacia el pueblo”, sino también como un “símbolo de la lucha por una sociedad mejor”.
En cada jornada se colocaban en el vestíbulo del museo 43 sillas con la imagen de los jóvenes desaparecidos, tomadas de las obras que un grupo de artistas plásticos hizo para el proyecto Ilustradores por Ayotzinapa. Se pusieron a disposición del público cuadernos en los cuales podía expresar su sentir frente a los sucesos: angustia, dolor, frustración, impotencia, solidaridad y acompañamiento para los familiares de los jóvenes normalistas. Relata Echenique:
“Ver a niños, niñas, jóvenes, mujeres, hombres, mexicanos y extranjeros, sorprenderse y sumarse a los reclamos y exigencias que se exhibía con dicha instalación, nos llevó a considerar que deberíamos continuar con aquellas jornadas por más domingos y llevarla inclusive a otros espacios.”
Así fueron a los Centros-INAH en los estados de Oaxaca, Nuevo León, Jalisco, Yucatán, Morelos y zonas arqueológicas como Teotihuacán, Monte Albán –donde colaboró el pintor Francisco Toledo–, el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec y el Museo Palacio de Cortés de Cuernavaca, la Macro Plaza de Monterrey, entre otros espacios.
En 754 páginas se publican textos de investigadores del INAH, fotografías, los poemas “La noche que enlutó las sendas”, de Lorenzo Esteban, y “Con la muerte a cuestas”, de Juan Carlos Aguado Vázquez, y los testimonios y mensajes del público:
“Ayotzinapa llora a sus hijos, México a sus hermanos”, “It was the state! The world is watching (Fue el Estado, el mundo observa)”, “Estamos con ustedes!!! Vivos los queremos sin más sin menos”, “No cesen en su protesta, quizá, así el resto del país despertará… aún podemos recuperar nuestra patria y nuestro futuro”, “Basta de tantas injusticias. Vivos los queremos”, “¿Dónde ha quedado la humanidad del hombre?”, “Compañero la lucha no para, vamos a seguir pidiendo justicia. Dios te bendiga compañero”, “No los olvidemos”… y más.
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